Despejar los mitos sobre la experiencia menstrual y hacer que las mujeres se sientan seguras y a gusto con los procesos naturales de su cuerpo, son los propósitos de un grupo de voluntarios en el estado Zulia. Desde hace dos años unen esfuerzos para ayudar a minimizar los efectos de la pobreza menstrual en los sectores más humildes de su región
Ilustraciones Shari Avendaño
Desde mucho antes de la pandemia, en las aulas de clase del estado Zulia había una situación que se repetía con frecuencia: la de los pupitres vacíos. Todos sabían el motivo de la ausencia, pero nadie lo comentaba en voz alta. Desde muy pequeños, les han enseñado que hay temas de los que no se habla, por pudor o por vergüenza.
En sus casas, ellas sacaban cuentas de las faltas que llevan y se preguntaban si reprobarían el año escolar por inasistencias. También calculaban el dinero que tenían en sus bolsillos e intentaban ingeniárselas para saber cómo iban a resolver en esa ocasión para detener lo que emanaba de su vientre.
Aunque ya no van a clases, por la restricción de la cuarentena, esa desesperación no ha cambiado. En este momento del mes, desean asearse con más ahínco pero creen que es casi un lujo pretenderlo. El agua es escasa y desde hace más tiempo del que recuerdan dejó de salir del grifo.
33% de las estudiantes ha faltado
a clases por no tener recursos
para gestionar su menstruación
(Informe Proyecto Mujeres, 2020).
Aunque ya no van a clases, por la restricción de la cuarentena, esa desesperación no ha cambiado. En este momento del mes, desean asearse con más ahínco pero creen que es casi un lujo pretenderlo. El agua es escasa y desde hace más tiempo del que recuerdan dejó de salir del grifo.
En el informe del Observatorio Venezolano de los Servicios Públicos, de abril de 2021, quedó en evidencia que 82,4% de los zulianos tienen un pésimo acceso al agua, cifra que los convierte en el tercer estado del país con peores condiciones en este servicio básico.
Por eso sus niñas y mujeres se han escondido en un refugio, para que no las vean. Les han dicho que su ciclo menstrual debe ocultarse a como dé lugar. Lo han recalcado por generaciones, hasta tal punto de hacerlas sentir avergonzadas de él. Allí, mientras esperan, sienten un dolor ante el cual no saben responder. Se preguntan por qué los guarapos de sus abuelas no calman sus calambres. O la razón de que uno de los indicativos naturales de su género las hagan sentir manchadas y vulnerables.
De acuerdo con cifras de Unicef, la pobreza menstrual, entendida como la carencia de tecnología, formación y servicios para la gestión de la menstruación, es uno de los principales problemas de los países subdesarrollados en el mundo. En Venezuela, esta realidad se vuelve aún más difícil, al sumarse el agudo contexto de crisis humanitaria que atraviesa la nación. Además de ser uno de los principales factores de ausentismo escolar, las carencias que hay en torno a la vivencia de un ciclo menstrual digno inciden negativamente en el desarrollo académico, laboral y psicosocial de las mujeres, especialmente en los sectores más humildes. Aunque no hay estudios específicos sobre cómo la pobreza menstrual está afectando a las jóvenes que están viviendo la menarquia o el inicio de su vida menstrual, la coordinadora de la Asociación Venezolana para una Educación Sexual Alternativa (Avesa) y psicóloga clínica, Magdimar León, cree que el panorama no es positivo: —No tener los recursos suficientes para gestionar la regla no favorece el vínculo positivo con ellas mismas. Interfiere su relación con el cuerpo, el ser, el desarrollo de la autoestima e incluso el desarrollo de una vida sexual sana —explica.
Pero en medio de este panorama, un grupo de jóvenes con franelas vistosas empezó a aparecer en escuelas de la región donde estudiaran niñas y adolescentes de bajos recursos. Con afiches de colores, juegos interactivos, globos e información clara y sin tabúes, empezaron a decirle que tanto ellas, como sus necesidades, debían ser visibilizadas. Acompañan sus charlas con actividades que confrontan las creencias sobre la menstruación que se han cimentado en la psiquis de mujeres y hombres. A través de los rituales lúdicos, naturalizan el proceso menstrual y fomentan su entendimiento. Se hacen llamar Fundación Proyecto Mujeres y lo que hacen es parte de un proyecto bautizado como Niñas Visibles. Este programa nació en 2019 con el apoyo de Frida Fund, una organización feminista internacional que otorga fondos semillas a organizaciones lideradas por mujeres jóvenes. También recibieron donaciones de copas menstruales y otros insumos gracias a De Justicia, una organización colombiana que apoya a proyectos de la sociedad civil venezolana a través de la fundación Enlaza Venezuela.
Niñas Visibles es una iniciativa especialmente relevante en un contexto en el cual las consecuencias de la pobreza menstrual se padecen cotidianamente en más de la mitad de los hogares del país. El estudio más reciente de Avesa sobre el estado de salud de las mujeres en el país revela que 53,7% ha presentado problemas de salud por el uso inadecuado de alternativas caseras para la higiene menstrual, especialmente niñas y adolescentes.
En el estado Zulia, particularmente, 33% de las estudiantes ha tenido que faltar a clases por no tener recursos para gestionar su menstruación, 68% de las consultadas admitió que no ha recibido información sobre la menstruación en la escuela y 60% aseguró no tener claro siquiera qué es el ciclo menstrual, según el informe de Proyecto Mujeres publicado a finales de 2020. Allí se confirma la hipótesis que le da sentido a su labor: uno de los ejes principales de la pobreza menstrual es la falta de educación.
La pandemia detuvo los juegos, pero no el saber
El peregrinaje por los colegios Fe y Alegría de Maracaibo, que habían sido el principal objeto de intervención, cesó súbitamente en marzo del 2020, cuando se decretó la cuarentena en Venezuela debido a la pandemia por la covid-19. Las voluntarias del Proyecto Mujeres debieron hacer frente a una enfermedad contagiosa y mortal que empezó a acechar. Los salones del Zulia quedaron vacíos y todos los estudiantes debieron quedarse en casa.
Pero las necesidades de brindar formación sobre la higiene menstrual seguían siendo urgentes y se extendían más allá de la población escolar. Entonces el programa Niñas Visibles buscó reinventarse. A su principal reto, que hasta ese momento había sido romper las estructuras retrógradas tan arraigadas en la población sobre la menstruación, se le sumaba el no poder contactarse de forma directa con la población que solían atender.
Así surgió el Diario Escarlata, un producto impreso hecho con la colaboración de un puñado de ilustradoras y personas interesadas en que la menstruación deje de verse como un proceso vergonzoso y estigmatizante. Se trata de un libro que recoge contenidos elaborados por especialistas acerca de la apropiación del cuerpo, la menstruación,el autocuidado, el consentimiento sexual e incluso la seguridad digital.
Aunque no hay un conteo exacto de la cantidad que ha sido distribuida desde su lanzamiento, las fundadoras de Proyecto Mujeres aseguran que ha sido una herramienta pedagógica clave para dar continuidad al propósito de cambiar las mentalidades en torno a la menstruación, dentro de una población que está ávida de conocimiento.
Aunque los gastos de impresión fueron difíciles de cubrir, se logró solventar el déficit ya que otros costos de logística presencial ya no existen. Así que se estima que tanto en la modalidad presencial, como en la distancia, los gastos del programa por participante oscilan entre 40 y 60 dólares.
—Por lo que yo he podido testimoniar en las comunidades, entre mujeres y niñas, sí existe una verdadera necesidad de información. Un hambre desesperada por poder entender el dolor físico y emocional que conlleva menstruar sin tener los recursos materiales informativos y emocionales para hacerlo con dignidad. Una vez que se le brinda a las niñas y a las mujeres los espacios de formación para entender lo que necesitan y facilitar sus vidas, se abre una oportunidad valiosísima para reconciliarse con sus cuerpos y eso todas lo agradecen —resalta Estefanía Reyes, directora de Proyecto Mujeres.
68% de las zulianas no ha recibido información
sobre la menstruación en la escuela
(Informe Proyecto Mujeres, 2020).
Reyes calcula que hasta el momento la fundación ha atendido cerca de 200 personas, entre las jóvenes del programa Niñas Visibles y los líderes de las comunidades que han tomado los talleres de formación para transmitir conocimientos sobre una vida menstrual digna.
También señala que organizaciones como Avesa han hecho aportes valiosos para solucionar esta problemática, pero que hay otras haciendo pequeñas contribuciones:
—Hay muchos esfuerzos, pequeños y grandes en muchos rincones del país que buscan mejorar las experiencias menstruales. Lo difícil es que no somos suficientes para abarcar un problema tan inmenso y tampoco tenemos los recursos, ni la visibilidad necesaria —lamenta Estefanía.
Agrega que la emergencia humanitaria que atraviesa el país, y particularmente el estado Zulia, ha dificultado el avance de la iniciativa. Resume cómo el proyecto ha tenido interrupciones continuas en los últimos años: en 2019 por los frecuentes y prolongados apagones nacionales, cuyas consecuencias se vieron más profundamente marcadas en su región. Luego, en 2020, por las limitaciones de desplazamiento impuestas por la cuarentena y el colapso de los servicios en el estado.
Por otro lado, la trabajadora social Thais Contreras aplaude cada uno de los esfuerzos que enfrentan la pobreza menstrual. Sin embargo, considera que en actualmente estos programas solo pueden representar un paliativo del problema estructural: la pobreza en sentido amplio.
Asegura que estos programas son replicables en todo el territorio nacional, al tiempo que pone su fe en la distribución masiva de la copa, junto con la formación en higiene menstrual, como las dos aristas principales para la resolución del problema.
En Venezuela, Proyecto Mujeres, la alianza de ONG impulsada por Cepaz y Avesa han desarollado programas para mitigar la pobreza menstrual. Pero otras iniciativas de instrucción y acompañamiento sobre este tema también han sido exitosas en Latinoamérica. Tal es el caso de Princesas Menstruantes, en Medellín, Colombia o Guatemala Menstruante.
Lo esencial, coinciden quienes analizan estos proyectos, es la concentración de esfuerzos en los programas de formación y el desmontaje de tabúes. En este sentido, la directora del Proyecto Mujeres asegura que, para evaluar y reajustar el programa en función de estas realidades, se realiza una encuesta luego de dos meses de aplicarlo para medir su impacto. Asimismo, cada seis meses se hace un seguimiento con las autoridades y docentes de la escuela intervenida para revisar el progreso de las jóvenes atendidas. La inspección se enfoca en saber si ha mejorado el nivel de asistencia.
60% de las zulianas no tiene claro
qué es el ciclo menstrual
(Informe Proyecto Mujeres, 2020).
Lo esencial, coinciden quienes analizan estos proyectos, es la concentración de esfuerzos en los programas de formación y el desmontaje de tabúes. En este sentido, la directora del Proyecto Mujeres asegura que, para evaluar y reajustar el programa en función de estas realidades, se realiza una encuesta luego de dos meses de aplicarlo para medir su impacto. Asimismo, cada seis meses se hace un seguimiento con las autoridades y docentes de la escuela intervenida para revisar el progreso de las jóvenes atendidas. La inspección se enfoca en saber si ha mejorado el nivel de asistencia.
Estefanía Reyes explica que lo más efectivo para desmontar el problema de raíz es actuar bajo una perspectiva que entienda que menstruar con dignidad no depende exclusivamente de una tecnología para gestionar la menstruación. Sugiere abordar la vergüenza y el mandato del silenciamiento como una línea central en cualquier esfuerzo que pretende erradicar la pobreza menstrual.
Aunque es difícil cuantificar el éxito de su labor, lo más importante es lograr que ellas se sientan a gusto con sus cuerpos y con los cambios que se producen en ellos, subraya la directora de Proyecto Mujeres.
—Lo importante es que puedan asimilar que menstruar con dignidad es un derecho que tienen todas y que es necesario luchar constantemente para defenderlo —insiste Estefanía.
Despejar los mitos sobre la experiencia menstrual y hacer que las mujeres se sientan seguras y a gusto con los procesos naturales de su cuerpo, son los propósitos de un grupo de voluntarios en el estado Zulia. Desde hace dos años unen esfuerzos para ayudar a minimizar los efectos de la pobreza menstrual en los sectores más humildes de su región
Ilustraciones Shari Avendaño
Desde mucho antes de la pandemia, en las aulas de clase del estado Zulia había una situación que se repetía con frecuencia: la de los pupitres vacíos. Todos sabían el motivo de la ausencia, pero nadie lo comentaba en voz alta. Desde muy pequeños, les han enseñado que hay temas de los que no se habla, por pudor o por vergüenza.
En sus casas, ellas sacaban cuentas de las faltas que llevan y se preguntaban si reprobarían el año escolar por inasistencias. También calculaban el dinero que tenían en sus bolsillos e intentaban ingeniárselas para saber cómo iban a resolver en esa ocasión para detener lo que emanaba de su vientre.
Aunque ya no van a clases, por la restricción de la cuarentena, esa desesperación no ha cambiado. En este momento del mes, desean asearse con más ahínco pero creen que es casi un lujo pretenderlo. El agua es escasa y desde hace más tiempo del que recuerdan dejó de salir del grifo.
33% de las estudiantes ha faltado
a clases por no tener recursos
para gestionar su menstruación
(Informe Proyecto Mujeres, 2020).
Aunque ya no van a clases, por la restricción de la cuarentena, esa desesperación no ha cambiado. En este momento del mes, desean asearse con más ahínco pero creen que es casi un lujo pretenderlo. El agua es escasa y desde hace más tiempo del que recuerdan dejó de salir del grifo.
En el informe del Observatorio Venezolano de los Servicios Públicos, de abril de 2021, quedó en evidencia que 82,4% de los zulianos tienen un pésimo acceso al agua, cifra que los convierte en el tercer estado del país con peores condiciones en este servicio básico.
Por eso sus niñas y mujeres se han escondido en un refugio, para que no las vean. Les han dicho que su ciclo menstrual debe ocultarse a como dé lugar. Lo han recalcado por generaciones, hasta tal punto de hacerlas sentir avergonzadas de él. Allí, mientras esperan, sienten un dolor ante el cual no saben responder. Se preguntan por qué los guarapos de sus abuelas no calman sus calambres. O la razón de que uno de los indicativos naturales de su género las hagan sentir manchadas y vulnerables.
De acuerdo con cifras de Unicef, la pobreza menstrual, entendida como la carencia de tecnología, formación y servicios para la gestión de la menstruación, es uno de los principales problemas de los países subdesarrollados en el mundo. En Venezuela, esta realidad se vuelve aún más difícil, al sumarse el agudo contexto de crisis humanitaria que atraviesa la nación. Además de ser uno de los principales factores de ausentismo escolar, las carencias que hay en torno a la vivencia de un ciclo menstrual digno inciden negativamente en el desarrollo académico, laboral y psicosocial de las mujeres, especialmente en los sectores más humildes. Aunque no hay estudios específicos sobre cómo la pobreza menstrual está afectando a las jóvenes que están viviendo la menarquia o el inicio de su vida menstrual, la coordinadora de la Asociación Venezolana para una Educación Sexual Alternativa (Avesa) y psicóloga clínica, Magdimar León, cree que el panorama no es positivo: —No tener los recursos suficientes para gestionar la regla no favorece el vínculo positivo con ellas mismas. Interfiere su relación con el cuerpo, el ser, el desarrollo de la autoestima e incluso el desarrollo de una vida sexual sana —explica.
Pero en medio de este panorama, un grupo de jóvenes con franelas vistosas empezó a aparecer en escuelas de la región donde estudiaran niñas y adolescentes de bajos recursos. Con afiches de colores, juegos interactivos, globos e información clara y sin tabúes, empezaron a decirle que tanto ellas, como sus necesidades, debían ser visibilizadas. Acompañan sus charlas con actividades que confrontan las creencias sobre la menstruación que se han cimentado en la psiquis de mujeres y hombres. A través de los rituales lúdicos, naturalizan el proceso menstrual y fomentan su entendimiento. Se hacen llamar Fundación Proyecto Mujeres y lo que hacen es parte de un proyecto bautizado como Niñas Visibles. Este programa nació en 2019 con el apoyo de Frida Fund, una organización feminista internacional que otorga fondos semillas a organizaciones lideradas por mujeres jóvenes. También recibieron donaciones de copas menstruales y otros insumos gracias a De Justicia, una organización colombiana que apoya a proyectos de la sociedad civil venezolana a través de la fundación Enlaza Venezuela.
Niñas Visibles es una iniciativa especialmente relevante en un contexto en el cual las consecuencias de la pobreza menstrual se padecen cotidianamente en más de la mitad de los hogares del país. El estudio más reciente de Avesa sobre el estado de salud de las mujeres en el país revela que 53,7% ha presentado problemas de salud por el uso inadecuado de alternativas caseras para la higiene menstrual, especialmente niñas y adolescentes.
En el estado Zulia, particularmente, 33% de las estudiantes ha tenido que faltar a clases por no tener recursos para gestionar su menstruación, 68% de las consultadas admitió que no ha recibido información sobre la menstruación en la escuela y 60% aseguró no tener claro siquiera qué es el ciclo menstrual, según el informe de Proyecto Mujeres publicado a finales de 2020. Allí se confirma la hipótesis que le da sentido a su labor: uno de los ejes principales de la pobreza menstrual es la falta de educación.
La pandemia detuvo los juegos, pero no el saber
El peregrinaje por los colegios Fe y Alegría de Maracaibo, que habían sido el principal objeto de intervención, cesó súbitamente en marzo del 2020, cuando se decretó la cuarentena en Venezuela debido a la pandemia por la covid-19. Las voluntarias del Proyecto Mujeres debieron hacer frente a una enfermedad contagiosa y mortal que empezó a acechar. Los salones del Zulia quedaron vacíos y todos los estudiantes debieron quedarse en casa.
Pero las necesidades de brindar formación sobre la higiene menstrual seguían siendo urgentes y se extendían más allá de la población escolar. Entonces el programa Niñas Visibles buscó reinventarse. A su principal reto, que hasta ese momento había sido romper las estructuras retrógradas tan arraigadas en la población sobre la menstruación, se le sumaba el no poder contactarse de forma directa con la población que solían atender.
Así surgió el Diario Escarlata, un producto impreso hecho con la colaboración de un puñado de ilustradoras y personas interesadas en que la menstruación deje de verse como un proceso vergonzoso y estigmatizante. Se trata de un libro que recoge contenidos elaborados por especialistas acerca de la apropiación del cuerpo, la menstruación,el autocuidado, el consentimiento sexual e incluso la seguridad digital.
Aunque no hay un conteo exacto de la cantidad que ha sido distribuida desde su lanzamiento, las fundadoras de Proyecto Mujeres aseguran que ha sido una herramienta pedagógica clave para dar continuidad al propósito de cambiar las mentalidades en torno a la menstruación, dentro de una población que está ávida de conocimiento.
Aunque los gastos de impresión fueron difíciles de cubrir, se logró solventar el déficit ya que otros costos de logística presencial ya no existen. Así que se estima que tanto en la modalidad presencial, como en la distancia, los gastos del programa por participante oscilan entre 40 y 60 dólares.
—Por lo que yo he podido testimoniar en las comunidades, entre mujeres y niñas, sí existe una verdadera necesidad de información. Un hambre desesperada por poder entender el dolor físico y emocional que conlleva menstruar sin tener los recursos materiales informativos y emocionales para hacerlo con dignidad. Una vez que se le brinda a las niñas y a las mujeres los espacios de formación para entender lo que necesitan y facilitar sus vidas, se abre una oportunidad valiosísima para reconciliarse con sus cuerpos y eso todas lo agradecen —resalta Estefanía Reyes, directora de Proyecto Mujeres.
68% de las zulianas no ha recibido información
sobre la menstruación en la escuela
(Informe Proyecto Mujeres, 2020).
Reyes calcula que hasta el momento la fundación ha atendido cerca de 200 personas, entre las jóvenes del programa Niñas Visibles y los líderes de las comunidades que han tomado los talleres de formación para transmitir conocimientos sobre una vida menstrual digna.
También señala que organizaciones como Avesa han hecho aportes valiosos para solucionar esta problemática, pero que hay otras haciendo pequeñas contribuciones:
—Hay muchos esfuerzos, pequeños y grandes en muchos rincones del país que buscan mejorar las experiencias menstruales. Lo difícil es que no somos suficientes para abarcar un problema tan inmenso y tampoco tenemos los recursos, ni la visibilidad necesaria —lamenta Estefanía.
Agrega que la emergencia humanitaria que atraviesa el país, y particularmente el estado Zulia, ha dificultado el avance de la iniciativa. Resume cómo el proyecto ha tenido interrupciones continuas en los últimos años: en 2019 por los frecuentes y prolongados apagones nacionales, cuyas consecuencias se vieron más profundamente marcadas en su región. Luego, en 2020, por las limitaciones de desplazamiento impuestas por la cuarentena y el colapso de los servicios en el estado.
Por otro lado, la trabajadora social Thais Contreras aplaude cada uno de los esfuerzos que enfrentan la pobreza menstrual. Sin embargo, considera que en actualmente estos programas solo pueden representar un paliativo del problema estructural: la pobreza en sentido amplio.
Asegura que estos programas son replicables en todo el territorio nacional, al tiempo que pone su fe en la distribución masiva de la copa, junto con la formación en higiene menstrual, como las dos aristas principales para la resolución del problema.
En Venezuela, Proyecto Mujeres, la alianza de ONG impulsada por Cepaz y Avesa han desarollado programas para mitigar la pobreza menstrual. Pero otras iniciativas de instrucción y acompañamiento sobre este tema también han sido exitosas en Latinoamérica. Tal es el caso de Princesas Menstruantes, en Medellín, Colombia o Guatemala Menstruante.
Lo esencial, coinciden quienes analizan estos proyectos, es la concentración de esfuerzos en los programas de formación y el desmontaje de tabúes. En este sentido, la directora del Proyecto Mujeres asegura que, para evaluar y reajustar el programa en función de estas realidades, se realiza una encuesta luego de dos meses de aplicarlo para medir su impacto. Asimismo, cada seis meses se hace un seguimiento con las autoridades y docentes de la escuela intervenida para revisar el progreso de las jóvenes atendidas. La inspección se enfoca en saber si ha mejorado el nivel de asistencia.
60% de las zulianas no tiene claro
qué es el ciclo menstrual
(Informe Proyecto Mujeres, 2020).
Lo esencial, coinciden quienes analizan estos proyectos, es la concentración de esfuerzos en los programas de formación y el desmontaje de tabúes. En este sentido, la directora del Proyecto Mujeres asegura que, para evaluar y reajustar el programa en función de estas realidades, se realiza una encuesta luego de dos meses de aplicarlo para medir su impacto. Asimismo, cada seis meses se hace un seguimiento con las autoridades y docentes de la escuela intervenida para revisar el progreso de las jóvenes atendidas. La inspección se enfoca en saber si ha mejorado el nivel de asistencia.
Estefanía Reyes explica que lo más efectivo para desmontar el problema de raíz es actuar bajo una perspectiva que entienda que menstruar con dignidad no depende exclusivamente de una tecnología para gestionar la menstruación. Sugiere abordar la vergüenza y el mandato del silenciamiento como una línea central en cualquier esfuerzo que pretende erradicar la pobreza menstrual.
Aunque es difícil cuantificar el éxito de su labor, lo más importante es lograr que ellas se sientan a gusto con sus cuerpos y con los cambios que se producen en ellos, subraya la directora de Proyecto Mujeres.
—Lo importante es que puedan asimilar que menstruar con dignidad es un derecho que tienen todas y que es necesario luchar constantemente para defenderlo —insiste Estefanía.
Esta historia integra el especial Mujeres que rompen la regla: soluciones para la pobreza menstrual que hace parte de la serie de publicaciones resultado del programa Laboratorios de Periodismo de Soluciones de la Fundación Gabo y la Solutions Journalism Network, con el apoyo de Tinker Foundation, instituciones que promueven el uso del periodismo de soluciones en Latinoamérica.
Gracias por esta investigación y serie de artículos y vídeos sobre la pobreza de menstruación . En ciertos países europeos, ya es parte de las políticas públicas este tema. No soy amiga de lo que implica «las bolsas CLAP», pero ya que existe el programa, deberían integrar toallas sanitarias y copas menstruales,entre sus productos