por Doménica Canchano | Mar 3, 2011 | Crónicas
Cuando el cardenal Joseph Ratzinger cruzó la puerta, encontró a Antonio Arellano detrás de la mesa. Tenía en su boca dos clavos y, en la mano, un martillo. Era la tarde del doce de abril de hace casi seis años. Ese día, Antonio citó al entonces cardenal para que fuera...