Foto Carlos Bello
Dicen que el vuelve a la vida tiene su origen en las costas venezolanas. Que este preparado de mariscos posee propiedades mágicas, capaces de levantar cualquier ser inanimado. Así se encuentre tapiado entre escombros, ruinas y fantasmas. Algo de esa creencia popular nos ayudó a entender de dónde sacaron fuerzas muchos habitantes del litoral central de Venezuela para reconstruir sus viviendas, sus escuelas, sus rutinas, después de la tragedia que los devastó en diciembre de 1999
Luego de dos décadas de que las olas de barro y rocas cayeran de la montaña, hicimos un recorrido por donde pasó el deslave de Vargas para buscar esa vuelta a la vida. La encontramos en Los Corales, una de las zonas más afectadas por la vaguada, donde Marcy Escalona se empeñó en reedificar su colegio y donde Fátima Suárez se aferró al milagro de que su familia lograra sobrevivir.
Parte de sus historias las narramos en esta pieza audiovisual. Otras que encontramos en el camino, las resumimos en tres paradas publicadas en nuestras redes sociales. Aquí también compartimos el relato escrito de Nadeska Noriega, una periodista varguense que además de sobrevivir la tragedia, le ha tocado cubrir las informaciones noticiosas de estas dos décadas.
Los Corales, por Nadeska Noriega
Si algún urbanismo puede ser marcado con un antes y un después de la tragedia de Vargas en 1999, ese es sin lugar a dudas, Los Corales en la parroquia Caraballeda.
Foto Anaís Marichal
Como consecuencia de las fuertes precipitaciones que sufrió el estado, esta urbanización fue la segunda zona crítica, porque la totalidad de sus 84,3 hectáreas quedaron sepultadas bajo el barro. El Plan de recuperación y desarrollo, establecido por la Autoridad Única de Vargas, se refiere a la zona Los Corales como “un área de actuación especial para implementar el plan”.
Como se trata de un área residencial-vacacional, la propuesta, diseñada por el equipo de la Maestría de Diseño Urbano de la Universidad Metropolitana con el apoyo de la Universidad de Harvard, contemplaba la construcción de un canal y obras de protección y control de torrentes, de acuerdo con las especificaciones de los técnicos. Se preveía que las áreas de protección, como espacios públicos, irían acompañadas con nueva vialidad y bordes edificados. También se establecían nuevas áreas recreacionales (paseos y parques). La superficie de actuación especial de ese plan se estableció en 152 hectáreas. Este proyecto fue desechado en el año 2001.
El mismo proyecto proponía la elaboración del Parque Los Corales como un tratamiento paisajístico y recreacional para la zona, incorporando así “grandes rocas con propósitos paisajísticos, las cuales servirán como testimonios de la fuerza de la naturaleza y la necesidad de respetar, proteger y mantener las nuevas obras de control de riesgos, para las generaciones futuras”. Se planteaba que, dentro del parque, existirán áreas recreacionales como una iglesia, instalaciones para picnic, zonas de juegos, entre otros espacios de esparcimiento. Pero el plan nunca se ejecutó.
Fotos Anaís Marichal
Al tiempo se han realizado diversas propuestas, la última en el año 2009 tras la implosión de tres edificios, sin ningún tipo de éxito.
Tras haber transcurrido 20 años de la tragedia de Vargas, a algunos les cuesta recordar cómo era vivir en la zona más codiciada del litoral central. Desarrollada en 1963, Los Corales se proyectó como un urbanismo modelo para la clase media alta, bajo los lineamientos de los arquitectos Vegas y Ferris. Con el tiempo se convirtió en una de las zonas más privilegiadas y costosas del litoral central.
Hoy, en Los Corales hay dos realidades opuestas a las que sólo divide la avenida principal. Hacia el sector oeste, donde está ubicada la calle 8 y sus transversales, los vecinos han levantado de a poco el urbanismo y sus casas. Por el contrario, cuando se cruza a la izquierda, pareciera que el tiempo se detuvo y se vive en los meses posteriores a la tragedia. Los vecinos lo llaman “la zona de destrucción” o “zona D”, hacia donde quedaban las calles 12 y 14. Allí nueve edificios permanecen completamente invadidos, así como una veintena de viviendas. Lo único que se levanta, en medio de esa destrucción, es la estructura de la Iglesia Espíritu Santo de Los Corales.
Foto Anaís Marichal
Los cascarones de casas y edificios invadidos son habitados mayoritariamente por colombianos que vinieron de Cartagena de Indias. Llegaron a Vargas ante la inacción del gobierno nacional y la indecisión en los planes de rescate para Los Corales. También ante la ausencia de propietarios, que decidieron abandonar lo que les recordase el horror al que fueron sometidos por las aguas del río San Julián.
Según censos levantados por el consejo comunal de Los Corales, en el año 2018 de las 2.597 viviendas del urbanismo (entre quintas y apartamentos) 30% permanecen invadidas, 10% en ruinas inhabitables, 20% recuperadas y bajo la tutela de propietarios que no desean regresar o se han ido del país. Cerca de 40% ha regresado y vive actualmente en la zona.
Ante la inacción de las autoridades, muchos propietarios vendieron sus terrenos y fueron convertidos en estacionamientos de gandolas y unidades de transporte de pasajeros.
NOTA: En nuestras redes sociales pueden encontrar las paradas de nuestro viaje a Vargas para buscar la vuelta a la vida.