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Frank Zambrano -director y profesor- y Carmen Perdomo, Luis Felipe Luciani, Leila Ferrer, Malú Rengifo, Juan José Colmenares y Carmen Sánchez: integrantes de @tangocaracas

Hace 20 años se realizó la primera milonga en el Centro Uruguayo de Caracas, ubicado en Los Chorros. Dos años después, Frank Zambrano dictó la primera clase de tango y se convirtió en padre y director de Tango Caracas.

FRANK ZAMBRANO: Soy arquitecto, pero también soy bailarín y profesor de tango. Casi toda mi familia se fue del país, incluyendo mis hijos. Aquí sólo quedamos mis papás y yo. Decidí quedarme en Venezuela porque es el lugar donde más puedo aportar.

Para mí, el tango se ha convertido en una manera de vivir, en mi filosofía. Para algunas personas es una religión: hay quienes van a misa todos los domingos, hay quienes deciden venirse a bailar una milonga todos los sábados. Esto termina siendo un ritual.

Cuando empecé a dar clases, hace 18 años, me di cuenta de que esta danza puede ayudar a rescatar valores. En el tango, el hombre es un caballero que busca a la dama, la acompaña y la respeta. Todos se arreglan porque se sienten bien, se sienten seguros y nos trasladamos a otra dimensión. En los ensayos de grupo se fortalece la comunicación entre las parejas y hay un sentido de solidaridad entre los equipos. El tango cambia, te enseña que la vida sigue.

Sé que existe la inquietud de saber hacia dónde vamos, cómo estamos, cómo podemos ayudar en algo, y creo que la responsabilidad de generar nuevas energías y realizar cambios positivos en una ciudad está en nosotros. Sentí que con el tango podíamos hacer eso.

Así nació, hace cuatro meses, Un abrazo para Caracas. Es una campaña que pretende mostrar y rescatar varios espacios de Caracas. ¿Por qué? Porque seguimos aquí. Nos hemos dado cuenta de que vivimos en una ciudad que no conocemos, pero es hermosa y la queremos mostrar.

Nuestra idea es ir a distintos espacios y llenarlos de buenas energías. Bailar tango, compartir con las personas que estén cerca y registrar la experiencia a través de fotos. Nos une el tango, nos une el abrazo.

Llevamos 18 de las 36 fotos que planeamos. Cuando las tengamos todas haremos una exposición y un espectáculo para que se convierta en un proyecto más grande, un abrazo a nivel nacional. Creo que nuestra campaña ha tenido éxito, me pidieron ayuda para realizar Un abrazo para Quito. Pronto viajaré para poner en marcha ese proyecto pero con la intención de volver.

Aquí me siento apoyado y siento que puedo apoyar a los que me rodean. Todos los bailarines que forman parte de este proyecto siguen creyendo en este país y eso se ve en las fotos. Hay variedad en edades, tamaños y facciones porque así somos nosotros. Porque así es Caracas y así es Venezuela.

CARMEN PERDOMO: Tengo 65 años. De seis hermanos sólo dos quedamos aquí, el otro también se va. Yo he tenido oportunidades de irme por mis dos hijas que están afuera con mis cuatro nietos, pero mi vida está aquí. Mis hijas me dicen “pero bueno, mamá, ¿no y que hay muchos problemas allá? ¿Cómo vas a bailar tango de noche si hay tanta inseguridad?” Ellas no entienden que así es la vida aquí: vamos a una marcha en la tarde y bailamos tango en la noche. Yo bailo porque me encanta, porque cada vez que lo hago se me olvidan los problemas. En una milonga no importa si se te fue el agua o la luz, sólo existe la pasión del abrazo.

LUIS FELIPE LUCIANI: Tengo 65 años, soy arquitecto y empecé a bailar tango hace dos años cuando una prima de mi esposa me dijo que bailar me ayudaría a superar la tristeza que me dejó la viudez. El tango ha sido un reto para mí, ha sido lo más difícil que he hecho en mi vida. Es una forma de caminar, de convivir, de expresarse. Yo lo hago por diversión y mientras tenga fuerzas, seguiré bailando aquí, en Venezuela.

LEILA FERRER: Yo soy marabina pero tengo 30 años viviendo en Caracas y un año haciendo tango. Desde pequeña bailaba ballet, flamenco y danzas venezolanas. A los 24 años Fernando Delgado, el papá de Maite Delgado, me sacó a bailar tango y me dejé llevar por ese ritmo romántico y apasionado que decidí revivir hace poco. Hace un año murió mi única hija, ella me dijo que hiciera todo lo que me gusta y aquí estoy. Bailo porque el luto no es un color, es algo con lo que hay que aprender a vivir para poder disfrutar la vida. Indistintamente de lo que esté pasando, los venezolanos encontraremos una manera de seguir adelante como sea, por eso sigo en Venezuela.

MALÚ RENGIFO: Tengo 10 meses en Tango Caracas y soy una de las fotógrafas de la campaña Un abrazo para Caracas. Tuve la posibilidad de quedarme en otro país y no lo hice porque estaba desesperada por regresarme. Cuando llegué me di cuenta de que estoy en el lugar en el que quiero estar. Sigo en Venezuela porque me gusta respirar su aire, me gusta cómo es su gente, sus caras sus formas de moverse. Estando aquí me enteré de la muerte de mi mejor amiga y me encerré en mi casa, no salía ni hablaba con nadie. Un día vi una convocatoria que hizo Frank por internet y me atreví a bailar. El tango me dio motivos para salir de mi casa y ahora, el mucho o poco talento que tengo lo pongo al servicio del tango.

JUAN JOSÉ COLMENARES Y CARMEN SÁNCHEZ: Los dos tenemos 67 años y estamos casados. Ella es de Táchira, yo soy de Barinas y jamás imaginé que en vez de joropo terminaría bailando tango. Nosotros (Tango Caracas) somos un ensamble entre el vivir cotidiano y lo estético. Queremos a nuestro país y por eso hacemos lo que hacemos. Uno crece con las dificultades y si en algo nos ha ayudado el tango es a entender que hasta los errores se bailan y la vida sigue.

Y para cerrar bailando tango en espacios públicos de la capital venezolana, algunas fotos del proyecto Un abrazo para Caracas

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