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En el programa Pasión por el Fútbol, el estratega Juan Ramón Carrasco explicaba su táctica. La ofensiva era su fuerte con todas sus variantes: al ras del suelo, al contragolpe o juego aéreo. No dudaba en la fortaleza de Gustavo Munúa como su arquero y confiaba en colocar al menos cuatro delanteros. Tenía para escoger entre lo más granado del fútbol uruguayo. Venezuela era una mera referencia. Un espejismo, según sus propias declaraciones. Había contabilizado, desafiando cualquier lógica del fútbol, la cantidad de veces que iban a llegar al área del visitante (unas dieciséis) e incluso se atrevió a dar el número de goles: cinco o seis. Se le notó inseguro al decir la cifra y los panelistas rieron.

Leopoldo Jiménez y Alejandro Moreno estaban cerca del bar del lobby. Las declaraciones de Juan Ramón Carrasco transmitían un tono de superioridad absoluta y un marcado desprecio por el rival, que hizo hervir la sangre de ambos jugadores. En la mesa cercana reposaban los periódicos del día, todos con información del mismo tenor. Al fondo, el estratega uruguayo cerraba su intervención, “Yo siento que sigo teniendo a la gente a favor. ¿Por qué no hacen una encuesta a ver qué dicen de los periodistas? En este país la gente no se guarda las cosas y si no están de acuerdo te dicen: ‘¡Sos un desastre, andáte!”.

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El trabajo psicológico de la selección era uno de los ingredientes innovadores en aquellas convocatorias. Charlas de liderazgo, herramientas para el control de las emociones y el lema de que no se pierde sino que se aprende, enmarcaban las discusiones formales de la Vinotinto. Sin embargo, en las habitaciones, en los grupos informales, en el pasillo, el ansia de revancha se iba alimentando.

La mañana antes del partido los jugadores se sorprendieron al revisar la prensa.  En uno de los diarios de mayor circulación del país se podía ver un aviso publicitario a todo color en el cual había una mesa de futbolito. En ella, apenas once figuras completaban la cancha. Éstas, con el color azul celeste, representaban a la formación de Uruguay. Las otras once piezas que debían completar el tablero estaban ausentes. En la parte baja del aviso se leía la leyenda “¡Venezuela, no existís!”.