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Fotos Yohennys Briceño

El alto índice de desnutrición infantil en Venezuela, sobre todo en las pequeñas comunidades, llevó a un grupo de venezolanos en el extranjero y a más de 200 voluntarios a desarrollar e impulsar un sistema nutricional que ayudara a las mujeres embarazadas, lactantes y niños más vulnerables. Con ese empuje, han logrado aliviar este problema en nueve estados del país

Cristian sonríe y saluda. Su madre lo levanta y lo muestra como si fuera un trofeo, para presumirlo ante los que observan. Él tiene dos años y desde mayo de 2022 recibe barras de suplementos nutricionales terapéuticos.  

Su madre y él van cada lunes a esa casa de estilo colonial ubicada en el centro de Zea, una comunidad del estado Mérida, en Venezuela, para buscarlas. Cuando lo iban a evaluar, él se quedaba sentado en las piernas de ella mientras la nutricionista le envolvía en el bracito menos hábil una cinta métrica con escala de colores -verde, amarillo y rojo-, que también se le conoce como cintas MUAC (circunferencia media superior del brazo). 

—Desde la primera semana que empezaron a darme las barritas vi un cambio. Porque lo traje con ocho kilos y ya el siguiente lunes pesaba 8.8. Para mí fue una alegría porque subió de peso. Yo siempre estuve tratando de que subiera y pasó como ocho meses así –cuenta la madre con ese acento típico de quienes viven en los andes venezolanos.  

Hace ya cinco meses que Cristian va a esa casa con su madre. Y cuando no pueden hacerlo, los voluntarios llegan hasta donde ellos están. 

—Antes el niño se veía decaído, tenía poco cabello y tenía una amebiasis muy fuerte. Ahora ha cambiado muchísimo. Está más activo, ya habla incluso. Caminar era muy difícil para él, y ya ahorita sí está mucho mejor. Ya camina, hace sus cosas. 

Hoy Cristian pesa más de 11 kilos. Dice hola con claridad y está inquieto. Se baja de las piernas de su madre para irse a jugar. En su proceso de recuperación pasó por una etapa de desparasitación, consumo de distintos suplementos nutricionales –para él y su madre– y el monitoreo semanal de su talla y peso.

El trabajo en cada una de estas casas se basa en, primero, tamizar y detectar a los niños con desnutrición. Una vez diagnosticados, son atendidos por los especialistas en medicina y nutrición, quienes le entregan a la madre el tratamiento adecuado según el diagnóstico. Ellos mismos les hacen seguimiento a cada caso y se dirigen a la casa de las familias o le acercan los suplementos nutricionales cuando ellos no puedan trasladarse a los centros.

El centro de Zea, hasta septiembre de 2022, ha brindado tratamiento para desnutrición aguda moderada a 148 niños de esa y otras comunidades cercanas. 

La comunidad se asienta en la base de montañas que la rodean como si fuera una fortaleza. Está ubicada a una hora de El Vigía y la siembra y venta de hortalizas es la principal fuente de ingreso de quienes viven ahí.  

Según los indicadores de la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida (Encovi) de la Universidad Católica Andrés Bello, en 2021 el 95,2% de las 11.277 personas que vivían en este municipio sufrían inseguridad alimentaria.  

En Venezuela 10,1% de los niños sufren desnutrición aguda moderada o severa, y 22% están en riesgo nutricional, según el Monitoreo Centinela de la Desnutrición Infantil realizado en 2021 por Cáritas Venezuela bajo el programa Sistema de Alerta, Monitoreo y Atención Nutricional (SAMAN). De acuerdo con los criterios de la Organización Mundial de la Salud, esas cifras representan una crisis de salud pública.

El último informe realizado por la Sociedad de Puericultura y Pediatría da cuenta de que 1 de cada 3 niños en Venezuela tiene desnutrición crónica, que se evidencia por el retardo del crecimiento, una condición que es irreversible, según la nutricionista especializada en seguridad alimentaria, asistencia humanitaria y pediatría, Susana Raffalli.  

Las cifras oficiales sobre desnutrición infantil no están disponibles, lo que hace complejo el trabajo de prevención de casos. Tampoco hay datos sobre cómo se realiza el control del niño sano –la evaluación en los primeros 1.000 días de vida para verificar el desarrollo del niño y prevenir enfermedades-, asegura la presidente del capítulo de Crecimiento, Desarrollo y Nutrición de la Sociedad Venezolana de Puericultura y Pediatría, Livia Machado.

—La falta del control regular del niño sano es lo que nos está llevando a un diagnóstico tardío del niño con déficit nutricional. Inclusive más del 60% de las madres no está siendo atendida en un control prenatal y eso suma un altísimo riesgo de tener niños que al nacer tengan problemas de crecimiento y desarrollo –recalca Machado.

Este fenómeno se agudiza en las zonas rurales como Zea, donde es difícil el acceso a hospitales y carecen de especialistas que puedan evaluar a los niños.

—Un niño en desventaja que no recibió la nutrición adecuada durante sus primeros 1.000 días de vida, no tiene regreso. Eso genera un daño del que difícilmente se recupera –enfatiza Raffalli-. La desnutrición genera un deterioro cognitivo en los niños. Hace que tengan una capacidad de aprendizaje más deteriorada, su sistema inmunológico es más débil, se enferman más, son más lentos. Y también tiene consecuencias afectivas, que generan muchísimos trastornos. 

A Cristian ningún especialista lo había evaluado antes. Lo alimentaban a través de lactancia materna. Su madre no advertía que la delgadez del pequeño podía ser un problema, hasta que una voluntaria de la organización Meals4hope fue a su casa y le habló del programa nutricional que llevaban a cabo, en el centro de Zea, desde 2017. Ahí le diagnosticaron desnutrición aguda moderada.

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Detrás de la madre de Cristian, otra joven se asoma con su niño en los brazos. El pequeño Carlos tiene cinco años. En enero de 2022, unos voluntarios de Meals4hope lo hallaron en Cañadones, un pueblo ubicado a tres horas del centro de Zea, mientras hacían una jornada de tamizaje. Fueron a su casa y pusieron la cinta alrededor de su brazo. También observaron la hidrocefalia que padece. 

En varias ocasiones, la madre de Carlos lo había llevado durante una hora en los brazos hasta el ambulatorio en Los Giros, la comunidad más cercana a su casa. Pero ahí no le dijeron que su pequeño padecía desnutrición aguda moderada. Fue tras esa jornada en su natal Cañadones que los especialistas lograron diagnosticarlo. Este tipo de actividades la realizan con frecuencia en ese y otros estados de Venezuela. 

Desde 2016, un grupo de venezolanos vieron desde el extranjero la grave crisis alimentaria que vivía el país. Eran amigos que se organizaron para crear una campaña de recaudación de fondos con la idea de reunir lo suficiente para apoyar a tres programas nutricionales que ayudaban a 300 niños vulnerables. En menos de dos meses recibieron donaciones suficientes para comenzar. Carolina de Oteyza –que desde 1982 trabaja con proyectos sociales– sería desde entonces la encargada de coordinar esta iniciativa que tuvo su primera jornada en el estado Bolívar, al sur del país.  

—Ahí fue donde empezó Meals4hope, el primer centro de atención a la desnutrición, porque había una experiencia anterior de la misma comunidad con un grupo de personas que estaba organizada para apoyar –cuenta de Oteyza.

Desde entonces han trabajado en esta iniciativa para detectar, aliviar y superar la desnutrición en niños y mujeres embarazadas y lactantes. Para la fecha, ya han podido establecer centros de atención a la desnutrición y replicar sus jornadas en unas 40 comunidades de nueve estados del país; Anzoátegui, Bolívar, Guárico, Lara, Portuguesa, Zulia, Mérida, Miranda y Distrito Capital. 

—Trabajamos con dos enfoques. Uno son los Centros de Atención a la Desnutrición que no necesariamente están en el corazón de una comunidad y que abarcan a personas de distintos lugares. Y otros son los Centros Comunitarios de Atención a la Desnutrición, que sí están ubicados en las propias comunidades y son manejados por ellos mismos, con el apoyo del equipo de salud que va a hacer jornadas semanales o quincenales. 

Entre los suplementos que emplean para el tratamiento de los niños está el plumpy nut, una pasta a base de maní que no necesita agua para su consumo y se puede administrar en casa. 

También capacitan a las madres y les dan una cinta métrica MUAC para que puedan tomar las medidas a sus pequeños en casa. Les enseñan sobre lactancia materna y cómo deben alimentarlos. Las orientan en el cuidado de sus niños y les recuerdan que no deben dejar de llevarlos a su revisión. Atienden a niños desde los cero meses hasta los 12 años.

Para el año 2021, al menos 2.500 niños estaban en el programa de nutrición en los centros Meals4hope.

La casa colonial desde donde las madres de Cristian y Carlos cuentan su historia es el Centro de Atención a la Desnutrición Meals4hope de Zea. Ahí tienen un médico general, una nutricionista, tres enfermeras y una trabajadora social. Además de 30 voluntarios. 

Ese es el centro piloto que monitorea y apoya las labores de las nueve casas comunitarias que se extienden en las aldeas y caseríos cercanos. 

En todos los centros aplican el protocolo Ponte Poronte, que surge tras el programa que lleva ese mismo nombre y que fue desarrollado en alianza por las organizaciones Prepara Familia, Mapani y Meals4hope, con la asesoría de Susana Raffalli.  

—El protocolo de todo lo que debe tener el niño y la niña de acuerdo a su edad y al nivel de desnutrición, para superarla, ha sido desarrollado por ella (Susana Raffalli), que nos ha dado entrenamiento y capacitación a nuestros equipos para poderlo seguir –recalca de Oteyza. Además de esta, han establecido alianzas con más de 20 organizaciones -incluyendo Nutricet, una empresa francesa que desarrolla suplementos nutricionales como el plumpy nut– y varios hospitales del país para tratar a los niños con desnutrición que deben ser internados. Se han mantenido gracias a eso y a las donaciones que reciben constantemente.

—Parte de lo que desarrollamos pudo ser gracias a donativos individuales de personas del exterior, de esta diáspora venezolana que te da dos o cinco euros. Y también a la embajada de Francia que por los últimos dos años nos ha apoyado grandemente a Prepara Familia, Mapani y a nosotros para todo el programa Ponte Poronte. 

Solo en el centro Ponte Poronte de Caracas, del que se encarga la ONG Prepara Familia, fueron atendidos 585 niños entre enero y noviembre de 2021. 

***

En la cima de la localidad de San Isidro, en Caracas, siete voluntarios de Meals4hope y dos nutricionistas se preparan para empezar con su nuevo centro de atención nutricional, en medio de una comunidad improvisada que fundaron en 2015 unas personas provenientes del estado Sucre. Al lugar lo llaman “La invasión de oriente”. Pero justo este sábado de octubre se reunieron y decidieron que el nombre será “Campo Claro”, como el pueblo sucrense donde crecieron los fundadores. 

Vienen a hacer la primera medición a los niños y mujeres embarazadas y lactantes que viven entre estas 40 familias, en casas de techos y paredes de zinc, con puertas y ventanas recicladas.

Ya habían estado aquí la semana anterior, cuando vinieron a capacitar durante un día a 15 mujeres para que sean ellas quienes se encarguen del centro comunitario, de medir y monitorear.

Bajo esta metodología se crearon cada uno de los centros nutricionales Meals4hope que hoy existen en al menos 40 comunidades del país.

Maye es una de las madres que aprendió a tomar las medidas en los brazos para hacer el tamizaje. Espera pacientemente en el espacio que los miembros de la comunidad habilitaron para la jornada de hoy; una estructura sin terminar, con ladrillos rojos y un techo improvisado de láminas de plástico. Uno de los voluntarios anota a cada niño y mujer embarazada y lactante presente. Del otro lado están las madres con sus pequeños. La líder comunitaria las convocó para las nueve de la mañana. 120 personas deberían ser revisadas. 

—Bueno, sí, la doctora nos enseñó la semana pasada como se hace. Y aquí vamos a practicar –dice Maye con orgullo. 

En la mesa hay cintas MUAC, algodones, alcohol y hojas de papel donde estarán asentados los datos, condición médica y medidas de los que serán evaluados. 

Empiezan a llamar a quienes están en la lista. La primera en pasar es la hija de Maye, de unos cuatro años. Ella la toma por los hombros y le pide que se pare firme. Le pregunta con qué mano dibuja y la niña levanta la derecha. Una de las nutricionistas usa la cinta para medir el tamaño de la parte superior de su brazo izquierdo. Con un bolígrafo hace una línea a la altura del hombro y otra cerca del codo. Toma la medida con la cinta y traza otra línea en el medio. Esa es su guía.

Envuelve la cinta en el bíceps y grita el resultado de la medición para que los voluntarios lo anoten. 

—Ella tiene 15,7. 

—Esta tiene 15 –dice Maye cuando le toca su turno. 

El rango de edades de los niños presentes va desde los cuatro meses hasta los 12 años. La evaluación de los más pequeños es clave, porque el 23% de los niños menores de seis meses sufre desnutrición aguda, según el boletín SAMAN realizado por Cáritas Venezuela.  

Muchas de las familias que viven en esta comunidad están en situación de vulnerabilidad. La mayoría está desempleada. Carmen vino hoy con sus tres hijas. Una tiene seis años, la otra tiene cuatro y en sus piernas carga a la de siete meses. Ella es de una pequeña comunidad en el estado Monagas, también al oriente del país. Las cuatro lucen muy delgadas.  

—Yo no recibo ningún beneficio de comida ni nada aquí. No me llega nada. Mis hijas están todas flaquitas porque casi nunca tenemos para comer –cuenta con evidente pesar. 

Mientras tanto, siguiendo la misma dinámica, los voluntarios tamizan uno a uno y anotan los resultados de todos hasta que en la lista hay 112 nombres. A primera vista, no parecía que ninguno de los brazos hiciera que la cinta llegara a la escala roja, ni siquiera los de las hijas de Carmen.  

—Todavía no podemos decir cuántos niños hay con desnutrición acá. Esos datos los tenemos que procesar bien para poder determinar. Lo que sí veo es que hay muchos niños con bajo peso, sobre todo los más grandes. Eso, lamentablemente, es normal en estos casos porque lo poco que consigue la madre se lo da al más pequeño de la casa –explica una de las nutricionistas. 

Durante una semana harán la evaluación de los niños con desnutrición y llevarán suplementos nutricionales a quienes lo necesiten. Mientras tanto, Maye y las demás madres serán las encargadas de mantener un monitoreo constante a todos los que viven en Campo Claro.

—La función de las ONG ha sido muy importante, sobre todo en el abordaje de los niños con desnutrición severa y aguda, porque se atienden de manera rápida y se consigue el traslado para llevarlos a los diferentes sitios de recuperación nutricional –afirma Machado, representante del área de nutrición de la Sociedad de Puericultura y Pediatría.   

Para de Oteyza, ese trabajo es el más importante en su proceso de detección de la desnutrición porque se logra ampliar el alcance del programa. 

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En la casa de Zea han atendido a más de 100 nuevos niños que reciben tratamiento nutricional, y siguen entregando suplementos a 171 que ya tienen permanencia en el programa, según cifras obtenidas entre enero y septiembre de 2022 y compartidas por la coordinadora de ese centro. 

—Desde que le tomaron las medidas lo siguieron viendo. Me le dan los suplementos y ha mejorado mucho el niño aquí –resalta la madre de Carlos. 

La pandemia fue uno de los principales obstáculos que enfrentó la organización durante los últimos dos años. Obligó a que la detección se hiciera en pocos casos y que las visitas a las comunidades se redujeran. El difícil acceso a ciertas zonas, los problemas de transporte y el precio de la gasolina son otras limitaciones que enfrenta esta iniciativa. El costo de importación de los suplementos también representa un reto para ellos.  

—El problema del transporte y la gasolina es una dificultad grande. Los costos se encarecen rápidamente, hay un problema de traslados, y tenemos dificultades a veces porque no sabemos cómo llegar a una comunidad o es difícil. Hay ciertas zonas así. Por ejemplo en una zona del estado Mérida se ha ido hasta en burro a llevarle a los niños los tratamientos hasta sus casas. Pero también se buscan motos u otras cosas para siempre poder llegar -explica de Oteyza.

Además, en la ONG carecen de sitios para almacenar los insumos, lo que también preocupa a sus miembros. 

—Pero todas esas dificultades se han ido compensando con ese trabajo voluntario de la gente. Los recursos son una cosa que siempre angustia, porque hemos ido creciendo y hay que seguir dando respuestas. A veces tenemos menos insumos, a veces tenemos más. Con los protocolos de la doctora Raffalli tenemos alternativas cuando no hay plompy para trabajar con eso. Pero sí, a veces hay escasez.   

Así como Meals4hope, otras organizaciones en Venezuela han procurado frenar el incremento en los casos de desnutrición infantil. La Sociedad de Puericultura y Pediatría, en alianza con Unicef y las ONG que trabajan en beneficio de la nutrición infantil crearon el Clúster de nutrición. 

—Trabajamos en conjunto para el abordaje en diferentes áreas, en las zonas más vulnerables. También estamos a nivel hospitalario, tratando de dar aporte a todos los niños que se encuentran en situaciones críticas –explica la doctora Machado. 

Cáritas Venezuela lleva a cabo el programa SAMAN con el que atiende a niños con desnutrición o en riesgo nutricional en distintas comunidades a lo largo del país. Para ello, emplean una metodología desarrollada con la asesoría de la doctora Raffalli. Bajo este sistema han podido rescatar a 12.000 niños con desnutrición aguda desde su implementación en 2016 y han creado un boletín con indicadores que reflejan la condición nutricional de los niños venezolanos.

—La labor que hacen algunas organizaciones es muy importante. Con Cáritas hay un montón de niños recuperados. Aunque no tenemos escala para llegar a todos. Eso solo lo tiene el Estado. Y estas iniciativas no son un pañito caliente y ya. Que al niño en sus primeros 1.000 días de vida le prevengamos que entre en desnutrición es un regalo para siempre –dice Raffalli antes de agregar, con pesar, que estas iniciativas no logran solucionar el problema, pero alivian el impacto.   

El Centro de Atención Nutricional Infantil de Antímano (CANIA), ubicado en Caracas y creado por Empresas Polar, también brinda tratamiento y atención médica completa a niños con desnutrición. 

Mapani, antes de formar parte de la alianza Ponte Poronte, ya llevaba a cabo programas de asistencia nutricional a niños en algunas comunidades del estado Lara. Y tras su crecimiento también ha podido llegar a algunos hogares del estado Yaracuy.

En el centro nutricional de Zea ya no hay señales de Cristian. La madre de Carlos, por otro lado, sigue hablando. Agradece los suplementos que le entregan cuando ella va por ellos y los que le envían a la comunidad más cercana cuando no. También por la silla de ruedas que le donaron para poder trasladar a su pequeño, que no puede caminar. Y recuerda que para estar ahí tuvo que hacer una travesía de casi cuatro horas.

Los nombres de los niños, niñas y madres se cambiaron para proteger la identidad de los protagonistas en situación de vulnerabilidad.

Este es un trabajo de periodismo de soluciones hecho por Historias que laten