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Daniel Grau suspira largo y lo dice, cuando mira el cielo azul que se junta con el mar y las casas multicolor con sus jardines:

–Las Islas Malvinas están bellas. Ya no hay alarmas, ni gritos en la oscuridad, no más bombas, ni ataques, ni barro en las aceras, ni verdes en las ropas, ya nadie grita en la distancia, ni hay urgencia por llegar.

Lo dice como si declamara un poema que hace tiempo escribió en su cabeza.

Mientras admira el paisaje, Grau también nota que en esas casas de jardines verdes florecidos hay banderas británicas por doquier.

Regresa aquí después de veintiocho años y ya no hay infierno en lo que encuentra. Es un ex combatiente del ejército de Argentina que luchó en la guerra de dos meses y medio contra Inglaterra, que en 1982 se disputó por este territorio y se cobró la vida de seiscientos cuarenta y nueve argentinos –casi la mitad, trescientos sesenta y ocho, en el hundimiento del crucero General Belgrano causado por dos torpedos lanzados desde el submarino inglés, HMS Conquero.

Grau vuelve con ocho ex compañeros de armas al sitio que le dejó más heridas emocionales que físicas. Los nueve estarán aquí por siete días. Participan en un programa de una asociación de veteranos de guerra que anualmente consigue financiamiento para que los ex combatientes que  así lo quieran regresen a la isla.

Son todos de La Plata. Todos fueron a la guerra cuando tenían entre diecinueve y veinte años. En su memoria, allí reunidos, comienzan a aparecer imágenes de ese período entre el dos de abril hasta el catorce de junio de 1982, cuando doce mil soldados argentinos se enfrentaron a veintocho mil ingleses, soportando el frío inclemente, sin suministros, con menos artillería y preparación.

Daniel Grau ahora tiene cuarenta y ocho años, es comerciante, y reside en Buenos Aires. Vive entre los deportes, la lectura, y su pasión: escribir cuentos.

Cuando la guerra su única convicción era servir a la patria. Llegó a Las Malvinas el primer día del conflicto asignado como francotirador al Comando Décimo de la Brigada de Infantería, en el cuartel de Moody Brook, ubicado a dos kilómetros de Stanley, la capital de Falkland Islands, como se llaman para los británicos, como se llaman desde que Argentina las perdió.