Seleccionar página

Cuando un fotógrafo dice que es documentalista, se cree que es un fotógrafo exótico, de lugares rebuscados o de alto riesgo. Pero creo que lo más difícil para todo fotógrafo es documentar lo que ocurre en la intimidad de su familia: exponer a tus propios seres queridos al escarnio público.
Fotografiar a un ser querido que se encuentra en un estado de soledad es afrontar una realidad de la que eres partícipe. Es decir “soy cómplice por omisión” y en el caso de mi familia, todos fuimos cómplices por omisión.
Ella es mi abuela, está sola, con poca o nula compañía a pesar de vivir con otras seis personas. Es viuda desde hace doce años. Nunca fui apegado a ella, en mayor parte porque no puede hablar desde hace más de veinte años. En el tiempo que pasé con ella entendí esa soledad. Pude entender el silencio y su cansancio de seguir viva. Nació en mi la necesidad de mostrarle a todos en realidad cómo vive.
Sus hijos y nietos pudimos ver la realidad de su vida detrás de las reuniones familiares y actuar en consecuencia. Este ensayo fue nuestra alerta. Dejamos a nuestros padres y abuelos envejecer y los dejamos sin el mismo cuidado, paciencia y compañía que nos dieron a nosotros.
Cuando terminé este ensayo, sentí vergüenza de mi y de mi familia por dejar que estuviese tan sola. Ahora sólo quiero que se conozca su historia y que la persona que vea este ensayo se pregunte hacia adentro, si esta misma situación no ocurre dentro de su familia.