El fotógrafo documentalista Daniel Hernández ha logrado captar el alma de las mujeres venezolanas por donde quiera que pasa o viaja. Se detiene, saluda, retrata sus miradas, sonrisas y añoranzas. Captura esa autenticidad y fuerza que las distingue.
—Las mujeres todas para mí son atractivas —dice Daniel—como la joven que camina con soltura e irradia luz o la madre que protege a sus niños y les da amor. La mujer entra en mis imágenes porque sencillamente son únicas en todos los sentidos y sólo ellas son símbolo de cuidado y belleza al mismo tiempo.
Las que ya son mayores le generan sentimientos de ternura.
—En ellas puedo ver a mi madre o abuela porque ya en sus rostros marcados por la textura que dan los años soy capaz de leer si fue feliz o no. Si tuvo mucho trabajo en la vida o se llenó de mucha felicidad. Eso lo he aprendido a leer con los años sin cruzar palabras.
Aquí le dejamos una muestra de estas mujeres únicas que retrató en distintas escenas de la Gran Caracas y el oriente de Venezuela, con sus impresiones al fotografiarlas.
Ella usa con alegría, su fuerza. Necesita un lugar para vivir y no le tiene miedo al trabajo. Para mí esta imagen dice: “Soy capaz de levantar mi hogar para mis hijos y para mí”.
Me cautivó la mirada serena de la abuela de la Montañita de Gueime, en Guarenas, con esa estampa protectora que tiene al cuidar a su nieta. Inicio la plática con un «buenos días, bendición abuela, ¿cómo le va?».
Hace mucho tiempo necesité la mirada de Ariani en este contraste de colores en la Plaza Francia. Estaba serena y muy paciente esperando el momento del retrato. Esta joven músico ya está en tierras del Sur, pero queda la fotografía de su huella aquí.
Allí estaban, escaleras arriba, en Santa Bárbara de Guarenas. Frente a mí una mujer que simuló una pose divina y maternal.
Un palo de ron me ofrecía Maríita Blanco. Con alegría lo servía, orgullosa ella de su día Sanjuanero y de vestir de rojo y blanco en Curiepe, su pueblo.
De esas fotos que no me gustan pero que me dejan sorprendido cuando la novia es tan bella que me deja cautivo.
Creí por mucho tiempo que las bolas criollas eran cosas de hombres. Que las mujeres no se metían. Pero en Guatire existen torneos para femeninas, y no juegan suavecito, ¡no señor! Lanzan la bola con energía.
No importa la edad que tenga. La necesidad se convierte en valentía y a sus años trabaja duro con su carrito de helados caminando por Caracas todo el día.
La pícara selfie de una mujer bonita. La miss se siente contenta, admirada. Ella se estila coqueta mientras todos la miran.
De esas noches donde las modelos que han sido vestidas por el diseñador Alejandro Martínez desfilan. Ella derrocha ante mí todo su potencial resumido en esta fotografía dónde hay mucha actitud.
Muchos no te conocieron, Margarita. No lograron ver la gloria de tu espíritu al levantar los semilleros de jóvenes futbolistas guareneros. Hoy te recuerdo con el honor que me diste al retratarte.
En Catia las observé trabajar duro, sin quejarse por cargar los bloques con lo que serían construidos sus hogares. Muchas se sumaron al trabajo, sólo querían ver progresar rápido la construcción de sus viviendas sin importar el sol.
Su sonrisa a su edad, sentada allí trabajando me hizo el día.