Había una vez la gente que cruzaba los ríos de Guayana nadando. Bienvenidos a la travesía de aguas abiertas más antigua del país, y la preferida de nuestra coordinadora editorial, Ysabel Viloria. Esta crónica es su vivencia de la trigésima edición del Paso a nado de los ríos Orinoco y Caroní, un evento deportivo que convoca a atletas élites, experimentados y amateur para sumergir sus emociones en las corrientes fluviales más potentes de Venezuela. Sin pretensiones ni tecnicismos. Con la emoción de la primera persona en presente y en infinitivo. Pasen adelante, esperamos contagiarlos de su afición por este símbolo de la natación venezolana
Al borde del último peldaño de las gradas que empiezan a las orillas del río Caroní, en San Félix estado Bolívar, vi por primera vez la crecida de las aguas dulces que tanto me gustan nadar. Este 24 de abril, 188 atletas participamos en la trigésima edición del paso a nado de los ríos Orinoco y Caroní, la competencia de aguas abiertas más antigua del país, y para mí la preferida. Sí, durante treinta años los nadadores del país se han reunido para atravesar con brazadas y patadas los ríos más caudalosos de Venezuela.
Nadar los ríos después del confinamiento por la pandemia genera un valor agregado. Debí esperar dos años y en el camino me contagié de coronavirus. Entonces mientras nado debo estar más atenta a mi respiración. Una parte emocionante de la competencia es avanzar del Orinoco al Caroní. Cambia de marrón a negro, de tibio a frío, de corriente en contra a corriente a favor. La fuerza del río Caroní ruge debajo de la superficie del agua. Para hacer ese “paso a nado” hay que alcanzar un punto (imaginario) porque de lo contrario el voraz Caroní te baja hasta mucho después de la meta y entonces hay que “remontar el río”, que es lo más temido.
Apenas he cruzado esas corrientes cinco de las treinta veces que lo han organizado. Siempre he sentido los mismos nervios. Esta vez, luego de dos largos años de espera por las medidas impuestas para evitar contagios de coronavirus, volvimos a las aguas dulces de Guayana. Los ríos estaban crecidos y lo sabía porque el espacio entre las gradas y el agua era menor que en los años anteriores. El Caroní cubría buena parte del lugar en el que comúnmente se ve solo tierra. Supe en ese momento que este año tendría que esforzarme más que los anteriores. Días antes de la competencia abrieron las compuertas de la represa del Guri porque su nivel estaba en el máximo, semanas antes circulaban las noticias de inundaciones en el occidente del país. Todo ese recorrido fluvial desemboca en estos ríos que nadamos.
Muchas cosas hacen de este evento algo especial. El escenario natural es privilegiado. Ciudad Guayana es la tierra donde las aguas del Orinoco y el Caroní comparten caudal sin mezclarse. Después de la bendita isla Fajardo, un trozo de tierra y monte que se avista entre la salida y la llegada de los nadadores, las aguas chocan literalmente. Se ve la diferencia del marrón y espeso Orinoco con respecto al frío y negro Caroní. La frontera entre esos torrentes también la marcan los remolinos que parecen la alcabala para pasar de un río a otro, todo esto nadando.
En las travesías de aguas abiertas el orden de la largada la inician los hombres. Un par de minutos después nos toca a las mujeres. Veo alejarse el cardumen de varones. También veo a algunos retirarse de la competencia antes de iniciar. El susto puede más que ellos.
Empiezo a caminar hasta el límite permitido, mis rodillas están dentro del Orinoco y mis pies se van enterrando en el fango del fondo mientras acomodo, otra vez, mi gorro y lentes.
La isla Fajardo, la bendita isla Fajardo. En geografía es la más grande del grupo de islas en el tramo final del Orinoco, pero en el paso a nado es el punto de referencia más visible que marca la ruta de esta carrera salvaje. Este evento es como una relación tóxica que tanto se mienta en estos tiempos: adrenalina, satisfacción, incertidumbre, angustia, desorientación, certeza, desesperación, cansancio, éxtasis, alegría y, siempre, ganas de repetirlo. Sensaciones que se repiten a lo largo de los poco más de tres kilómetros de nado. Ese cóctel de emociones empieza a prepararse desde la entrega de materiales que se hace el sábado, un día antes de la competencia.
Mojarse los pies en el Orinoco es la señal definitiva para que se alboroten todas las emociones al mismo tiempo. No se oye nada y todo aturde. Los jueces avisan que empiezan los diez minutos de calentamiento previos al inicio de la carrera. Me pongo el gorro, ajusto los lentes, miro a mi alrededor y ¡al agua! Pierdo la noción del tiempo y casi de inmediato escucho los pitos que nos indican que se termina el calentamiento y ya vamos a empezar la competencia. Todos fuera del agua para esperar el anuncio oficial de la largada.
Este evento es símbolo de las aguas abiertas. Es un nado que permite cruzar ríos caudalosos, feroces, indómitos, sorpresivos. Un recorrido que comienza en Monagas desde el Orinoco y termina en Bolívar hasta el Caroní. Cruzamos de un estado a otro.
Este año fue complicado. Anunciaron el evento a pocas semanas de su realización. En años anteriores, esta competencia tenía tanta demanda entre los nadadores que era convocada meses previos de que ocurriera y en pocos días se agotaban los cupos. Entre 2006 y 2016 logró reunir a más de mil nadadores en cada edición. Luego las protestas, la crisis económica, la escasez de vuelos, la inseguridad y, claro, la migración, hicieron que mermara considerablemente la asistencia. Apenas unos 200 asistimos entre 2017 y 2019. Luego vino la pandemia por covid-19 y todas las restricciones que implicó. Hasta que por fin en abril de 2022 anunciaron lo que teníamos ya dos años esperando: la trigésima edición del paso a nado de los ríos Orinoco y Caroní. Este año fuimos menos de 200 inscritos.
Antes de las seis de la mañana del domingo 24 de abril nos agrupamos en la Alcaldía de Caroní, en traje de baño, con los números que nos identifican pegados en nuestros brazos. Desde las gradas frente a la inmensidad de los ríos, se avista la chalana y con ella también se acelera la ansiedad. La rampa de la embarcación desciende hasta la tierra y empezamos a ingresar. Una subida riesgosa por una plataforma siempre resbalosa nos da la bienvenida.
Mientras nos trasladan al punto de inicio todos repasan el plan: nada hacia la isla, mira la antena, te guías por el estadio, busca las gradas, no bajes antes de la boya.
El paso nado inició en 1988 con apenas un poco más de un centenar de nadadores que se reunieron para atravesar los ríos. Fue un evento modesto. Al año siguiente orquestaron esfuerzos con empresas privadas y públicas para generar una logística más robusta, que se reconoce como el inicio de la travesía. Desde 1991 hasta 2019, este paso a nado se realizó sin interrupciones.
Tras superar las barreras de la pandemia, celebramos los treinta años del evento de aguas abiertas más antiguo del país. En esta fiesta reconocieron a Antonio Saint Aubyn, Toño, el cumanés de 47 años que ha participado más veces en esta competencia: 28 de 30, de las que siempre queda entre los primeros de su categoría y en los años 92 y 94 logró ser el campeón absoluto. Él insiste en que participará en las próximas treinta ediciones.
Este año el primer lugar general masculino fue para Diego Vera por segunda vez en su trayectoria, un tachirense que forma parte de la selección nacional de aguas abiertas desde hace una década. En la categoría femenina hubo sorpresa, la ganadora absoluta fue una margariteña de amplia trayectoria deportiva: Carolina Di Bonaventura, Katy, con sus 53 años y más de una década participando en la travesía, fue la primera mujer en salir del agua, había ganado su categoría en todas sus participaciones pero por primera vez conquista la premiación general.
Las preguntas cuando comparto la experiencia de nadar en los ríos suelen repetirse: ¿hay animales?, ¿te da miedo?, ¿estás loca?
Sí siento un torbellino de emociones, disfruto entrenar con la ilusión de ir a cruzar los ríos, también me encanta estar parada frente a esa inmensidad de agua sabiendo que en horas la voy a nadar. Quizás hay que estar loca para hacer semejante nado, pero es una locura que disfruto y, además, cultivo.
Es una travesía que requiere concentración. Entender a los ríos para no perder el rumbo. Como el anuncio de las aplicaciones de GPS, estamos “recalculando” todo el recorrido. La chalana nos deja tan lejos de la meta que no somos capaces de ver el punto de llegada. Apenas visualizamos los puntos de referencia que nos llevarán hasta el final. La única opción es nadar. Siempre hay que seguir nadando hasta que por allá, muy lejos, comenzamos a ver las gradas de la Alcaldía Caroní, los toldos. Ahí sabemos que debemos seguir nadando con la misma fuerza porque estamos conscientes de que aún falta mucho.
Muy bueno, gracias por compartir!!!
Una narración impecable. Me hiciste sentir que hacia el recorrido allí contigo. Felicitaciones. Ahora puedo decir que yo también cruce a nado el Orinoco y el Caroní
Hermosa y emocionante historia. Que bella es Venezuela y que grande la valentía de los atletas ante esta grandeza de la naturaleza como lo es el caudal incontrolable de nuestros Orinoco y Caroní. Felicitaciones!
Exceente técnica narrativa. Nadé el Orinoco-Caroní con la narradora.
Te felicito y te envidio.
Un fuerte abrazo.
Como siempre, con ua facilidad de escritura y descripción tan vivida, como vivir lo contado.
Además de narrar una de las experiencias más importante.para un nadador Venezolano.
Simplemente Gracias.
Un abrazo
TQM
¡Toda una aventura, es realmente emocionante tu descripción y narración de la competencia! Y en ese escenario natural, todo es más impactante. ¡Felicitaciones!
Hola Isabel felicitaciones, es una nota leer tu narración y el cómo presenta no sólo los hechos sino todo aquello en lo que te encuentras sumergida, atrapada y que crea en tí un delirio de bellezas que sólo otro competidor puede y logra entender. La vida es vivirla, disfrutarla es lo que todos añoramos y eso estás haciendo, que Dios te bendiga. FELICITACIONES
Gracias! Con tu relato «conocí» esa región en la que no he ido, y nade junto a ti, me esforcé y sentí tu emoción! te lo agradezco con el alma y estaré pendiente de tu próxima «Aventura» ¡FELICIDADES!
Gracias! Con tu relato «conocí» esa región en la que no he ido, y nade junto a ti, me esforcé y sentí tu emoción! te lo agradezco con el alma y estaré pendiente de tu próxima «Aventura» ¡FELICIDADES!
Muchos años sin ir, pero mi recuerdo de las ediciones que participe están vividas como el primer día, espero poder repetir es una experiencia mágica, de emociones encontradas, qué hago aquí ? cunado inicia y que maravilloso que estoy aquí ¡ cuando finaliza. me encanta que sigan realizando este evento y a ver si los acompaño en alguna edición.