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José entró sin visa a los Estados Unidos cruzando el Río Grande que separa a ese país de México. Su travesía estuvo cargada de altibajos e incertidumbres. Fue detenido y luego encarcelado. La idea de haberse arriesgado en ese trayecto lo castigaba. Pero conservó su fe, aunque por momentos se resquebrajaba. Pudo aferrarse a su anhelo de reencontrarse con su novia durante casi dos meses sin saber cuándo saldría de aquel encierro. En este videopodcast, el joven venezolano cuenta cómo se mantuvo a flote luego del viaje interior en el que enfrentó muchos de sus miedos

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A continuación se presenta la transcripción del documental ilustrado Río Grande: la migración caudalosa de José

Sin visa y cruzando el Río Grande, José entró a los Estados Unidos en una travesía marcada por altibajos emocionales y mucha incertidumbre.

Este venezolano y su novia cuentan cómo enfrentaron sus miedos para reencontrarse a miles de kilómetros de distancia.

Les presentamos Río Grande: la migración caudalosa de José, narrado por Yohennys Briceño Rodríguez y sus protagonistas.

José: No pensaba en lo que me esperaba, porque yo tengo como que la mentalidad o la filosofía, se puede llamar así, de que voy día a día o voy paso a paso. Primero era llegar a México.

OFF: Quien habla es José. Tiene 24 años y nació en Aragua, al centro-norte de Venezuela. En mayo de 2021 decidió emprender el viaje hacia Estados Unidos para encontrarse con su novia y buscar nuevas oportunidades. No tenía visa, pero sí la promesa de un grupo de personas en México que le aseguraban que podría cruzar el río que separa a ambos países. Estuvo detenido por 51 días antes de cumplir ese anhelo que tenía desde hacía más de un año.

José: Hubieron (sic) dos momentos donde me arrepentí. Uno fue estando en Monterrey, apunto de en la madrugada ya prepararme para cruzar. No sabía qué me esperaba. Me sentía como indeciso o arrepentido. Más que todo temeroso. Y la segunda vez que me arrepentí de haberlo hecho fue cuando estuve preso, que me lamenté mucho porque es una sensación que te da mucha ansiedad.

Una de las motivaciones que me hizo venir fue que mi novia estaba acá. Y estando en Monterrey pocas horas antes de cruzar ella me preguntó si estaba seguro en hacerlo. Y entonces como que te pone entre el filo y la pared: si lo haces o no lo haces. Pero ya al haber llegado hasta allí yo decía: “bueno, tengo que seguir adelante. No puedo retroceder”.

OFF: Después de un mes en libertad, José cuenta lo que sintió los primeros días en aquella travesía. Él entró a Estados Unidos surcando el agua turbia del Río Grande en la madrugada del 21 de mayo. Ese día cruzaron 129 personas más. Lo detuvieron en El Paso, Texas, cuando se entregó a la patrulla fronteriza, y posteriormente fue encarcelado por cinco días antes de ser trasladado a una correccional en Luisiana, el segundo estado con más personas detenidas por el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas en el año 2021.

Ya a salvo en la ciudad de Portland y mientras sale del restaurante donde trabaja, recuerda lo que pasaba por su mente en cada momento de ese recorrido no solo físico sino emocional, de ese viaje interior.

José: Cuando pasaron los cinco días y me montaron en el avión hasta Luisiana te montan esposado. En la madrugada te esposan. Te ponen unas esposas como si fueras un narcotraficante. Incluso tú te sientes como si fueras hecho algo malo. Te sientes lo peor del mundo. Me tocó sentirme así porque yo nunca había estado esposado, nunca había estado preso, y cuando me sacan de la estación veo que le están poniendo a mis compañeros esposas en las manos y esposas en los pies, y se las juntan y caminan así todo… les cuesta caminar. Yo dije: “¡wow! Esto de verdad yo no lo sabía”.

OFF: José estuvo detenido en Del Río, un poblado de Texas de unos 35.000 habitantes que era desconocido hasta que se convirtió en la ruta migratoria de miles de venezolanos desde inicios del 2021. Ahora en ese lugar, más de 14.000 migrantes, la mayoría haitianos y cientos de venezolanos, acampan para intentar probar suerte en los Estados Unidos.

Oficial Ricardo Moreno: Los últimos meses hemos visto demasiada gente de Venezuela pidiendo asilo político. Muchos grupos de más de 100. Antes no se había visto esto, especialmente aquí en Del Río.

OFF: José llegó solicitando asilo, así como la mayoría de los venezolanos que usan esa ruta inédita, según declaraciones del jefe de la patrulla fronteriza de esa estación, Ricardo Moreno.

El camino de José hasta los Estados Unidos duró cinco días. Pagó casi tres mil dólares a unos coyotes para poder llegar. Cuenta que vivía desde 2018 en Bucaramanga, Colombia, año en el que huyó de Venezuela tras recibir amenazas de muerte por parte de los cuerpos de seguridad luego de protestar a las afueras de su universidad.

Novia: Uno trataba de mantenerse firme para darle muchos ánimos a él. Aunque uno con las noticias también se pone loco, en el sentido de que: “mira, salió esta noticia, salió otra”. Y yo trataba de no decirle las noticias porque lo iba a poner peor.

OFF: Una mochila era su equipaje. Además, cargaba la ilusión de que luego de una semana podría reencontrarse con su novia y juntos empezar una nueva y mejor vida en los Estados Unidos. La voz de ella acompañó a José en cada una de las paradas de ese viaje emocional.

Viajaba sin parientes ni amigos. Como él, otros 10.000 venezolanos entraron a los Estados Unidos desde enero hasta junio de este año, escapando de la crisis humanitaria compleja que afecta al país y que se ha agravado por la pandemia de la Covid-19.

José: La expectativa que yo tenía era que iba a durar cinco días no más, como mucho siete, allí. Cuando yo llego y veo que me sacan en la madrugada después del cuarto día y sacan un listado de creo que 80, 90 personas, no recuerdo. Comienzan a mencionar pero, no entiendo, ¿en la madrugada? Y veo que comienzan a montarla en un autobús yo dije: “bueno, vamos a salir. Nos van a mandar para un refugio y del refugio nos van a liberar”. Era lo que se decía. Pues no. Nadie sabía qué les iba a esperar. Todos andábamos a la buena de Dios. Todos habían venido con la ilusión de que iban a durar, como mucho, cinco días aquí cuando era totalmente falso.

OFF: José no era el único afectado por la incertidumbre. Desde su casa en Portland, Oregón, su novia esperaba alguna noticia.

Novia: Imagínate, cuando él cruzó yo duré cinco días sin saber de él. Cinco días sin saber nada, pero absolutamente nada de él. Si pasó bien. Yo no sabía si pudo llegar. Yo no sabía si se quedó en el camino. Yo no sabía absolutamente nada. Entonces, como te digo, cada fase era como que una dificultad.

OFF: La desesperanza nublaba el pensamiento de José. Durante los 51 días que estuvo detenido pensaba en todo lo que había arriesgado. Se sentía culpable por la situación en la que se encontraba. Le pedía a Dios que le brindara la posibilidad de salir de allí, así como lo ayudó a salir ileso de las manos de los coyotes y a sanarse del sarpullido que apareció en sus partes íntimas tras sumergirse en las aguas del Río Grande.

Novia: Hay días en que si tenía buen ánimo y días en que no tenía buen ánimo, que decía que: “yo no voy a salir de aquí” y que “yo nunca caí en esto en mi país, en Venezuela”, “yo nunca hice nada malo para venir a caer aquí”. Y, bueno, se imaginó los peores escenarios. Simplemente le dije que esperáramos, que siguiéramos esperando. Yo estoy averiguando abogados para tener igual como esa… eso ahí cualquier cosa. De verdad que él llegó un punto en que estaba desanimado. Muy desanimado. Que dijo: “no, ya yo me voy a quedar aquí. O sea, no veo nada. No sacan a nadie”.

OFF: José no sabía que durante el mes en el que llegó a los Estados Unidos, al 71% de los venezolanos con casos pendientes de Protocolos de Protección a Migrantes les habían otorgado la libertad condicional. Es decir, que siete de cada 10 obtenían el diferimiento de la devolución mientras sus casos eran evaluados.

José: No estuve tan incómodo pero del solo estar privado de tu libertad y de no saber qué va a pasar contigo eso te da una angustia grande. Y es por eso que sufres de ansiedad. Y escuchar tantas cosas adentro, tantos rumores, de que “mira aquella persona duró tres días, aquella lleva cinco meses…”. Y tú decías: “¡wow! ¿Es en serio?”. Ahí es donde te replanteas las cosas, donde dices: “vaya, lamento haber hecho esto”. O: “vaya, mira, estaba más cómodo allá y mira como terminé”. Pero después que pasas toda esa experiencia dices: “no, esto vale la pena”.

OFF: Se sentía desanimado todos los días en los que duró el proceso. Pero también tenía destellos de optimismo.

Novia: Hubieron (sic) como dos o tres días diferentes que él no me llamó porque, como que, no tenía buenas noticias… nada. Sin embargo, él cumplía ese día. No durábamos 40 minutos hablando pero por lo menos si llamaba como a decir “estoy bien pero no quiero hablar”. Entonces yo respetaba su decisión. Porque, por más que sea, yo no estaba en su lugar y lo entendía. Y, bueno, en sus días buenos me contaba qué hizo, qué comió. El me decía: “yo sé que yo no voy a durar mucho aquí. Yo lo sé”. Pero después cuando pasaba los días que no había noticias de nada, otra vez volvía a no llamar, no contarme lo que hacía, todo eso.

OFF: Fueron pocos los momentos en los que José tenía certezas sobre lo que le esperaba. Eso, dice, lo hacía sentir peor.

José: A la tercera semana te hacen la entrevista del miedo creíble. Después que cumplí los 33 días. O sea, ponle ocho días después que me hice mi entrevista, me trasladaron a otra cárcel donde terminó mi proceso. Ahí fue donde me dieron respuesta de que mi miedo creíble había sido aprobado.

OFF: Ese traslado fracturó la poca entereza que sentía, tal vez porque representaba el reinicio de un proceso que estaba siendo tortuoso y agotador. Ya en el nuevo centro de detención no coincidió con ninguno de los compañeros que había conocido antes y que ahora considera sus amigos. Eso lo entristeció. Debía empezar de nuevo a intentar socializar para hacer más ameno su encierro.

Novia: A él lo trasladaron solo, de último, para otro sitio también. Entonces, él dice: “¿por qué yo de último? ¿Por qué me separaron de ellos?”. Entonces, imagínate, ahora empezaba la travesía él solo. O sea, sin los dos compañeros que… Sabes que siempre uno se hace un amiguito o algo. Bueno, eso le pegó mal a él. Entonces, yo le dije: “bueno, pero ya. Acuérdate que tu caso es diferente. Vamos a ver cómo se dan las cosas. Dime si necesitas darles una razón. Yo se las doy”. Yo se lo decía a la esposa, la esposa se lo decía al muchacho, la otra esposa también se lo decía al muchacho y ellos viceversa: “no, mira, dile a José que tranquilo”.

OFF: Estuvo detenido allí 18 días. El viernes 9 de julio le dieron la noticia que esperaba: sería liberado al día siguiente. Tal vez por la emoción o por el encierro, suele confundir el día de la semana en el que salió. Pero sabe que fue un 10 de julio. Tomó una foto desde las afueras de la prisión que aún mantiene guardada como un recuerdo que sirve para mostrarle que ahora está mejor.

José: Mira, una de las cosas que veo esa imagen y me da nostalgia porque de verdad en ese momento lloré, lloré mucho. Recuerdo que eso lo tomé desde el carro de la señora. Una señora puertorriqueña fue la que nos llevó hasta el aeropuerto. Ella me pregunta: “¿cómo te sientes?” Y ahí entre llanto dije: “no, no puedo aguantar”. Lo que yo había esperado y que se diera así de un día para otro eso fue para mí increíble. Y ya una vez que vi a mi novia y que llegué aquí a su casa… pues abrazarla, darle un beso después de más de un año, que viera que de verdad esto era realidad y que esto de verdad valía la pena. Que me perdonara de muchas cosas que le había dicho por teléfono mientras estaba preso, por mi ansiedad o por la situación que estaba viviendo. Le dije que me perdonara porque a veces uno hiere en esas situaciones, uno no piensa como tal y después que uno pasa el proceso entiende de verdad que valía la pena. Entonces, fue hablar toda la noche, fue llorar, fue que ella me preguntara cómo la pasé, qué sentía. Fueron muchas cosas. Y era como creernos de que de verdad yo estaba aquí con ella y que de verdad yo estaba en libertad.

Novia: La cosa porque él se disculpó fue porque en esos días él no tenía buen ánimo. Entonces, como que: “yo no quiero hablar, yo no quiero hablar contigo”, ¿si me entiendes? Hay momentos que yo le decía a él, cuando no me respondía yo le decía: “¿Cómo quieres que yo esté bien si tú no estás bien?”, le decía. O sea, ya tuve que utilizar esa. “Porque si tú me quieres no me vas a ver mal a mí, y si yo te quiero yo no te voy a ver mal a ti. Entonces, yo necesito que estés bien para que yo esté bien”, le decía yo.

OFF: Antes de ser liberado, las autoridades de inmigración le entregaron un documento de libertad condicional, que tendrá vigencia durante un año mientras él lleva a cabo su proceso de asilo, que ya inició. Ese será su documento de identidad por el momento.
Ahora, ya desde un cómodo sofá y disfrutando de una rica cena, José recuerda con nostalgia los 3.814 kilómetros que tuvo que recorrer. Piensa en lo que será su futuro en ese nuevo país lleno de oportunidades y, también, en su madre.

TEST José: Lo que sí me da un dolor es que no sé cuándo la vuelva a ver porque este proceso en el que estoy, de asilo, me impide salir de los Estados Unidos y no sé cuándo la vuelva a ver. Eso es lo que como que me entristece mucho y lo que me da nostalgia, pero a veces hay que arriesgar algunas cosas para el futuro de uno. Es el futuro de uno, es la vida de uno que está en juego y uno lo hace por un mejor porvenir.

A continuación se presenta la transcripción del documental ilustrado Río Grande: la migración caudalosa de José

Sin visa y cruzando el Río Grande, José entró a los Estados Unidos en una travesía marcada por altibajos emocionales y mucha incertidumbre.

Este venezolano y su novia cuentan cómo enfrentaron sus miedos para reencontrarse a miles de kilómetros de distancia.

Les presentamos Río Grande: la migración caudalosa de José, narrado por Yohennys Briceño Rodríguez y sus protagonistas.

José: No pensaba en lo que me esperaba, porque yo tengo como que la mentalidad o la filosofía, se puede llamar así, de que voy día a día o voy paso a paso. Primero era llegar a México.

OFF: Quien habla es José. Tiene 24 años y nació en Aragua, al centro-norte de Venezuela. En mayo de 2021 decidió emprender el viaje hacia Estados Unidos para encontrarse con su novia y buscar nuevas oportunidades. No tenía visa, pero sí la promesa de un grupo de personas en México que le aseguraban que podría cruzar el río que separa a ambos países. Estuvo detenido por 51 días antes de cumplir ese anhelo que tenía desde hacía más de un año.

José: Hubieron (sic) dos momentos donde me arrepentí. Uno fue estando en Monterrey, apunto de en la madrugada ya prepararme para cruzar. No sabía qué me esperaba. Me sentía como indeciso o arrepentido. Más que todo temeroso. Y la segunda vez que me arrepentí de haberlo hecho fue cuando estuve preso, que me lamenté mucho porque es una sensación que te da mucha ansiedad.

Una de las motivaciones que me hizo venir fue que mi novia estaba acá. Y estando en Monterrey pocas horas antes de cruzar ella me preguntó si estaba seguro en hacerlo. Y entonces como que te pone entre el filo y la pared: si lo haces o no lo haces. Pero ya al haber llegado hasta allí yo decía: “bueno, tengo que seguir adelante. No puedo retroceder”.

OFF: Después de un mes en libertad, José cuenta lo que sintió los primeros días en aquella travesía. Él entró a Estados Unidos surcando el agua turbia del Río Grande en la madrugada del 21 de mayo. Ese día cruzaron 129 personas más. Lo detuvieron en El Paso, Texas, cuando se entregó a la patrulla fronteriza, y posteriormente fue encarcelado por cinco días antes de ser trasladado a una correccional en Luisiana, el segundo estado con más personas detenidas por el Servicio de Control de Inmigración y Aduanas en el año 2021.

Ya a salvo en la ciudad de Portland y mientras sale del restaurante donde trabaja, recuerda lo que pasaba por su mente en cada momento de ese recorrido no solo físico sino emocional, de ese viaje interior.

José: Cuando pasaron los cinco días y me montaron en el avión hasta Luisiana te montan esposado. En la madrugada te esposan. Te ponen unas esposas como si fueras un narcotraficante. Incluso tú te sientes como si fueras hecho algo malo. Te sientes lo peor del mundo. Me tocó sentirme así porque yo nunca había estado esposado, nunca había estado preso, y cuando me sacan de la estación veo que le están poniendo a mis compañeros esposas en las manos y esposas en los pies, y se las juntan y caminan así todo… les cuesta caminar. Yo dije: “¡wow! Esto de verdad yo no lo sabía”.

OFF: José estuvo detenido en Del Río, un poblado de Texas de unos 35.000 habitantes que era desconocido hasta que se convirtió en la ruta migratoria de miles de venezolanos desde inicios del 2021. Ahora en ese lugar, más de 14.000 migrantes, la mayoría haitianos y cientos de venezolanos, acampan para intentar probar suerte en los Estados Unidos.

Oficial Ricardo Moreno: Los últimos meses hemos visto demasiada gente de Venezuela pidiendo asilo político. Muchos grupos de más de 100. Antes no se había visto esto, especialmente aquí en Del Río.

OFF: José llegó solicitando asilo, así como la mayoría de los venezolanos que usan esa ruta inédita, según declaraciones del jefe de la patrulla fronteriza de esa estación, Ricardo Moreno.

El camino de José hasta los Estados Unidos duró cinco días. Pagó casi tres mil dólares a unos coyotes para poder llegar. Cuenta que vivía desde 2018 en Bucaramanga, Colombia, año en el que huyó de Venezuela tras recibir amenazas de muerte por parte de los cuerpos de seguridad luego de protestar a las afueras de su universidad.

Novia: Uno trataba de mantenerse firme para darle muchos ánimos a él. Aunque uno con las noticias también se pone loco, en el sentido de que: “mira, salió esta noticia, salió otra”. Y yo trataba de no decirle las noticias porque lo iba a poner peor.

OFF: Una mochila era su equipaje. Además, cargaba la ilusión de que luego de una semana podría reencontrarse con su novia y juntos empezar una nueva y mejor vida en los Estados Unidos. La voz de ella acompañó a José en cada una de las paradas de ese viaje emocional.

Viajaba sin parientes ni amigos. Como él, otros 10.000 venezolanos entraron a los Estados Unidos desde enero hasta junio de este año, escapando de la crisis humanitaria compleja que afecta al país y que se ha agravado por la pandemia de la Covid-19.

José: La expectativa que yo tenía era que iba a durar cinco días no más, como mucho siete, allí. Cuando yo llego y veo que me sacan en la madrugada después del cuarto día y sacan un listado de creo que 80, 90 personas, no recuerdo. Comienzan a mencionar pero, no entiendo, ¿en la madrugada? Y veo que comienzan a montarla en un autobús yo dije: “bueno, vamos a salir. Nos van a mandar para un refugio y del refugio nos van a liberar”. Era lo que se decía. Pues no. Nadie sabía qué les iba a esperar. Todos andábamos a la buena de Dios. Todos habían venido con la ilusión de que iban a durar, como mucho, cinco días aquí cuando era totalmente falso.

OFF: José no era el único afectado por la incertidumbre. Desde su casa en Portland, Oregón, su novia esperaba alguna noticia.

Novia: Imagínate, cuando él cruzó yo duré cinco días sin saber de él. Cinco días sin saber nada, pero absolutamente nada de él. Si pasó bien. Yo no sabía si pudo llegar. Yo no sabía si se quedó en el camino. Yo no sabía absolutamente nada. Entonces, como te digo, cada fase era como que una dificultad.

OFF: La desesperanza nublaba el pensamiento de José. Durante los 51 días que estuvo detenido pensaba en todo lo que había arriesgado. Se sentía culpable por la situación en la que se encontraba. Le pedía a Dios que le brindara la posibilidad de salir de allí, así como lo ayudó a salir ileso de las manos de los coyotes y a sanarse del sarpullido que apareció en sus partes íntimas tras sumergirse en las aguas del Río Grande.

Novia: Hay días en que si tenía buen ánimo y días en que no tenía buen ánimo, que decía que: “yo no voy a salir de aquí” y que “yo nunca caí en esto en mi país, en Venezuela”, “yo nunca hice nada malo para venir a caer aquí”. Y, bueno, se imaginó los peores escenarios. Simplemente le dije que esperáramos, que siguiéramos esperando. Yo estoy averiguando abogados para tener igual como esa… eso ahí cualquier cosa. De verdad que él llegó un punto en que estaba desanimado. Muy desanimado. Que dijo: “no, ya yo me voy a quedar aquí. O sea, no veo nada. No sacan a nadie”.

OFF: José no sabía que durante el mes en el que llegó a los Estados Unidos, al 71% de los venezolanos con casos pendientes de Protocolos de Protección a Migrantes les habían otorgado la libertad condicional. Es decir, que siete de cada 10 obtenían el diferimiento de la devolución mientras sus casos eran evaluados.

José: No estuve tan incómodo pero del solo estar privado de tu libertad y de no saber qué va a pasar contigo eso te da una angustia grande. Y es por eso que sufres de ansiedad. Y escuchar tantas cosas adentro, tantos rumores, de que “mira aquella persona duró tres días, aquella lleva cinco meses…”. Y tú decías: “¡wow! ¿Es en serio?”. Ahí es donde te replanteas las cosas, donde dices: “vaya, lamento haber hecho esto”. O: “vaya, mira, estaba más cómodo allá y mira como terminé”. Pero después que pasas toda esa experiencia dices: “no, esto vale la pena”.

OFF: Se sentía desanimado todos los días en los que duró el proceso. Pero también tenía destellos de optimismo.

Novia: Hubieron (sic) como dos o tres días diferentes que él no me llamó porque, como que, no tenía buenas noticias… nada. Sin embargo, él cumplía ese día. No durábamos 40 minutos hablando pero por lo menos si llamaba como a decir “estoy bien pero no quiero hablar”. Entonces yo respetaba su decisión. Porque, por más que sea, yo no estaba en su lugar y lo entendía. Y, bueno, en sus días buenos me contaba qué hizo, qué comió. El me decía: “yo sé que yo no voy a durar mucho aquí. Yo lo sé”. Pero después cuando pasaba los días que no había noticias de nada, otra vez volvía a no llamar, no contarme lo que hacía, todo eso.

OFF: Fueron pocos los momentos en los que José tenía certezas sobre lo que le esperaba. Eso, dice, lo hacía sentir peor.

José: A la tercera semana te hacen la entrevista del miedo creíble. Después que cumplí los 33 días. O sea, ponle ocho días después que me hice mi entrevista, me trasladaron a otra cárcel donde terminó mi proceso. Ahí fue donde me dieron respuesta de que mi miedo creíble había sido aprobado.

OFF: Ese traslado fracturó la poca entereza que sentía, tal vez porque representaba el reinicio de un proceso que estaba siendo tortuoso y agotador. Ya en el nuevo centro de detención no coincidió con ninguno de los compañeros que había conocido antes y que ahora considera sus amigos. Eso lo entristeció. Debía empezar de nuevo a intentar socializar para hacer más ameno su encierro.

Novia: A él lo trasladaron solo, de último, para otro sitio también. Entonces, él dice: “¿por qué yo de último? ¿Por qué me separaron de ellos?”. Entonces, imagínate, ahora empezaba la travesía él solo. O sea, sin los dos compañeros que… Sabes que siempre uno se hace un amiguito o algo. Bueno, eso le pegó mal a él. Entonces, yo le dije: “bueno, pero ya. Acuérdate que tu caso es diferente. Vamos a ver cómo se dan las cosas. Dime si necesitas darles una razón. Yo se las doy”. Yo se lo decía a la esposa, la esposa se lo decía al muchacho, la otra esposa también se lo decía al muchacho y ellos viceversa: “no, mira, dile a José que tranquilo”.

OFF: Estuvo detenido allí 18 días. El viernes 9 de julio le dieron la noticia que esperaba: sería liberado al día siguiente. Tal vez por la emoción o por el encierro, suele confundir el día de la semana en el que salió. Pero sabe que fue un 10 de julio. Tomó una foto desde las afueras de la prisión que aún mantiene guardada como un recuerdo que sirve para mostrarle que ahora está mejor.

José: Mira, una de las cosas que veo esa imagen y me da nostalgia porque de verdad en ese momento lloré, lloré mucho. Recuerdo que eso lo tomé desde el carro de la señora. Una señora puertorriqueña fue la que nos llevó hasta el aeropuerto. Ella me pregunta: “¿cómo te sientes?” Y ahí entre llanto dije: “no, no puedo aguantar”. Lo que yo había esperado y que se diera así de un día para otro eso fue para mí increíble. Y ya una vez que vi a mi novia y que llegué aquí a su casa… pues abrazarla, darle un beso después de más de un año, que viera que de verdad esto era realidad y que esto de verdad valía la pena. Que me perdonara de muchas cosas que le había dicho por teléfono mientras estaba preso, por mi ansiedad o por la situación que estaba viviendo. Le dije que me perdonara porque a veces uno hiere en esas situaciones, uno no piensa como tal y después que uno pasa el proceso entiende de verdad que valía la pena. Entonces, fue hablar toda la noche, fue llorar, fue que ella me preguntara cómo la pasé, qué sentía. Fueron muchas cosas. Y era como creernos de que de verdad yo estaba aquí con ella y que de verdad yo estaba en libertad.

Novia: La cosa porque él se disculpó fue porque en esos días él no tenía buen ánimo. Entonces, como que: “yo no quiero hablar, yo no quiero hablar contigo”, ¿si me entiendes? Hay momentos que yo le decía a él, cuando no me respondía yo le decía: “¿Cómo quieres que yo esté bien si tú no estás bien?”, le decía. O sea, ya tuve que utilizar esa. “Porque si tú me quieres no me vas a ver mal a mí, y si yo te quiero yo no te voy a ver mal a ti. Entonces, yo necesito que estés bien para que yo esté bien”, le decía yo.

OFF: Antes de ser liberado, las autoridades de inmigración le entregaron un documento de libertad condicional, que tendrá vigencia durante un año mientras él lleva a cabo su proceso de asilo, que ya inició. Ese será su documento de identidad por el momento.
Ahora, ya desde un cómodo sofá y disfrutando de una rica cena, José recuerda con nostalgia los 3.814 kilómetros que tuvo que recorrer. Piensa en lo que será su futuro en ese nuevo país lleno de oportunidades y, también, en su madre.

TEST José: Lo que sí me da un dolor es que no sé cuándo la vuelva a ver porque este proceso en el que estoy, de asilo, me impide salir de los Estados Unidos y no sé cuándo la vuelva a ver. Eso es lo que como que me entristece mucho y lo que me da nostalgia, pero a veces hay que arriesgar algunas cosas para el futuro de uno. Es el futuro de uno, es la vida de uno que está en juego y uno lo hace por un mejor porvenir.

Créditos

Río Grande: la migración caudalosa de José es un trabajo realizado en alianza entre Historias que laten y Efecto Cocuyo.

Producción general

Liza López

Reportería e investigación

Yohennys Briceño Rodríguez

Mentoría

Lalo Recanatini

Ilustraciones

Miguel Rodríguez Drescher

Diseño de sonido y montaje

Sergio Márquez

Diseño y diagramación web

Anaís Marichal

Guion

Yohennys Briceño Rodríguez

Edición del guion

Jonathan Gutiérrez

Ysabel Viloria

Coordinación multimedia

Abigaíl Carrasquel

Edición y animación de video

Carlos Bello

Locución

Yohennys Briceño Rodríguez

Sergio Márquez

Créditos

Río Grande: la migración caudalosa de José es un trabajo realizado en alianza entre Historias que laten y Efecto Cocuyo.

Producción general

Liza López

Reportería e investigación

Yohennys Briceño Rodríguez

Guion

Yohennys Briceño Rodríguez

Edición del guion

Jonathan Gutiérrez

Ysabel Viloria

Mentoría

Lalo Recanatini

Coordinación multimedia

Abigail Carrasquel

Ilustraciones

Miguel Rodríguez Drescher

Edición y animación de video

Carlos Bello

Diseño de sonido y montaje

Sergio Márquez

Locución

Yohennys Briceño Rodríguez
Sergio Márquez

Diseño y diagramación web

Anaís Marichal