Nacer y criarse en un contexto de violencia lo motivaron a buscar una vida distinta y el deporte fue esa posibilidad. Cuando tenía apenas siete años descubrió en el levantamiento de pesas su gran vocación y desde entonces entrenó, en un entorno humilde pero con una convicción inquebrantable, hasta conseguir lo que parecía inalcanzable: subirse al podio de sus primeros juegos olímpicos. En esta historia él cuenta cómo logró alzar todo ese peso
La voz fuerte de un hombre anuncia los movimientos con autoridad: “¡Estiren los brazos! ¡Corrijan la postura! ¡Muévanse con precisión! ¡Rápido!”. Como respuesta al llamado del entrenador, un grupo de niños y adolescentes entre 9 y 15 años practican las posturas de calentamiento previas al levantamiento de pesas.
La estancia oscura, y un tanto lúgubre, del gimnasio de pesas del Instituto Pedagógico de Caracas no permite ver sus rostros con claridad, así que cuando Keydomar Vallenilla entra, pasa casi desapercibido. Pocos pensarían que se trata del medallista de plata olímpico quien recientemente logró esta hazaña en la categoría de 96 kilogramos dentro de la disciplina de halterofilia. Esta es la tercera presea lograda por un venezolano en las olimpiadas en la historia de ese deporte.
Entre cortinas rotas y pesas desgastadas, se prepara para iniciar su ciclo de entrenamiento diario. Lo hace sin privilegios especiales, tal como lo ha hecho desde que era un niño. Aunque recién llegó de estar en el podio de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020+1, se prepara sin descanso para las próximas competencias.
En su lugar de entrenamiento, apenas un par de meses atrás, llegaron balas provenientes de la Cota 905, una barriada al oeste de Caracas cercana a este centro deportivo y azotada por los enfrentamientos entre las bandas armadas y la policía. La violencia se desató por el intento de captura de Carlos Luis Revete, alias el Koki, líder de los grupos delincuenciales en ese sector.
Para el momento del conflicto, Keydomar finalizaba su ciclo olímpico en el exterior, por lo que su preparación física no se vio afectada de forma directa. Pero el celaje de la violencia es algo con lo que siempre ha tenido que lidiar y ésto le ha dado más fuerza mental para conseguir sus triunfos.
—Cuando se habla de las fortalezas que debe tener un atleta de alto nivel, en cualquier disciplina, la gente a veces olvida mencionar la fortaleza psicológica que se necesita y eso, para mí, es lo más importante —dice Keydomar—. Recuerdo que cuando iniciaron los enfrentamientos en mi zona entre las bandas y los cuerpos de seguridad, yo estaba en Colombia preparándome para ir a Tokio y me afectó muchísimo saber que mi familia corría peligro.
Por esos días, no paraba de enviarles mensajes de Whatsapp a sus padres, rogándoles que no salieran de la casa y pidiéndoles que se protegieran lo más posible. Para él fue muy duro pasar por eso justo en la preparación para las olimpiadas, un reto adicional al de otros atletas.
Desde la Unidosis de Obstetricia del Hospital Clínico Universitario, su madre, la asistente de farmacia Carolina Sánchez, habla de un sentimiento distinto, el de alivio. Se siente afortunada y agradecida de que su hijo no estuviera en el país durante esos días. Quien lo ha acompañado en su formación deportiva desde la niñez sabe que, por lo disciplinado de su carácter, su hijo querría entrenar incluso bajo el peligro de salir a la calle por aquellos días.
—Yo vivo en La Vega, en la tercera cuadra de San Miguel y el papá de Keydomar vive en Las Brisas de La Cota 905. Entre estos dos lugares ha vivido mi hijo durante toda su vida. A pesar de tener varios trabajos cada uno, y de estar divorciados desde hace mucho, sus padres siempre hemos estado acompañándolo, incluso hoy, a sus 21 años —explica Carolina.
Ella, quien ha sido muy cercana al deporte gracias a la trayectoria de su hijo, está segura de que los barrios de Venezuela están llenos de personas como Keydomar, con grandes destrezas para el deporte y ganas de superarse, pero no reciben el apoyo necesario para desarrollarse y toman el camino de la delincuencia. Sabe que su hijo es una excepción y que ellos influyeron para que lograra serlo.
—La gran diferencia en mi historia la marcaron mis padres —cuenta Keydomar—. Desde niño tenía muy claro que vivía en un contexto en el que se podían ver antisociales por todos lados. Pero así cómo sabía eso, también sabía qué camino debía tomar. Si mis papás me decían que por ahí no era, por ahí no me metía y punto. A pesar de ser personas humildes, ellos me dejaron muy claro cuál era la ruta para salir de abajo. Ahora que me he convertido en una especie de punto de referencia positiva para los niños de mi comunidad, asumo con amor la responsabilidad lo que eso implica y trato de mostrarles el mismo trayecto de superación que me mostraron a mí.
Su madre dice que lo que aseguró que siempre se mantuviera siendo una persona de bien fue iniciarse en el mundo de la halterofilia. Para ella, la disciplina que genera la práctica de un deporte y las ganas de llegar lejos dentro de él, son un gran aliciente para alejarse por completo de la violencia. También piensa que para que esto se logre a nivel masivo, además del apoyo familiar, se necesita un sustancioso respaldo estatal a través de las federaciones deportivas.
Un amor cambia la vida
—La primera vez que vi un entrenamiento de levantamiento de pesas fue en el colegio en el que estudié. Recuerdo que la escena me pareció tan impactante, que desde ese instante quedé enamorado de la disciplina. El que ha sido toda la vida mi entrenador, Henrry Velasquez, también vio potencial en mí, por ser un niño corpulento y más grande que el promedio. Pero no lo podía empezar a practicar en ese momento porque apenas estaba comenzando primaria —relata sonriente Keydomar.
Por venir de una familia deportiva, la práctica de alguna disciplina siempre había sido una expectativa para sus padres. Para ellos, realizar un deporte es sinónimo de bienestar y rectitud. Por esa razón, siendo Keydomar tan solo un niño, ya había practicado fútbol, atletismo, natación y lucha grecorromana. Pero ninguna actividad le había generado tanto interés como la halterofilia. —Recuerdo que su mamá no lo quería dejar practicar porque pensaba que iba a dejar de crecer o tener una lesión —cuenta su entrenador Henrry Velasquez—. Pero desde el inicio fue un niño muy perseverante e insistente, y logró hacer que ella cambiara de opinión. Así que desde que estaba en cuarto grado empezó su desarrollo musculo-atlético y la práctica de la técnica, pero no fue sino hasta la adolescencia que comenzó a levantar peso.
Cuando inició sus estudios en secundaria, la formación de Keydomar como levantador de pesas debía enfilarse definitivamente hacia la profesionalización. Así que luego de terminar primer año, recibió una invitación de su entrenador para estudiar en un liceo deportivo, en el estado Táchira. Allí se formaban atletas de todo el país en múltiples disciplinas.
—Fue difícil dejarlo ir, pero sabíamos que era parte del sacrificio necesario para que pudiera llegar lejos. Y ese era solo el principio, luego empezamos a ver cómo Keydomar perdía las vacaciones familiares por quedarse entrenando e incluso la celebración de sus cumpleaños en familia por estar en competencias fuera del país. Pero siempre supimos que este deporte era su razón de vida y quisimos hacer realidad su lema, el que siempre se repite a sí mismo: “vivir levantando sueños” —recuerda su padre, Hildomar Vallenilla.
Muchos de los compañeros de colegio de Keydomar recibieron la misma formación para profesionalizarse en la halterofilia, pero de una cohorte completa, él fue el único que logró llegar a un ranking de competencia internacional tan alto. Para su entrenador, ninguno sentía tanto amor por el levantamiento de pesas como él.
A partir del 2012 comenzó a viajar a competencias por todo el mundo y unos cinco años después empezó a conseguir sus grandes resultados. En el 2017 quedó campeón mundial juvenil en la categoría de 85 kilogramos y luego de unos meses logró ser subcampeón de 89 kilogramos. Esa fue la primera vez que compartió podio con el catarí Elbakh Fares Ibrahim, quien ganó la medalla de oro en Tokio 2020+1 dentro de su categoría. Era apenas el inicio de lo que vendría.
La gloria del olimpo
—Siempre recuerdo que hace algunos años, entre tantas competencias, Keydomar ganó unos juegos interamericanos escolares en Cuba, en la disciplina de levantamiento de pesas. Cuando le conté la hazaña a mi papá, quien falleció, él empezó a decirle a la gente que Keydomar había ganado un campeonato del mundo. Yo preocupado lo corregía y le decía que eran solo unos juegos escolares, pero él se empeñaba en decir que se trataba de un premio mundial. Ahora que lo veo en retrospectiva, creo que quizá estaba vaticinando la gloria de mi hijo —cuenta, con la voz quebrada, Hildomar Vallenilla, su padre.
Para su madre, Carolina Sánchez, la madrugada de la competición olímpica fue uno de los momentos más emocionantes de su vida. La noche anterior no había dormido y cuando llegó la hora de la transmisión, no hacía más que caminar de un lado a otro de la casa, esperando ver el desempeño de Keydomar.
No olvida la serenidad de su hijo cuando vio su rostro en la televisión. Se ríe al recordar que ella le hablaba a la pantalla como si a través pudiera escucharla. Como lo hacía muchas veces en sus prácticas desde niño, le decía que debía mantenerse enfocado.
Foto cortesia
—A mí me impactó mucho que en el momento en el que se supo, oficialmente, que había ganado medalla de plata. Se escuchó un gran estruendo en el barrio y a los pocos minutos, la detonación de fuegos artificiales. De inmediato mi teléfono empezó a sonar y la primera llamada fue la de mi hijo que lloraba de felicidad desde Tokio, mientras me decía que lo había logrado. Luego decenas de personas empezaron a comunicarse conmigo, éramos el foco de la alegría de muchísima gente —cuenta emocionada.
Henrry Velasquez entiende claramente la algarabía, sabe que el simple hecho de llegar a Tokio es una gran proeza en medio de las circunstancias que atraviesa el deporte venezolano.
—Cuando lo vi ganar no podía más que brincar, saltar, llorar de la emoción. Lo recuerdo desde niño, todos los sacrificios que hizo él, su familia e incluso yo, para que consiguiera lo que hizo, fueron recompensados con creces. Es prácticamente indescriptible lo que se siente cuando algo así sucede —dice el entrenador.
El camino a los Juegos Olímpicos no fue sencillo, Keydomar consiguió el puesto número 7 de las 8 plazas que habían para su región. Luego de tener muy buenos resultados durante su preparación en República Dominicana, tuvo un bloqueo psicológico que le generó problemas para lograr levantar los 210 kilogramos necesarios para obtener el cupo. Aunque ese hecho puso en riesgo su clasificación, pudo lograrla algunos meses después en Colombia.
—Más que la fuerza física para levantar las pesas —advierte Keydomar— el éxito en este tipo de competencias viene de la fortaleza mental. Yo siento que para mi clasificación fue clave mantener siempre la positividad, confiar en el proceso, saber a dónde se quiere llegar y seguir el camino que es necesario tomar para llegar hasta allí, con los sacrificios y reveses que incluye.
El joven llegó a Tokio con la seguridad de que iba a triunfar. Aunque iba a competir con rivales de gran nivel, dice haberse sentido igual de competente que ellos pues estaba convencido de que había hecho todo lo necesario por lograr una medalla. También cuenta que el éxito de su compañero Julio Mayora -quien obtuvo previamente la medalla de plata en la división de 73 kilogramos- también lo motivó mucho y le hizo sentir que él también podía lograrlo.
Además de continuar su carrera deportiva, Keydomar aspira a formarse como fisioterapeuta. Quiere hacer un aporte para que más personas, al igual que él, logren superarse a través del deporte. Por eso se visualiza levantando su propia escuela de formación para la práctica de halterofilia, un espacio en el que enseñe a las nuevas generaciones dentro de la disciplina, no solo las mejores técnicas, sino también los valores que fortalecen el espíritu.
—Venezuela está llena de jóvenes que tienen muchísimo talento para el deporte —destaca Keydomar—, pero necesitan mucho amor en su casa para alejarlos del mal camino y apoyo externo, financiamiento. La Federación Venezolana de Levantamiento de Pesas también ha hecho grandes esfuerzos para conseguir mejores resultados, lo que se evidenció con las dos medallas y los dos diplomas olímpicos obtenidos en Tokio. Pero se necesita un apoyo más constante por parte del Estado.
Muy bueno GRACIAS