Seleccionar página

***
Luego del partido memorable Vicente Llobregat fue designado por FIFA como árbitro asistente, linier, para otros tres partidos oficiales del Mundial. El dieciocho de junio en Dortmund: Yugoslavia-Zaire (nueve a cero). El veintitrés de junio en Dusseldorf: Suecia-Uruguay (tres a cero). Y, un partido de segunda fase, el tres de julio en Dusseldorf: Suecia-Yugoslavia (dos a uno). Vicente Llobregat arbitró, entonces, cuatro partidos oficiales del Mundial de Alemania de 1974.
El comité organizador invitó a los árbitros FIFA a ver, como público, el partido de la gran final entre Holanda y el país anfitrión. El seis de julio de 1974, en Munich, vio ganar a los alemanes. Alemania, dos; Holanda, uno. Alemania campeón del mundo. Para el juez venezolano aquél partido no sólo fue una exhibición de gran fútbol y del talento de extraordinarios algunos jugadores; ese encuentro también representó una lección del arte de dirigir un partido por el buen desempeño del árbitro inglés John Taylor.
El siete de julio de 1974 Vicente Llobregat regresó a Venezuela.

***
En una de sus viejas revistas aparece la imagen del emblemático futbolista holandés Johan Cruyff. Llobregat detiene su mirada allí. La imagen de Cruyff acompaña una reseña del Mundial de Alemania 74. Han pasado treinta y seis años desde que estuvo allí. “El Mundial de Alemania 74 marcó el inicio del concepto del fútbol total, un sistema de juego altamente táctico y a la vez estético; yo que los vi jugar a pocos metros y fui testigo del fútbol mágico creado por Holanda en su juego colectivo, la conocida naranja mecánica con Johan Cruyff en rol estelar. Del lado alemán sería un Mundial extraordinario para Franz Beckenbauer, el Kaiser; sin embargo, para mí y para todos los árbitros que estuvimos allá, el ganador sentimental fue Holanda. Yo, que como árbitro busco la justicia, reconozco que en el fútbol, y sobre todo en un Mundial, la suerte es determinante y Holanda no la tuvo”, concluye la frase Llobregat mientras guarda la revista y los otros artículos desplegados sobre la mesa en su carpeta de periódicos viejos, recortes y papeles.

***
“Cuando empecé a arbitrar mostré mi firmeza y no perdonaba al que jugaba malintencionado. Eso ha sido una constante en mi carrera. El árbitro debe ser justo, pero también astuto para no dejarse manipular. El árbitro es quien hace cumplir las reglas. Tanto en la cancha como en la vida hay que saber en qué momento sacar tarjeta. En 1984 fue mi último partido arbitrado. He dado clases, he tratado de trasmitir lo que yo sé. Pero no es algo frecuente o cotidiano. El nivel del arbitraje venezolano, lamentablemente, no ha mejorado. Creo hemos bajado un escalón. Y eso se vio en la copa América de Venezuela dónde tuvimos muy pocos árbitros venezolanos y sin buen desempeño. La FVF me llamó en una época para que yo representara a los árbitros venezolanos y trabajara allá. Estuve dos meses. No me gustó. Cosas turbias. Vicios. Me fui.”
Al escuchar el nombre del presidente de la FVF, Llobregat dice:
—¡Ay papa!
Y de su viejo estuche negro sacó la tarjeta roja.

***
El antiguo ascensor de color bronce abre sus puertas. Llobregat entra. Marca planta baja con un pequeño golpe de puño. El descenso del aparato es más lento de lo normal. El ascensor finalmente llega al nivel de la calle. Al abrirse las puertas el ruido del tráfico aturde. Es hora pico. Un semáforo fuera de servicio justo en el punto neurálgico en el que confluyen varias calles produce mayor cogestión y bullicio. Un indigente encaramado sobre un tobo colocado al revés asume las funciones de fiscal de tránsito y hace señas poco comprensibles en su intento de guiar a los agobiados conductores. La improvisada autoridad saca un silbato y comienza a pitar sin descanso. Llobregat ve la escena y dice:
—Por eso el verbo correcto es dirigir. En el fútbol hay que dirigir como un director de orquesta. Pitar no. ¿Pitar? pitar pita cualquiera.