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—Yo tenía ocho años, iba con mi hermano. Un hombre alto, como hindú, me miró y dijo: “Este chico tiene el ombligo de Mahoma”. No sé si era ombligo o tercer ojo. Pero yo lo único que recuerdo es que ese hombre me daba miedo.

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De Horangel se dice que es culto, discreto, cascarrabias. Cuando a fines del año 2007 se presentó en el programa Mañanas Informales, de canal 13, se molestó con los conductores —Ronnie Arias, Ernestina Pais— reconviniéndolos con frases del tipo “No me haga repetir” o “Se nota que usted no me ha leído”. Eso, a los ojos de sus seguidores, aumentó su fama de hombre serio. De astrólogo entre astrólogos.

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De infante era un chico reconcentrado pero no triste, buen alumno. Por eso fue tan extraño que, a los doce años, le dijera a su madre que ahí se terminaban los estudios para él.

—Yo quería estudiar piano. Fui a ver a doña Rosa Castex, una señora que era parienta nuestra y que tenía mucho dinero, y le pregunté si me prestaba dos mil dólares. Era mucha plata. Le dije: “Señora, necesito ayuda, estoy buscando alguien que me ayude a comprar un piano porque yo quiero estudiar dirección orquestal”. Y me dijo: “¿Y cómo me lo vas a pagar?”. Y le dije que había conseguido trabajo en una imprenta.

Y, en efecto, había conseguido: en la imprenta Busnelli de la calle Lavalle al 400. Se levantaba a las cuatro de la mañana y a veces tomaba doble turno. Le llevó apenas una tarde aprender a manejar el tipógrafo, y poco después lo ascendieron a encuadernador. Compró su piano, tomó clases. Cuando terminó de pagar el instrumento abandonó la imprenta, y siguió estudiando música en el conservatorio Williams. Creció. Terminó el colegio en una escuela nocturna. Con sus hermanos, con sus amigos, acostumbraba ir a charlas y conciertos. En alguno de todos se topó, un día, con un pianista de quince años que lo impresionó tremendamente. Se llamaba Luis Bacalov.

—El que ganó el Oscar con la música de Il postino. Nos hicimos grandes amigos y le sugerí dar unos conciertos.

Para entonces tenía veinte años y hacía algunos meses que mantenía correspondencia —intensa— con Ángela Groba.

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En 1963 Horangel empezó a publicar un libro llamado Predicciones astrológicas. Desde entonces y hasta hoy el libro ha aparecido puntualmente, cada año; lleva vendidos treinta millones de ejemplares y la de 2009 (publicada por Atlántida) es la edición número cuarenta y seis.

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—La diferencia que hay entre un astrólogo de los que te dicen “a usted le va a pasar tal cosa” y los que, como Horangel, hacen astrología mundana y pretenden vaticinar lo que va a pasar en el mundo, es que se abre una brecha de posibilidades mucho más grande para ser refutado. Es más fácil refutar un vaticinio al cual todos tenemos acceso —se va producir un cataclismo equis, van a matar a tal— que refutar algo que le dice un astrólogo a una persona. ¿Dice algo de la buena fe de Horangel que se dedique a la astrología mundana? Posiblemente. Se arriesga a lanzar profecías o pronósticos que cualquiera puede chequear. Pero su buena fe no lo hace más efectivo. En 2004 dijo que si el triunfador de las elecciones en Estados Unidos resultaba George Bush, corría el riesgo de no concluir su mandato, por enfermedad o accidente. A la luz de lo que ocurrió, no fue así —dice el periodista argentino Alejandro Agostinelli, autor del blog magiacritica, en el diario Crítica (criticadigital.com/magiacritica).