Manuel Lara traza las líneas de los edificios de la ciudad, colorea y perfecciona. Borra el deterioro y deja el recuerdo de sus mejores tiempos para que queden estampados en forma de postal. Ilustra, pero también habla. Habla sin parar porque le encanta contar historias de su vida y de todos los lugares que ha recorrido en Caracas. Con esta entrega mostramos otro costado de la capital con mucha personalidad. De nuestra serie #LatimosEnVenezuela
[Manuel Lara, diseñador gráfico e ilustrador. @greetingsccs]
“Mi nombre es Manuel Alejandro Lara Sánchez, tengo 32 años, vivo en La Pastora y gracias a Dios puedo hacer lo que me encanta: diseñar e ilustrar.
Me gradué en 2010 como licenciado en Diseño Gráfico de la Universidad José María Vargas, pero me ha tocado trabajar desde 2004. Mi primer trabajo fue en una mercería, después en una editorial que queda por Artigas. Ese fue uno de esos trabajos que te pega, pero te enseña. La verdad aprendí mucho y me ayudó para poder mantenerme en la universidad. Saltaba de trabajo en trabajo porque necesitaba el dinero pero no era algo que me gustara mucho, lo de seguir instrucciones de alguien y ya.
Trabajé en una agencia de publicidad como diseñador de planta, de esos que hacen lo que tú les pides tipo “móntame un flyer, hazme un logo, recorta una foto”. Un día, en 2015, iba tarde para el trabajo en la agencia y pasé por el centro comercial Pasaje Zingg en la avenida Universidad. Tenía mucho tiempo sin pasar por ahí y cuando estuve cerca me acordé de cuando era chamo e iba con mi mamá a reparar la licuadora, o cualquier cosa, y también cuando salía del curso de dibujo técnico que hacía ahí abajo. Me quedé viendo, tomé fotos y me di cuenta de lo destruido que estaba. Cuando llegué a la oficina me regañaron por llegar tan tarde, pero me senté a dibujar el edificio, no me gustó porque le agregué todos los elementos que había visto: la basura, la fachada sucia y muchas partes rotas.
Decidí meterme en internet para buscar imágenes referenciales, ahí vi que era una construcción arrechísima hace 50 años, ahora está vuelto nada. Así empecé a identificar varias joyas de la arquitectura caraqueña y salir a conocer mi ciudad para darle un regalo a Caracas en su aniversario. Hice cinco o seis ilustraciones, las publiqué en Facebook y a la gente le encantó, fue una locura. Hasta me llamó una señora que está viviendo en Australia, me dijo que estaba súper feliz porque su amiga vio mi ilustración de la Facultad de Arquitectura y Urbanismo de la Universidad Central de Venezuela y se la mandó. Le recordó cuando era joven y conoció a su actual esposo, la señora estaba llorando, me dijo “quiero comprarte ilustraciones”.
No sabía qué hacer en ese momento, pero me di cuenta de que sí tenía una necesidad de expresar el amor que le tengo a la ciudad y que no soy el único. Mucha gente realmente le tiene afecto a Caracas. Así que pensé que era momento de ponerse serio.
En 1950 durante el boom petrolero, esa época en la que estaba aumentando la migración de lo rural a lo urbano, mi abuela recibió una postal de su hermano que se había mudado a Caracas. Él le decía que había llegado bien y todo era muy bonito y que le gustaría que ella viajara. Ella decidió hacer lo mismo, vendió todo y se mudó de Mérida a Caracas. Esa idea de la postal fue lo que quise impregnar en mi concepto y así nació Greetings en 2015. Me permitió entender el poder de la gráfica y ha sido renovador: diseñar, crear y poder resaltar la identidad del país.
Cuando comencé Greetings no fue que conseguí la mina de oro y dejé de trabajar en otras cosas. No, en realidad actualmente estoy diseñando la portada de un libro porque con la pandemia la venta de mis ilustraciones bajó mucho. La gente ha dejado de comprar y me han dicho “quisiera comprarte tres ilustraciones, pero debo comer, solo puedo pagarte una”. Yo lo entiendo, ando en las mismas.
Antes mis ingresos dependían un 70% de tigres que encontraba haciendo logos, portadas o cualquier cosa, y el otro 30 venía de mis postales con Greetings. En diciembre remonté y quedó en 50 y 50. Estaba feliz porque podía concentrarme más en mis dibujos y rechazar algunos tigres que no me gustaran tanto, pero con el coronavirus ha sido todo lo contrario. Aunque no tiene nada de malo los trabajos extra porque gracias a ellos he conocido a mucha gente interesante que me ha ayudado en cierta medida con mi proyecto, pero esta pandemia sí me ha frenado mucho.
Yo tenía muchos planes para este año, entre ellos abrir una tienda en el centro comercial Valle Arriba y sacar una nueva línea de ilustraciones que he trabajado desde enero. Una nueva perspectiva de la ciudad, parte de Greetings pero con mi firma personal. Quería hacer intervenciones en lugares, hacer arte y exhibirlo.
Estoy aprovechando este encierro para terminar todas las ilustraciones pendientes que he ido sacando poco a poco. Las pocas veces que he salido lo he hecho con una mirada turística de los lugares que antes recorría, pero siento nuevamente extraños, encuentro más detalles. Eso me gusta porque a pesar de que conozco varios sitios en realidad no lo he visto todo, todos los días puedo descubrir un pedacito más.
Por ahí va lo que yo quiero lograr con esto. Creo en la frase de Simón Rodríguez que dice “lo que no se conoce no se quiere y lo que no se quiere no se cuida”. La idea de mi tienda también era poder hablar con la gente que fuese a comprar, no darles el producto y ya, sino echarles el cuento de Caracas, que la gente no tuviese miedo de preguntarme y hablar conmigo porque compartimos el mismo afecto.
Es algo que he notado y que me parece de las cosas más lindas, la gente agradece burda. A algunas personas lo que hago les parece tonto, me han dicho muchas veces que son solo dibujitos, pero para otros va más allá. Es poder reflejar un lugar, un color, una forma, una época, una memoria. La gente que no te conoce te agradece e incluso te felicita porque les muestras lugares que son parte de su identidad y eso me impulsa. Me ayuda a seguir mostrando la Caracas hermosa que nos da mucho, pero recibe tan poco. Yo quiero darle, hacer que la alegría se multiplique y sigo en Venezuela porque quiero estar aquí, porque me siento útil ilustrando y generando fe y amor en esta tierra.
El año 2018 fue muy importante para mí porque quedé seleccionado para representar a Venezuela en la Bienal Iberoamericana de Diseño en Madrid, España. Hice un crowdfunding, mucha gente me ayudó y pude reunir para viajar. En el video que hice di mi palabra de que regresaría. Estando en España una amiga me dijo “quédate, vas a ganar más dinero y podrás ayudar a tus viejos desde aquí. Piénsalo, no te vayas”. Uno estando afuera se da cuenta de que dejas muchos problemas de lado, no debes estar pendiente si regresó el gas, si te van a robar, si debes buscar los tobos para llenarlos porque llegó el agua, etc. Pero aun así dije que quería regresar no solo porque no tenía papeles para quedarme y porque fuese a trabajar probablemente en un puesto de fotocopiadoras sino porque me siento bien con lo que hago. Me gusta diseñar cosas que a la gente le trae recuerdos.
Me fui en 2010 a Argentina, me fui en 2014 a España, pero siempre volví. Todavía creo que el país tiene mucho potencial y he estado echándole bolas durante todo este tiempo. No lo digo con dolor, al contrario lo digo orgulloso de que he trabajado desde que no era conocido, mis ilustraciones comenzaron a venderse. Nunca le ha faltado dinero a mi familia y ahora que soy medianamente conocido no puedo abandonar esto. Me he forjado mi propio destino y no me arrepiento en ningún momento de haberme quedado.
Me motiva la bendición que me da mi abuela en las mañanas, la arepa que me hace mi mamá en los desayunos, mi perro cuando juega conmigo, la pasión que le pone mi novia a todo, el sonido de las guacamayas en las tardes, la lluvia que cae y a los cinco minutos sale una pepa de sol, la ilusión de la gente que me escribe por las postales. Y sobre todo la ciudad, porque Caracas no se descubre sola.
Mi meta es sobrevivir y convertirme en un referente tanto como diseñador e ilustrador como conocedor de Caracas. Todos los días me despierto con la convicción de que esto no es eterno. Quiero sobrevivir y ser feliz junto a mi gente querida”.
Excelente reportaje y excelente labor Manuel. Eres ejemplo de pasión y compromiso.
Un abrazo.
DH
Me encantó este reportaje narrado en primera persona, Manuel eres grande, nos llenas de optimismo, ganas y de seguir soñando. Gracias por compartir esta historia.