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Las inquietudes por la literatura transformaron al niño de entonces en un intelectual en potencia. Ya no le bastó con leer por las tardes a sus autores preferidos; quiso que otros disfrutaran de leer sus propios textos.

A pesar del ingreso reducido de la familia, Domingo Felipe Ma terminó la primaria en un Colegio Federal en Barcelona. Alternó la vida de escuela con su inspiración primogénita: la poesía. Desde ahí viajó a Maracay, donde vivió con su tío Fernando Maza Velásquez, para terminar el bachillerato, pues “quería otro ambiente y tenía más posibilidades en esa ciudad”.

A los dieciocho años sus dones literarios eran innegables. Había conseguido que le premiaran varios ensayos, pero, principalmente su primera novela Drama Sin Público. El reconocimiento en su etapa juvenil concluyó con sus estudios de secundaria, por los altos promedios que obtuvo. Así lo admite Luis Pastori, su amigo de toda la vida con quien compartió los días de bachillerato, de universidad y de labor profesional en el Banco Central de Venezuela .Comenta Pastori que “Distrito Federal” -como llamaban a Domingo Felipe Maza Zabala por las iniciales de su nombre- era un estudiante aplicado, aunque muy tímido e introvertido.

Después de titularse como bachiller regresó a su pueblo natal con la convicción de cumplir lo ofrecido a la memoria de su padre: obtener un título universitario.

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Con veinte años de edad y una vida independiente, Domingo Felipe supo cuál era su ideal de convicción política. Durmiendo a diario dentro de ranchos de zinc, recostado sobre alfombras de polvo, él y sus jóvenes amigos iniciaron su lucha social para llevar un mensaje de democracia a los campos.

Entre tertulias y reuniones con amigos locales comenzó a acercarse a los excluidos de la región central. Desde Caracas, Aragua y Carabobo fundaron ligas campesinas y sindicatos de trabajadores agrícolas.

Para 1943, el después historiador Federico Prieto Figueroa junto a José Ramón Medina y Domingo Maza Zabala, fundaron el partido Unión Popular Aragüeña (UPA), una minoritaria expresión regional y legal del Partido Comunista de Venezuela, ya formado una década antes.

Desde la clandestinidad, se dedicó a repartir propaganda en la calle, como todos los militantes. Gobernaba en el país el presidente Isaías Medina Angarita, quien se regía por la Constitución de 1936, donde se prohibía cualquier tendencia comunista.

Domingo Maza  Zabala escapó involuntariamente de que lo hicieran preso. El cuarto domingo de labor política en el campo no pudo ir; a los otros activistas los interceptaron y cayeron presos por más de seis meses. “Me he salvado de bastantes riesgos. Así pasó con las ligas campesinas porque siempre que va a ocurrir algo donde pudiera perder la vida he tenido una causa fuerte para no ir. De allí pienso que debe haber algo que lo protege a uno”.

Seis décadas después, los domingos eran muy distintos. Solía quedarse todo el día en la casa: en las mañanas leía los periódicos. Al mediodía se comía un hervido de res, y en la noche se sentaba al lado de su esposa, en su habitación.

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Comenzó 1949. Justo en el mes de enero, todavía sin cumplir los veintisiete años, Maza Zabala salió a la calle en búsqueda de empleos relacionados a sus dos vocaciones: el periodismo y la economía. En un mismo día logró dos trabajos de medio tiempo en dos instituciones reconocidas.

Una mañana fue a la sede del diario El Nacional a conversar con Miguel Otero Silva. El redactor de temas económicos había dejado la vacante y el director del periódico le encomendó, sin dudas ni titubeos, la sección económica del periódico. A pesar de no querer parecer un aprovechador, Maza Zabala puso por delante su necesidad monetaria. Acudió a la oficina de Alejandro Otero, hermano de Miguel, para solicitarle un adelanto de su pago.

Alejandro Otero tenía fama de no dar préstamos o adelantos abiertos de la quincena. Y en efecto, se negó, porque la política del periódico así lo dictaba, a a que le dieran 500 bolívares en caja a cambio de un vale. Pero se los prestó de su propia billetera.

Esto a Maza Zabala, cofundador de El Nacional, lo marcó.

Su obligación mínima era escribir con una precisión y sencillez que enamorara al lector de la economía. Esa es la fórmula que le adjudicaba a su logro. “La página fue muy exitosa; y no porque yo lo diga, sino porque lo dijo Alejandro Otero. ‘Esa página está muy buena, vamos a ampliarla a dos y te vamos a aumentar el sueldo’”.

Ese mismo día en la tarde, el joven aspirante se presentó en el edificio del Banco Central de Venezuela ante el doctor José Joaquín González Gorrondona, su ex profesor de Finanzas Públicas y primer vicepresidente-gerente de la entidad financiera. El recibimiento fue positivo, aún a sabiendas de que Maza era estudiante.

La página de El Nacional, de aparición semanal, se llamó “Pulso de la Economía”. Cuenta Héctor Malavé Mata, otro economista y amigo personal, que hasta la época José Antonio Mayobre había sido uno de los más significativos conocedores de la materia en el país. “Maza sustituyó a Mayobre; lo reemplazó en la redacción económica de este importante diario, constituyéndose así en casi un pionero del periodismo económico nacional”.

La satisfacción por los artículos en la columna de “Pulso de la Economía” era evidente entre los directivos del medio. Su notoriedad comenzaba a proyectarse también a través del modesto cargo de auxiliar de investigaciones, cinco horas diarias, en el Departamento de Investigaciones Económicas del BCV.

El edificio del banco ya estaba en su sede actual, en la avenida Urdaneta, de Santa Capilla a Carmelitas. Al entrar por la gran puerta dorada en la planta baja, Maza solo necesitaba dar unos pasos. De inmediato, llegaba hasta la oficina del Departamento, que a la vista parecía una galería.

Mientras el presidente del BCV, Carlos Mendoza Goiticoa, atendía su labor en el despacho, justo al lado, el joven aprendiz se encargó de la investigación en balanza de pagos, áreas de precios e inversiones extranjeras, elementalmente en estadística. Al año, ya la confianza y la competencia en su tarea le permitieron trabajar a tiempo completo y con más responsabilidades a cuestas.

Cinco décadas después, a sus ochenta y siete años, Domingo Felipe Maza Zavala seguía activo en la vida pública. Justo dos años antes se había despedido de su segundo hogar, el Banco Central. Desde su biblioteca-despacho continuaba atendiendo citas para entrevistas y llamadas para saludarlo. Esto dijo sobre su muerte, meses antes de que llegara. “Alguna vez me tocará. Quiero que sea como dice Ernest Hemingway: ¿Y por quién doblan las campanas? Nunca preguntes por quién doblan las campanas; están doblando por ti”.

Primer capítulo de la tesis de grado titulada “Doctor Maza: los rostros detrás del economista”,  presentada en noviembre de 2009 para optar al título de Licenciado en Comunicación Social en la Universidad Central de Venezuela. Fue evaluada como sobresaliente mención publicación.