Fotos Anaís Marichal
En una de las esquinas que dan inicio al casco central de Anare se asoma la casa de María Hermelinda Prado Chinchilla, una de las abuelas del pueblo. En las paredes rosadas de la fachada destacan varios avisos escritos a mano que ofrecen servicio de costura, alquiler de habitaciones, venta de helados y agua mineral, algunos de los oficios que ejerce para subsistir a sus 76 años.
Llegamos a su puerta y de inmediato nos invitó a entrar. Su casa es pequeña y sin grandes entradas de luz. En lugar de ventanas, sus paredes están forradas con fotos familiares, de sus hijos, nietos y bisnietos. Detrás de cada retrato hay una historia que cuenta con orgullo, le gusta conservar recuerdos y compartirlos con los visitantes.
Hermelinda, como la conoce la gente, nació en Boconó, estado Trujillo, y aunque ha vivido toda la vida en la costa, todavía se percibe en su conversa la templanza andina. Con mucho detalle nos cuenta varias memorias del Anare. Pero hace un énfasis especial en la noche de 1999, en la que tuvo que movilizar a la comunidad hasta la colonia psiquiátrica en el que trabajaba como enfermera, para evitar que el río se llevara a los pacientes internados allí.
Hermelinda recibiendo la bendición a su anillo de graduación de enfermería
—Con mucho esfuerzo y entre todos logramos sacar a los pacientes, solo perdimos a dos, que lamentablemente tuvieron crisis en ese momento y se quedaron atrás. Al resto los llevamos a la playa y algunas casas que nos prestaron para que se refugiaran, mientras llegaban los rescatistas —cuenta con la voz quebrada.
Recuerda que los primeros helicópteros que llegaron a Anare para trasladar a las personas que habían quedado aisladas por los deslaves tuvieron como prioridad salvar a los pacientes. Estos fueron distribuidos en el resto de los hospitales psiquiátricos del país.
—Los pacientes estaban tan acostumbrados a Anare que después de un tiempo muchos se escaparon de los hospitales a donde los llevaron y llegaron aquí. De los momentos más dolorosos que tengo fue cuando los vi partir, después de tantos años conviviendo con ellos.