Seleccionar página

Fotos Marcelo Volpe, Maxwell Briceño, Ivonne Velasco, Jonathan Gutiérrez

Justo detrás de la barra hay un señor moreno, flaco, con canas y una gran sonrisa, que comenta sorprendido:

—Coño, se acabó la música.

De repente, el mismo señor camina hacia una nevera que se encuentra justo del lado de la barra, la abre y saca un CD, la carátula no se distingue al momento, pero, unos minutos después, se revelaría al artista incógnito.

Ese caballero de canas es el gran señor Gustavo Soto, de 73 años, dueño del lugar, que muy amablemente nos abre las puertas de su bar, dando una bienvenida con gran sentido hogareño:

—Pasen adelante, pónganse cómodos, están en su casa.

Y ese recibimiento llega acompañado con una particular impresión, de no saber si estás en un bar de Caracas o en algún lugar de Alicia en el país de las maravillas, el célebre cuento del escritor Lewis Carroll.

Y ese recibimiento llega acompañado con una particular impresión, de no saber si estás en un bar de Caracas o en algún lugar de Alicia en el país de las maravillas, el célebre cuento del escritor Lewis Carroll.

Se empieza a escuchar en el Bar Las Delicias, que queda en La Pastora, o en la parroquia Altagracia, o en la frontera, en fin, al centro norte de Caracas en esta zona de tradición justo en la esquina con el mismo nombre, la canción que revela a ese artista que tanto se esperaba y sí, es una salsa, para los conocedores un clásico de la salsa vieja, para otros simplemente es salsa. Se trata de la canción “Ileana” de Johnny Pacheco, escrita por el compositor Ramón Rodríguez, donde destaca en el minuto 2:18 un solo de piano que te lleva hasta la estratósfera en busca de Celia Cruz para poder echar un pie.
En ese instante, entre el ruido de la gente maravillada con todos los adornos del bar (guirnaldas en la puerta con máscaras de carnaval, fotos de las estrellas de la Fania, Héctor Lavoe, Ismael Rivera, La Dimensión Latina, un Andrés Galarraga chamaco, un Francisco “Morochito” Rodríguez a la espera de alguna pelea, un letrero de neón de la marca Polar) se escucha el coro de la canción “No arranques el maíz, no arranques el maíz” acompañado de unas maracas con un sonido muy vivo. De pronto en el fondo del bar, justo delante de una foto de Ernesto “Che” Guevara y una bandera de los Leones del Caracas, surge una voz de la mesa donde se encuentra el responsable de esas maracas, el señor Ramón que nos dice:

—Pasen, pasen que aquí se prendió la fiesta.

—Pasen, pasen que aquí se prendió la fiesta.

Es el propio caballero de La Pastora, camisa fucsia con unas siluetas de palmeras color blanco, pantalon negro y zapatos de vestir, con ese porte y esa picardía del típico galanteador caraqueño a la espera de quedar en el radio visual de la cortejada, bien sentado, cantando y tocando.

—¿Y esas maracas, señor Ramón?

—¿Éstas? Son “un pan con queso” mijo, la marca venezolana de la percusión latina, si las quieres escuchar vente los jueves, viernes o sábado que seguramente estoy aquí –comenta mientras se empina una polarcita vestida de novia.

—Yo soy un cliente fijo de este lugar, vivo por aquí cerca y conozco a Gustavo desde hace mucho tiempo, vengo y me divierto, además escucho buena música, de la Sonora Matancera en adelante. Formo parte del lugar. Este es mi lugar.

Y siguen danzando las cervezas por el sitio al ritmo de la salsa, de un rincón a otro, llenando poco a poco a los comensales de una algarabía inexplicable. En ese momento, el señor Gustavo se detiene solo para observar la cara de felicidad de la gente. Sonríe y prosigue en su labor, sirviendo cervezas y cambiando la música en un reproductor de CD que está justo enfrente a la peculiar nevera musical. Llega hacia la barra, descansa un poco y dice:

—A mí me gusta mucho que la gente venga, que se sientan tranquilos y en su casa. Este sitio no es peligroso, aquí no pasa nada. Pero siempre hay que estar pendiente, es más, si estacionas tu carro en frente, lo vigilamos desde acá.

La amabilidad de Gustavo impresiona, esos 40 años detrás de esa barra no han sido en vano. Te hace sentir lo más cómodo posible y celebra contigo los momentos de felicidad: desde visitarlo y decir que vienes de Prados del Este, al otro extremo de la ciudad, hasta brincar de alegría porque uno de sus amigos dejó de fumar.

—¿Y aquí como que todos los días es carnaval señor Gustavo? –echa una carcajada y comenta:

—Yo pongo estas cosas para que la gente se divierta y lleguen, así como usted, mirando pal’ techo. Durante los años que tiene este bar, que calculo que serían como 85 ó 90 años, ha tenido muy pocos adornos, mi papa don Felipe, que fue dueño antes que yo, no colocaba ningún adorno. La gente venía solo a jugar billar con una pequeña mesa que teníamos en el centro y de resto puro dominó. Tanto se jugaba dominó que aquí llegó a venir el cantante Alí Primera a echar una partida y de vez en cuando venía el actor, ese que animaba el programa “Bienvenidos”, Miguel Ángel Landa. Aquí he pasado unos momentos muy felices, desde que era un chamito, viendo a mi papá jugar mientras él me daba chucherías, hasta el día de hoy que hago videollamadas con mi hija y mi nieta que viven en España.

Un vecino de La Pastora, José Elías, dice que Las Delicias abrió sus puertas en 1935, con la caída de Juan Vicente Gómez.

Un vecino de La Pastora, José Elías, dice que Las Delicias abrió sus puertas en 1935, con la caída de Juan Vicentes Gómez.

—Es un bar que siempre ha estado allí.

La gente lo que siente cuando llega al bar Las Delicias de la parroquia Altagracia en Caracas, no es una sensación de un bar. Es más bien una sensación de alegría, hermandad y calor de hogar. Es ese sentimiento que tienes al ver a un familiar que tenías mucho tiempo sin abrazar y lo abrazas.

Es lo que sientes cuando sabes que alguien te está esperando en casa con una sonrisa. Gustavo y Ramón son esos personajes que no son nada tuyo, pero de la nada empezaste a querer. Y se despiden de ti preguntándote:

—¿Y cuándo vuelve por ahí mijo?

Y en ese preciso momento te das cuenta que la magia del lugar quedó en tu corazón.

Dirección

Bar Las Delicias ☆ Esquina Las Delicias, Parroquia Altagracia, Caracas.