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Desde lo alto de una pared, Nuestra Señora del Perpetuo Socorro vigila y bendice el lugar. Viste una túnica púrpura, un manto azul marino y sobre su cabeza reposa una corona dorada con cristales incrustados que le conceden la investidura de reina.

Debajo del cuadro, un maniquí luce un vestido de seda, bordado en pedrería, con el cual la representante del estado Carabobo ansiaba ganar la corona del concurso Miss Venezuela 2010 y convertirse, durante un año, en la reina de todo un país que cultiva  la devoción a sus mujeres bellas.

El retrato de la virgen del Perpetuo Socorro pertenece a Gionni Straccia, el realizador del vestido para la candidata de Carabobo y de otras muchas misses que han soñado con ganar la corona más esperada del año en Venezuela. Desde el año 1995, se ha destacado por confeccionar los trajes de gala para el certamen de belleza más importante de este país y en el mundo de la moda local e internacional, ha recibido reconocimientos por sus atuendos que convierten a las concursantes en muñecas inmaculadas.

La imagen de la virgen fue un regalo de la madre de su asistente para que le bendijera el lugar y lo ayudara a continuar creciendo como profesional. Y pareciera que ha cumplido el cometido. En la década pasada, cuatro candidatas obtuvieron la corona de Miss Venezuela vistiendo sus creaciones: Eva Ekvall en 2000, Jictzad Viña en 2005, Marelisa Gibson en 2009 y Vanessa Goncalves en 2010. Las últimas dos Miss Universo de Venezuela, Dayana Mendoza (2008) y Stefania Fernández (2009) también fueron coronadas con trajes del diseñador.

Además de estos triunfos, decenas de candidatas al Miss Venezuela y a concursos internacionales han lucido sus trajes de gala. Straccia ha vestido además, en los últimos años, a misses para participar en el Miss USA y Miss Teen USA, así como a representantes de Bahamas y Ecuador.

Para el Miss Venezuela 2010, realizado el 28 de octubre en la ciudad de Maracaibo, al oeste del país, Straccia tuvo a su cargo la confección de los atuendos de las misses de los estados Anzoátegui, Carabobo, Guárico, Lara y Miranda. La tarea fue una asignación directa del presidente de la organización Osmel Sousa, conocido como «El Zar de la Belleza». Y para la edición del 2011, que vuelve a presentarse en Caracas, son siete vestidos los que llevan su sello: Barinas, Distrito Capital, Guárico, Mérida, Nueva Esparta, Sucre y Vargas.

Se trata de un encargo excepcional, pues la regla tácita reza que un diseñador vista sólo a una o dos concursantes.

Por eso Straccia siempre tiene varios ases debajo de la manga en ese momento en el que suelen brotar las costuras: minutos antes de salir al escenario. Como ocurrió cuando confeccionó para Miss Barinas un vestido blanco con cayenas rojas, empleando la técnica de transfer para tela. Mientras lo estaba planchando, una parte se quemó y hasta se le marcó el filo de la plancha. “Gracias a Dios, como el traje tenía trabajo de aplicaciones, logré tapar esa quemada agregando otra aplicación. Eso ocurrió el mismo día del Miss Venezuela antes de irme al concurso”.

La Miss Universo 2008 casi se queda sin el “trapo” amarillo con el que literalmente dio la vuelta al mundo y conquistó la corona, porque la tela con que se elaboró fue traída de Miami justo una semana antes de que la candidata se fuera al concurso en Tailandia. “Ni siquiera llegó a Caracas sino a Maracaibo y tuve que tomar un avión ida por vuelta para poder coser el vestido en tiempo récord”.

“Esto es mi vida”, sentencia en cuatro palabras. El diseño y el chocolate, sus únicos vicios. A esa vida le dedica catorce horas diarias, excepto los fines de semana en los que descansa y comparte tiempo con su familia. Su perra Lola, una Golden Retriever, lo acompaña en sus andanzas por Caracas, incluso en la atelier donde sus confecciona sus creaciones.

A sus cuarenta y un años, este venezolano oriundo de la ciudad de Valencia, capital del estado Carabobo, recuerda que su gusto por el diseño es herencia de su madre, la señora Fruscciante, quien confeccionaba en su casa vestidos para familiares, amigos y particulares, incluidas sus otras dos hijas.

De la comodidad de su casa decidió dar el gran paso y mudarse a Caracas donde cursó Diseño de Modas en el Instituto de Diseño Brivil. Cuando tenía veinticinco años, el orfebre George Wittels, creador de la corona del Miss Venezuela, lo recomendó ante Osmel Sousa para que formara parte del staff de diseñadores del concurso. El resto es historia.

Quien no lo conoce ni por su nombre, no adivinará que detrás de esos lentes de pasta, de ese cabello platinado y de su vestuario casual, se esconde el artífice de decenas de atuendos formales que acompañan a las beldades venezolanas cada año.

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Antes de que Straccia diseñe un traje, la musa suele inspirarlo cuando va de compras en una tienda de telas, casi siempre en Nueva York, donde dice que existe la mayor variedad. “Ver los colores, las texturas y el brillo me motiva a crear. En mi mente comienzan a dibujarse los vestidos”.

De la idea abstracta pasa al boceto en papel. La primera mujer imaginaria que luce su creación tiene apenas dos dimensiones, la piel blanca con bordes negros, el cabello ondulado y la mirada fija en algún punto ubicado a su izquierda. Un maniquí será la silueta que recibirá los primeros pinchazos de alfileres hasta que todo quede en medida y listo para la mujer de carne y hueso que lucirá el vestido en el certamen.

Faltando días para el gran concurso, todo se prepara para afinar detalles del traje de gala de Miss Carabobo. Pero antes, lo más laborioso: salpicar de pedrería la seda esculpida. Para esto, el diseñador y sus asistentes develan el fulgor producido por cientos de cristales que reposa en cajas opacas. La casa austríaca que debe su nombre a Daniel Swarovski es la encargada de fabricar las piedras preciosas, desde finales del siglo XIX, gracias a la invención por parte de este joven visionario de una máquina especializada en tallarlas con precisión. “En la pasarela absorberán la luz y lo irradiarán. Carabobo lucirá regia”, vaticina Straccia.

El proceso de colocar cada una de las piedras es laborioso y complejo. Primero las insertan una por una por su parte posterior a un diminuto sostenedor metálico, mediante el empleo de unas tenazas. Luego, usando pegamento especial son fijadas a la tela, según el patrón concebido. Por último, con aguja e hilo se refuerza la acción del pegamento, para garantizar que no se desprendan.

El resultado es un corpiño que asemeja por su dureza y peso a una antigua armadura; contiene cientos de cristales que lo cubren en su totalidad desde el busto hasta la cintura. Los tonos dorados y plateados de las piedras siguen el patrón de una bola de fuego, describe el diseñador. “Quería centralizar un color fuerte que se abriera en degradé”.

Pero antes de llegar a la pasarela, el vestido elaborado con georgette de seda debe superar la última prueba sobre la candidata que lo modelará. La candidata está consciente de que su desempeño con ese traje en la noche final la puede hacer obtener el cetro del máximo certamen de belleza del país y pasar a formar parte de la historia de este imperio venezolano, que ya suma seis coronas del Miss Universo, cinco del Miss Mundo, seis del Miss International, una del Miss Earth, once del Reina Hispanoamericana, cuatro del Miss Intercontinental y decenas de tiaras más en otros concursos internacionales.

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Tres mil trescientos años antes de que Venezuela consolidara su posición líder en los certámenes de belleza, otro imperio, el del dragón rojo, hacía gala por primera vez del uso de la seda en la silueta de su Emperatriz Xi Ling-Shi, de quien se ha encontrado que usaba vestidos de esta fibra natural. Actualmente, China se mantiene como el principal productor, seguido a lo lejos por India y Japón, los cuales emplean las larvas del gusano Bombyx mori, antes de que complete su metamorfosis, para obtener esta fibra natural.

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El video grabado en la memoria de Straccia se rebobina a octubre de 2010. Para el momento de las últimas pruebas, el diseñador y una de sus asistentes se encuentran en Maracaibo con los cinco vestidos, días previos a la noche final del concurso.

En el hotel, Straccia termina de ajustar los trajes sobre las candidatas. Cada uno ha sido confeccionado para hacerlas destacar durante la pasarela final. “Si es apropiado, pensado y hecho para la Miss, por supuesto que ella se sentirá cómoda, lo sabrá llevar y todos estos elementos la ayudarán. Además, tiene que ser atractivo y llamativo para el jurado”.

Llegó la noche final de aquel Miss Venezuela 2010 y tras dos horas de transmisión, el desfile en traje de gala es el siguiente en ser anunciado. Atrás quedaron las reuniones con el Zar de la Belleza para la asignación de las candidatas a vestir. Los momentos de inspiración en la tienda de telas de Nueva York. Los dibujos y bocetos de los trajes adornan una pared del taller y le hacen compañía a la Virgen del Perpetuo Socorro. Los patrones y retazos de tela permanecen guardados.

La luz del lugar está apagada, pero en la pasarela del Miss Venezuela, decenas de bombillos multicolores siguen el brillo de los trajes de gala, de las sedas y los cristales.

Apenas cuarenta segundos tarda la miss en mostrar con garbo y prestancia la creación exclusiva que Straccia confeccionó para ella, mientras la presentadora, siguiendo el guión en una pantalla ubicada en frente, describe con detalle e imaginación la pieza que la candidata está luciendo: “Miss Carabobo, Romina Palmisano. De tierna transparencia de seda se define en la parte superior el traje realizado por Gionni Straccia. La amplia falda seccionada al bies termina en una rutilante cola y nos muestra una sugerente abertura central. Un pomposo bordado en cristales de oro y plata ilumina degradadamente la confección en georgette de seda, con secuencias de hilos metalizados en tonos dorados”.

Mientras la animadora lee la descripción, Palmisano es seguida muy de cerca por la cámara en su desplazamiento de derecha a izquierda sobre el escenario. Una versión instrumental de la canción No one de Alicia Keys acompañan a la candidata, quien se mueve con cadencia, sonriendo y dando lo mejor de sí para sumar puntos que le permitan quedar entre las semifinalistas.

Sobre la miss en movimiento, el vestido parece muy diferente al que cubrió el rígido maniquí en el taller. Efectivamente, como lo predijo el artista, los cristales absorben la luz y la regresan en brillo infinito sobre la pasarela. Carabobo luce regia.

Detrás del telón del escenario, Straccia observa su joya en los monitores. “En ese momento estoy buscando los defectos del traje, una arruga, un mal corte, si el escote está mal puesto, la distribución de las proporciones, si me quedó corto. Estoy fijándome en los que podrían ser defectos visibles, que los estoy notando yo, el público y el jurado. Me gusta la excelencia y la impecabilidad, por eso soy crítico con mi trabajo”.

No es extraño que en este momento del show también ocurran eventualidades que pongan en vilo los nervios del artista. Así sucedió en 2006, cuando dirigiéndose al Poliedro de Caracas –sede del evento– quedó atrapado en un tráfico “terrible” durante dos horas. Llegó justamente cuando las chicas estaban bajando del escenario para ponerse los vestidos de gala. “Iban a tener que sacar a mis cuatro candidatas (Amazonas, Dependencias Federales, Distrito Capital y Miranda) al final del desfile. Por suerte, tuvimos tiempo de prepararlas y todo salió perfecto”. Y como si la tensión fuera leve, los diseñadores que intervinieron en la gala también tenían que participar en la presentación, de la mano de las misses que vistieron. Ese año, por primera vez en el certamen se les rindió crédito por su ingenio y creatividad.

Al igual que todos sus colegas que participan en el Miss Venezuela, Gionni Straccia presta los vestidos que confecciona y le son devueltos al finalizar el evento. Luego, pueden ser requeridos para ser usados en otros concursos nacionales e internacionales o para realizar algún comercial. No recibe pago en metálico, pero el tiempo de exposición en el programa de televisión con mayor rating del país equivale a más de 1.300.000 bolívares (300.000 dólares aproximadamente) en publicidad por cada vestido.

Este escenario es la única oportunidad que tienen los diseñadores para exponer su trabajo, dado que en Venezuela aún no se realizan grandes desfiles o semanas de la moda, como existen en otras ciudades de la región como Medellín, Buenos Aires, Ciudad de México, Sao Paulo. “Además del Miss Venezuela, aplico la moda en mi cartera de clientes privados”.

En la fotografía final aparece Straccia rodeado por el brillo de sus cinco creaciones, una de las cuales ostenta la ganadora del concurso, Miss Miranda, Vanessa Goncalves, y del premio al mejor diseño de la noche, que el diseñador gana por tercer año consecutivo. Miss Carabobo logró colearse entre las 10 finalistas.

Marelisa Gibson, la Miss Venezuela 2009 que coronó a su sucesora contrajo matrimonio en marzo de 2011 en un vestido blanco impoluto que se dibujó en la mente del diseñador. Su pasarela fue el camino al altar, donde seguro fue bendecida por la Virgen que siempre acompaña a Straccia, Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.