Anare
la vida detrás del surf
una producción de Historias que laten
Los habitantes de Anare, un pueblo que suele pasar inadvertido en el litoral central de Venezuela, convirtieron la desolación que dejó la pandemia por covid-19 en una oportunidad para destacarse en el surf, como sucedió hace dos décadas luego del deslave de Vargas. Este especial cuenta cómo el confinamiento despertó de nuevo la inspiración de los anareños y su deseo de salir adelante.
Con un recorrido multimedia relatamos la historia del club que reunió a más cincuenta jóvenes surfistas para convertirlos en atletas de alto rendimiento, el empuje de los emprendedores para recibir turistas y el arraigo de quienes han convertido a Anare en su hogar permanente.
Se suele pensar en Anare como el caserío escondido por el que se transita antes de llegar a Los Caracas, un balneario muy conocido en el litoral central de Venezuela. Pocos capitalinos identifican a Arane cuando visitan las playas del estado La Guaira. Su mayor referente ha sido el hospital psiquiátrico que funcionó en este lugar desde 1945 hasta 1999, cuando quedó destruido por el deslave.
Nuestra perspectiva no era diferente. En nuestro imaginario no había muchos registros de este pueblo y predominaba el mito del abandono a los pacientes del centro de salud mental, luego de que el río destruyera sus cimientos hace más de veinte años.
Pero justo esa condición, el ser un pueblo al que se le prestaba poca atención, marcó el inicio de su transformación. Tener una playa escondida que no fue clausurada durante el confinamiento por la covid-19 hizo que los amantes del mar, especialmente los surfistas, escaparan hacia allá en plena pandemia.
Pero no solo los turistas llegaban de visita en busca de buenas olas. Las rutinas detenidas por la cuarentena hizo que sus habitantes cruzaran hasta la playa, en especial los adolescentes. Ellos, a pesar del contexto precario y de no tener todos los implementos para practicar el deporte, se lanzaron al agua para continuar la tradición surfista de su pueblo.
Pocos meses después de decretarse la pandemia llegó una donación de más de treinta tablas de surf que obsequiaron venezolanos que emigraron del país. Este fue el precedente para la fundación del Anare Surf Club, una organización que ha reunido a más de 50 niños, niñas y adolescentes para formarlos como surfistas, introducirlos en un esquema profesional de torneos y competencias y fortalecer sus valores como personas. Dos de ellos lograron un nivel de ejecución tan bueno que en menos de dos años clasificaron para competir en el mundial juvenil que se realiza en El Salvador a inicios de junio de 2022.
Pero los surfistas no fueron los únicos a los que inspiró la pandemia. La crisis económica por la que atravesaba el pueblo ayudó a que los anareños, una comunidad que históricamente había trabajado para instituciones del Estado, se volcara al emprendimiento independiente.
Entrar a Anare fue descubrir un pueblo de brisa y agua fuerte. Con una montaña que solía estar dividida por el color de piel de sus habitantes (la de los blancos, la de los negros, como llaman a estos dos sectores) y en la que ahora confluye la diversidad. Una población tranquila, sin sobresaltos, en la que la gente siempre tiene las puertas de sus casas abiertas.
Asumir la aventura de descubrir la vida detrás del surf en el pueblo nos hizo conocer a personajes como Gilberto Martins y la historia que lo llevó a instalar en Anare su taller de tablas de surf; el arraigo del Portu por mantenerse en su tierra natal siendo maestro de los nuevos campeones; la esperanza del pintor que emigró, pero decidió volver a su casa; la solidaridad de la China y el sueño de Carlos de ser campeón.
Historias detrás del surf
Memorias y postales de un pueblo Varguense
Un lugar para quedarse
—Y de los que vienen, la mayoría se queda. Como lo hice yo que vine por quince días —, Hermelinda Prado
Making of: El viaje paralelo a Anare
Les presentamos un nuevo capítulo de Anare, la vida detrás del surf para contar cómo recopilamos historias mínimas y extraordinarias de un pueblo que para muchos pasa inadvertido en las costas del litoral central de Venezuela.
Con nuestro equipo audiovisual HQL llevábamos rato buscando un destino para una expedición periodística que permitiera retratar la esencia de una comunidad más allá del paisaje de postal. Fue así como las coproductoras Abigaíl Carrasquel y Carla Contreras, la directora de arte Anaís Marichal y el director de fotografía Carlos Bello llegamos a Anare, en un recorrido que comenzó guiados por Eposak, la organización de turismo sostenible que abrió las primeras puertas para conocer a los protagonistas.
De todos los vecinos, “el Portu” fue el primer contacto de una lista que rápidamente se multiplicó tanto que algunos anareños con cariño nos bautizaron “los muchachos periodistas”.
Mientras nos internamos en la comunidad sentimos que dos hilos invisibles la impactaron: el surf y el hospital psiquiátrico. El reto fue mostrar por qué varias generaciones han sentido y cultivado una pasión tan arraigada por el surf.
Créditos
Producción ejecutiva
Liza López
Producción
Carla Contreras
Abigaíl Carrasquel
Investigación
Abigaíl Carrasquel
Carla Contreras
Reportería
Carla Contreras
Abigaíl Carrasquel
Anaís Marichal
Redacción
Carla Contreras
Edición
Liza López
Corrección de estilo
Ysabel Viloria
Coordinación multimedia
Abigaíl Carrasquel
Fotografía
Anaís Marichal
Carlos Bello
Diseño del sitio web
Anaís Marichal