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La pandemia de COVID-19 no sólo ha mostrado a médicos y enfermeras en la primera línea de atención, sino a profesionales de la salud que, obligados por el confinamiento, debieron cerrar sus consultorios y ejercer su vocación de forma remota y virtual. Aquí contamos cómo tres iniciativas se activaron en tiempo récord para seguir cuidando a los venezolanos desde la distancia y de forma gratuita

Ilustración Betania Díaz

Oriana Márquez aún recuerda el rostro de su terapeuta cuando iba a su consulta. Sus gestos, la cercanía que sentía cuando la miraba a los ojos mientras hablaba. También recuerda su voz al darle recomendaciones desde su escritorio. Pero en estos días de confinamiento, en los que no puede trasladarse desde los suburbios hasta el consultorio de su médico en Caracas, al menos puede escuchar esa misma voz cuando se siente frágil emocionalmente. A kilómetros de distancia y en medio de la pandemia de COVID-19, ella todavía puede acceder a su terapia psicológica gracias a un programa de telemedicina.

—No tener la presencia física de la terapeuta hace distintas mis sesiones. Pero a mí me funciona. Escuchar lo que me dice a través del teléfono hace que me concentre más. Me siento cómoda atendiendo la consulta desde mi casa —cuenta Oriana, con voz pausada y serena.

Tiene 26 años y antes de que Venezuela se paralizara por el brote de coronavirus -como la mayor parte de los países- Oriana se dedicaba al canto y a la danza tradicional. Siente que la opción de continuar su ciclo de atención psicológica a distancia es una gran oportunidad para no perder los avances en su tratamiento. Como ella, miles de personas han mantenido su salud gracias a la solidaridad de profesionales que siguen sanando en la distancia. 

Desde que se confirmaron los primeros casos de coronavirus en Venezuela, la estructura sanitaria nacional también se vio en la necesidad de replantear su estrategia de atención en medio de las medidas de aislamiento social para contener los contagios. SOS Telemedicina, una plataforma de educación médica virtual; Venemergencias, servicio de salud primaria a nivel global; y Psicólogos Sin Fronteras, el programa de asistencia psicológica en procesos de duelo, son solo tres ejemplos de atención médica remota y solidaria en el país. 

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Estas tres iniciativas han atendido, sin costo alguno, a más de 70.000 venezolanos en los últimos dos meses.

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La pandemia de COVID-19 llegó en medio de una de las crisis sanitarias más grandes que ha padecido Venezuela: 70% de sus centros de salud recibe el servicio de agua, cuando mucho, dos veces por semana. Más de 53% de los centros asistenciales no cuenta con mascarillas para sus sanadores y la escasez de medicamentos se ubica en 80%. Estos datos, revelados a fines de 2019, se desprenden de la última Encuesta Nacional de Hospitales realizada por la organización Médicos por la Salud, una red conformada por médicos de 104 hospitales del país y que funciona en alianza con la Asamblea Nacional, la Sociedad Venezolana de Infectología, la Sociedad Venezolana de Cardiología y la Academia Nacional de Medicina.

Este escenario complejo mantiene en vilo a los venezolanos, quienes han visto colapsar a través de los medios y redes sociales a los más sólidos sistemas de salud del mundo ante la llegada de la pandemia. Aunque la mayor parte está consciente de la grave crisis asistencial existente en Venezuela, las cifras oficiales del Gobierno muestran un aumento moderado en la curva de contagios, en comparación con el de otros países: para el 18 de mayo los reportes sumaban 618 casos detectados y 10 fallecidos. 

Los voceros gubernamentales aseguran que la nación cuenta con 46 centros centinela, la mayoría ubicados en la región capital, 23.763 camas hospitalarias y tratamiento suficiente para atender a 115.000 pacientes. Pero gran parte de la comunidad de médicos y personal de salud ha declarado públicamente su desconfianza ante dichas cifras.

Por ello en este contexto la telemedicina, un ejercicio incipiente en el historial médico del país, se convirtió en una herramienta de primera necesidad. Esta modalidad, caracterizada por la promoción de servicios de salud a distancia, ganó terreno en las distintas áreas de la ciencia médica en cuestión de semanas. 

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Se convirtió en una alternativa para paliar la crisis de la estructura sanitaria y sortear las limitaciones de movilidad a las que obliga el confinamiento.

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El epidemiólogo y profesor de la Universidad Central de Venezuela, Luis Echezuria, explica que el uso de las tecnologías de la comunicación remota, en la etapa de distanciamiento social, es la estrategia más efectiva para continuar la atención médica durante las pandemias. 

También destaca que resulta particularmente útil en un país como Venezuela, paralizado por la escasez en el suministro de gasolina. De acuerdo con el último corte de la encuesta Crisis Venezuela 2020, elaborada por la Comisión de expertos de la salud para hacer frente a la pandemia de COVID-19, para mediados de mayo 84,5% de la población no había tenido acceso al suministro de combustible y 96% reportó fallas en el servicio de agua. 

Debido a esta limitación para trasladarse a un centro asistencial y la dificultad para cumplir con la medida básica de prevención de lavarse las manos, la telemedicina cobra aún mayor relevancia. Uno de los usos más frecuentes de la medicina virtual es la detección del virus. Aunque el gobierno dispuso el Sistema Patria como aplicación oficial para hacer el diagnóstico del COVID-19, otras instituciones como la Cruz Roja Venezolana, Salud Chacao, Salud Baruta y decenas de clínicas privadas, adaptaron sus plataformas para aplicar los tests.

Este es el caso de SOS Telemedicina, uno de los proyectos venezolanos con más avance en la atención médica virtual. Se trata de un programa de la Universidad Central de Venezuela que nació con el objetivo de brindar una asesoría médica gratuita a distancia, aprovechando las posibilidades de la tecnología.

El 13 de marzo, con el anuncio de los primeros contagios en Venezuela, este equipo se replanteó el método de trabajo. Sus médicos, de distintas especialidades, pasaron de dictar videoclases y teleclínicas para otros doctores en formación a enfocarse enteramente en las teleconsultas.

—Tuvimos la idea de crear un centro de atención médica telefónica: “Llamada SOS”. Comenzamos la planificación con la alianza entre la UCV, diferentes empresas de tecnología del país y, en tiempo récord, se desarrolló el centro de llamadas. Este ofrece información y consultas terapéuticas a distancia para beneficio de la población venezolana y contribuye con tecnologías y talento médico al sistema de salud nacional —cuenta Judith Toro, médico integrante del programa.

Este servicio recibe entre 8 y 10 llamadas diarias. Los casos sospechosos son atendidos por un médico especialista y remitidos a centros hospitalarios, de ser necesario.

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Una de sus funciones es detectar posibles síntomas de coronavirus a través de un sistema de respuesta interactiva.

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La estrategia, de acuerdo con el doctor Echezuria, resulta clave para controlar la movilidad de las personas contagiadas y mitigar la propagación. 

El Grupo Venemergencia generó el mecanismo TeleSalud COVID-19, el cual es muy similar a la iniciativa de universitaria. Se trata de un servicio médico primario y gratuito que ha atendido durante la pandemia a más de 61.000 venezolanos que viven en distintos países. Su propósito, además de ayudar a sanar, es brindar una mano amiga a cualquier coterráneo en la diáspora que no cuente con un sistema médico que lo ampare. En esta situación de indefensión asistencial se encuentra casi 50% de los venezolanos que han emigrado, según datos de la Plataforma de la Coordinación para los Refugiados y Migrantes de Venezuela.

Más allá de los síntomas propios del coronavirus, las afectaciones derivadas de la pandemia han estado muy vinculadas a la salud mental y emocional. Los especialistas han explicado que el confinamiento y las distintas pérdidas que está sufriendo la humanidad han provocado que las personas atraviesen procesos de ansiedad y depresión.

Dicha situación activó la solidaridad de muchas redes de apoyo psicológico alrededor del mundo, como la alianza tejida entre el Grupo Social Cesap y Psicólogos Sin Fronteras. Estas dos organizaciones han reunido a 21 profesionales, entre psicólogos y médicos psiquiatras, para llevar adelante el programa “Acompañando en el dolor”.

—El mismo 13 de marzo nos propusimos replantear nuestro servicio. Sabíamos que íbamos a ser una de las áreas de salud más necesitadas, por todo el tema emocional que implica estar en cuarentena. Por eso iniciamos un servicio de psicoterapias breves para atender situaciones de crisis, vía telefónica y a través de internet —comenta Marisol Ramírez, presidenta de Psicólogos Sin Frontera en Venezuela.

Está segura de que el confinamiento ha resquebrajado, aún más, las emociones de una población que ya ha venido padeciendo un proceso de duelo producto del fenómeno migratorio y de distintas crisis económica, política y social. 

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La pérdida sistemática de la calidad de vida en Venezuela ha provocado una susceptibilidad psicológica que se ha resentido durante el encierro.

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Esta es una de las razones por las cuales el servicio de psicología a distancia pasó de atender 214 personas a 418 en un solo mes. Lo que se traduce en poco más de 3.000 consultas gratuitas para pacientes de todas las regiones del país, contando las cinco sesiones por persona que el equipo suministra para cada terapia. 

Maira Cortez, una de las psiquiatras que forma parte de esta alianza, dice que la atención a distancia ha generado una reivención en su forma de practicar la medicina: 

—Hacer un examen mental implica ver más allá de lo que se escucha por el teléfono. Uno necesita ver el rostro del paciente, saber en qué condiciones está, calcular su peso, para así poder prescribir los fármacos y establecer un tratamiento.

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Ese cambio en la técnica para diagnosticar y el padecimiento por las continuas fallas en las telecomunicaciones en el país, han sido los principales retos que los médicos y especialistas han enfrentado para seguir ayudando, incluso en la distancia.

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En un estudio realizado en diciembre de 2019 sobre acceso a Internet y telefonía, el Observatorio Venezolano de Servicios Públicos indicó que 51% de las personas reportó fallas diarias de Internet en sus hogares, y 53,4% de los usuarios denunciaron dificultades para comunicarse vía celular. 

Otro desafío ha sido apoyar a los pacientes en la transición de la terapia presencial a la remota. La psiquiatra Maira Cortez explica que muchos no se sienten tan cómodos con la dinámica telefónica. Además, algunos viven situaciones hostiles en sus hogares, y eso les impide comunicarse con sus terapeutas de manera fluída y sin interrupciones. 

Pero en la mayoría de los casos, la atención en línea ha sido positiva. A Lupe Duarte, quien tiene ocho meses como paciente del servicio y ahora recibe atención telefónica, la experiencia le ha parecido excelente.

—Fue un alivio poder contar con este servicio. Durante el confinamiento han sido de mucha utilidad para ayudarme a sobrellevar los procesos de depresión y ansiedad. Ojalá todas las organizaciones tuvieran la mística de trabajo que tienen ellos, incluso durante la cuarentena. 

Según el epidemiólogo Echezuria es imposible hacer cualquier proyección del comportamiento futuro de la propagación del virus en el país. El tiempo, insiste, será la variable más determinante en la ecuación.

Lo que sí parece claro es que la medicina a distancia seguirá repuntando en Venezuela y el mundo. Sanitas, una de las aseguradoras más populares en España, registró un alza de 59% en teleconsultas desde que inició la propagación del coronavirus. En Estados Unidos se ha lanzado la aplicación United Healthcare  que tiene la capacidad para atender a 27 millones de pacientes en ese país. Y lo que los expertos han dicho es que su ejercicio en la modalidad remota se mantendrá inclusive en la etapa posterior a la pandemia. 

La psiquiatra Cortez asegura que esta incursión algo abrupta de la telemedicina en Venezuela ha sido un muy buen aprendizaje para los médicos acostumbrados a las dinámicas tradicionales.

—Yo me he sentido muy útil en esta situación y eso me llena de alegría. Todos podemos poner nuestro grano de arena para que el servicio al otro sea cada vez más efectivo.