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En una urbanización de Caracas crearon un vivero para reponer los árboles talados en el municipio Chacao. Desde que iniciaron hace un año, han logrado sembrar y estudiar distintas especies mediante el programa de remediación que une a arquitectos, empleados de la alcaldía, vecinos y estudiantes de la Universidad Simón Bolívar

Fotos de Carlos Bello

Llueve y huele a tierra mojada. En Caracas ha llovido toda la mañana y en el vivero de La Floresta, la rutina está en pausa ante la regadera natural que no cesa. A los voluntarios y encargados del lugar solo les queda observar bajo un angosto techo de zinc cómo las gotas caen sobre las hojas de las plantas.

Este espacio, al que solo una pared separa del Parque del Este, nombrado Parque Generalísimo Francisco de Miranda, por años fue una unidad canina de la policía. La estatua del perro en la entrada lo recuerda. Pero ahora, es un vivero a cielo abierto con plántulas agrupadas por especie. Tiene dos mesas fabricadas con bloques de cemento y tablas de madera. Y debajo del terreno corre la quebrada Sebucán, embaulada en este tramo aunque cuando la lluvia aumenta, su fuerza no entiende de impedimentos y el agua busca su cauce.

Cada uno de los ejemplares en este lugar es un árbol en crecimiento. Lluvias como esta los ayudan a alcanzar el metro y medio necesario para ser llevados a las aceras, parques y plazas del municipio con el fin de cumplir el objetivo de este vivero: reponer los árboles talados.

Roso blanco (Brownea leucantha)
Flamboyán (Delonix regia)
Caoba (Swietenia macrophylla)
Cedro (Cedrela odorata)

Esta iniciativa tiene por nombre Programa de Remediación Ecológica. Forma parte del proyecto Reframing Green Spaces Caracas, creado por Fundación Espacio y el British Council Venezuela; y funciona mediante la unión de arquitectos, empleados de la Alcaldía de Chacao y estudiantes de la Universidad Simón Bolívar que hacen servicio comunitario.

Como muchas respuestas, este programa surgió del problema. En los últimos años, las talas de árboles en Caracas han estado presentes, sin embargo, en 2021 se convirtió en una acción constante en Chacao y Baruta, principalmente, aunque también en todos los municipios de la ciudad y en otros estados del país. La comunidad y organizaciones protestaron al respecto; y de la preocupación de tener una ciudad sin los aportes que generan los árboles a las personas, a la fauna y al ecosistema, surgió esta iniciativa enfocada en la reposición.

—Esta idea siempre nos estuvo rondando de otros proyectos. El hecho de que seamos vecinos de este sector hacía que conociéramos la dinámica vecinal de esta urbanización, una de las más verdes de Chacao. Sumado a esto estaba la preocupación de las talas de árboles. Fue ahí que formulamos el proyecto, se identificó el aliado británico, hicimos encuentros con vecinos y expertos, le presentamos la iniciativa a la Alcaldía y nos dieron el espacio del vivero —resume Franco Micucci, arquitecto y miembro fundador de Fundación Espacio.

Aunque parece un proceso rápido en palabras del arquitecto, ha sido progresivo. Generar una solución requirió del conocimiento de expertos y desde el principio, antes de abrir el vivero en julio de 2021, están al tanto de que los árboles no son de vida infinita.

—La mayoría de los árboles en Caracas fueron sembrados en los años 50 y esos que tenemos hoy en día muriendo fueron sembrados en esa década. Es primordial entender que este es un proceso cíclico —explica Micucci al recordar las conversaciones que tuvo con expertos nacionales e internacionales.

Raúl Pulido, biólogo y coordinador de Ambiente de Chacao, explica que cuando un árbol muere, cae; y esa es una de las talas que son necesarias al igual que cuando afecta las casas y tuberías, o rompe las aceras; indica aunque no maneja cifras de cuántas talas se han hecho en el municipio.

—He sido responsable de varias talas. Una fue porque un árbol en La Floresta afectaba las tuberías de agua de las casas, y otra fue en El Rosal porque analizamos que el árbol estaba en el aire y se iba a caer. El árbol convive con el mobiliario urbano y a veces esa relación no es positiva sino negativa. Pero lo que quiero es que se siembre porque ahora es el momento de hacer el recambio para buscarle un criterio a la siembra —dice Pulido.

Aunque los árboles tienen su tiempo de vida y esa realidad no se puede cambiar, el resto de las consecuencias que pueden producirse en el futuro se pueden controlar al conocer las características de las especies antes de ubicarlas en una plaza, un parque, una acera o incluso en un jardín.

—Por ejemplo, en Chacao el árbol del municipio es el mijao (Anacardium excelsum), pero no se puede poner esta especie en todos lados porque al crecer se sobrepasará en tamaño y si eso desde el inicio no está contemplado tendrá consecuencias. Por eso si la siembra no se proyecta es un problema a futuro —agrega Pulido.

Mijao (Anacardium excelsum) ubicado en el Compostero Natural de La Floresta.

Con estas investigaciones surge el Programa de Remediación Ecológica que hasta la fecha cuenta con un vivero, un compostero natural y diversas acciones para sumar ejemplares que recuperen los árboles talados. Aunque en retrospectiva, encontrar el lugar donde se desarrollarían las plántulas fue un reto.

—Recuerdo que en 2021 el Parque del Este cumplía 60 años y justo al lado de él había un lugar que estaba abandonado. En paralelo, la protesta por la tala estaba en aumento y nosotros hablábamos con las autoridades para hallar un espacio que nos sirviera como vivero porque el problema era que no había árboles de reposición —indica María Isabel Peña, arquitecta y miembro asociado de la Fundación Espacio.

El lugar cedido fue ese terreno abandonado al lado del Parque del Este que Peña guarda en su memoria. Allí mientras aún llueve, el biólogo Raúl Pulido, quien además se encarga del vivero, señala las plántulas y dice:

—Aquí debe haber 800 ejemplares y si incluimos las que están por germinar, estamos alrededor de mil plantas. 

 

La Floresta como plan piloto

Al este de la capital venezolana está La Floresta, una urbanización de baja población, con 310 viviendas, pero de alta flora, con árboles que la revisten. Su verdor oculta muchas casas y sus árboles son los protagonistas de este sector que a pesar de estar cerca de la transitada avenida Francisco de Miranda, es tranquilo. Aquí se desarrolla el plan piloto de este programa.

El arquitecto Rafael Osorio Vaamonde describe La Floresta como “un modelo de ciudad jardín”. Osorio, quien ha estado presente en Fundación Espacio desde el inicio del proyecto Reframing Green Spaces Caracas explica que antes de ejecutar el Programa de Remediación Ecológica se estudió la urbanización. Su vegetación, fauna, hidrografía y clima.

—En un momento, en 2021, contamos más de 1.200 ejemplares de árboles en la urbanización —precisa Osorio.

Aclara que aunque aún están en proceso de identificación de cada uno, han hallado las especies samán (Samane saman), copey (Clusia rosea), Santa Maria (Calophyllum brasiliense), araguaney (Handroanthus chrysanthus), tulipán africano (Spathodea campanulata), apamate rosado (Tabebuia rosea), caoba (Swietenia macrophylla), cedro (Cedrela odorata L.), mango (Mangifera Indica), pilón (Hieronyma alchorneoides), flamboyan (Delonix regia) y en las calles primordialmente abunda el jabillo (Hura crepitans), a pesar de ser una especie que por sus espinas y gran tamaño se recomienda no ubicar en vías de acceso.

Uno de los recuerdos más intactos del trabajo previo lo atesora el arquitecto paisajista Juan Manuel Díaz. Se emociona al hablar de la primera visita que hizo a la quebrada Sebucán el año pasado.

—¡Vi el mismo paisaje que admiró Humboldt! —dice mientras su entusiasmo contagia el lugar.

Fue una aproximación como la que tuvo Humboldt cuando hizo recorridos en Venezuela, agrega, porque el paisaje de la quebrada Sebucán en el tramo de La Floresta se conserva, con algunas especies más y otras menos, pero con el mismo paisaje que él admiró.

Quebrada Sebucán desde el Compostero Natural de La Floresta.

La alegría que Díaz emana disminuye cuando cae en cuenta de los árboles que formaban parte del paisaje de la ciudad y que ya no están.

—Hay especies importantísimas de las quebradas de Caracas y del borde del río Guaire que han desaparecido, dos de ellas son palo de María (Triplaris caracasana) y el sauce vertical (Salix humboldtiana). Hoy día no se ven mucho en los espacios de Caracas —comenta mientras comparte una anécdota del sauce vertical, también conocidos como sauces llorones.

En el mandato de Antonio Guzmán Blanco, refiere, el sauce vertical fue mandado a sembrar por miles porque estaba desapareciendo y estos árboles eran protectores del cauce del río Guaire y del agua. Ahora, quedan solo algunos en la plaza las Tres Gracias, que a pesar de que los mutilaron están creciendo otra vez.

—Pero hay que reproducirlos. No se trata de que el paisaje de Caracas tenga que volver a las haciendas de café y caña, no se puede, pero sí que se pueda replicar y reintroducir las especies que formaban parte y que eran elementos protagónicos —sugiere Díaz.

Ese objetivo es uno de los que tienen en el vivero. Pero muchas de las especies que llegan allí para desarrollarse germinaron en el Compostero Natural de La Floresta, un espacio por donde corre la quebrada Sebucán que contempló Juan Manuel Díaz y desde donde se ven las caminerías del Parque del Este.

Pero para Edmundo García es su patio de al frente. Ese que visita y cuida todos los días.

 

El Compostero Natural de Edmundo

En un terreno de 164 metros de largo y de 3 a 10 metros de ancho, cifra que varía por el paso de la quebrada Sebucán, está el Compostero Natural de La Floresta. Edmundo García, un señor de 81 años que vive en una casa en la acera de enfrente, lo cuida cada día desde 2014.

—Aquí me puedo relajar, puedo pensar, trabajar, caminar, puedo hacer tantas cosas y es tranquilo. No hay culebras ni mosquitos —dice García al abrir la reja del lugar.

Al pasar la cerca de la entrada se siente la humedad, la misma que permite que el proceso de compostaje surja sin mayores intervenciones. El clima se debe a su cercanía con una de las siete quebradas de Chacao y a la sombra que dan los árboles.

El Compostero Natural es una zona recuperada que García mantiene apilando los bambúes y las hojas que caen para que también se pueda caminar. Mientras da pasos señala un nido de termitas.

—Ellas se comen la materia seca, entonces tienen ahí bastante para comer, y no atacan los árboles vivos.

En el suelo hay plántulas, muchas plántulas de mijao, pilón, jabillo y cedro a las que evitar pisar. Nacen de las semillas que caen de los árboles y germinan prácticamente solas.

Parte de la labor de este lugar está en el rescate de las plántulas.

—Por esto muchos de los árboles en el vivero vienen de acá y si uno quiere recuperarlas las saca, las pone en un potecito y las trasplanta. Cientos de plántulas se han sacado de aquí —dice.

En un principio el equipo pensaba que el Compostero Natural podía servir de vivero pero cuando se incorporaron otros expertos se cayó en cuenta que por la sombra era algo imposible, recuerda la arquitecta Peña.

En este espacio los árboles arropan con su sombra a quien pase. Cada uno de ellos es fácil de identificar porque Edmundo García les puso una placa de madera con el nombre de la especie. No solo lo hizo con los ejemplares del compostero, también con los de la acera de su casa.

Pero la tarea que a este vecino le toma más tiempo es cuidar la quebrada. Al menos el tramo abierto que está en el Compostero Natural.

—Todo el tiempo limpio la quebrada porque le tiran de todo. El año pasado aquí se recogieron 220 kilos de plástico.

 

Cómo funciona el vivero para reponer los árboles talados

Al lado del Colegio Santiago de León de Caracas está la sede de la Dirección de obras públicas del municipio, y en ella, justo al final, el vivero donde crecen los árboles que se ubicarán en Chacao. Desde allí el biólogo Raúl Pulido advierte: no hay árbol malo, sino mal ubicado.

Calcula que en el lugar hay alrededor de mil plantas incluyendo las que están por germinar.

—Solo de gualanday (Jacaranda caucana) tenemos 100 y de roso blanco (Brownea leucantha) 50, aunque quizás la producción total de roso blanco debió ser entre 100 y 200 semillas, pero hace tres meses llegaron las guacamayas al vivero y se comieron la mitad de la producción —expresa el biólogo y añade que en Chacao se ha trasplantado poco porque los árboles aún no tienen el tamaño suficiente.

Estima que deben ser 10 los ejemplares ya ubicados en el municipio, incluidos dos tulipanes africanos (Spathodea campanulata) y una jacaranda llevados en agosto al Parque Aruflo. En cuanto a intercambios recuerda que a la misión Árbol le dieron 100 caobas por bolsas y fueron sembradas en Mariches.

En el vivero aceptan todas las especies, incluido mangos y café, aunque no todas estarán ubicadas en vías públicas. Algunas, como los frutales, las tienen ideadas para intercambiarlas. Pero la mayoría de las especies en el lugar son plántulas o semillas halladas en distintos lugares de Caracas.

Las operaciones en el vivero comenzaron el 25 de julio de 2021 cuando se hizo la primera recolección de especies. En esa jornada se recogieron más de 100 plántulas, la mayoría eran mijao (Anacardium excelsum), además de caoba (Swietenia macrophylla) y cedro (Cedrela odorata).

Veinte días después, el caoba de la Facultad de Arquitectura de la Universidad Central de Venezuela (UCV) les regaló la mayor cantidad de plántulas que registran en un día.

—Por el año y medio de pandemia, de ese enorme caoba habían germinado por lo menos 800 plántulas y las recolectamos. Lo interesante es que estos ejemplares que vinieron de la UCV y crecieron en el vivero fueron reintroducidos a la Ciudad Universitaria de Caracas —señala Juan Manuel Díaz, quien además de formar parte del programa es asesor de arquitectura paisajista de la UCV.

El 4 de mayo de 2022 fue la primera resiembra. En la parte oeste del Jardín Botánico de Caracas ubicaron 47 ejemplares de caobas, mijaos, bucares y cedros. Y el 25 de julio de 2022, 20 caobas hijas del caoba de la Facultad de Arquitectura volvieron a su lugar de origen.

—Además dónde los estamos ubicando van a poder desarrollarse. La ubicación es importante porque no es poner el árbol que a mi me guste sino que hay unos procedimientos e investigaciones en las que uno debe apoyarse —acota el arquitecto paisajista.

Caobas (Swietenia macrophylla)

En la actualidad, Raúl Pulido y José Antonio Romero se encargan de cuidar el vivero municipal. Lo hacen desde diciembre y enero, respectivamente. María Isabel Peña explica que el ceder este espacio se debe a que —los proyectos que hacemos no queremos que se queden con nosotros sino darles los instrumentos a los otros para que sigan adelante—.

Todos los días, incluso en vacaciones, José Antonio Romero cuida el vivero. En solo meses su vida laboral dio un giro de 180 grados al pasar de la fase final a la inicial de la vida de los árboles.

—Yo estaba dedicado a las podas, talas y todo lo que tiene que ver con el mantenimiento de los espacios verdes del municipio Chacao y en un momento dado se me requirió para trabajar en el vivero y empecé. Mi conocimiento en arbolado y especies jugó a favor para que actualmente pueda trabajar en el vivero —dice Romero, quien es oceanógrafo, acuicultor y vecino de La Floresta.

En cuanto a Raúl Pulido, comenzó a involucrarse en el vivero a finales del año 2021 a pesar de que desde hace siete años, cuando empezó a trabajar en el departamento de ambiente de la alcaldía de Chacao, quería formar parte de uno. Ahora, no solo se encarga del lugar, también da clases a los estudiantes de la Universidad Simón Bolívar (USB) que cada semana visitan este espacio para hacer el servicio comunitario.

Algunos de los voluntarios de la USB tienen bases en las labores que aquí se realizan, otros no. Son de distintas carreras, de computación, arquitectura o biología. Pero todos tienen el interés de aprender a sembrar y conocer cada especie del lugar.

De una carcasa de luminaria convertida en maceta, Angibelle Rodríguez, relata su tiempo en el vivero. —Vengo desde enero y ha sido una experiencia increíble porque no pensé que iba a aprender tantas cosas de mi carrera aquí, incluso cosas que no había visto de botánica, de fisiología vegetal y de ecología. Es muy útil. Es la práctica a la teoría que tuve—, dice la estudiante de biología de la USB.

Angibelle Rodríguez

La maceta intervenida donde Angibelle saca el sustrato es una de las miles de carcasas de plástico que recubren las luminarias que fueron cedidas por la Alcaldía cuando el municipio adoptó la tecnología LED. En el programa le abrieron huecos y las usaron para agrupar las plántulas por especie. Este patrimonio del vivero está desde las primeras jornadas.

A pesar de que aquí reutilizan como maceta cada objeto que pueden, quisieran contar con bolsas grandes y buen sustrato para duplicar los ejemplares. Estas limitaciones impactan en la capacidad a la que pueden llegar.

—Estamos trabajando poco a poco para conseguir sustrato y bolsas grandes porque actualmente utilizamos cualquier bolsa o pote que se nos ocurra pero queremos que sean las bolsas grandes porque son las definitivas —dice Pulido, uno de los encargados de cuidar el lugar.

El sustrato con el que actualmente cuentan no es de la mejor calidad, aunque lo mezclan con los nutrientes del compostaje y con los restos de madera de los árboles talados, que también son llevados a este espacio para terminar su ciclo y darle vida a otra planta, buscan comprar uno que junto a esta mezcla le permita a los ejemplares crecer y formarse correctamente.

Los restos de los árboles talados son ubicados en el vivero para servir de sustrato.

—Para un vivero de árboles un año es básicamente para empezar. Es el año que viene en esta época que podremos tener árboles para el municipio, para regalar e intercambiar, donar y hacer cosas positivas con estas especies. El logro para Chacao va a tardar como un año más pero el conocimiento en estos estudiantes y los involucrados es inmediato —exclama Pulido.

 

Lo verde y lo construido

Desde la casa de paredes blancas y jardín verde manzana, donde se ubica la oficina de Fundación Espacio en La Floresta, María Isabel Peña pregunta: —¿Qué sería Caracas si le quitamos El Ávila? —y de inmediato se responde— Sería cualquier ciudad. Caracas es lo construido con lo verde, no hay manera de separarlo. La ciudad es lo verde y lo construido—.

Imaginar a Caracas sin El Ávila, a la Ciudad Universitaria sin el Jardín Botánico, a la avenida Francisco de Miranda sin el Parque del Este, a la Candelaria, San Agustín y El Recreo sin el Parque Los Caobos, al Museo de Bellas Artes sin el patio central, a Chacao sin el Country Club, al Centro Comercial San Ignacio sin los chaguaramos, al Círculo Militar sin El Laguito, a las plazas sin los árboles, a los parques sin el verdor. Impacta. Están tan arraigados que conviven como uno.

—Lejos de lo que se piensa. Caracas se hizo mucho más verde con el urbanismo moderno; no es cierto que se convirtió en una ciudad de concreto. Cuando la ciudad era agrícola había verde pero era por la grama, y por la caña de azúcar y el café, pero había pocos árboles. En cambio con cada casa o edificio había un promedio de cinco árboles para el frente de la calle o su alrededor. El mismo Manuel Cabré en sus cuadros muestra El Ávila verde pero solo por la grama, el bosque se genera con la declaratoria de parque nacional —dice Franco Micucci mientras habla con María Isabel Peña.

La ciudad tiene su historia —y hay que conocerla. Incluso desde lo privado y en esa memoria histórica se demuestra que no empezamos ayer. La visión actual no puede ser brutalista. Ante palmeras de plástico y paredes verdes que ubican en algunos lugares de la ciudad se pareciera olvidar que el árbol es lo más económico y beneficioso en una ciudad como la nuestra—expresa Micucci.

 

Especies de árboles de Chacao

Cedro (Cedrela odorata)

Gualanday (Jacaranda caucana)

Mijao (Anacardium excelsum)

Roso blanco (Brownea leucantha)

Pero la relación de lo verde y lo construido no fue lo único que le dio sentido a este programa. En un país con explotación minera la duda de si era suficiente hacer algo ambiental en Caracas cuando en el sur de Venezuela existe el Arco Minero del Orinoco, estuvo presente.

—Para nosotros por seguridad y lejanía era imposible hacer un proyecto en el Arco Minero. Pero cuando reflexionamos en dónde se produce más dióxido de carbono es en la ciudad y de todas la peor es la capital porque es donde hay más gente. Ahí pensamos en qué podíamos hacer y vimos que era válido ocuparnos en reponer el verde en Caracas ya que no podíamos hacer nada en el Amazonas y es completamente válido que uno compense —recuerda Peña.

Franco explica que este es un país altamente urbanizado, —90% de la población vive en ciudades y 35 ciudades concentran el 70% de la población. Al final las áreas urbanas tienen la capacidad de actuación más grande y además muchas de ellas tienen zonas protectoras como es El Ávila, para garantizar el equilibrio entre lo ambiental y lo construido—.

En la suma de estas razones está el motor de este programa para reponer los árboles talados. Pero esta iniciativa no es la única que intenta producir una solución ante las talas. Ciudad Laboratorio movilizó a la comunidad caraqueña a manifestar su descontento en las calles, y también surgieron actividades de reforestación realizadas por organizaciones ecológicas, una de ellas tuvo como sede las colinas del Jardín Botánico de Caracas.

—Este programa lo hicimos como piloto en La Floresta y puede ser replicado en otras partes de la ciudad porque nuestro objetivo final es la replicabilidad, no resolver por nosotros el problema de los árboles en Caracas —dice Micucci.

En el vivero los árboles que repondrán aquellos que fueron talados, continúan en crecimiento. Y aún llueve porque “una atmósfera más cálida retiene más humedad y por lo tanto, llueve más”. Kerry Emanuel, científico del clima del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT, por sus siglas en inglés).

Este es un trabajo de periodismo de soluciones de Historias que laten