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Bailarín, coreógrafo, líder social, promotor cultural. El director del Teatro alameda marca el compás de la convivencia y baila al son de su comunidad

Texto y fotos por Ivonne Velasco

一Reinaldo, ¿qué pasó con Will? 一Reinaldo, ¿a qué hora llegan los chamos para el taller? 一¡Reinaldo, tu mamá te mandó comida porque sabe que no has almorzado! 一¡Papá, me voy con los profesores a la actividad de Rostros de San Agustín! Reinaldo Mijares no se da abasto. A sus 52 años, este líder comunitario, bailarín de de profesión, es uno de los principales promotores del acervo cultural de la parroquia donde creció y aprendió el significado del arraigo. 一Cuando haces danza debes aprender a moverte con los otros, aprender a oír y ver al otro, a moverte al ritmo del otro, a generar un ritmo colectivo.
Con esta frase, Reinaldo Mijares resume su esencia, su razón de ser y hacer en los últimos años. La visión y misión que marca el compás de su vida. Desde el Teatro Alameda, situado en la avenida principal de San Agustín del Sur, se mueve entre las calles y casas aledañas organizando reuniones, clases, bailes, cantos, conciertos.
Él es el coreógrafo de mucho de lo que sucede en esta comunidad, y junto a sus amigos de 100% San Agustín, han logrado que cientos de venezolanos y extranjeros logren ubicar esa movida en sus GPS digitales.

Sus padres son de Barlovento, tierra de afrodescendientes y de cultivos de cacao en la costa del estado Miranda. Vivieron en la parte alta del barrio San Agustín, sector la Ceiba: sus padres Reinaldo Miguel y Carmen Luisa, conocidos como Reinaldo Papá y Carmen Nené, y sus tres hermanos.

Recuerda una niñez espléndida:

一Nunca me enteré de la pobreza como condición porque mi infancia fue inmensamente rica en amor. Mi padre murió recientemente, tenía 80 años, y mi madre me sigue acompañando.

La familia Mijares vivía en una casa de vecindad junto a otras cinco familias porque no tenían la posibilidad de alquilar un espacio para ellos solos.

一Los barloventeños tienen una forma muy bonita de hacer familia, de criar a los hijos en comunidad. Nuestras tías son otras mamás, todos somos primos de sangre y de crianza. Ese primo se convierte en tío de mis hijos y entonces mis hijas tienen muchos tíos a quienes pedirles la bendición.

Crecer rodeado de ese sentido de familiaridad, viendo cómo el trabajo cultural formaba parte de la cotidianidad de esos pasajes y de la plazoleta del Afinque de Marín, forjó en Reinaldo una visión donde el valor de la comunidad se mantiene en relieve.

En este lugar conoció y se enamoró de la danza contemporánea. Cuando era un adolescente le llamaba la atención cómo Carlos Orta bailaba en la cancha de básquet, y luego, al decidirse a ser bailarín, contó con el apoyo incondicional de sus padres amorosos.

一La disciplina y la rigurosidad de la danza me enamoraron.

De muy joven recibió una beca del Taller de Danza de Caracas para formarse, un escenario que le permitió especializarse en su pasión y viajar por el mundo siendo un bailarín con sueldo:

一Los venezolanos éramos los únicos bailarines en todo el continente americano que recibíamos un salario. En las décadas de los 80 y 90, el CONAC (Consejo Nacional de la Cultura) apoyaba la danza contemporánea.

En 2017 montó su última coreografía profesional, momento en el tuvo que retirarse de las tablas por la compleja situación del país. Pero desde entonces, continúa danzando a un ritmo más colectivo con la organización 100% San Agustín, que nació un año antes de aquella última coreografía como proyecto colaborativo para potenciar el trabajo cultural y social de la parroquia.

Reinaldo Mijares y el equipo que conforma esta iniciativa tienen muy claro su propósito: desarrollar procesos para vincularse con organizaciones nacionales e internacionales, tejer alianzas entre lo público y lo privado para generar recursos que les permitan seguir trabajando para mejorar la calidad de vida en la comunidad.
Quizás una de las actividades más visibles de este proyecto sea Cumbe Tour, una experiencia en la que recorren lugares emblemáticos de la parroquia para mostrar su historia local y musical, sus bailes y gastronomía. Su fiesta en las calles.
“Cumbe”, según cuenta esa historia, era el nombre que se le daba, en la época de la colonia, al lugar donde los esclavos que huían de sus amo vivían como hombres libres.
El sueño de convertir a San Agustín en un barrio modelo está plasmado en un plan a 10 años, el cual propone una transformación positiva de impacto social y cultural. Ya han logrado varias alianzas y financiamiento de entes gubernamentales y organizaciones internacionales para formar más de 280 niños, adolescentes y adultos en diferentes áreas.

Reinaldo sonríe emocionado cuando habla de este plan 2020-2030. Le parece increíble que en su barrio se beneficien a sus habitantes a través de la cultura.

一En su mayoría ellos no serán profesionales, pero la formación en las artes (disciplina, constancia y trabajo en equipo) les dará experiencia para la vida, para convertirse en ciudadanos con altos niveles de sensibilidad para la comprensión de lo colectivo. Si salen tres bailarines y cuatro músicos serán bienvenidos para seguir alimentando el imaginario cultural del barrio.

Todo confluye en el Teatro Alameda, un espacio recuperado por la comunidad hace dos décadas y que hoy es ícono de ese movimiento cultural. Recuerda Reinaldo que hasta el año 2004, esa sala le pertenecía al Circuito Radonski, una empresa que se dedicaba a la exhibición de cine, y se había convertido en un depósito para guardar maquinarias, películas inservibles, y en taller de reparación de butacas. Pero para los de San Agustín, aquella sala era mucho más que eso:

一Nos amamantaron el imaginario con los cuentos del Teatro Alameda. Con los artistas que se presentaban artistas internacionales famosos como Jorge Negrete y Celia Cruz. Con las películas que proyectaban. El teatro había logrado un movimiento cultural en el barrio que, sumado a las tradiciones religiosas aportadas por las diferentes migraciones llegadas a San Agustín del Sur, provocó que soñáramos con que se convirtiera en una casa de la cultura.

Cuenta Reinaldo que ese sueño se materializó luego de que en una visita televisada en 2013 de altos funcionarios del Gobierno se enteraran de las intenciones de recuperar el teatro. No querían que este espacio se convirtiera en un espacio burocrático para la cultura. Que se restaurara pero también se respetara la gestión comunitaria y el sentido de pertenencia de los vecinos de San Agustín.

Entonces la Alcaldía de Caracas propuso que Reinaldo asumiera la dirección del teatro como parte de Fundarte, y se mantuviera la cogestión con las organizaciones populares.

Fue así como dos años más tarde abren el teatro nuevamente como una casa de la cultura, donde funcionan salones para danza, música, exposiciones y usos múltiples.

Pronto se trazaron una nueva meta: recuperar los espacios de la plazoleta del Afinque de Marín, que queda detrás del teatro, comenzando con un mural que pronto ocupó todas las paredes de la manzana. En 2017 nació así el Guanguancó de colores: el lugar de encuentro y goce cultural y deportivo.

一En ese tiempo tan complicado para nuestro país, con Caracas incendiada por las protestas, vinieron personas de distintas zonas de Caracas a San Agustín, pintaban y bailaban para recuperar espacios públicos. La convocatoria fue todo un éxito.

Sentado en una de las aceras de los pasajes que suben desde el Afinque de Marín a la Ceiba, Reinaldo Mijares vuelve a atender una llamada. Cuelga y responde un mensaje en su teléfono. Echa cuentos sobre cómo quiere seguir transformando este lugar en el barrio cultural de Caracas. Sigue siendo, en esencia, un bailarín-coreógrafo que danza entre sus tareas de director del Teatro Alameda, papá de Emiliana, esposo de Ivana e hijo de Carmen Nené, al ritmo colectivo del guagancó que San Agustín dicte.

12 historias que conectan e inspiran de una de las parroquias con mayor tradición cultural y arraigo de Caracas.

Un especial en alianza entre Historias que laten, Ghetto Photo y 100% San Agustín

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