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Los pasillos, escaleras, las ferias de comida, lo público dentro de lo privado en los centros comerciales suelen ser sitios de chanceo[1] gay. Algunos baños para “caballeros” son el paraíso de voyeristas, exhibicionistas y mamadores que también podemos llamar “de gallo”, y la función para la cual fueron concebidos estos sitios se puede obstaculizar por la frenética actividad sexual a ciertas horas. Oficinistas, ejecutivos, clientes de los establecimientos, mototaxistas y transeúntes entran a “liberarse”.  De vez en cuando son interrumpidos por un “operativo” de los vigilantes o la iniciativa de un “particular” que decide “chapear”[2] en nombre de la ley.  Por lo general no es más que un acto de extorsión a quienes capturan y, aplicada la “multa” que va a sus bolsillos, la misión está cumplida.

En el centro de la ciudad es igual. El “chapeo” da pie a la violación de cualquier derecho humano particularmente de las trabajadoras sexuales como de los gays en la vía pública. La peor parte la llevan los travestis que desfilan por la Lecuna o la Libertador, zona del centro ampliado. A pesar de que los logros por su derechos dificultan que las fuerzas del orden ahora les partan los dientes, les rasguen la cara o les caigan a planazos, a través de las acciones de “profilaxis social” que continúan les quitan el dinero que han ganado, las violan sexualmente o las utilizan como carnada para atrapar a los clientes que son quienes tienen que pagarle peaje a la poli. Por supuesto, esto pasa con los travestis pobres en el centro, porque los de mayores recursos, los que circulan por los centros comerciales, se quedan en sus espacios privados.

De noche y día, Caracas se nos desnuda dejando ver una metrópolis con centros para el sexo de todos los gustos, a cualquier hora y en sitios instituidos o inusitados.  Queda lo que no hemos visto en automóviles, oficinas, casas de vecinos, escaleras, ascensores, spas, salas de cines, saunas, cybers, cerro arriba, quebrada abajo y cuanto rincón o recoveco permita una cierta privacidad. Como toda ciudad, Caracas resulta insaciable.


[1] Término del argot gay para referirse a seducir, “levantarse” a alguien. Es más que el “buceo” o mirar atractivamente. La intención al chancear es que el otro pesque el anzuelo y la pesca se dé.

[2] Acción con la que un funcionario del orden, o quien se hace pasar por él, muestra su chapa o placa que lo identifica y autoriza para proceder.