Los vecinos de Ureña sacan sábanas y pintura para hacer pancartas, se quedan en la calle para acompañar a los activistas de Caracas y van al puente a esperar la ayuda humanitaria
—Hola, buenos días, nosotros venimos de Caracas y queremos hacer unas pancartas para acompañar a la gente durante la protesta.
Esas palabras las repite uno de los activistas a las personas que se encuentra en el pueblo de Ureña, estado Táchira. Toca una puerta, entra a un hotel y repite. La pregunta es la misma y siempre con una sonrisa.
Está a unas cinco cuadras del puente binacional Francisco Paula Santander y lleva dos sábanas que le dieron en el hotel. Aprieta con su brazo izquierdo las sábanas contra su pecho para poder abrir con la otra mano la puerta de una van blanca.
—La gente del hotel de enfrente me dió esto —levanta las sábanas como quien cargar un bebé—. Y una señora dos calles más abajo nos regaló medio cuñete de una pintura morada que está brutal.
En la camioneta hay otras tres activistas. Se bajan y tal cual mineros de cuento se dividen el trabajo, lo hacen en una acera. La gente pasa, los ven, algunos saludan y los más curiosos se detienen a mirar.
Casi no hablan. Cortan por la mitad una de las sábanas y le quitan la liga que le daba forma a la esquinas.
—Con esto mismo la vamos a amarrar —dice una de las voluntarias alzando las ligas.
Un hombre camina hacía el grupo y al llegar suelta:
—Muchachos, ¿qué más necesitan?
El rostro de del activista —que estaba sumergido en la tela— gira hacía la voz y la sonríe de nuevo.
—Te cuento —de un salto está de pie y frente al interesado—. Necesitamos unos palos de escoba para levantar la pancarta.
Uno de los espectadores pega un brinco y entra al local que está a su espalda. Segundos después sale del con una escoba de cerdas azules; y en un acto raudo pisa el cepillo y gira el palo.
—Toma, chamo —extiende su brazo y lo entrega.
Minutos después, alguien coloca otros dos palos al lado de la pancarta casi lista. Cuatro nudos, dos palos, una tela, una palabra.
Caminan hacia donde va la gente. Cantan mientras la multitud va callada. Levantan los brazos y abren las manos para mostrar que no van armados. Estiran la pancarta con solo una palabra en un lugar donde, al parecer, ya no quieren dialogar. «SOLIDARIDAD».
Foto por: Anaís Marichal