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En el corazón de las barriadas caraqueñas, sus manos siguen trabajando, día a día, para garantizar la alimentación de  más de 500 niños y madres lactantes durante la cuarentena. Se trata de las voluntarias del Proyecto Nodriza, mujeres que se han comprometido en cuerpo y alma a cocinar y distribuir alimentos en los cuatro comedores populares que la organización no gubernamental lleva en alianza con World Central Kitchen y las Hermanas ABC Prodein. 

El aislamiento social al que obligó el coronavirus puso en jaque a muchos de los programas sociales que atienden la emergencia humanitaria en Venezuela. Pero las nodrizas decidieron no parar y adaptaron su dinámica de elaboración y repartición de comida a los protocolos de higiene necesarios para evitar la propagación de la pandemia. 

Y eso no es todo. En un tiempo signado por el cierre de puertas, siguieron adelante con la inauguración del comedor Padre Rodrigo Molina, ubicado en Maca. Este es el cuarto comedor de Petare y el quinto en del Distrito Metropolitano de Caracas. Los otros están ubicados en San Isidro, La Dolorita, Mariche y El Hatillo. Su motivación es la certeza de que mantenerse en funcionamiento es un aporte para vencer de la desnutrición que azota a la niñez de las zonas populares del país. 

Ataviadas con guantes, gorros y mascarillas, las voluntarias entregan cada mediodía el alimento a las madres, que ahora asisten al comedor en grupos de cinco y organizadas por turno. Ya no comen allí: llevan el sustento hasta sus casas para alimentar a sus familias y protegerse del contagio. Los platos consisten en una porción de proteína, carbohidratos y verduras, acompañadas de alguna fruta. Estos insumos son donados por las organizaciones aliadas del proyecto y sectores de la sociedad civil.

“Cerrar los comedores es impensable. Debido al estado de emergencia, muchas madres no pueden trabajar y están aisladas sin poder bajar del barrio, por la cuarentena. Nuestro esfuerzo está en crear soluciones para continuar dando la cantidad calórica diaria que necesitan. Para muchas, las comidas que les damos son su único alimento”, cuenta Berenice Moreno, Coordinadora de Alimentación de Proyecto Nodriza.