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Caracas tiene ritmo. Acelerado como un motorizado comiéndose la luz en plena avenida Libertador a las tres de la tarde. Clima caliente como el metro a cualquier hora del día. Perfume de mango y Guaire, ambos en descomposición. Tonos gris concreto y verde Ávila por todos lados. Sabor a cebolla, salsa de tomate, papitas fritas, aguacate, salchicha, queso amarillo y tocineta.

Caracas sabe a un asquerosito, de esos que no se pueden preparar en casa porque faltan las mil variedades de salsas a base de mayonesa que existen en cualquier carrito.

Caracas se ve y se escucha como una publicidad de malta donde dos perreros marean e hipnotizan al ritmo de la voz de Horacio Blanco mientras echan salsa sobre los perros; y 15 años después uno de ellos invita a comer una “Diabla” hasta con Colonia Tovar.

Se siente y huele la creatividad de quienes, detrás de la plancha, se adaptan para seguir trabajando con lo que consiguen y así no perder la cercanía con sus clientes. Ese resuelve de calle que cae tan bien como una bala fría en Caracas.

PLAZA VENEZUELA (capítulo I)

Calle El Hambre-9

En el aire el humo pesado de las camioneticas golpea el olfato. Desde los carros, las cornetas escupen un reggaetón eterno que no deja de tatarearse en la cabeza.De la nada, un baile de fritanga acaricia donde lastimó el humo. La saliva se espesa. El estómago salta y el cuerpo entero pareciera que se eleva como un globo al respirar profundamente.

El olor proviene de la plancha donde trozos de carne, media pechuga de pollo, un chorizo y una chuleta son cocinados en mayonesa que borboteando hacen brincar la grasa como fanáticos en el estadio universitario.

“A la orden”, dice un hombre con gorra y delantal verde botella detrás de una montaña de cartones de huevos coronada por un par de aguacates. La respuesta no se hace esperar, desde la acera de enfrente.

-¡Epa, no caigas en ese error! Aquí tenemos la salsa erótica.

Calle El Hambre-24

Los cazadores se despiertan esperando atrapar a los transeúntes hambrientos y los gritos se escuchan desde los seis puestos de perros calientes al inicio de la avenida La Salle en Plaza Venezuela, mejor conocida como Calle el Hambre.

Los carros parecen kioscos dispuestos a no moverse nunca. Con más de dos metros y medio de alto, y tan anchos como el frente de un autobús ejecutivo, permanecen estacionados desde que la torre de La Previsora marca las ocho de la mañana hasta mucho después de que el sol se oculta detrás de la fuente de la plaza y el gran reloj marca la una de la madrugada.

Imágenes de hamburguesas y perros caliente enmarcan, junto con leones y logos del Magallanes, el nombre Chipi Burger y la afirmación “contamos con punto de venta”. El menú y la lista de precios también están visibles. Nombres específicos para las hamburguesas: La Diabla, Triple bomba, 4×4, Caracas vs Magallanes, la Superman o Grand Slam, y al lado de todas los precios marcados en pequeñas cartulinas fucsia.

Calle El Hambre-2

La vedette del puesto es La Diabla, con un costo que representa casi la totalidad de un salario mínimo integral en Venezuela. Y en los seis puestos de la calle sale un pedido detrás del otro.

Un hombre con gorra amarilla, camisa blanca, blue jeans y un delantal verde del mismo color que el que tiene el de la parrilla se acerca, cual encantador de serpientes, y recita su conjuro: “Mira, te tengo La Diabla. Esa te trae carne, pollo, chorizo, chuleta, aguacate, jamón, queso amarillo, papitas, repollo, tomate, cebolla, lechuga, huevo, queso rallado y un poquito de Colonia Tovar”.

Uno, dos, tres, cuatro, cinco… diez ingredientes contados con los dedos y los que quedan son lanzados al aire mientras agita la mano derecha con una sonrisa casi de comercial de televisión en su cara.

Termina su acto explicando que a las hamburguesas se les puede echar cualquiera de las salsas que están en el carro y señala más de 50 frascos y envases sobre el mesón de latón con etiquetas que dicen BBQ, ajo, queso, ají, maíz, tocineta, guasacaca, tártara, mojito y Colonia Tovar.

El hombre vuelve a la calle y espera sentado a la próxima persona que pase y se detenga. Aplaude a cualquiera que cruce la calle y lo invita a pasar haciendo ademanes con las manos y diciendo: “Vente, que aquí te tenemos lo que te provoque, pura calidá, lo que te gusta”.

Huele a calle, pero a Calle el Hambre. Huele a calle con olor ahumado, con olor a gas, a vapor del pan caliente y las salchichas que nadan en el agua encebollada desde la mañana. Esta carnada que viene y va de un puesto a otro, adormece a los cazadores que esperan retraídos en sus puestos a que alguien quede atrapado en la red de aromas, sonidos y colores, pero la calle parece estar vacía de gente, de hambre y de dinero.

Calle El Hambre-15