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Fotos Gabriela González Blumenthal

Carlos Yzturiz fue clavadista olímpico de Venezuela. Hace 23 años empezó a entrenar jóvenes en su disciplina y en todo este tiempo, logró saltar desde muy alto: ha formado varios campeones de nivel internacional. Otra historia de #LatimosEnVenezuela

Carlos Yzturiz, 58 años, entrenador de clavados, trabaja en el Complejo de Piscinas Bolivarianas en Barquisimeto, Lara. @carlosyzturiz

Siempre le he dedicado mucho tiempo a mi país a través del deporte. Venezuela es mi tierra y la quise más desde que participé en mi primera competencia internacional en 1970 en el campeonato centroamericano de La Habana.

Fui clavadista olímpico venezolano, participé en Los Ángeles 1984. También me seleccionaron para Seúl 1988 y fui a Estados Unidos a prepararme. Estuve al lado de entrenadores de la selección estadounidense, me relacioné con clavadistas chinos, entrené con Scott Richt en la Universidad de Miami, pero al final no fui a Corea.

Fotos Archivo

Cuando la opción de ir a Seúl quedó descartada empecé a trabajar como clavadista de altura con una compañía de espectáculos acuáticos. Con esa empresa trabajé en el Sea World de San Diego, California. En esa ciudad nació mi hijo, fruto de mi unión con una estadounidense.

En 1996 volví a Venezuela por problemas personales. Llegué a mi país decidido a aplicar toda la experiencia que adquirí en el exterior. Me invitaron como juez a un evento en Cumaná, en el estado Sucre. Ahí me encontré con una querida amiga, la nadadora María “la china” Hung y la alegría fue tan grande y la ciudad me pareció tan bella que me quedé.

En dos años en Cumaná ya tenía un equipo de niños que empezó a ser el número uno en clavados a nivel nacional. Pero también empezaron mis primeras decepciones. No me pagaron durante un año completo. Vivía en la piscina porque no podía pagar una residencia. Fue difícil.

La presión que sentía, más el dolor de haber dejado a mi hijo, me llevó a esconderme en las drogas para ponerle un hierro a mi corazón. Siempre estuve en el deporte, en una piscina mis exigencias eran espectaculares. Pero cuando salía de ahí no entendía el mundo.

Con las emociones que sentí en Cumaná toqué el suelo. Me fui a Cuba a rehabilitarme. Pasé tres meses en una terapia que incluía actividad deportiva y charlas con psicólogos. Me sentía excelente.

Después de algunos vaivenes, regresé a Caracas y estuve dando clases de natación en una piscina en Coche, donde crecí. Así fue hasta que cerró la piscina, perdí el trabajo y no pude más. Pasaba todas las noches pidiéndole a Dios. Una mañana escuché una voz en la sala de la casa y era mi sobrino Larry, a quien tenía veinte años sin ver. Él es pastor evangélico y me invitó a su iglesia en Puerto la Cruz, estado Anzoátegui.

Tuve experiencias espirituales. Fui tocado por el Espíritu Santo y el tiempo que viví en la iglesia cambió mi carácter. Dios me cambió. Gracias a la fe y la esperanza he logrado revivir ese Carlos que siempre ha sido el que nació y vivió en el deporte, que ha crecido, que ha tenido experiencias.

Un día me encontré con Eduardo Álvarez, quien era el presidente del Instituto de Deportes de Anzoátegui y me invitó a un campeonato en Lara hace dos años. Cuando llegué vi el deterioro de los clavados y me dolió en el alma.

Tenía que hacer algo por mi deporte.

Fotos Rafael González, presidente de la Asociación de Deportes Acuáticos del estado Lara

Ahora estoy a cargo del equipo en el Complejo de Piscinas Bolivarianas, en Barquisimeto. Pero el Estado venezolano es el que peor les paga a los entrenadores. Por eso, lo hago por pasión a mi disciplina. Tengo ofertas internacionales pero pienso en mis muchachos. No es fácil, pero siento que Dios me colocó aquí y mi trabajo es para él.

A pesar de los obstáculos hicimos ruido en el Sudamericano de Deportes Acuáticos en Chile 2019. Ganamos tres medallas de oro, dos de plata y once de bronce. Los muchachos dejaron en alto el nombre de Venezuela.

En medio de esta situación se han ido muchos entrenadores y atletas, pero sigo en Venezuela porque quiero rescatar mi deporte. Aprovechar toda mi experiencia para poner en alto el nivel de los clavados y que la disciplina se mantenga para sacar una selección olímpica con mi grupo de jóvenes dentro de cinco o diez años. Esta es la oportunidad para hacerlo.

Con el deporte he aprendido que la vida es más que números y medallas, es la lucha del hombre en la vida. Venezuela tiene muchas cualidades y riquezas. ¿Que la situación está difícil? Sí, pero el trabajo es la mejor manera para salir de esto.

Tengo un compromiso con mi país y con Dios. Los clavados están agarrando luz, mis muchachos ya clasifican para los panamericanos juveniles y ellos son el futuro. A estos niños les siembro competitividad, trabajo, disciplina y el orgullo de representar a su país”.

Fe de erratas: En la versión original publicamos que Carlos Yzturiz fue el primer clavadista olímpico venezonlano, pero la disciplina tuvo representación venezolana en Helsinki 1952 y en Montreal 1976.