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Una iniciativa educativa integró a la comunidad de San Cristóbal, en el estado Táchira, en un proyecto sustentable que transforma residuos sólidos en materia prima para generar nuevos productos a partir del reciclaje. El modelo se basa en una red de contenedores públicos para clasificación de desechos, dispuestos en distintas avenidas, que ha contribuido a solucionar la acumulación de basura en la ciudad.

Texto y fotos Neiyer Angarita

Todos los lunes, en la vía hacia su trabajo, Ángel García detiene su automóvil en la muy concurrida avenida Carabobo de San Cristóbal y se baja con una bolsa llena de envases plásticos de refresco, tapas, cartón de huevos y latas de aluminio que clasificó durante varios días en su casa. 

Lanza estos desechos en unos contenedores de reciclaje simétricamente alineados sobre la acera e identificados con un diseño llamativo para que no haya confusiones: vidrio, plástico, papel, cartón, aluminio. 

Son las ocho de la mañana, y como este joven politólogo, otros habitantes de la capital de Táchira ya se han acercado a los contenedores para repetir la escena.

Es un hábito que muchos en esta ciudad de los andes venezolanos adoptaron recientemente, pues según dicen, se sienten motivados por un proyecto que desde hace dos años incluye a las comunidades en un proceso de economía circular, un modelo que busca mitigar el problema de la basura de la ciudad y a la vez reciclar desechos para aprovechar al máximo su vida útil sin contaminar.

Comenzar por una avenida

La ciudad de San Cristóbal genera diariamente entre 230 y 270 toneladas de desechos, cifra que varía debido a los constantes cierres del vertedero de San Josecito, el más grande del estado Táchira.

A los problemas de recolección y acumulación de basura en las calles se le sumaba la falta de conocimiento de la población sobre cómo clasificar los residuos para ser aprovechados, por lo que terminaban mezclados con desechos orgánicos que por la falta de conciencia de algunos aparecían en las vías y plazas causando contaminación. 

Preocupados por esta situación, un equipo de ingenieros ambientales y arquitectos tachirenses se reunieron para estudiar las posibles soluciones para las fallas de recolección del aseo urbano y el uso inadecuado de la basura en San Cristóbal. 

En su investigación detectaron que el bote indiscriminado de desechos, especialmente en la avenida Carabobo, era la punta del iceberg de un problema que cada vez estaba empeorando. 

Así surgió el proyecto de la Escuela de Reciclaje en febrero de 2020 con el propósito de educar a los ciudadanos de la capital tachirense sobre cómo reciclar y aprovechar los residuos sólidos de su basura que luego convierten en bolsas azules ecológicas para la recolección y otros productos que posteriormente son comercializados. 

En noviembre de 2021 iniciaron un plan piloto en la avenida Carabobo, arteria principal hacia distintos sectores de la ciudad, programa que se ha extendido a otras urbanizaciones en el último año. 

Durante dos meses, un grupo conformado por seis jóvenes, previamente formados en la Escuela e identificados con franelas verdes y símbolos de reciclaje, visitó las casas y comercios aledaños a esta avenida para educar y concientizar sobre cómo reducir la huella ambiental. 

—El casa por casa consistió en aprender cuatro acciones básicas: tres sobre la separación y manejo de los desechos y la cuarta sobre el uso adecuado de los contenedores —explica Ronny Chacón, ingeniero ambiental y director general de la Escuela de Reciclaje. 

En este proceso se acordó con la comunidad los días de la semana (lunes, miércoles y viernes) y lugares específicos establecidos para sacar el aseo en una bolsa de basura que haya sido fabricada con materia prima reciclada (la bolsa azul).

La recomendación fue clara: no dejarlo en cajas, costales o suelta, ni en islas, esquinas o en el medio de la calle, como venía sucediendo. 

También informaron que una red de contenedores para residuos sólidos aprovechables había sido instalada en áreas estratégicas de la avenida, en convenio con la alcaldía de San Cristóbal, y que estaban a disposición de los habitantes del sector. 

Estos contenedores, unas cajas metálicas de más de dos metros y medio de diámetro, se distribuyen por secciones para separar plástico, vidrio, papel, cartón y aluminio.

Antes de conocerse esta iniciativa de reciclaje, había quienes, por decisión propia, conseguían a quien entregarles sus residuos para que no terminaran en el aseo municipal. 

Esto lo hacía Rebeca Márquez, una contadora pública egresada de la Universidad Católica del Táchira que ante la problemática del aseo urbano optó por clasificar sus residuos reutilizables para evitar que se convirtieran en desechos contaminantes. 

—Si sabía de una persona que necesitara envases, como los que venden genéricos, se los llevaba para reutilizarlos —dice Rebeca. 

Ahora, ella recolecta y clasifica los desechos que genera cada mes y los deposita en los contenedores.

De acuerdo con datos de la Escuela de Reciclaje, luego de la tarea formativa se logró cumplir un primer objetivo en poco tiempo: que al menos 80% de la comunidad utilizara correctamente los contenedores y este cambio redujera la cantidad de desperdicio de las calles.

¿Cómo funciona esta escuela? 

La Escuela de Reciclaje es un centro de investigación que diseñó un sistema integral de residuos y desechos sólidos basado en un modelo educativo. 

El propósito es claro: enseñar a los ciudadanos a separar desechos que pueden ser reciclados o reutilizados y lograr un impacto positivo en el ambiente en beneficio de la ciudad. 

El modelo busca integrar a todas las partes, empresa privada, gobierno regional y municipal, universidades y comunidades en torno a la economía circular. 

—Porque la basura no tiene color, tiene es olor —dice el ingeniero Ronny Chacón. 

La Escuela de Reciclaje surgió como iniciativa de la empresa privada Andes Plast Recicla, en alianza con un grupo de profesionales de la Universidad Nacional del Táchira (UNET). 

El equipo de la Escuela de Reciclaje se encargó del diseño, fabricación e instalación de la red de contenedores ubicados en distintos sectores de la ciudad de San Cristóbal (por el convenio con este municipio) y que a futuro esperan ampliar a otros municipios del estado.

Actualmente estos contenedores están instalados en más de 20 puntos de la ciudad distribuidos en la avenida Carabobo, avenida 19 de abril, avenida España, avenida Los Agustinos, avenida Ferrero Tamayo y Plaza los Mangos en Barrio Obrero.

Los residuos de plástico, papel y cartón, vidrios y aluminio depositados en los contenedores son llevados a la sede de la Escuela, ubicada en la avenida Libertador de San Cristóbal, donde son procesados en una planta de reciclaje que transforma la materia prima en productos que posteriormente son enviados a empresas recuperadoras que le dan una nueva utilidad.

Es por esto que el plástico obtenido es higienizado –con agua de lluvia–, procesado y posteriormente convertido en bolsas plásticas azules (ecológicas y resistentes) que comercializa la Escuela. 

De igual forma este plástico también se transforma en materia prima que utilizan otras empresas como lo es APC, una compañía regional que fabrica hilos tomateros (mecatillos para uso agrícola e industrial).

La materia prima que APC recibe de la Escuela de Reciclaje conforma el 40% y 50% del material que componen los hilos tomateros, según declaraciones del supervisor de planta de la empresa APC, Jonathan Ramírez.

Como esta compañía, distintas empresas utilizan materia prima procesada por la Escuela porque es mucho más económica, además de que contribuye en la disminución de desechos y a los procesos de reutilizar y reciclar.

Las alianzas con otras empresas privadas es uno de los propósitos de la iniciativa en el nacimiento de una nueva cultura de reciclaje y economía circular a la que poco a poco se han ido sumando más empresas del Táchira. 

—Estas alianzas buscan ayudar al aparato productivo enseñándoles a disminuir el uso y consumo de materias primas vírgenes que tienen una alta huella ambiental negativa —destaca el director de la Escuela. 

El impacto de la Escuela 

Si bien es cierto que este proyecto comenzó a ejecutarse hace tan solo siete meses, ya se han registrado resultados. De acuerdo con el ingeniero Ronny Chacón, el alcance del plan piloto abarcó 550 viviendas, 230 comercios y se capacitó a una población de más de 2.200 personas. 

Hasta ahora, según cifras emitidas por la Escuela, en los primeros tres meses y medio del plan piloto, más de 4.000 personas hicieron uso de los contenedores depositando 38 toneladas de residuos que han sido transformados en productos reutilizables y comercializados. 

 

Ante estos resultados comunidades de otros municipios del Táchira, incluso de otros estados del país, les han pedido expandirse, porque el modelo puede ser replicable. 

La ingeniera agrónomo y responsable del Laboratorio de Investigación Ambiental y Desarrollo Sostenible de la Universidad Nacional Experimental del Táchira (UNET), Karena Rodríguez, dice que ya pueden verse espacios en los que se han reducido considerablemente los botes de basura, y relaciona este hecho con la puesta en marcha de sistema de los contenedores en la avenida Carabobo. Pero advierte que todavía falta mucho por hacer para cambiar paradigmas.

Aún la cultura de la mayoría de las personas no permite que tengan una conciencia real no sólo para mantener los espacios de la ciudad limpios, sino para generar la menor cantidad posible de desechos que vaya a la disposición final dice la profesora de la UNET. 

Uno de los indicadores del impacto que ha tenido este plan piloto llama la atención: ante el bote indiscriminado y desorganizado de basura en este sector, el camión recolector del aseo, que pasaba por la avenida Carabobo cerca de 18 veces a la semana, redujo su ruta a seis. Esto significa que el camión del aseo puede optimizar su tarea de recolección dedicando ese tiempo y trabajo en otras comunidades. 

Más formación ambiental 

Desde sus comienzos, la Escuela de Reciclaje se ha enfocado en promover una forma práctica y sencilla de cómo se puede cumplir con la responsabilidad social de reciclar.

Actualmente está conformada por cinco jóvenes, egresados de la Universidad Nacional Experimental del Táchira (UNET), quienes lideran el centro de investigación de la Escuela que tiene como punto de partida la formación y educación.

La proyección es aumentar el sistema de recolección capacitando e incorporando a unas 3.000 personas. 

La Escuela ha formado y capacitado a los ciudadanos en la economía circular y es por esto que ha realizado una serie de talleres para enseñar la cultura del reciclaje.

El primer taller se realizó en septiembre de 2020 a través de tres grupos de WhatsApp, debido a la pandemia por covid-19. La capacitación tuvo una duración de 20 días y participaron más de 400 personas de diferentes estados del país y hasta de otras nacionalidades (Costa Rica, Colombia, Chile y España).

Aprendimos conceptos básicos como la diferencia entre reutilizar y reciclar, y se nos explicó qué es la economía circular, entre otros temas explica la comunicadora Liliana Ramírez, quien participó en este taller.

Pero esta sesión introductoria solo fue el inicio. Posteriormente la Escuela dictó un bootcamp especializado en jornadas presenciales y contaron con más de 60 participantes de distintas partes de Venezuela.

El equipo que conforma la Escuela de Reciclaje constantemente está ajustando contenidos y buscando referencias de otras partes del mundo que se puedan adaptar localmente. 

Por ello afirman que buscan innovar con talleres de formación también dirigidos a medios de comunicación y a funcionarios de la policía estadal. Los funcionarios policiales entrenados, siete en total, posteriormente conformaron “la policía ambiental” del Táchira que nació de la necesidad de integrar al proyecto ecológico a funcionarios de seguridad para monitorear el orden público con enfoque ambientalista. 

Otras iniciativas de reciclaje

Aunque en Venezuela las experiencias para reciclar los desechos sólidos aún no son masivas, existen varias compañías y organizaciones que buscan cambiar el panorama en el ámbito ecológico.

Son iniciativas mayormente impulsadas por empresas que se dedican a la recuperación de residuos sólidos para su posterior procesamiento y venta en el mercado local e internacional.

Organizaciones como Vitalis, por ejemplo, ha realizado desde el año 2000 más de 150 proyectos de educación ambiental y desarrollo sustentable.

Otras empresas promueven la economía circular. Como el caso de Venezolana de Reciclaje, una compañía dedicada a la recuperación de residuos sólidos, o Plásticos Ecoplast que también busca disminuir el impacto ambiental a través del reciclaje. 

Los retos y las limitaciones

Cuando inició el proyecto piloto, la Escuela se encontró con una población que no estaba muy interesada en reciclar.

La comunidad al principio no creía, eran muy escépticos, decían que una escuela de reciclaje en Venezuela es imposible. Pero las personas poco a poco empezaron a ver los resultados de los contenedores y de la Escuela cuenta Ronny Chacón.

Para el equipo de la Escuela, que el proyecto piloto de la avenida Carabobo esté funcionando ha sido fundamental para que la comunidad se diera cuenta de que son parte de la solución.

Pero estos no son los únicos desafíos que el proyecto enfrenta. Actualmente la cantidad de contenedores no es suficiente.

Aunque representan un buen arranque, todavía queda camino por recorrer para seguir ampliando la red en una entidad donde el problema de la basura y el aseo urbano ha sido una constante, y aún no está resuelto. 

Por ahora, uno de los mayores retos de la Escuela es continuar impartiendo su plan educativo sobre el uso correcto de los contenedores y clasificación de los residuos sólidos, así como concientizar para crear una mayor cultura del reciclaje entre los tachirenses. 

Este es un trabajo de periodismo de soluciones de Historias que laten