El arlequín rojo, basado en el bufón de las cortes europeas de la Edad Media, se hizo tradición en Venezuela para celebrar los orígenes de los fundadores de la Colonia Tovar, en las montañas del estado Aragua. El fotógrafo Cristian Hernández registra en esta crónica el legado de varias generaciones de descendencia alemana en el país
Juan Gutt pertenece a la cuarta generación de Jokilis de su familia. En carnaval, el maestro cervecero de 34 años viste de Jokili –un arlequín rojo con traje de flecos tricolores, cascabeles, zapatos puntiagudos de cuero y máscara de madera tallada a mano–, para participar en los desfiles y fiestas de la Colonia Tovar, un pueblo turístico y agrícola de 21.000 habitantes fundado por inmigrantes del sur de Alemania en el estado Aragua.
—La emoción de que se acerca el carnaval empieza desde Enero —dice Juan—. Portar la máscara, aparte de hacerme sentir mucho orgullo, me llena de adrenalina. Nos gusta la esencia del Jokili y lo que representa para nosotros y nuestro pueblo.
El Jokili es un personaje del carnaval que se originó hace más de 240 años en Endingen, lugar de origen de la mayoría de los colonos en el sur de Alemania que mantiene muchas de sus tradiciones centenarias.
Fue traído al pueblo venezolano cuando un coloniero, Pablo Dürr Misle, visitó Endingen en 1973, donde buscó conocer a los Jokilis de quienes había escuchado historias y aprendido las canciones a través de su abuelo, Martín Misle. Dos años después fundó la asociación que hoy mantiene la tradición germana en Venezuela.
Con frecuencia, representantes de la Colonia Tovar han viajado a Endingen y viceversa, manteniendo el intercambio entre los Jokilis originales y su contraparte venezolana.
Juan Schmuk, panadero artesanal de 50 años, fue parte de los 30 Jokilis que fueron invitados a Endingen en 2007. Esa fue su primera participación como arlequín, y desde entonces desfila con los Jokilis en la Colonia Tovar. En abril de 2023, para el aniversario 180 de la Colonia Tovar, un grupo de arlequines de Endingen visitará Venezuela para desfilar juntos.
Juan Gutt se unió a los Jokilis hace 11 años. Este año por primera vez sus dos hijos formarán parte de la tradición. Una hora antes del desfile del lunes de Carnaval, en su casa en el sector Palmarito de la Colonia Tovar, su esposa, Nakari Bracamonte ayuda a ponerles el disfraz.
Juan Pablo, de cuatro años, está listo sin contratiempos y su mamá le dibuja un corazón rojo en las mejillas. José Miguel, un año menor, está más pendiente de jugar y no deja que Juan le ponga los flecos tricolores.
A poca distancia, en el centro del pueblo, Yorvin Ruh y Tiffany Thöne (27 y 25 años), se ayudan el uno al otro a ponerse el disfraz. Se amarran el cuello de tela blanco y acomodan el broche de bronce que sostiene el gorro y la máscara en su lugar.
Ambos administran una posada en la Colonia Tovar y pertenecen a los Jokilis desde que eran adolescentes. Cuando se casaron, un grupo de Jokilis les hizo cortejo en la ceremonia nupcial.
—En la Colonia Tovar es el único sitio donde los turistas pueden ver a los Jokilis, se emocionan muchísimo cuando nos ven. Es un orgullo ser parte de ellos porque somos imagen de la Colonia Tovar y promovemos la cultura y las tradiciones de nuestros antepasados —dice Yorvin.
Los rituales alrededor del Jokili simbolizan el despertar, la vida y la muerte del espíritu del carnaval. Comenzaron el primer día (el jueves 16 de febrero) con el desfile de batas blancas: En la plaza de los Jokili, en el centro del pueblo, los miembros de la asociación hacen ruido para despertar y dar la bienvenida al espíritu del Carnaval, quien salta de una fuente de la mano del Ober Jokili, el líder y conductor de los arlequines, y así se inauguran las fiestas.
Los siguientes días, todos los Jokilis se reúnen cerca de la entrada de la Colonia Tovar, desde donde parten en caravana por las calles, bromeando con los turistas y colonieros, posando para fotografías y animando el ambiente.
Cantan y bailan las canciones tradicionales germanas con instrumentos venezolanos, y hacen bromas con sentido del humor basado en el doble sentido de las palabras. En el últmo día de Carnaval, el Jokili regresa a la fuente donde es “enterrado”, mientras todos los Jokilis y asistentes le lloran vestidos de negro.
La asociación de los Jokili tiene muchas normas sobre el comportamiento y apariencia de los arlequines que participan del desfile. Los arlequines deben tener un comportamiento y conducta impecable mientras visten el disfraz, el incumplimiento puede acarrear sanciones o la expulsión del grupo.
El traje es confeccionado por una costurera oficial de la organización, lAlicia Gerig. Consiste en braga o camisa, y pantalones rojos hechos a la medida.
El gorro de tres puntas se rellena con goma espuma y en las tiras azules lleva un broche de bronce, que tiene un serial único que identifica al miembro de la asociación. El traje consiste en dos juegos de flecos con cascabeles, para los hombros y la cintura, basados en los trajes originales de los Jokilis de Endingen de color rojo y azul, de los colores del pueblo del sur de Alemania.
A estos se les añade por debajo un juego de flecos amarillos para completar el tricolor de la bandera de Venezuela. (La versión del traje para los niños no tienen los flecos rojos). También se distinguen los zapatos de cuero rojo con un cacho en la punta, guantes blancos, y una vara de madera, a la cual se ata una vejiga de cerdo seca, que inflada hace de un globo con el que golpean y hacen bromas a los espectadores del desfile.
La máscara está basada en la forma de una máscara original de Endingen que le fue obsequiada al fundador Pablo Dürr, tallada a mano en madera de pino ciprés o cedro dulce. Tiene rasgos faciales exagerados, lo que hace cada máscara una obra artesanal única, y como consecuencia tiene un valor elevado.
Juan Gutt desfila por las calles de la Colonia Tovar con sus hijos, que bailan, saltan y saludan a los turistas, montados en un carrito o caminando al lado de su papá. Nakari, sonriente, los acompaña muy cerca mientras toma fotos con su celular. Todavía no se ha bautizado como Jokili, pero pronto se pondrá la máscara y desfilarán juntos como una familia de Jokilis.
—Nuestra historia de amor se formalizó en el carnaval de 2015, cuando le pedí matrimonio a Nakari en la fuente del Jokili —cuenta Juan—. Así le transmitimos ese amor y respeto al Jokili a nuestros hijos. A ellos les encantó desde el primer día que lo vieron. Les iremos enseñando su historia y todo lo que representa, y estamos seguros que algún día serán Ober Jokili.