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En los pueblos Mucuchíes y Santo Domingo de Mérida, en los Andes venezolanos, un centro de conservación de anfibios creó alianzas con las comunidades para preservar ranas endémicas en peligro de extinción. Desde 2019, han conseguido nuevas poblaciones de la ranita de Mucuchíes (Aromobates zippeli), llevar educación ambiental a más de 70 niños, e iniciar un programa de restauración para el bosque seco montano de Mucuchíes, una de las zonas más amenazadas de esa región

Cada vez que sale a monitorear las ranas merideñas en extinción, Reinhold Martínez prepara lo que necesita para la salida de campo. Primero, busca ropa cómoda que le permita movilizarse pero que además lo proteja del frío característico del páramo andino en Mérida, Venezuela. Luego, viste sus botas de caucho e inmediatamente se asegura de llevar guantes, malla, GPS y su teléfono para grabar los cantos y documentar los detalles con fotografías.

Dependiendo de la especie que vaya a monitorear, se dirige a la Sierra de Santo Domingo o al bosque seco montano de Mucuchíes. Una vez en el campo, se dispone a buscar los animales. Con ayuda de la malla, captura a algunos para determinar si son machos, hembras o juveniles. También cuenta los cantos de las ranas para calcular un estimado de la población de la especie. 

El monitoreo de la alianza reveló la presencia de la rana arborícola andina de Mérida, en la región de Mucuchíes. Foto Enrique La Marca

De esos hallazgos, toma notas de las coordenadas, fecha y cantidad de anfibios que escuchó. Finalmente, le pasa el reporte al biólogo Enrique La Marca, para volver con el equipo del centro de Rescate de Especies Venezolanas de Anfibios Amenazados (REVA) y explorar el lugar.

—Quise involucrarme en la búsqueda y monitoreo de anfibios porque siempre me ha apasionado la biodiversidad. Mi conocimiento sobre las ranas era escaso. Participar en este proyecto me pareció una bonita excusa para aprender sobre este grupo de animales— cuenta con entusiasmo Reinhold, quien es licenciado en Gestión y Planificación Turística.

Desde 2019 es uno de los aliados de REVA, el único centro de conservación ex situ de anfibios que continúa activo en Venezuela. Esta iniciativa de formar alianzas surgió cuando Enrique La Marca, director de REVA, pensó en involucrar a actores locales en el rescate de poblaciones de ranas endémicas en peligro de extinción, específicamente de Santo Domingo y Mucuchíes. El REVA, que se fundó en 2018, ya había logrado la recuperación de algunos anfibios a través de programas de cría en cautiverio que terminaron con la reintroducción de esas especies en sus hábitats naturales. Entre 2018 y 2021, habían liberado aproximadamente 70 ejemplares de la ranita con collar de Mérida (Mannophryne collaris) en el Jardín Botánico de Mérida, así como 35 ranas de Mucuchíes (Aromobates zippeli) en un remanente de bosque seco montano dentro de la hacienda Moconoque en Mucuchíes.

Ranita de Mucuchíes. Foto: Enrique La Marca

Aun así, Enrique La Marca notó que se requerían de otras estrategias de conservación para afrontar el problema de disminución de ranas en un país megadiverso. Según la Evaluación Global de los Anfibios (GAA), Venezuela ocupa el octavo lugar de los países con mayor diversidad de anfibios en el mundo, con alrededor de 293 especies reportadas. Sin embargo, de esa cantidad 43 especies están dentro de alguna categoría de amenaza y 8 de ellas son endémicas de Mérida, de acuerdo con el Libro Rojo de la Fauna Venezolana publicado en 2015.

Por ello, resultaba necesario monitorear con mayor frecuencia las poblaciones de anfibios nativos de la ciudad de Mérida, pero también a aquellos que se distribuían en áreas más alejadas como la Sierra de Santo Domingo y Mucuchíes.

El equipo del centro de rescate tenía dificultades para lograr ese objetivo. Contaban con un grupo de trabajo pequeño y debían enfrentar otros obstáculos como la escasez de combustible. Ante esta situación, La Marca involucró a Martínez.

Pero los protagonistas de esta historia no son La Marca ni Martínez. Tampoco lo son los integrantes de REVA, ni el grupo de profesionales que colaboran en las acciones conservacionistas. El protagonista, en cambio, es un plan de conservación integrador que busca rescatar a anfibios amenazados en esa región de los Andes. Este plan inició con el monitoreo de especies, y progresivamente empezó a incluir charlas de educación ambiental y un programa de restauración ecológica.

Monitoreos para conocer el estado de las ranas

En 2019, Enrique La Marca involucró a su aliado de Santo Domingo en la labor de monitoreo de anfibios. 

—Reinhold es un gran conocedor de la montaña. Lo conocí en el proyecto Donde Venezuela Toca El Cielo, en el que él y un grupo de montañistas recorrieron la Sierra de la Culata. A raíz de ese proyecto, lo invité a participar en la búsqueda de anfibios de Santo Domingo— recuerda el biólogo.

Tras contar con este apoyo, la siguiente fase consistió en enseñar el proceso de monitoreo. El entrenamiento incluyó una combinación de conocimientos teórico-prácticos, basados tanto en la experiencia de La Marca, como en las donaciones de libros y artículos científicos especializados.

—Aprendí sobre los tipos de hábitat de las especies, los rangos de distribución y sobre las categorías de amenaza de esas ranas. Después, fuimos al campo. Allí debíamos tomar notas sobre las coordenadas, la fecha y los metros que se recorren en las salidas —detalla Reinhold.

También se debían implementar otros métodos para la búsqueda de anfibios. 

—Uno de ellos son las transectas de bandas auditivas, que quiere decir que vamos contando los cantos de los machos. Sabemos que puede haber una proporción de dos hembras por cada macho y ahí se puede extrapolar. El otro método son los encuentros visuales. Allí se hace una búsqueda activa del animal y se registra si es macho, hembra o juvenil. Luego, se libera en el mismo sitio donde se consiguió— explica La Marca, quien ha descrito más de 40 especies de anfibios.

Con esta base informativa, el trabajo de las alianzas empezó con la búsqueda de la rana Mapurite de Mucubají (Aromobates Leopardalis), una especie única de Santo Domingo que está desaparecida desde 1995, debido a la contaminación de los páramos y la introducción de especies exóticas. Aunque desde 2019 se han realizado varias expediciones para lograr su redescubrimiento, los resultados todavía no han sido positivos.

El REVA y su aliado en la región mantienen la esperanza de que sea posible. En el año 2018, se logró redescubrir a la rana del teleférico (Pristimantis telefericus), una especie que no se avistaba desde la década de los noventa.

Aromobates zippeli, conocida comúnmente como la ranita de Mucuchíes. Foto: María Gabriela Osuna

Este logro fue posible gracias al financiamiento del fondo de conservación de especies The Mohamed Bin Zayed, el cual permitió al equipo de esta organización evaluar su estado de conservación en su hábitat natural. 

—Monitorear nos permite detectar a los anfibios en peligro e identificar cuáles requieren de programas de conservación. Esto, además, nos permite proponer categorías ante la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN)— señala La Marca.

Tras realizar esa expedición, se detectó una reducción del tamaño de la población de la rana del teleférico de más del 50%. Gracias a estos aportes científicos, esta ranita fue elevada de la categoría Datos Insuficientes a la categoría En Peligro Crítico de Extinción de la Lista Roja de Especies Amenazadas de la UICN, en el año 2020. 

El trabajo de las alianzas también ha permitido encontrar nuevas poblaciones de la ranita de Mucuchíes, una especie catalogada En Peligro Crítico por la UICN y que habita únicamente en bosques secos montanos en Mucuchíes. Hasta 2018, solo se habían identificado dos poblaciones en el sector Moconoque, registradas específicamente dentro de la hacienda Moconoque.

Actualmente, se conocen cinco poblaciones de la rana. Entre 2019 y 2023 se descubrió una población adicional dentro de la hacienda, otra en un sitio conocido como “Los Pantanos” y una última en el sector Los Muros de Tadeo en San Rafael de Mucuchíes.

La identificación de la especie en los Muros de Tadeo reveló, además, la presencia de la rana arborícola andina de Mérida (Hyloscirtus platydactylus), lo que la convierte en la segunda especie de rana encontrada en la región de Mucuchíes. Este anfibio se había registrado en los estados Barinas, Táchira y Mérida, pero en altitudes menores a los 3000 m.s.n.m.

Alcanzar todo esto, admiten, ha sido un gran desafío. La falta de combustible en el país ha reducido la cantidad de monitoreos mensuales. Además los especialistas formados en esta área son limitados, pues muchos profesionales en este campo han emigrado de Venezuela y entrenar a otros requiere de tiempo, materiales y recursos. Aun así, el trabajo de monitoreo está dando buenos resultados.

Educación ambiental como estrategia de conservación

Desde 2022, el plan también incluyó charlas de educación ambiental en Mucuchíes. 

—La cría ex situ y el monitoreo no son la única vía de conservación. Queremos trabajar desde la raíz del problema. Por ello, queremos educar a las familias a través de los niños—explica Janina Puente, miembro de REVA y una de las encargadas de las charlas educativas.

Pero para llamar la atención de niños con edades entre 7 y 12 años, el equipo debía usar estrategias de enseñanza acordes a su edad. En lugar de charlas formales, consideraron hacer dramatizaciones y utilizar juegos, fotos y dibujos para conversar sobre la importancia de preservar a la rana de Mucuchíes y mantener el equilibrio en el ecosistema, pues estos animales son vitales en el control de plagas de insectos.

Fotos Enrique la Marca

Tras concretar la iniciativa, los miembros del centro presentaron la propuesta a Daniela Febres-Cordero, directora de la Escuela de Labores de Moconoque, quien dio su autorización para utilizar los espacios de la hacienda en las actividades educativas.

La Escuela de Labores de Moconoque tiene más de 15 años dictando clases de costura y culinaria, pero durante este tiempo también ha ofrecido planes vacacionales a niños de Mucuchíes. En agosto de 2022, REVA aprovechó la presencia de estos niños para iniciar con las charlas planificadas.

La hacienda Moconoque es uno de los espacios donde se realizan las actividades de educación ambiental. Foto: Enrique La Marca

Según datos proporcionados por REVA, en esa primera charla participaron 27 niños. Posteriormente, se realizó otra reunión con 22 niños de las comunidades de Mucurubá y Mucuchíes.

Las actividades educativas también se extendieron a la Escuela Técnica Robinsoniana Máximo Toro en Santo Domingo. Allí, a través del proyecto Mirada de Ave/Bird’s Eye View, financiado por el Instituto Hoffman en los Estados Unidos, se estaba impartiendo una clase sobre Ecología y Ambiente, que inició en octubre de 2022.  

Aunque el proyecto educacional se centraba en la conservación de aves migratorias, también se discutió sobre los anfibios de la región. En junio de 2023 se realizó una charla sobre este tema, que contó con la participación del equipo de REVA. Allí, los 25 alumnos de la clase interactuaron con la rana paramera de Lancinii (Pristimantis Lancinii), una especie endémica de los estados Mérida y Trujillo.

—Ese día Enrique (La Marca) habló sobre el valor de las ranas y, antes de terminar la charla, les dijimos a los niños que habíamos llevado una en un recipiente. Algunos tenían miedo, pero cuando la tocaron sintieron confianza. Al final, los chamos estaban contentos con la experiencia. No se imaginaban que había ranas en el páramo— cuenta Reinhold Martínez, quien además es observador de aves y lidera el proyecto Mirada de Ave/Bird’s Eye View.

Hasta agosto de 2023, han atendido a más de 70 niños.  Ha sido un proceso de enseñanza progresivo. 

—En algunas ocasiones, los niños no pueden asistir debido a la falta de transporte público. Otra limitante es la escasez de gasolina. Por estas razones, no hemos podido ir hasta Mucuchíes con tanta frecuencia— explica Puente.

A pesar de estas dificultades, Enrique La Marca asegura que continuarán con la labor de educación ambiental. Desde febrero de 2024, la difusión del conocimiento sobre la rana de Mucuchíes y otros anfibios endémicos de Mérida llegará a muchos más habitantes, a través de un seriado de podcasts que produjo una estudiante de Comunicación Social de la Universidad de los Andes (ULA). Los contenidos serán transmitidos por la emisora 107.7 ULA FM de Mérida.

Proyecto Bosque Seco Mucuchíes 

El proyecto Bosque Seco Mucuchíes (BSM) es otra de las acciones para conservar a la ranita de Mucuchíes y su hábitat natural. Este programa de restauración ecológica forma parte del Plan Nacional de Reforestación y, como muchas soluciones, surgió del problema. La región de Mucuchíes ya había perdido casi en su totalidad al bosque seco montano, y junto a él estaban desapareciendo las especies que albergaba.

—En Venezuela este tipo de bosque ha sido sometido a la intervención humana durante más de 3.000 años. La deforestación comenzó con grupos étnicos que dependían de la madera para construir viviendas. Más tarde, las condiciones empeoraron con los colonos europeos que trajeron sus cultivos para establecer una agricultura favorecida por las condiciones secas y frías— explican Enrique La Marca, Michelle Castellanos y Gabriel Sánchez en un artículo de Amphibian Ark, publicado en 2018.

En la actualidad solo existen algunos remanentes boscosos que se encuentran asociados a orillas de riachuelos y manantiales. Como respuesta a esta preocupación, surge el plan de restauración. 

—Las primeras ideas del proyecto nacieron en 2014, pero a partir de 2019 empezamos a consolidarlas—cuenta La Marca.

Aun así, fue en julio de 2022 cuando el plan empezó a concretarse. En ese año, el equipo de REVA empezó a buscar un sitio para construir un vivero en el que germinaran las plántulas que, posteriormente, serían trasplantadas.

Así le presentaron la propuesta a Daniela Febres-Cordero, aliada de la organización en las actividades educativas, para utilizar un espacio dentro de la hacienda Moconoque. Se estableció un convenio con los propietarios de la hacienda y se asignó el sitio para desarrollar el proyecto.

El siguiente paso consistió en elaborar los inventarios de flora correspondientes al bosque seco andino. En este procedimiento participaron Anairamiz Aranguren, bióloga; José Guevara y Luis Gámez, ambos ingenieros forestales.

Gracias a ese proceso, se determinaron algunas especies de árboles nativos, como el hayuelo (Dodonaea viscosa), el urumaco (Cassia jahnii Brit & Rose) y el aliso (Alnus jorullensis), pero además se identificaron las plantas del género Cynoglossum, que no tienen nombre común.

El plan de restauración también contó con el apoyo del geógrafo Josué Briceño, quien se encargó de elaborar la cartografía para conocer el terreno.

Con estas investigaciones, ya se podía instaurar el vivero. Sin embargo, el equipo del centro estaba enfrentando algunas dificultades. 

—Todavía tenemos que hacer varias compras, pero no contamos con suficientes recursos. Por otro lado, necesitamos de personas que lo construyan. Materializarlo es un proceso lento— destaca La Marca.

Aun así, el equipo pudo conseguir una alternativa mientras se construía el vivero. Una estudiante de la Facultad de Ciencias Forestales y Ambientales, de la Universidad de Los Andes (ULA), había asociado su tesis al proyecto de restauración y, gracias a su apoyo, la facultad cedió un espacio para desarrollar las plántulas de algunos árboles.

En abril de 2023, sembraron en ese espacio semillas recolectadas en el sector Moconoque en Mucuchíes. Simultáneamente, La Marca sembró semillas de plantas del género Cynoglossum en su apartamento. Después de tres meses, germinaron 53 plántulas de hayuelos, 2 urumacos, 1 aliso y 30 plántulas del género Cynoglossum. 

Tras alcanzar un tamaño y contextura apropiada, los ejemplares fueron trasladados a la hacienda Moconoque en julio de 2023, donde se aclimataron antes del trasplante. 

—Con esa cantidad vamos a comenzar. La idea es que cuando tengamos nuestro vivero sembremos unas 10.000 plantas— detalla La Marca.

En noviembre se trasplantaron los primeros ejemplares en el cerro Moconoque dentro de la hacienda, pero se tiene la intención de extender este esfuerzo a los sectores Los Pantanos y Los Muros de Tadeo, donde se encuentran poblaciones estables de la ranita de Mucuchíes.

Como uno de los objetivos del plan es preservar a las poblaciones de la rana de Mucuchíes, esta rana podría convertirse en una “especie bandera”. 

—Esto significa que, al desarrollar programas de conservación sobre sus poblaciones, se contribuye indirectamente en la conservación de otros componentes del ecosistema—  explica La Marca.

Para determinar qué especies se beneficiarán del plan, se está realizando un inventario de fauna con la colaboración de Reinhold Martínez y Néstor Sánchez, biólogo y miembro de REVA.

Hasta la fecha, se ha descubierto que en ese hábitat también vive Atractus Mijaresi, una serpiente endémica que figura en la categoría de Datos Insuficientes según la UICN, y la rana arborícola andina de Mérida, considerada como Vulnerable según la UICN, debido a la disminución de su hábitat.

Pero todavía no se ven resultados porque el plan está en proceso. 

—Los árboles pueden tardar años en alcanzar sus condiciones de madurez. Por ello, establecimos un convenio de 20 años para el proyecto. En los planes de reforestación se suele trabajar con especies que crecen rápido, pero lo de nosotros va a tomar tiempo—asegura La Marca.

Las acciones que conforman el plan de conservación integradora son prometedoras. Aunque no representan soluciones definitivas, son un avance para obtener resultados positivos en un futuro cercano, en el que la ranita de Mucuchíes y demás especies de la región tendrán mejores condiciones de vida.