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Si algo llamó la atención a Daniel Hernández, fotógrafo que lleva 20 años documentando las fiestas de Corpus Christi, es el estallido de colores en las danzas de los diablos de la costa de Aragua, al occidente de Venezuela. Hace unos días pudo captar estas imágenes extraordinarias en los pueblos de Ocumare de la Costa, Cuyagua y Cata, entre la brisa del mar y el bosque tropical del Henri Pittier. Acompañamos esta fotogalería con su relato en primera persona.

Pasen y sientan el fervor de estas tres cofradías que veneran al Santísimo Sacramento desde hace más de cuatrocientos años.

Por ser las más cercanas a Caracas, las hermosas cofradías de diablos Danzantes de Corpus Christi de Yare y Naiguatá son de las que más he visitado durante años. Era hora de ver tres nuevas cofradías menos conocidas en el plano mediático pero que son maravillosamente coloridas y con una sazón de pueblo diferente una de otra si hacemos la tarea de observarlas bien.

Un viaje relámpago era importante para llegar a la costa de Aragua, y tener como primer encuentro a la Diablada de Ocumare de la Costa.

Hay en mí una necesidad de verla en su propio espacio.

Verlas en un encuentro de diablos es visualmente fabulosa, pero fotografiarlas en su entorno le da un carácter diferente. Al tener contacto con ellas mientras se preparaban, noté su impaciencia para salir al frente de la iglesia e hincarse ante el Santísimo Sacramento y esperar su turno para honrarla.

No hay patrón de colores específico. Sólo sé que son muy coloridas. Los diablos tienen una capa con una cruz en la espalda. Observo a mi alrededor, y convierto las paredes y puertas en mi estudio para hacer retratos.

Imposible no retratarlos delante de esas texturas del pueblo.

Seguimos el camino desde el pueblo de Ocumare hasta el pequeño pueblo de Cuyagua, pueblo de pescadores. Pero al llegar me preguntaba ¿dónde están los vecinos de este lugar tan pequeño?

La pregunta se me contestó al instante cuando vi a la gente del pueblo en la plaza frente a la pequeña iglesia de la Inmaculada Concepción.

Precisamente encontramos a estos hombres que pagan promesa postrados en el piso caliente y escuchando al padre dar la misa. El Santísimo en la puerta, y a unos metros de dónde ellos están se está preparando un hervido de res y otro de pescado de donde comerán los diablos primero y luego la gente del pueblo.

Así que hay que esperar.

Volviendo al momento sagrado llega el instante donde la misa tiene una culminación impecable para sacar al Santísimo Sacramento y dar la vuelta a esas dos calles.

Pueblo arriba y pueblo abajo y delante del cuerpo de Cristo, estos diablos que se presentan al son del cuatro, un charrasqueo continúo que les da el tiempo a estos demonios coloridos para hacer su reverencia por turnos, deben mantener el orden.

Los controla el arreador.

Después del recorrido y la finalización de la danza, la sopa que ya está lista le da fuerzas a estos promeseros para seguir la jornada de Corpus Cristi.

Luego tomamos el mismo camino pero esta vez a la inversa para llegar al pueblito de Cata, un lugar verde de plantas que dan comida y sombra.

Caminamos hasta verlos en un apogeo singular, estos hombres y sus máscaras danzan dentro de las casas y antes de entrar en ellas se inclinan ante la puerta, como bendiciendo el hogar. La gente del pueblo te ofrece leche e’ burra para celebrar el día.  Esto ya después de los honores al Santísimo, pueden danzar en forma de zig zag por las calles.

Estos también se dejan llevar por el ritmo de un cuatro, a diferencia de Yare y Naiguatá donde se da el tempo al sonar una caja. Aquí a orilla de río también los esperan una sopa de donde comerán muchas personas.

Son hombres de la costa de Aragua, hombres que llevan con amor el valor y el aporte de su raza negra e indígena y que les han dado a estas tierras las características étnicas y culturales que hacen diferentes estás cofradías de las demás.

Sigo rodando para conocerlas en sus propios lugares, ya faltan menos.