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La cocina ha estado presente en su vida desde que era un niño. Esa sazón le ha permitido darle el sustento a su familia haciendo lo que ama, y su vocación por ayudar a los demás lo ha llevado a ser un líder comunitario que se entrega con el corazón a su vecindad

Texto Anthony Camargo
Foto Mariángela Angarita

–Eso de servir un plato de comida, es lo más hermoso que existe. Preparar un alimento para alguien es divino, uno se siente como realizado.

Esa satisfacción la expresa Emilio Mujica con una sonrisa mientras invita a conversar en la sala y en su cocina. De sus 69 años, lleva seis encendiendo de madrugada su Fogón, como él llama a su emprendimiento gastronómico que funciona en su casa de dos pisos de estilo colonial, situada en el Pasaje 8 de San Agustín del Sur, en Caracas.

Ventanales altos de madera, paredes de ladrillos y un pasillo de mosaicos dan paso al lugar donde puede preparar hasta 1.000 comidas por encargo. Por el tamaño de las hornillas, calderos, sartenes, mesones y neveras pareciera que allí siempre se cocina para un batallón. Es allí donde es feliz compartiendo con su familia, conocidos y todo aquel que quiera pasar un rato degustando sus platos.

–Mira, vamos a hacer unas arepitas de chicharrón con queso guayanés. ¡Dale pues! Vamos a hacer unas carnitas ahí, unas arepitas así con papitas, unas costillitas de cochino así con bastante pimienta y sal en el horno –se emociona Emilio con la visita.

Desde niño sintió atracción por la cocina. A los diez años, cuando murió su madre, le tocó hacer lo mismo que ella hacía para sustentar a su familia: vendían empanadas, buñuelos, torrejas y dulces. Se formó trabajando en agencias de festejos, pues antes no existían academias de cocina.

–No es una escuela, no es una academia, no es una universidad, es la vida. La cocina es un laboratorio constante, te inventas cosas.

De estatura media y tez morena, siempre deja notar su buen humor cuando habla de sus recetas o de los recorridos que organiza junto a sus amigos de 100% San Agustín para dar a conocer esa alegría y sabor que caracterizan a su comunidad.

En San Agustín, comenta, la gente es en su mayoría de origen oriental y barloventeño. Trajeron sus maletas con todas sus tradiciones, saberes y culturas. Por eso en su gastronomía, sienten gran gusto por los guisados, sobre todo el cerdo, describe Emilio.

Con esa creatividad que aplica en sus fogones, se inventó un dulce llamado mestizo: plátano bien maduro con papelón, coco, canela, clavo y queso, un postre ahora típico de San Agustín.

–En cada feria todo el mundo dice: el mestizo, el mestizo. A los turistas se les da el mestizo. Entonces hay una competencia muy sana entre la Cafunga barloventeña -un plato a base de cambur maduro, coco rallado, harina y sal- y el mestizo de San Agustín.

Emilio Mujica es multifacético. Además de apasionado por la cocina, es conocido dentro y fuera de su barrio por ser líder comunitario, y cofundador de la organización 100% San Agustín y los Cumbe Tours (una iniciativa que promueve recorridos por la parroquia para dar a conocer las tradiciones).

Ese pedacito de territorio de un poco más de kilómetro y medio, dice, hoy día se ha convertido en un destino atractivo para el turismo local “por su gente alegre, la parroquia y su movimiento cultural”.

–Si lo comparamos con escenarios, está la Gran Sabana, Margarita, Los Roques, Mérida ¿y qué tiene el barrio que lo agarraron como destino turístico?, osea algo hay, que la gente venga y se sienta segura, atendida. No sienten ese temor que hay en otros sectores.

Sus experiencias con turistas extranjeros han sido bastante positivas. Cuenta que a San Agustín han llegado personas que vienen de España, Francia, Alemania, Suiza, China, Rusia, África y Estados Unidos.

–Esta comunidad está elevando mucho su autoestima. Estoy seguro de que la gente de este sector, que hace años atrás estaba rodeado de escombros, basura, drogas y tristeza, hoy puede recibir a familiares y amigos para mostrarles algo distinto. Este barrio ahora tiene un valor agregado.

Cuando llegan grupos de turistas, Emilio se encarga de la logística de la comida. Entonces le toca llegar a su fogón temprano y desde la noche anterior tiene sus utensilios e ingredientes ordenados, solamente para agregar condimentos y hacer la preparación final.

Para Emilio la cocina es alegría, una experiencia que debe ir sazonada de buen humor.

–Todo lo que vayas a tocar cuando entres a la cocina tiene que ir lleno de alegría. Hay ensaladas que se ven tristes, como si estuvieran viejas y es por la forma como las prepararon. Las abuelas aliñaban con un tomate, una cebolla, un pimentón, comino, onoto y ese gusto rico estaba ahí,rico, porque seguro la hizo sonriendo, con cariño. Te puedes comer una pasta con la mejor salsa que exista y si la prepararon de mal humor, no sirve. El atractivo y la belleza de la comida está ahí, en la alegría.

Mientras mezcla mayonesa, mostaza y un poquito de azúcar para el aderezo de una ensalada rallada de repollo y zanahoria, un ayudante va picando un poco de cilantro para decorar, otro se va encargando de preparar el arroz y otro de servir en bandejas la carne y el pollo guisado. Todo eso debe estar en su sitio para cuando entren los turistas nada más se sienten a comer.

–La semana pasada les preguntamos a los rusos cuál de los sitios de Caracas donde los llevaron les parecía mejor. Ellos dijeron que San Agustín porque se sienten libres, se divierten más, les gusta la comida. Eso nos llena el ego, estamos pegando bien.

Lo dice un hombre que ha viajado bastante, a unos 26 países, y aún después de ver tanto mundo, Emilio asegura que vivir en San Agustín es “la cosa más hermosa que existe”.

–Si creyera en Dios dijera: eso fue bendecido por Dios. Pero como creo en la naturaleza, digo que esto es una grandeza de la naturaleza. Aquí nací y aquí viviré hasta que muera.

Su madre fue una gran inspiración para él. Cuando ella falleció, Emilio decidió tener como brújula el valor de la libertad, y ese principio es el que guía muchas de las acciones que lleva adelante. Como su cocina, como su labor social y el liderazgo en su comunidad.

Está convencido de que puede dejar un legado a las siguientes generaciones de San Agustín. De hecho, ya ese impacto se conoce y se siente entre quienes habitan en esta parroquia por su gran aporte para incidir en la reducción de la violencia y dar pasos hacia la pacificación en el barrio.

–No debemos dejar de creer en la gente. Tenemos que derrotar la desesperanza. Todo lo que yo emprenda en la vida debe ser en función de que la gente lo aprenda, lo diversifique, lo continúe, lo reparta, lo comparta.

12 historias que conectan e inspiran de una de las parroquias con mayor tradición cultural y arraigo de Caracas.

Un especial en alianza entre Historias que laten, Ghetto Photo y 100% San Agustín

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