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Con su piel tostada, oscurita como el primer café de la mañana, su rostro afable y su personalidad tan humilde, sabe que él mismo, con su palabra, su canto, su música y su legado, es patrimonio cultural vivo de San Agustín y de toda Caracas

Texto Arianne Cuárez
Fotos Daniel Hernández

A Noel Márquez le cuesta hablar de sí mismo. No porque no quiera o no sepa cómo hacerlo. La razón –dice– obedece a un tema de identidad: se siente un reflejo tan vivo de la historia de sus antepasados negros y esclavos que, tal vez, para contar su historia, haga falta contar la historia de todos ellos también hasta llegar a la suya.

En todo San Agustín, una de las parroquias más culturales, rebeldes y afrodescendientes de Caracas, no hay quien no conozca a Noel. Él se pasea con gusto por los alrededores del icónico Teatro Alameda, el mismo que fuera inaugurado en noviembre de 1943, que recibió en el escenario a grandes cantantes internacionales como Celia Cruz, Jorge Negrete y La Sonora Matancera, y que durante 30 años estuvo cerrado, deteriorado, hasta que la comunidad lo rescató.

—En este teatro cantó Benny Moré, ¿lo sabías? –le dice Noel a una mujer que aguarda en la entrada del lugar–. Y más allá mataron a Leonardo Ruíz Pineda, un actor de la resistencia. Él se escondía aquí cuando la dictadura de Marcos Pérez Jiménez.

Siempre con una sonrisa en el rostro, haciendo breves pausas en cada esquina, Noel saluda a todo el que se le acerca y lo reconoce como uno de los más notables promotores culturales de San Agustín.

De los 72 años de edad que tiene Noel Márquez, los últimos 42 los ha vivido en San Agustín por dos razones: la primera, por un llamado cultural y ancestral:

—Mis antepasados viajaron desde Barlovento hasta Caracas, ocupando lugares como Catia, Simón Rodríguez y, naturalmente, San Agustín. No fue fácil. Después, cuando construyeron Parque Central y el Complejo Cultural Teatro Teresa Carreño, San Agustín era el punto discordante, “¿y qué hace tanto negro viviendo en el centro de la ciudad?” –decía la gente, protestando–. Nos ha costado mucho trabajo ganarnos el respeto de la gente, el derecho de pertenecer a este lugar.

La segunda razón que hizo que Noel Márquez se trasladara a esta parroquia para nunca más vivir en otro lugar, tiene que ver con un gesto de lealtad familiar: la tarea de ayudar a esclarecer y hacer justicia a las muertes de Nilda, Alejandrina y Tibisay Ramos, todas sus primas hermanas, todas víctimas de la tragedia que enlutó para siempre al grupo musical patrimonio de San Agustín, el Grupo Folklórico y Experimental Madera, en el naufragio de la falka Esther, la embarcación en la que el conjunto viajaba sobre las aguas del río Orinoco, el 15 de agosto de 1980.

—Eran mis primas hermanas, todas hijas de Pedro Alejandro, hermano de mi padre –recuerda–. El hombre perdió a sus tres hijas al mismo tiempo. Desde ese momento me dijeron: “Usted se va al Amazonas, involúcrese”. Y yo estoy aquí cumpliendo la orientación de mis padres, buscando justicia.

Aunque Noel diga que esclarecer las razones que produjeron aquel terrible suceso sea una tarea sólo de él, en realidad esta tarea es de todo San Agustín que tanto le debe al Grupo Madera. El libro De Hacienda La Yerbera a Parroquia San Agustín, escrito por el cronista José Agapito Hernández y publicado en 2017 por la Fundación Bigott, lo explica mejor:

“El Grupo Folklórico y Experimental Madera –desde su primera presentación, el 18 de noviembre de 1977 en la Casa Monagas, hasta la desaparición de once de sus integrantes en las aguas del Río Orinoco, sector El Venao, zona Samariapo, al sur del Puerto Ayacucho, el 15 de agosto de 1980– fue la síntesis de todo lo que hasta ese momento había ocurrido social, política y musicalmente en la parroquia San Agustín, dejando un legado cultural, con un vital y recio lenguaje musical que expresó su compromiso, siempre crítico con su tiempo. En este momento es la expresión del proceso. Es un valor patrimonial de la parroquia San Agustín, de Caracas y del país. Es el desarrollo en la investigación, proyección y el trabajo sociocultural comunitario, que con manifestaciones tradicionales de Venezuela y El Caribe le brindaron al país y a la parroquia San Agustín”.

Sólo hasta el año pasado (2022) se logró reabrir el caso policial de la muerte de los once integrantes, esta vez no como tragedia ni accidente sino como homicidio, una lucha que durante cuatro décadas Noel, el Grupo Madera, músicos, cultores y personas involucradas han llevado a cabo.

—Luis Herrera Campins (presidente de Venezuela entre los años 1979-1984), culpabilizó a nuestros compañeros diciendo que cuando uno es joven uno es de todo menos prudente. Lo que quiere decir que la embarcación se hundió porque la puerta se quedó abierta o porque alguno de nuestros compañeros hizo algo indebido, pero no fue un gesto de imprudencia –cuenta Noel.

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En San Agustín primero se baila, se toca, se canta y después se come. Para Noel, levantarse de la cama con música, con salsa y guaguancó y con ganas de vivir y promover la cultura, es lo habitual.

Ya lo hacía desde los primeros años de su juventud cuando formó parte del Grupo Jairo.

—Jóvenes haciendo arte y rompiendo obstáculos. Teníamos participación en el Frente Nacional de la Cultura Popular en el que también estaba el Grupo Madera: todo estaba conectado –recuerda.

Ahora, como presidente del Grupo Madera, su foco está puesto en llevar la música y los ritmos afrovenezolanos a cada rincón del país, a través de la ruta del tambor.

—A los esclavos no les preguntaban a dónde querían ir, a ellos se los robaban y los trasladaban a cualquier lugar. Nosotros haremos lo mismo pero ahora con la música de esos esclavos, con nuestra música, con nuestra historia, con nuestro tambor.

Al mes de febrero de 2023, el grupo musical ha elaborado cientos de instrumentos de percusión que llegan de forma gratuita a las comunidades más vulnerables de la ciudad, las mismas donde se toca y se baila salsa de la buena, un género musical muy propio de San Agustín, cuna de salseros y percusionistas que hoy son reconocidos a nivel internacional, como Carlos “Nene” Quintero y José “Cheo” Navarro.

En San Agustín, cuna de hombres y mujeres afro, hijos del ritmo y del tambor, el amor por la salsa es algo simplemente natural.

—La música, la salsa y el tambor no son ritmos de un pequeño espacio geográfico y nada más. En San Agustín y en todo el país y el mundo, lo que buscamos es que el tambor se multiplique. Es parte de lo nuestro –sostiene Noel.

Con su piel color café y su manera afable y humilde, Noel sabe que él mismo es patrimonio cultural vivo de San Agustín y Caracas. De hecho, fue él quien escribiera el nuevo himno de Caracas, un canto que “saca al indio de la neblina, hace que deje de estar invisibilizado y lo pone al frente, con los negros, con todos los que somos parte de la historia de la ciudad”.

Aunque sabe que es un hombre valioso y querido por toda la parroquia, Noel –de nuevo– no se siente uno sólo, no puede hablar sólo de sí mismo. Lo de él siempre será el colectivo, el bochinche, la gente, el abrazo, el escenario, el tambor y su San Agustín que no cambia por nada.

–Bueno, el escenario sí, la tarima sí, pero no sólo como entretenimiento. Más bien, somos parte de la memoria, de la investigación, del fortalecimiento de nuestra identidad afro, venezolana y caribeña. No queremos ser sólo un grupo musical de tarima que viva en el recuerdo. Nosotros queremos ser siempre el presente.

12 historias que conectan e inspiran de una de las parroquias con mayor tradición cultural y arraigo de Caracas.

Un especial en alianza entre Historias que laten, Ghetto Photo y 100% San Agustín

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