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Cuando un país se maneja como si fuera un continente aparte, no hace falta lanzarse a buscar el éxito y la fama más allá de la frontera. Por eso, el brasileño que logra ser profeta en su terruño la pega del techo, literalmente. Tal es el caso de la gente del Kibeloko y su exitazo de la cultura friki, «La Danza del Cuadrado».

Presentada al mercado en el 2008, bajo la producción de Antonio Tabet  y Cadu Scheffer, y la voz de la guía turística Sharon Acioly, cuenta con casi diecisiete millones de visitas en un solo post. A eso habría que agregarle la versión que sacaron los Deznecessarios, que con voz más seductora y ritmo de danza stripper consiguieron un par de millones más. Sin contar la reciente interpretación argentina, a cargo del comediante Yayo, que a mediados de este año ha dividido las opiniones de miles de blogueros sobre cuál video es más chaborro y divertido: si el original o el del Cono Sur.

«Cada uno en su cuadrado / cada uno en su cuadrado…», repite sin cesar la redondita Sharon. Y el mantra los lleva al trance hasta por diez minutos, al son de una hipnótica cadencia tribal. En la mitad de un tapete de yoga, o en una cuadrícula bien delimitada, todo es posible. Atenção, sólo hay que seguir la meditación guiada y ejecutar la coreografía sin salirse del perímetro, ni pisar la rayita: nadar, hacer flexiones, levantar la patica, imitar a un vaquero, o a un mono, empujar al de al lado, besar al de al lado, correr con obstáculos, driblar como Robinho, caminar como Michael Jackson. Equis, pues… La lista puede ser interminable.

La brincadeira colectiva y cuadriculada da para todo: conciertos, bailantas sabatinas, fiestas playeras, showrooms, payasadas escolares… La multitudinaria aceptación muy probablemente se deba al videoclip que dio a conocer la Danza del Cuadrado, basado en una terna de varones que exaltan sus defectos y malformaciones embutidos en lycras femeninas y zapatillitas de ballet. Tião, Ricardo Amaral y Claudinho Castro, dan la sensación más bien de estar haciendo el casting para el remake de Satiricon de Fellini. Como dice la consigna del Kibeloko: “la verdad es dura y el kibe, crudo”…

Despojado de cualquier pretensión, este batacazo musical del laboratorio de la posmodernidad exalta a los frikis (por freak en inglés), un grupo arquetipal que ahora es delicadamente reconocido por la sociedad como “los extraños” o “los extravagantes», entre otros términos. Gracias a la libertad de expresión y promoción infinita que brinda la Web 2.0, ser friki también se ha convertido en una moda digna. Así tenemos, en este caso, al barrigón pelúo o al famélico de canillas de garza haciendo las delicias frente al público, cuando en la canción les dan la orden «danza bonito». Pero sin duda alguna, y así lo afirma el consenso, los momentos cumbres de esta pieza suceden cuando en el “paso matrix” el pequeñito del grupo no puede estirarse a lo Keanu Reeves para esquivar la bala, y cuando los tercios se apretujan en una sola colchonetica para formar un trencito, arrecostando todo lo que tengan.

Hoy por hoy la cultura de masas encuentra solaz en la ridiculización y la falta de trascendencia. Frente al tumulto y la hostilidad del día a día, no hay nada como relajarse con un buen momento de eclipse total del sentido. La Macarena, el Aserejé, han sido los cantos religiosos de un culto sin fe, al que lo único que se le pide es que proporcione al adepto satisfacciones emocionales suficientes como para hacerle sentir que sigue vivo. Dios ha muerto, pero tenemos Star Wars y la Danza del Cuadrado. ¿Por qué no incluyeron el paso de los Teletubies? ¡Diox!