ESPECIALES

Relatos suicidas:

Nos puede pasar a todos

Las redes como diván

Por Carla Contreras

La sensación de confianza y catarsis que sienten muchas personas al interactuar en las redes sociales ha convertido a esta plataforma virtual en una plaza pública en la que cada vez más se conversa sobre episodios traumáticos, entre ellos los pensamientos suicidas. Este fenómeno se acentuó en tiempos de confinamiento por la pandemia del coronavirus

Teclean por varios motivos, es casi imposible descifrar el verdadero. Muchas veces lo hacen desde el grito desesperado de ayuda o en búsqueda de solidaridad. Otras tantas desde la entereza de quien ya atravesó la tormenta y quiere hacer el ejercicio terapéutico de recordar de dónde viene. Son usuarios digitales que se encuentran bajo estados emocionales alterados y que muchas veces, ante la carencia de espacios para ser escuchados o de personas de su entorno en las que apoyarse, buscan en las redes sociales un lugar para expresar las ideas o sentimientos que los atormentan.

Aunque cuentan historias distintas, desde situaciones disímiles, todos ellos tienen algo en común: la exposición descarnada de lo que pueden ser episodios muy oscuros. Todos se descubren iguales en la vulnerabilidad psicológica que los embarga luego de dar clic en “publicar”, esa que puede traer consigo cualquier tipo de reacción de una audiencia parcialmente invisible. El no tener sobre sí la mirada inquisidora de una persona frente a ellos, ayuda a que muchos se atrevan a confesar su debilidad anímica e incluso sus deseos de no seguir viviendo. 

No hay distingos de popularidad o prominencia entre quienes relatan sus estados mentales. Desde artistas e influencers con millones de seguidores, como J Balvin, Lele Pons, Demi Lovato y Selena Gómez. Pasando por deportistas como el nadador Michael Phelps, la gimnasta Simone Biles o la nadadora venezolana Paola Pérez, quien luego de finalizar su participación en las Olimpiadas de Tokyo 2021 en la disciplina de aguas abiertas reveló que transitó una depresión severa con ideas suicidas. 

—La verdad es que nunca en la vida pensé hablar públicamente de ese momento en el que pensé en atentar contra mi vida. Pude hacerlo únicamente porque superé ese episodio oscuro, de otra forma no hubiese podido contarlo. No quería que al hacerlo se interpretara como una excusa absurda ante los malos resultados que obtuve dentro de mi deporte. Pero luego de la competencia tenía los sentimientos a flor de piel y lo expuse sin darme cuenta durante una entrevista —relata Paola. 

Para la nadadora venezolana fue una sorpresa ver cómo cientos de personas empezaron a conectar con su historia. Allí fue cuando tomó la decisión de hablar en Twitter sobre su estado anímico durante el adverso ciclo olímpico que la condujo a su cita en Tokyo. Aunque confiesa que el expresar los estados depresivos que vivió, a través de la red social, no hizo ningún cambio sobre su estabilidad emocional actual, considera que su historia puede servir para ayudar a personas que estén atravesando lo que ella vivió hace varios meses. 

La verdad es que nunca en la vida pensé hablar públicamente de ese momento en el que pensé en atentar contra mi vida. Pude hacerlo únicamente porque superé ese episodio oscuro, de otra forma no hubiese podido contarlo.

—Paola Pérez

Aunque muchos vinculan la aparición de este fenómeno con el auge de las redes, diversos expertos en salud mental y redes sociales, pueden notar un crecimiento de esta tendencia con la llegada de la pandemia. Esto como consecuencia de la desaparición de los espacios físicos de socialización y el incremento en los estados depresivos de la gente. 

—Cualquier análisis sobre este tema parte de la premisa de que el ser humano necesita, ineludiblemente, del reconocimiento del otro. Desde allí podemos ver que las redes sociales, especialmente con las limitaciones de vínculo personal impuestas por la cuarentena, se han convertido en el terreno principal para la construcción de nuestra identidad y nuestras relaciones —comenta Abel Saraiba, psicoanalista, coordinador adjunto de Cecodap y usuario activo de las plataformas sociales de Internet. 

Saraiba analiza el carácter desinhibido de la gente que habla de su salud mental en redes y encuentra tres razones claves para su extroversión: el control sobre la cantidad de información que se quiere expresar, la posibilidad de refugio en el anonimato o algún alter-ego y la seguridad que se desprende de la ausencia corpórea de un interlocutor: 

—Cuando la gente interactúa en redes, al menos en apariencia, tiene más control de lo que dice y del cómo lo dice. Hablar en persona implica tener el peso de la mirada de quien te escucha y la posibilidad de exponerte y expresar, con tu lenguaje corporal, más de lo que sale de tu boca. El poder esconderse dentro de las posibilidades que ofrecen las redes para proteger la identidad de la gente, es lo que genera tanta confianza para hablar de estos temas —explica. 

El psicólogo destaca que dentro del abanico de plataformas sociales que se han utilizado para exponer los temas más sórdidos de la psicología humana, Twitter es la plaza más utilizada. Expertos sugieren que la posibilidad de configurar mensajes cortos, sin mayor producción, ha hecho que muchas comunidades la elijan para expresar sus estados anímicos de forma más sincera y expedita. 

Cuando la gente interactúa en redes, al menos en apariencia, tiene más control de lo que dice y del cómo lo dice. Hablar en persona implica tener el peso de la mirada de quien te escucha y la posibilidad de exponerte y expresar, con tu lenguaje corporal, más de lo que sale de tu boca.

—Abel Saraiba

—Si analizamos la naturaleza de Instagram y Twitter, por ejemplo, podríamos hacer una comparación con un bordado. Instagram es el tejido externo, la parte bonita que se desea mostrar. Esa en la que pones fotos y colores.  Mientras que Twitter es el reverso de la tela, donde se ven las costuras y los puntos que conectan la figura exterior —dice Saraiba. 

El uso de Twitter como espacio de confianza para muchas personas que buscan expresarse libremente sobres sus estados mentales, ha evidenciado que entre los relatos de condiciones depresivas o episodios de ansiedad o pánico, algunas personas manifiesten abiertamente su deseo de dejar de vivir. 

Ante esta circunstancia, el centro de ayuda oficial de Twitter creó un espacio de alerta para que los usuarios de la red puedan reportar los mensajes en los que se evidencian deseos de autolesionarse o comportamientos suicidas. Asimismo, generó una guía para poder identificar de forma efectiva los cambios de conducta que denoten estados depresivos agudos que puedan conducir a una persona a atentar contra su propia vida. 

Una vez que la red social recibe los reportes de alerta sobre mensajes de este tipo, se comunica directamente con el usuario que los publicó para informar que hay personas preocupadas por su bienestar y seguridad. También proporciona líneas de apoyo psicológico a las cuales puede acudir para gestionar su crisis. 

La salud mental en la agenda de todos

Pero las manifestaciones sobre estados anímicos no quedó en los llamados de alerta, ni en la contención de emergencia para los usuarios en riesgo. Muchos otros actores comenzaron a participar de la conversación sobre salud mental en la esfera 2.0. Por ejemplo, algunos medios de comunicación estrenaron espacios de servicio dentro de sus líneas informativas para dar consejos de bienestar psicológico. 

Instituciones como la Organización Mundial de la Salud (OMS)  y la Organización Panamericana de la Salud (OPS), empezaron a publicar mensajes sobre la importancia de atender la salud psicológica en tiempos de crisis. E incluso, terapeutas y psiquiatras construyeron especies de consultorios virtuales en los que adaptaron parte de sus tratamientos de contención a un formato de difusión masiva o atención a distancia. 

Estos profesionales entendieron las ideaciones suicidas, o alteraciones psicológicas expresadas en las redes, como gritos de auxilio y no como conductas de incitación que se pudieran propagar, como solía interpretarse en el pasado. La ruptura del paradigma anterior generó una tendencia de exhorto a que la gente hablara sin tapujos sobre sus estados mentales, en principio para sentirse “liberados”, pero también para poder ser ayudados. 

—Pienso que este es un momento en el que se está dando un quiebre cultural, especialmente para nosotros en Venezuela. Cuando vemos películas, escuchamos canciones, hallamos que el tema de las emociones está puesto en el epicentro de la mesa, hablando explícitamente. Ha habido también la posibilidad de que actores relacionados con la salud mental participen más activamente de este espacio. Antes había mucha más desconfianza por parte de los psicólogos más experimentados de entrar a las redes, por la creencia de que los profesionales de la salud mental debían estar separados de la gente. La figura del psicólogo era mucho más distante —cuenta Saraiba.  

Esta premisa del quiebre cultural o cambio de paradigma es compartida por analistas de los fenómenos del entretenimiento, quienes aseguran que los contenidos vinculados a la salud mental cada vez son más consumidos y producidos por distintos actores de la opinión pública. De acuerdo con los registros de la revista The Oprah Magazine aproximadamente el 20% de los programas de entretenimiento en la web que se consumen en Latinoamérica están vinculados con el desarrollo de tópicos de salud mental. 

Antes había mucha más desconfianza por parte de los psicólogos más experimentados de entrar a las redes, por la creencia de que los profesionales de la salud mental debían estar separados de la gente.

—Abel Saraiba

Con el aspecto cultural confluye un factor generacional que, a juicio del psicólogo Saraiba, ha intensificado la conversación sobre salud mental en las redes sociales. Según él, los jóvenes nativos digitales se sienten más en confianza para hablar de sus crisis psicológicas en redes sociales, pero no porque sufran más o sean más débiles, sino porque crecieron sin verlo como un tabú. 

—Yo no creo que exista como tal una generación de cristal, creo que todos, independientemente de la edad, tenemos temas de cristal. Conversaciones ante las que somos más sensibles y tópicos que no podemos pasar por alto. La diferencia es que los jóvenes están utilizando su espacio nativo, las redes, para tener esas conversaciones —explica. 

Las dos caras de la moneda

Chandler McClellan, investigador del Servicios de Salud Mental y Abuso de Sustancias de Estados Unidos ha hecho múltiples análisis entre la relación existente entre Twitter y la salud mental. Esto luego de participar en una investigación en la que se analizaron 176 millones de tuits sobre estados psicológicos en esa red social. 

Para él, es imposible probar que la manifestación de estados depresivos, ansiosos o deseos suicidas a través de las redes hayan sido nocivas para quienes decidieron expresarse a través de ese medio. Pero sí destaca las posibilidades de encontrar apoyo, respuestas de solidaridad y empatía entre los lectores. 

Para McClellan, la posibilidad de compartir anécdotas de momentos difíciles es directamente proporcional a la oportunidad de conocer nuevas estrategias para afrontar esos problemas. 

Yo no creo que exista como tal una generación de cristal, creo que todos, independientemente de la edad, tenemos temas de cristal.

—Abel Saraiba

John Naslund, investigador en Medicina Social y Salud Global de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard, ha analizado que las personas con trastornos mentales utilizan las redes sociales para sentirse menos solos, encontrar esperanza, apoyarse y defenderse. También para compartir historias que les ayuden a sobrellevar el día a día. 

Sin embargo, la ausencia de control sobre las respuestas negativas que pueda recibir una persona que exprese su vulnerabilidad psicológica en las redes, hace que algunos especialistas indiquen una señal de advertencia. 

—Cuando nosotros no estamos emocionalmente estables debemos ser extremadamente prudentes con el uso que hacemos de las redes sociales. Al atravesar por un momento difícil y decirlo en Twitter o cualquier otro lugar de la web, podemos conseguir solidaridad, pero también odio y rechazo. Pero en un momento así podríamos no tener la fuerza emocional para recibir un embate como ese —enfatiza Abel Saraiba.  

A pesar de los aspectos positivos que ofrecen las redes como plataformas para expresarse abiertamente de los estados emocionales, es necesario conocer los efectos contraproducentes que también pueden generar. 

—Yo celebro que tengamos el atrevimiento de contar lo que sentimos, lo que considero importante es hacerlo cuando ya hemos superado la situación crítica, porque si lo hacemos durante la vulnerabilidad puede ser muy nocivo. Lo que la gente diga puede marcar una diferencia negativa, el riesgo de que eso te haga daño es alto —concluye Abel.