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Sólo dos mil cien habitantes tiene este archipiélago: la mitad vive en Stanley. Los falklanders, como se les llama a los isleños, representan setenta por ciento de la población de la isla. Otro veinte por ciento son ingleses venidos de Europa, un cinco proviene de Nueva Zelanda, Santa Helena, Rusia, y el otro cinco por ciento son chilenos que, junto con los rusos, emigraron a este lugar para hacer trabajo de aseo, de meseros, de cajeros de tiendas: las constantes de la inmigración, el trabajo que no hacen los locales.

Las islas, a cuatrocientos kilómetros del continente, comprenden un territorio de 12.123 kilómetros cuadrados y las integran East Falkland, West Falkland, y otras setecientas setenta y seis islas menores. Su nombre en inglés es un homenaje al Visconde de Falkland, una ciudad de Escocia. Mientras que el nombre Malvinas deriva del francés Iles Malounes dado por Luis Antonie de Bouganinville, en 1764, en referencia a la ciudad francesa de Saint-Malo.

Las islas están en querella desde el siglo quince y han estado en manos de los franceses, de los ingleses y de los españoles. Los argentinos apenas las tuvieron en su poder total durante trece años, desde 1820 hasta 1833. Luego empezó la disputa con los ingleses, que reclamaron soberanía sobre ese territorio. Hasta esa guerra que los argentinos perdieron.

En este archipiélago, que es un poco más grande que el estado venezolano de Mérida, el viaje del aeropuerto hacia la capital es de una hora. En ese recorrido, Grau y sus compañeros no despegan los ojos de la ventana. Miran con sorpresa las grandes extensiones de tierras, las muchas piedras, las zonas cercadas con avisos de alertas por existencia de minas antitanques y antipersonales, las ovejas. Como si fuera la primera vez.

Desde que estos soldados fueron retornados a la Argentina en junio de 1982, cuando los británicos ganaron la guerra, las islas ya no son las mismas. A pesar de que es un lugar pequeño y con dificultades de acceso, aéreo y marítimo, estos visitantes encuentran Las Malvinas como un lugar muy desarrollado. Ahora las islas se financian con actividades económicas propias, los ingleses sólo aportan capital para la seguridad militar.

Voceros de la Cancillería en Buenos Aires dicen que Gran Bretaña le prestó atención a este archipiélago apenas después del conflicto bélico. Las islas han estado tomadas desde 1833 por los británicos pero fue en 1985 cuando decidieron que los falklanders fueron ingleses y que tuvieran los derechos de cualquier otro ciudadano nacido en Gran Bretaña.

Overseas Territory o Territorio sobre las Aguas es como los ingleses le llaman a este archipiélago que vienen disputando por siglos.

Los falklanders dominantes son descendientes de británicos que fueron “sembrados” aquí  muchas décadas atrás, que ya se han reproducido en unas cuantas generaciones. Su prototipo no tiene nada que ver con los latinoamericanos. Son de piel blanco pálido, labios finos, frente prominente, mejillas enrojecidas por el frío, cabello rubio y liso, contextura gruesa.

Todo el tiempo escondidos en ropa invernal, como todo quien vive allí y todo quien está de visita.

Por su ubicación en La Antártida, las islas generan una sensación de congelador. Los vientos son muy fuertes durante todo el día, y el cielo está constantemente nublado. En época de verano, con suerte se puede disfrutar de unos días soleados pero con temperaturas de siete grados centígrados como máxima. Nadie vive en la isla sin calefacción.

A los pocos isleños que socializan les incomoda hablar sobre el conflicto con Argentina, pero sí son firmes con el tema de la soberanía y de su nacionalidad. Cada vez que pueden, aseguran que no son argentinos ni quieren serlo. Y hasta son audaces y declaran que tienen la aspiración de acabar con la polémica del conflicto entre Gran Bretaña y Argentina, obteniendo su propia nacionalidad. Lo conseguirían, dicen, si  encuentran el petróleo que han estado buscando los ingleses en los estos últimos años. Eso les daría independencia económica.

Por ahora la pesca es la actividad principal que sostiene la economía de las Falkland Island. Después de la guerra, cuando los ingleses se hicieron cargo, comenzaron a vender los permisos para sacar calamar de esas gélidas aguas. Diez por ciento del calamar que se mercadea en el mundo proviene de Las Malvinas, lo cual les genera veinte millones de libras esterlinas cada año.

La cría de ovejas y corderos, así como el turismo, también generan ingresos. En época de verano vienen cruceros desde Ushuaia, Argentina. Son más de sesenta mil turistas de todo el mundo atraídos por la historia de la guerra. Y por los pingüinos. Existen en el archipiélago cerca de setecientos cincuenta mil de estas especies, un estimado de trescientos cincuenta pingüinos por habitante.