por LEILA GUERRIERO | Mar 21, 2010 | Crónicas
—Espere un segundito. Frente a la habitación, en un extremo del pasillo oscuro —la mano pálida en el picaporte—, el hombre dice: —Espere un segundito que aviso que me cuiden a Ángela. Tubos de oxígeno, mesas rodantes, ruidos a metales sanadores: cuchillos, agujas,...