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En los últimos dos años, el Nazareno de San Pablo recorrió los cinco municipios de Caracas en el papamóvil. Aislado de sus fieles durante la pandemia por covid-19, los caraqueños lo veneraron durante el Miércoles Santo desde la distancia de sus ventanas. Esta vez, un grupo de devotos se prepara para llevarlo nuevamente en sus hombros durante una de las procesiones más multitudinarias de la capital venezolana. Estas son algunas de sus historias de fe

Por Carla Contreras Fotos Carlos Bello

En la sacristía de la Basílica Santa Teresa, Abraham Núñez, el jefe parroquial de la iglesia, se dispone a ordenar los trajes del Nazareno de San Pablo. Los saca de las cajas de madera en las que están almacenados y los desdobla con la delicadeza de alguien que pone sus manos sobre un objeto sagrado. Son túnicas polvorientas, y un tanto desgastadas, de distintos tonos púrpuras y encajes dorados. El más reciente de los vestidos se realizó hace 15 años, pero hay otros que llevan allí más de cuatro décadas.

Falta poco para el Miércoles Santo, fecha en la que los venezolanos veneran la figura que recrea a Cristo cargando la cruz en el calvario. Para la feligresía, este es uno de los rituales más importantes de la semana mayor y lo que marca el inicio de la remembranza de la pasión, muerte y resurrección de Jesús.

Abraham es el principal encargado de diseñar y ejecutar toda la ornamentación que acompañará a la figura de madera traída de Sevilla, España, durante su tradicional procesión por las calles de la parroquia Santa Teresa. Este año siente una responsabilidad especial por lograr que todo quede perfecto, ya que la figura de Cristo volverá a recorrer Caracas en los hombros de su feligresía, luego de dos años de haber hecho peregrinaciones en el papamóvil, aislado de sus fieles.

—Toda la vida he sido devoto del Nazareno de San Pablo, en mi familia todos lo somos, desde mi abuela. Pero mi fe se hizo más fuerte cuando estudié en la universidad, cuando recibí mi primer milagro. Estudiaba Administración Tributaria, algo que no era para mí. Me iba bastante mal en las materias, pero graduarme era importante. Así que le pedí al Nazareno que me ayudara a sacar la carrera y yo dedicaría mi vida a su servicio —comenta el sacristán.

Luego de ver concretado su milagro Abraham se unió a la Brigada de Orden de la parroquia, un grupo encargado de organizar a los feligreses en cada celebración de la basílica durante los Miércoles Santos. Con el paso de los años fue ascendiendo en la jerarquía del conjunto parroquial, hasta convertirse en el principal encargado de vestir y ornamentar a la talla de madera de flandes hace cuatro siglos y cuyo autor se desconoce.

—La primera vez que vestí al Nazareno sentí algo que ni siquiera puedo explicar en palabras. Un escalofrío recorrió mi cuerpo entero, nunca lo había podido ver tan de cerca. Allí pude observar sus ojos fijamente y sentí la ternura de su mirada. Unos ojos que te observan pidiendo perdón o piedad —describe.

Abraham y un equipo de 150 personas se preparan para devolver a Caracas la procesión más importante del Miércoles Santo, que esta vez saldrá desde la plaza Diego Ibarra, rumbo a la entrada de Cruz Verde, recorrerá parte de la avenida Baralt y la avenida Lecuna hasta volver a la Basílica de Santa Teresa.

Aunque la organización para la procesión inicia con un mes de anticipación, el día más importante para los integrantes de la parroquia es el Martes Santo. Desde las siete de la mañana, decenas de voluntarios de la iglesia se reúnen para recibir las miles de orquídeas que obsequian los fieles para rendir tributo a esta figura de Cristo. Todas son intervenidas para convertirlas en el principal adorno que acompaña el baldaquino -estructura en la que se desplaza la figura- y el altar de la iglesia. Son el principal símbolo de honor al Nazareno de San Pablo.

—Los dos años anteriores fueron muy duros. Mi equipo y yo arreglábamos al Nazareno para su peregrinación en el papamóvil pero no lo podíamos acompañar, sólo iba un pequeño grupo de sacerdotes en el vehículo. Llegué a ver a mucha gente llorando por los pasillos de la iglesia, también vi fieles que, aunque sabían que la figura no estaría aquí, se acercaban a rezar desde la puerta y a traer orquídeas moradas —recuerda.

Abraham detalla la existencia de la figura en la iglesia de la capital.

—El Nazareno es muy caraqueño, tuvo una casa y se la quitaron. Tenía cinco túnicas y se las robaron. Ha sufrido hasta guerras federales, de ellas obtuvo un disparo que tiene alojado en su pómulo derecho y que fue descubierto en un radiografía durante el proceso de restauración que le hicieron en los años setenta. Ha acompañado a todos los caraqueños en las glorias y penurias que ha atravesado y su pueblo le es fiel en cualquier circunstancia. 

 

Una fe de cuatro siglos

—El ser humano tiende a generar devociones porque somos seres religiosos por naturaleza. Las cosas de esta tierra no nos dan respuesta a las interrogantes más profundas del corazón humano. Por eso buscamos siempre una trascendencia, una conexión con la divinidad. También porque muchas veces obtenemos una respuesta sobrenatural a la petición que hacemos —explica con voz pausada Abelardo Bazó, historiador y párroco principal de la Catedral de La Guaira.

El sacerdote relata la gran devoción del venezolano hacia el Nazareno desde el siglo XVII, momento en el que una epidemia de vómito negro diezmó drásticamente a la población venezolana. En un país con un avance en la medicina muy precario, el pueblo volcó sus esperanzas de sanación en la figura de Cristo con la cruz a cuestas que tenía como casa la Iglesia de San Pablo el Ermitaño.

Como lo recoge el poema de Andrés Eloy Blanco, el Nazareno se quedó enredado en un limonero que solía existir en la esquina de Miracielos. El hecho fue interpretado como un milagro por los devotos, que empezaron a preparar una infusión con base en limón que le pondría fin a la enfermedad.

—A partir de este punto se multiplicaron las procesiones del Nazareno cada Miércoles Santo en muchos lugares de Venezuela y se empezaron a conocer muchos relatos de sus milagros. Se cuenta, por ejemplo, que el prócer de la independencia José Antonio Páez se vestía de morado en cada Semana Santa, pues pagaba una promesa al Nazareno de Achaguas, a quien en 1821 pidió que le ayudara a librar la batalla que pelearían en Carabobo —cuenta el historiador.

El sacerdote también recuerda con especial emoción, que los años de pandemia por covid-19 no fueron los únicos en los que la figura salió a peregrinar en el papamóvil. A principios del año 2000, él fue partícipe de la visita del Nazareno de San Pablo al Litoral Central. En esa oportunidad, miles de devotos de La Guaira que habían perdido a seres queridos y propiedades en la tragedia de Vargas en 1999, salieron a su encuentro para encontrar consuelo y esperanza.

 

Gratitud por la vida

—El Nazareno para mí significa la vida —dice Maigualida Bello, una profesora de 59 años. Todavía se emociona cuando relata su visita a la Basílica de Santa Teresa una tarde de 2013. Días atrás le habían diagnosticado un tumor maligno, grado 3, en uno de sus senos. Luego de saber la noticia, una de sus primeras reacciones fue acudir al encuentro de quien sería la figura de devoción, de ella y su familia, desde que tiene memoria.

—Mirándolo fijamente a los ojos le pedí que me salvara y así fue. Luego de 6 sesiones de quimioterapia, 18 radioterapias y una cirugía, no quedaron rastros del tumor en mi cuerpo. En menos de un año tuve una mejoría extraordinaria y siempre tuve la fuerza para llevar la enfermedad con la mejor actitud —cuenta Maigualida.

Como tributo al favor recibido, Maigualida ha caminado descalza, durante casi una década, un trayecto de aproximadamente diez kilómetros que va desde La Vega hasta la Basílica de Santa Teresa. Lo hace cada Martes Santo, luciendo una túnica morada que evoca a la que utiliza la figura de Cristo que lleva la cruz a cuestas. Su misión es lograr, al final de cada caminata, llegar a tiempo para asistir a la misa de la medianoche. Esta da inicio a un ciclo de 18 eucaristías que finalizan con la gran procesión del Miércoles Santo.

 —La primera vez fue muy duro. No estoy acostumbrada a caminar esas distancias y menos a hacerlo descalza, pero poco a poco me acostumbré —comenta.

La pandemia no fue una limitante para pagar la promesa que tiene con el Nazareno. Durante el año 2020 Maigualida caminó descalza desde su casa hasta Santa Teresa, a pesar de tener la certeza de que no se encontraría con la figura en la que deposita su fe. En el 2021, no estuvo en Caracas durante el Miércoles Santo, pero se atavió con una túnica púrpura y encendió velas como un ritual de oración. Este año, se prepara ansiosamente para volver a vivir la conmoción en las calles de la gente que rinde honor al Nazareno.

 

La procesión como ritual

Procesión del Nazareno en el año 2018.

—Heredamos las procesiones del período de conquista y colonización. Los españoles trajeron consigo el ritual que evoca salir de un estado de maldad a un estado de bondad. Su paradigma se originó en el momento en el que Moisés, cumpliendo una orden de Dios, sacó al pueblo de la esclavitud de Egipto y los llevó a la tierra prometida, durante una caminata que duró cuarenta años —explica el historiador y sacerdote Abelardo Bazó.

También afirma que este año espera que la población salga masivamente a celebrar la Semana Santa, teniendo como actividad principal la asistencia al templo. Para él los feligreses van a valorar mucho más cada etapa de la festividad, puesto que han pasado dos años sin poder hacerlo a plenitud.