Cuenta la leyenda que hasta el mismísimo Niño Jesús suelta una lagrimita de horror cada vez que Delfín lanza su grito de “¡Ayúdameeee!” en su gran ópera prima “Torres Gemelas”. Estrenada mundialmente a finales de 2006 a través de Youtube, sobrepasa los dos millones de visitas (sigue en ascenso) y no para de recibir comentarios, insultos y réplicas. A mucha honra, su autor ya goza de un santo lugar en la enciclopedia virtual Wikipedia, que lo reconoce como “cantautor” de technofolclor. Hoy por hoy, en uno de sus sitios oficiales (http://www.delfinecuador.4t.com/) se autoproclama, con humildad ausente, “…un artista de la talla de Ricky Martin, Shakira y Juanes”. Asimismo, advierte a cualquiera que aspire a gozar de su presencia: “Llamar con una semana de anticipación, ya que Delfín está muy ocupado amenizando bingos bailables”.
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Tal parece que la región del Chimborazo es una zona alucinógena de cuidado. Grandes ideas parecen estar reservadas para más de un mortal, aparte de Bolívar. El trip de Anselmo Quishpe, progenitor, dejó su huella cuando, al ver nacer a su último retoño en aquel diciembre de 1977, decidió que “este ya es el de-el-fin” y Delfín se quedó…
Entre el arado y la cosecha, el elegido parecía conectarse con la musa de las artes desde los cinco años. Dicen que a los diez abandonó los estudios y comenzó su carrera de compositor. Pero los vientos de la provincia no llegaron a estremecerlo con una verdadera epifanía hasta la adultez, y fue entonces cuando decidió cambiar el poncho por el poliéster con lentejuelas y ver cómo producía el tema que pondría a Ecuador en el tapete de los blogs.
Aunque hoy por hoy Delfín es conocido hasta en Asia, y cuenta con imitadores que le rinden homenaje en todo el mundo, él se sigue definiendo, en tercera persona, como un hombre sencillo que sólo quiere la paz. Cual celosa estrella de Hollywood, protege a su familia de la vorágine de la fama y no da detalles de su vida ni de su hogar. Sin embargo, ha dejado saber –para decepción de más de una soñadora– que está felizmente casado y tiene dos hijos: Alex Delfín y Luis Rolando.
Me declaro fan #1 de tus crónicas Alma!!!
Extraordinario trabajo.
Muy acertadas todas las opiniones del artículo, sobre todo la de «…¿qué pasa en Latinoamérica, qué pasa en el planeta, que cada vez hay más William Hungs y Delfines? ¿Será que la idolatría a lo chaborro se utiliza como excusa para evadir la aridez creativa, la flojera de producir buenas ideas, la falta de identidad o el hastío de seguir los mismos estereotipos (irreales por demás) de fama, belleza y éxito?…»
Además, muy bueno el final con el Top Five de la mediocridad mezclada con ignorancia o crueldad de mostrar imágenes fuertes, con un tipo vestido de power ranger bailando.
Como tú dices: …muy fuerte.