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Una de las áreas más afectadas por la pandemia en Venezuela ha sido la enseñanza. El rezago tecnológico y las fallas en los servicios, han hecho que miles de personas hayan tenido que suspender el aprendizaje de un oficio, o de saberes artísticos y lúdicos. Pero incluso en este panorama las organizaciones ciudadanas como Proyecto Nodriza, Fundación Plano Creativo y Trazando Espacios se las ingeniaron para continuar con sus talleres de formación, y así contribuir con la superación de los sectores más excluidos de la sociedad. Una historia producto de la alianza #GenteHaciendo Solidaridad que se contagia, impulsada por varias organizaciones ciudadanas y medios de comunicación. #LatimosEnCuarentena

 

Ilustración Valentina Urdaneta @valentravel

Una vez por semana Aurely Batista sale de su casa, con el rostro y las manos protegidas por mascarillas y guantes confeccionados por ella misma. Camina hasta el Centro Nodriza más próximo a su comunidad, en La Dolorita, Petare, el barrio más grande de Caracas y sudamérica. Allí la espera, para un encuentro agendado y con todos los protocolos de bioseguridad, su profesora de costura. 

Al llegar, Aurely, una madre de 38 años, le entrega su práctica más reciente. Algún retazo de tela vieja, o la bota sobrante de un pantalón, convertida en una nueva pieza de ropa. La instructora observa detalladamente, le hace recomendaciones para mejorar la técnica y le asigna su siguiente tarea, que debe ser entregada en, máximo, 15 días. Quizá un reto más difícil que la acerque a su objetivo final: convertirse en una costurera experta, poder trabajar y ser independiente. 

—Siempre había querido hacer cursos, aprender cosas que me ayudaran a superarme, a salir adelante. Pero cuando tenía el dinero para pagarlos vivía con el papá de mis hijos y no me atrevía a hacer cosas para mí. Cuando me separé sí tuve el valor, pero entonces ya no tenía el dinero —cuenta la aprendiz de costura con la voz conmocionada. 

Ella, al igual que otras 90 madres lactantes de distintos sectores de Petare, forma parte de las beneficiarias del conjunto de talleres de formación en oficios y alfabetización en salud de Proyecto Nodriza, un programa que nació en el año 2018 y que socorre con comida, atención médica y programas de formación alternativos, a mujeres de bajos recursos que estén embarazadas o atraviesen el período de lactancia. 

—Uno de los objetivos de nuestro proyecto es ayudar a consolidar a las familias que viven en circunstancias de exclusión y precariedad. Creemos firmemente que para lograrlo es clave atender a las madres, que son pilares de la familia, ayudarlas a conseguir su superación. Por eso decidimos no abandonar sus talleres a pesar de los obstáculos que supone la cuarentena —explica Berenice Moreno, coordinadora de la organización. 

A diferencia de otras iniciativas, esta no podía plantearse una reinvención de sus actividades con las nuevas tecnologías, ya que la mayoría de las beneficiarias no tienen acceso a internet, como 35% de los venezolanos. También son parte de ese 48% de la población que no poseen dispositivos para conectarse, según el informe actualizado de Tendencias Digitales.

Así que, sorteando las limitaciones de tránsito y el acceso al transporte público que implica la cuarentena radical decretada para contener los contagios de coronavirus, los coordinadores y facilitadores del Proyecto Nodriza se desplazan cada semana hasta los centros de reunión, para atender a las madres. Muchos de ellos también enfrentan las dificultades para surtirse de gasolina. 

Berenice Moreno cuenta que desde que inició la pandemia han podido continuar con los talleres de costura, primeros auxilios y recetas de cocina. Todos son dictados en turnos, para grupos de seis personas y bajo estrictos protocolos de higiene. La pandemia ha agudizado las carencias económicas de estas mujeres de sectores tan deprimidos, comenta, por lo que insisten en mantener activo su sistema de enseñanza en oficios como un impulso para que salgan adelante. 

Thais Contreras, trabajadora social y coordinadora del Equipo de Formación, Información y Publicaciones (EFIP), un programa de educación alternativa en sectores populares, explica que la capacitación en oficios es una verdadera oportunidad para desarrollar proyectos de vida en personas que viven en contextos sociales de pobreza y violencia estructural. 

—Este tipo de programas guían las actividades que los participantes pueden desarrollar en el futuro para lograr su sustento. Además los ayudan a desarrollar competencias técnicas y personales que le permitan generar vínculos, ciudadanía y un pensamiento crítico —asegura.

La Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi 2019-2020) reflejó en su informe más reciente que 96,2% de los hogares venezolanos se encuentra en condición de pobreza. Contreras señala que en este escenario se hacen más necesarios programas así, sobre todo para los jóvenes. 

Foto: Fundación Plano creativo

Desafíos tras el lente

Los talleristas de la Fundación Plano Creativo a veces comparten las mismas calles que transitan las madres nodrizas. Estos se podían identificar fácilmente antes del confinamiento. Solían ser vistos cargando trípodes por las aceras de San Blas Petare o instalando cámaras  en las platabandas de El Calvario, en El Hatillo. También reunidos en círculos de ideas, compartiendo sentires sobre la cinematografía en algún lugar del sector Las Brisas, en Propatria.

Se trata de los beneficiarios de una organización conformada por  más de 20 personas que se propuso transmitir todos sus conocimientos sobre creación cinematográfica a niños, adolescentes y adultos jóvenes de comunidades humildes en Caracas. En medio de un puñado de obstáculos han podido continuar con su ciclo de formación como cineastas durante el confinamiento. 

—La cuarentena nos agarró en plena ejecución Secuencias Ciudadanas, un programa que busca generar un producto audiovisual elaborado, en su totalidad, por habitantes de sectores populares —cuenta Eva Mujica, coordinadora general del proyecto. Dice que fue un gran reto personal y logístico replantear un programa práctico de formación cinematográfica a una dinámica remota. 

Su sistema de adaptación al confinamiento se hizo a través de la red social Facebook. Allí se creó un grupo en el cual se empezaron a cargar los contenidos académicos y los materiales filmográficos que iban produciendo los jóvenes, ahora por separado y desde sus hogares. 

Esta nueva metodología de tareas desde el hogar representó un reto creativo para los participantes, cuenta Vanessa Requena, una tallerista de 22 años, del grupo de El Calvario de El Hatillo. Desde que empezó a hacer sus prácticas en la casa pasa horas buscando imágenes para capturar a través del lente de su cámara. Intenta hallar, hasta en el espacio más recóndito, qué elemento puede hallar entre las paredes de su hogar que logre expresar un mensaje, transmitir un sentimiento. 

—Me pareció interesante la forma en la que se reinventaron en Plano Creativo. Aunque ya estábamos adaptados a vernos con regularidad cada semana, supieron darle un giro para mantener el carácter didáctico de los contenidos y regalarnos la oportunidad de seguir desarrollando nuestra creatividad —comenta Vanessa.

Sin embargo, no todos los participantes de los talleres podían cumplir con las asignaciones. Muchos de ellos empezaron a tener fallas de energía eléctrica o internet en sus casas, de manera más recurrente, desde que empezó la cuarentena. El Observatorio Venezolano de Servicios Públicos registra un incremento de las fallas de internet de 9% desde el inicio de la confinamiento, lo que suma 60% de usuarios que presenta problemas de conexión diaria. 

Ante este entorno, los voluntarios y facilitadores de la fundación se distribuyeron a los más de 20 participantes de los cursos e iniciaron un mecanismo de atención telefónica. Semanalmente llaman a cada joven a su casa, dictan los contenidos, reciben reportes de los avances en las asignaciones y además acompañan psicológicamente a los aprendices del séptimo arte.

—Plano Creativo nació en 2015 de una tesis de grado cuyo tutor era Eduardo Burger, actual director de Plano Creativo. Desde entonces hemos superado muchísimos obstáculos. En 2017 atravesamos las protestas, en el 2018 una crisis económica que afectó mucho nuestros proyectos y en 2019 padecimos los apagones. Así que nos convencimos de que esta pandemia de 2020 no nos iba a detener — subraya Eva. 

Para ella la experiencia de superación que otorga esta fundación a los jóvenes de estos sectores humildes es algo incalculable y que debe continuar, por más adversas que sean las circunstancias. Los talleres son una oportunidad de desarrollo personal, en valores y en ciudadanía, destaca, no solo para los participantes, sino para las comunidades que se involucran en los rodajes. 

Trazar conocimiento en lo más recóndito

El sentir de crecimiento y participación comunitaria también es el motor de la organización no gubernamental Trazando Espacios, fundada por la arquitecto venezolana Ana Cristina Vargas, quien luego de probar en un barrio de Mumbai, en la India, una tesis de diseño participativo, galardonada por el Massachusetts Institute of Technology, quiso volver a su país e implementar sus conocimientos aquí. Así nació su propósito de instruir a jóvenes entre 9 y 15 años, de sectores populares, en conceptos del espacio público para involucrarlos en la intervención y desarrollo de sus comunidades. 

—Nosotros nacimos para dar respuesta a los problemas urbanísticos, pero no es lo mismo sentir que resuelves las dificultades de estos sectores sin que su gente participe. Así que creamos un taller que enseñara a los grupos más humildes de la población a observar sus espacios, imaginarlos y transformarlos —explica Adriana Russián, coordinadora de programas educativos del proyecto. 

La naturaleza de su misión era su principal obstáculo para seguir adelante en los tiempos de confinamiento, no podían salir a enseñar cómo transformar el espacio público en medio de la cuarentena. Así que empezaron a buscar alternativas para seguir la instrucción de los niños y adolescentes de forma remota. 

Surgió entonces Trazando Espacios en Casa, una modalidad que migró parte de los contenidos de los talleres a las redes sociales, donde se concentraron buena parte de sus creaciones pedagógicas. Como parte de esta dinámica, esta ONG empezó a dar clases, a través de la plataforma Instagram TV, a estudiantes de arquitectura del país y a cualquier persona interesada en sus contenidos. 

También iniciaron la preparación de un taller en conjunto con el colectivo francés Pourqui Pas y la Universidad de Lyon Archipel, que tiene previsto hacer un curso simultáneo de intervención de espacios urbanos en la ciudad francesa de Lyon y en Petare. 

Sin embargo, en Trazando Espacios pronto se dieron cuenta de que su público objetivo, los niños y adolescentes de las comunidades humildes de Venezuela, tenían muy poco acceso a esta dinámica de formación en línea. Así que en tiempo récord produjeron, editaron e imprimieron un libro de relatos y dibujos para colorear, sobre historias de transformación de los espacios públicos. Hasta ahora han sido entregados 110 en San Blás y La Ceiba, en Petare. 

—Además de nuestros alumnos de Caracas, atendemos a niños y jóvenes de otras regiones del país aún más vulnerables, como Naiguatá en Vargas, la península de Paria. Tenemos previsto llegar a Guaruchal, en el estado Sucre. Este último es un pueblo que ni siquiera tiene tendido eléctrico —comenta Adriana Russián

Ve con gran preocupación cómo gran parte de los estudiantes de estas regiones han abandonado el colegio por los distintos problemas de su entorno. Así que considera que la formación que brinda el proyecto es una forma de llenar aunque sea una pequeña parte del vacío que está dejando la ausencia del sistema de educación formal. 

De acuerdo con cifras de la Encovi 2020, el 40% de los niños y adolescentes en edad escolar no asiste algunas veces a clases por fallas en el servicio de agua, apagones, falta de comida en el hogar, escasez de transporte público y ausencia de profesores. 

Esta realidad se agudiza en algunas de las comunidades aisladas atendidas por Trazando Espacios, sus organizadores afirman que esa es una de las razones por las que no han parado durante la cuarentena. Además, otra de sus metas es canalizar la añoranza que siente la gente por estar de nuevo en el espacio público y transformarla en ideas para desarrollarlo. 

Este reportaje es un producto de la alianza #GenteHaciendo: solidaridad que se contagia. Un grupo de medios de comunicación y organizaciones de la sociedad civil conformado por @labociudadano, @historiasquelaten, @elbustv, @laguarura, @ecopoliticave, @ciudlab y @elpitazotv. 
Nuestro objetivo es mapear y visibilizar iniciativas que estén dando respuesta, con gestos solidarios e ingeniosos, a la crisis del país y a los desafíos adicionales que ha traído la pandemia.