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La primera vez que se supo de ella fue el siete de febrero del año 2003 cuando el periodista colombiano Gerardo Reyes publicó en El Nuevo Herald de Miami un artículo titulado “Una marchante asegura que tuvo el Matisse robado en su apartamento en Miami”, dando a conocer, por primera vez, la intervención de esta venezolana-brasileña en el escabroso tema de la desaparición de la Odalisca con pantalón rojo (6).

Sin embargo, Sylvia de Azevedo era un nombre muy reconocible en las filas más extremistas del movimiento de oposición política de Venezuela durante los años 2000 y 2005. De andar guerrero, cabellera cana y sin afeites, y con la voz áspera que producen los excesos de nicotina, Sylvia de Azevedo no sólo fue fanática al defender su legítima pertenencia al mundo del arte, donde afirma haber luchado por el patrimonio nacional perteneciente a La Casona —la residencia presidencial de Venezuela—, y promocionar con denodado interés el arte de Emilio Boggio.

Sobre él escribía en el grupo Artelatino de Yahoo y en su blog (7): “Ese artista plástico venezolano que ha puesto el nombre de la República de Venezuela en la pintura impresionista (…). Pasaron muchos años antes que (sic) las obras de Emilio Boggio tomaran una relevancia nacional (Venezuela), los venezolanos hasta hace poco tiempo conocíamos poco de la historia de este gran pintor impresionista. Fue tildado de impresionista retrasado, se le condenaba cuarenta años después de muerto, seguía siendo el artista incomprendido que fue en vida (…). Compañero de Claude Monet (1840-1926), Pierre Auguste Renoir (1841-1919), Edouard Manet (1832-1883), Camille Pissarro (1830-1903), Armand Guillaumin (1841-1927) entre muchos otros…”.

En agosto de 2006 denunciaba en la red que el presidente de Venezuela había cometido “tráfico ilícito, al sacar la daga y la tacita que pertenecieron al Libertador sin el permiso debido de Patrimonio Cultural de la República de Ecuador” y que el coleccionista Carlos Álvarez “quien donó o regaló a Hugo Chávez pertenencias del Libertador Simón Bolívar, no notificó a la oficina de Patrimonio Cultural de Ecuador la donación de dichas piezas y esas piezas salieron en total ilegalidad de Ecuador”. Continúa en su mensaje electrónico explicando que Ecuador está en disposición de pedir el retorno de las piezas y actuar apelando a la Ley de la Unesco. Firma: Sylvia de Azevedo, “Condiciones o Candelero (8) .

Como defensora del patrimonio cultural, Azevedo usaba su blog “Conversemos de arte”, en el que alertó enérgicamente sobre el presunto robo de la espada de Bolívar. “Revisando el libro de visitas de la Quinta de Bolívar, se puede identificar un hecho muy curioso. En medio de todos los objetos de la colección de la Quinta que pertenecieron al Libertador, hay uno que se reclama (sic) por encima de los demás. Curiosamente ese objeto no se encuentra ahí y de allí la necesidad de encontrarlo. La espada de Bolívar se ha convertido en una de las antigüedades más famosas del país en los últimos veinticinco años y, sin embargo, nadie menor de veinticinco años la conoce o la ha visto. A partir de su hurto en la Quinta de Bolívar…” (9).

Pero Sylvia de Azevedo tiene una faceta adicional que contrasta con la de preocupada conocedora del patrimonio cultural y defensora del arte de Boggio, y en la cual posee estrechos vínculos con su visceral militancia en los movimientos antichavistas. La defensa de la figura política de William Ojeda —como precandidato a la Presidencia de Venezuela en julio de 2006— es apenas una veta muy superficial frente a lo que algunos sectores radicales de la derecha comenzaron a decir de ella durante septiembre del año 2003, meses después de que se develara el escándalo de la desaparición del Matisse.

En una comunicación electrónica sin remitente ni destinatario, fechada el veintidós de septiembre, el subject decía sin rodeos:

“Confirmado… Sylvia de Azevedo forma parte de la conspiración cubana”. Los autores anónimos informan que en una reunión con algunos personajes que se mueven en los círculos del exilio cubano, “pudimos detectar la procedencia de la Sra. Silvia de Azevedo (sic). La Sra. Azevedo es una espía castrista infiltrada junto con otros cinco individuos en Venezuela”, y agregan que “posiblemente se trate de entregar a la Disip (amigos) antes que (sic) le controlen elementos que tenemos en Venezuela”. Agregan los misteriosos personajes que han puesto el caso en manos de un ex capitán de la inteligencia cubana y que las instrucciones dadas por el agente son las siguientes: luego de detallar su participación activa en la salida de Venezuela de ciertos personajes infiltrados, recomiendan no expulsarla de los grupos (“déjenla que se sienta cómoda ya que se utilizará una técnica más avanzada para aprovechar sus nexos con el régimen castrista”) y difundir la información a los círculos de confianza borrando el remitente.

“Bajo ninguna circunstancia le escriban”, dice el punto cinco, pues, como reza el punto seis de la comunicación, “Tenemos que darle confianza para proceder con ella como informante nuestro.” PD —la firma del correo electrónico— termina advirtiendo: “Ahora por favor déjennos trabajar en esto… Está en Venezuela, no en España (…) No espanten a la liebre” (10).

La única ocasión que Sylvia de Azevedo mencionó una historia que la vinculaba con el siniestro servicio de inteligencia cubano G2 (11) fue para relatar la anécdota de un desafortunado desencuentro amoroso en el cual su antigua pareja había resultado ser un eficiente agente de esa organización policial en Miami. Por esa razón ella era protegida por el propio FBI, pues había recibido amenazas de muerte. Pero había encontrado una manera de canalizar su paranoia y cierta mitomanía: estaba escribiendo un libro en el que contaría todos los detalles de esa escabrosa historia de amor e intriga.

No resultó para nada extraño que, en agosto de 2005, Sylvia de Azevedo escribiera en un foro virtual una suerte de hermético ultimátum donde en un mezclum sin sentido deja caer detalles sobre su libro y sobre un “fantasma” de apellido Castillo, igual al que le perdió la pista cuando le devolvió la Odalisca con pantalón rojo: “Sres. Por última vez voy a responder sobre este e-mail. La persona que mandó la portada de mi libro tuvo la amabilidad de borrar la parte final con toda su intención. Ahora bien, el propósito con que lo hizo ya se sabe, debe ser que la estorbo. Aquí les envío la portada COMPLETA del mismo, favor leer……… Cada vez el  régimen compra “Gentes para dividir” solo espero que le tengan pagado bien (sic) y si no le recomiendo ponerse en comunicación con la casa editora del libro, Random House, en la ciudad de Nueva York, Estados Unidos, que capaz le toque una comisión por la publicidad. Ahora bien el tal fantasme (sic) de Castillo que mandó el primer e-mail no existe, ja,ja,ja,ja, qué chiste, pobre infeliz… Sylvia de Azevedo” (12).

(1) Así lo describe Sylvia de Azevedo en entrevista realizada por El Nuevo Herald de Miami, el primero de febrero de 2003, p. 1-A

(2) Entrevista a Sylvia de Azevedo realizada por Marianela Balbi el veintiséis  de septiembre de 2005.

(3) Ídem.

(4) Según el testimonio de Sylvia de Azevedo en la entrevista realizada por Marianela Balbi el veintiséis de septiembre de 2005.

(5) Fuentes vinculadas al mundo del arte que pidieron mantener su nombre en el anonimato.

(6)Artículo publicado en El Nuevo Herald de Miami, el 7 de febrero de 2003.

(7) http://www.sinmordaza.net/blogs/sylvia.php (hoy sin conexión).

(8) Comunicación electrónica enviada masivamente.

(9) http://www.sinmordaza.net/blogs/sylvia.php (hoy sin conexión).

(10) Comunicación electrónica enviada el 22 de septiembre de 2003.

(11) Entrevista realizada a Sylvia de Azevedo por Marianela Balbi el 26 de septiembre de 2005.

(12) Comunicación electrónica enviada a Marianela Balbi el 24 de agosto de 2005.