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Querido Allen: No hay nada que temer. Vaya adelante. Mira. Escucha. Oye.  ¿Qué tu conciencia de AYAHUASCA es más válida que la “Conciencia Normal”?

Carta de William Burroughs a Allen Ginsberg

1.

Entro en un cuarto oscuro. Mis ojos tardan unos segundos en adaptarse. Veo muebles y objetos de todo tipo cubiertos por capas: sábanas, telas. No puedo distinguir de qué colores son. Hay muchas telarañas y ni un solo ruido, pero no siento miedo, más bien la certeza de que sólo estaré aquí una vez, sólo podré encontrar las palabras una vez. Dentro de esta habitación están mis recuerdos.

Este cuarto es mi memoria.

¿Por qué todo está cubierto por sábanas? ¿Será que estoy escondiendo algo? ¿Algún trauma? Hay una sola manera de saberlo. Empiezo a quitar las capas con desesperación, sábana tras sábana para revelar los muebles, un armario, un jarrón, tal vez. No tapaban nada más, sólo cosas. Las palabras no están por ningún lado.

Miro hacia el suelo y contemplo el montón de tela inerte. De pronto algo ilumina la habitación y veo los colores. Entiendo que esas capas son recuerdos también. Recuerdos que embellecen otros recuerdos, adornos de la memoria. Sonrío. En eso comienzan a llegar las palabras y todo tiene sentido, ellas son las capas. Yo estoy aquí para embellecer el mundo con palabras, me digo. Y no estoy loco. Ella me lo dijo, Ayahuasca me lo dijo: La soga del muerto.

***

Dos días antes es un viernes de febrero del 2010, viernes antes de carnaval. Estamos en el terminal de autobuses. Nos encontramos siete personas, un poco más de la mitad del grupo, casi todos amigos o amigos de amigos, todos entre los veinte y los treinta años. Salimos a las ocho de la noche hacia Puerto Ordaz, al sur de Venezuela. Son casi setecientos kilómetros de distancia y un poco menos de diez horas de viaje para llegar a la mañana siguiente a la casa de Eva en esa ciudad y dirigirnos luego hacia una pequeña finca en las afueras. No sabemos lo que nos espera. Quienes tomaremos por primera vez estamos asustados. Yo había intentado ir hacia Ayahuasca antes pero algo había pasado. No era mi momento, me diría Carla. Ella fue quien me habló de esto por primera vez, de La Medicina, como le llama. Yo le digo que es una droga, para arrecharla. Y lo logro.

También se conoce como Yagé por los indígenas colombianos y como Xámae  (Té Madre) por los brasileños. Sin embargo, su nombre más popular es Ayahuasca, que viene del quechua y significa “la soga del muerto” o “la soga de los espíritus”, porque permite que el alma salga del cuerpo sin que la persona muera.

La ayahuasca es un líquido negro densísimo, parecido al petróleo, y resulta de una infusión hecha a partir de la mezcla de alguna planta que contenga DMT (Dimetiltriptamina) y de una liana o bejuco que contenga la enzima conocida como IMAO (Inhibidora de la Monoamino Oxidasa). El DMT es el alucinógeno natural más poderoso que existe, y es producido por la glándula pineal en el cerebro sólo cuando naces, sueñas y mueres. El IMAO, que es usado médicamente como antidepresivo, influye en la percepción sensorial y, por decirlo de alguna manera, pone las neuronas a millón. El efecto dura entre seis y diez horas. Un promedio de ocho horas naciendo, soñando y muriendo. Tengo miedo.

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Despierto y no sé dónde estoy. Ah, en el autobús. ¿Por qué estamos parados? ¿Por qué hace tanto calor? ¿Qué le pasó al aire acondicionado? Conmigo despiertan otros pasajeros. Los que lograron hablar con el chofer dicen que hay un problema eléctrico, pero que ya vienen en camino los técnicos. Son como las doce de la noche, todavía estamos en el estado Miranda, apenas hemos salido de Caracas.

Despierto de nuevo como a la una de la mañana y seguimos detenidos, le pregunto a Alexey si sabe algo más y dice que no. Alexey es mi amigo desde hace muchos años, es novio de Carla ahora. Ella también lo introdujo a la ayahuasca, pero él no va a hacer esta toma (así se le dice), sólo va a ver, aún no se siente listo. Porque, aunque suene medio comeflor, desde la primera vez que te hablan de La Medicina sientes que ya algo se comienza a gestar dentro de ti, hasta saber que estás preparado, como yo lo estoy ahora.

Le doy un beso a Martha, mi novia, y vuelvo a dormir.

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Lo que hace esta ceremonia mucho más especial es la presencia de Indios y Pam. Son  hermanos y son quienes traen la ayahuasca hasta nosotros. No les gusta que los llamen chamanes; cada quien es su propio chamán, dicen. Son guías más bien. Viven en Alter do Chão, Brasil, cerca de la selva amazónica. Allí preparan la bebida. Su padre, Paulo, descubrió la ayahuasca hace muchos años y decidió dedicar su vida a expandir La Medicina por el mundo. Para eso fundó la organización Comunindios (Común en Dios), con la intención de que personas de todo el mundo lleguen a conocerse mejor, a encontrarse consigo mismos y, además, como se lee en la página web (www.comunindios.com), ofrecer la oportunidad de que cada uno vuelva a ejercer su nombre científico: Homo sapiens.

Ambos toman ayahuasca desde niños, yo aún no los conozco. Según lo que cuentan Eva, Julia y Carla, Indios vino a Venezuela por primera vez en el 2009, invitado por Natalia, quien creó el grupo en Caracas luego de haber participado en una ceremonia en Alter do Chão. Aquí fue entrenada por él para servir la ayahuasca, pero, después de casi un año y aproximadamente cinco ceremonias, se fue a vivir al extranjero y el grupo quedó huérfano; es por eso que los brasileros vuelven, para entrenar a Julia, quien quedará a cargo de ahora en adelante.

Aunque es la segunda visita de Indios, Pam, su hermana, viene por primera vez. Ella también toma ayahuasca desde pequeña, pero ha estado un poco más distanciada de Comunindios, ha hecho una vida aparte. Para su hermano, la vida es la ayahuasca; constantemente está viajando con su papá y, cuando está en casa, recibe a alrededor de mil personas que vienen cada año de todas partes del mundo a experimentar el Té Madre. Yo pienso en la fascinación por todo esto y me da miedo estarme uniendo a una secta y que terminemos cortando la soga del muerto en un suicidio en masa.

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Son como las seis de la mañana y seguimos detenidos en el mismo lugar. No lo podemos creer. Nadie ha llegado a reparar el puto autobús. Nos desesperamos. Ya deberíamos estar llegando. Eva salió en otro autobús una hora después y ya está casi en Puerto Ordaz. Maldita sea. Le tenemos que explicar todo a Anna, quien comparte apartamento con Eva, porque no entiende mucho español: es alemana. Como a las siete llegan los técnicos y a las ocho encienden el aire. Todos aplaudimos. El autobús rueda por cinco minutos y sentimos un golpe. Nos paramos de nuevo. Chocamos a un carro por detrás. Esta vaina tiene que ser una señal.

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Los indígenas de Colombia, Perú, Brasil y Ecuador, además de la gente de Comunindios, no son los únicos que usan la ayahuasca. El culto conocido como Santo Daime, también fundado en Brasil y que reúne elementos cristianos y de las manifestaciones religiosas africanas e indígenas, la utiliza para realizar trabajos espirituales en sus misas. Sin embargo, la filosofía no es la misma. En el Santo Daime es el sacerdote quien guía el viaje y conduce las alucinaciones de cada persona con la finalidad de lograr la experiencia de Dios. Para Indios, cada quien encuentra algo distinto, pero debe hacerlo en soledad, internamente.

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Rodamos unos minutos hasta una arepera y descubrimos que estamos en Cúpira, estado Miranda, todavía, apenas a ciento cincuenta kilómetros de nuestro punto de partida. Nos dicen que ya otro autobús viene en camino. El choque no fue grave, pero el parabrisas quedó sentido y el chofer decidió que ni él ni su vehículo continuarían el viaje. Y pensar que aún nos quedan ocho horas de camino.

En la arepera nos encontramos con Julia, quien salió por la mañana con Simón, Indios y Pam. Simón ya ha tomado una vez, pero con el Santo Daime; no le gustó, dice que todo el tiempo le estuvieron tratando de inducir lo que tenía que ver, un dolor de cabeza. Sergio, quien va en camino con Eva en el otro autobús que no se accidentó, ha tomado varias veces en Barquisimeto. Allí hay una movida mística importante, pero la ayahuasca, que viene de Perú o Colombia casi siempre, pasa por varias manos antes de llegar a ellos y, según dicen, viene un poco adulterada, menos pura.

A Indios y a Pam al fin los conozco. Pensaba que iba a encontrarme con unos charlatanes pseudoiluminados que creen que están más cerca de Dios porque se drogan con unas matas del Amazonas. Pero no. Chamos como nosotros, un poco mayores, panitas. Esto iba a ser como emborracharse con un amigo del colegio. Bueno, si es que llegamos a algún lado.

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Todo ritual tiene sus mañas. La ayahuasca te tumba y pega durísimo en el estómago. No sólo te hace ver vainas por ocho horas sino que limpia el organismo también; es decir, te pone a vomitar sin parar. La gente de Comunindios recomienda hacer una especie de dieta, que no es obligatoria, para estar preparados y para que la sustancia haga efecto rápido y no pases dos horas maltripeando por la vomitadera. No tomar alcohol ni drogas al menos tres días antes de la ceremonia, evitar las carnes rojas y los lácteos por la misma cantidad de tiempo, no tener sexo en los días anteriores tampoco. Yo hice todo eso, pero pienso que si esto es una secta de verdad, es más fácil que nos laven el cerebro teniéndonos a todos en celibato y mal alimentados.

También hay contraindicaciones. Quienes toman algunos tipos de antidepresivos no deberían tomar ayahuasca, tampoco quienes sufren de alguna forma de esquizofrenia o trastorno del estado de ánimo: pueden ocurrir crisis debido a las alucinaciones. Para quienes tienen alguna enfermedad del corazón es peligrosa también: se exige estricta supervisión, ya que puede acelerar el ritmo cardíaco significativamente, lo que aumenta el riesgo de infarto. Yo soy hipertenso desde los veinte años.