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La mayoría de los venezolanos que rondan los treinta como yo han visitado en algún momento de sus vidas una barbería. Seguramente nos llevó nuestro papá, para que nos cortaran el cabello.

Esas antiguas barberías tenían diversos elementos que la hacían únicas pero a la vez comunes con todas las demás. Dependiendo de la ascendencia del dueño, siempre había un barbero llamado Pepe o Luigi, y por supuesto, un afiche de la selección española o italiana. Eso sí, la selección de hace por lo menos tres mundiales (no se permiten afiches posteriores a Italia ’90).

Siempre que llegabas a la barbería, Pepe o Luigi estaba ocupado con otro cliente. Y no sólo eso: la lista era de por lo menos tres en la cola. No quedaba otra opción que leer las revistas y periódicos estratégicamente ubicados en una mesita justo en el medio de la barbería.  Aquí aplica la misma premisa que con el afiche de la selección. Prohibida toda publicación con menos de cinco meses de antigüedad.

Pepe o Luigi casi nunca preguntaba qué corte querías. Y si lo hacía no importaba qué le dijeras porque al final, el corte era el mismo que te hacía desde los ocho años, cuando fuiste por primera vez con tu papá.

La conversación siempre era fútbol. Y si no había fútbol en ese momento, hacían el intento de hablar de béisbol y de cuánto tiempo faltaba para que comenzara el fútbol de nuevo.

Ahora las cosas han cambiado y las barberías escasean. De hecho, han cedido sus espacios a peluquerías unisex. Que por más unisex que digan en la puerta de vidrio, siempre parece que estamos entrando a una fiesta a la que no fuimos invitados.

No es sencillo el cambio. Pepe o Luigi no está. Se regresó a Europa. En su lugar hay un grupo de gente especializada (ojo: seguramente profesionales mucho mejor preparados que Pepe o Luigi), que no son barberos sino estilistas. Y que por más que le expliques el corte que deseas, siempre termina haciéndote algo con gelatina y con pinchos. En realidad te están haciendo un favor, actualizando tu imagen, obligándote  a dejar atrás el corte de sexto grado. Pero insisto, no es fácil la transición.

En la peluquería unisex nadie habla de fútbol, a menos que sea de Beckham y de su nuevo estilo. Nadie espera para ser atendido, porque hay quince estilistas atentas a la llegada del próximo cliente. Optas por lo más sano y le pides a “tu estilista” que te pase la máquina número dos. Pero antes te interrumpe la señora de al lado, una señora que puede ser tu abuela. Te pide que le pases la revista Hola del mes, que está buenísima. Lo haces, por mera educación, no sin antes darte cuenta que la portada dice en el extremo superior derecho Febrero 2011. Que sacrilegio, hasta las revistas son nuevas…