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La casa de la familia Canónico es conocida en Lídice, uno de los sectores de La Pastora, por ser donde se canta y celebra la Cruz de mayo en Caracas con gran fervor desde hace más de 40 años. El fotógrafo documentalista Daniel Hernández narra en esta fotocrónica cómo varias generaciones se reunieron para cantar fulía y tocar los tambores cumacos en honor a esta fiesta tradicional venezolana

Sobre la terraza de la casa azul 7408, donde vive la familia Canónico, ondea una tela que se enmaraña con los cables de la calle donde se lee San Juan Bautista.

Es aquí.

Ya es de noche en este sábado 25 de mayo y llegamos a Lídice subiendo por la calle El Roble.  Entro “como perro por mi casa” porque ya he estado en fiestas anteriores. Es un espacio pequeño, pero la gente cabe si quiere cantarle a la cruz.

No importa el calor, tú va a venerar al madero de tormento lleno de flores y papeles de colores. Hay muchas flores en ese altar.

¡Pero ya va! Este año adornaron el espacio diferente. En la pared principal de la sala, Elinor Canónico, la matriarca de la casa, adornó junto a los suyos la pared con discos compactos. ¡Qué ingenio! Lo que fue desplazado por el MP3 y el moderno Spotify quedó para darle un efecto estelar donde reposa el altar. Es como un efecto sideral a los ojos.

Escuchas el canto de fulía en voces multicolores. Canta el negrito y el zambo y el blanco. Suena con el tiempo del cuero y ves pasar un clavel que pide el espacio pa’ cantar.

No todos pueden entrar aquí a la casa. Debes esperar a que salga gente para meterte a ver o participar. Por dónde mires vas a ver algo lleno de arraigo. Recuerdos de familia y una ruma de instrumentos que dejan claro que en la casa de Rolando Canónico viven músicos de tradiciones.

El calor me ahoga y salgo a la calle, y sí, sé que se está llegando más gente.

Ya me había recibido en la calle mi negra Yivys Camacho, esa cuñada eterna que en el 2011 me invitó a ver cómo era esta belleza lumbrera en Lídice.

Elinor no me recuerda y me pregunta que de dónde venimos. Le digo que hacer un trabajo personal y le presento a los míos, tres amantes de la fotografía que me acompañaban. Me pide con amor y carácter ver las fotos que haga y eso es un halago.

La gente en la calle con sano juicio se toma una cerveza, un roncito o un anís, pero con moderación por favor. Es un velorio de cruz.

Pasan las horas y se siguen cantando versos en la casa azul. Entra y sale gente. Veo que el foráneo va llegando y me saluda el gigante Roco, un curiepeño que sabe el valor de esta tradición en Lídice y que cierra con alegría el velorio de Cruz de mayo para darle un anuncio a la gente: ya viene junio, el mes donde San Juan Bautista cumple años. El primito del Cristo está por nacer, pero antes se les avisa a los vecinos que viene la fecha importante.

Eso pasará en el mes de los santos, el mes del año que más me gusta.

Son las 1:20 de la madrugada y la muchachada cierra la calle. En piso firme se afinan los cueros de los cumacos con candela. Es un ritual necesario cada año en este lugar, ver la flama que templa el cuero es una bendición mientras la calle se sigue llenando de gente.

Vienen desde Barlovento, de San Agustín, del 23 de Enero y hasta de Petare. La casa azul 7408 llama a la gente que ama la cultura. 

De repente, casi a las dos de la madrugada, los cumacos se alinean. Empiezan a sonar los cueros calle arriba y otros calle abajo. El sangueo es sublime, se canta y se le hace coro.  Las banderas de colores danzan en el aire, se engalanan y es cuando de la casa azul salen mujeres abanderadas y las cargadoras del santo chiquito. Ese mismo que en el Jordán bautizó a Jesús.

Suenan los cumacos. Madera golpea madera y es un momento feliz hasta la mañanita desde la calle Los Robles pa’ Lídice, cerrando mayo de cruz. 

Son más de 40 años de tradición el que se ha ganado a pulmón ser uno de los velorios de Cruz de mayo mejor llevado en la capital de Caracas.