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En Venezuela, a la margarita, la flor, le ponemos mayúscula cuando hablamos de nuestra isla paradisíaca en el estado Nueva Esparta -ah, y también le decimos perla del Caribe-. La escribimos como nombre propio cuando pensamos en el destino turístico tan anhelado por muchos locales y extranjeros. Pero a pesar de la desolación que padece hoy día -las cámaras de turismo calculan que las visitas cayeron 90% en los últimos seis años- la Margarita genuina, la de sus habitantes, se resiste a hablar de su isla en letra pequeña. El fotoperiodista Guillermo Suárez estampó esa sabiduría cotidiana de los seres del mar que aún en este contexto crítico siguen escribiendo sus vidas con M mayúscula.

El alba marca el inicio de la faena. Las proas se disponen a guiar la aventura

 

Los troncos, grúas artesanales de los pescadores

 

Pronto zarparán los peñeros desde la bahía de Pampatar

 

Agua salada: para que no se tueste la madera de los botes y para improvisar las mejores piscinas

 

Una loma en el horizonte sirve de brújula a los pescadores en El Tirano

 

Mejor dejar dormir a los peñeros sin motor. Así no se los roban…

Pero todo lo oscuro vuelve a brillar en estas costas. Por instantes como éstos seguimos contando a Margarita con mayúscula