Con su carácter recio, su sentido de protección y sensibilidad, la directora de la escuela de danza La Nueva Dimensión ha logrado dejar huellas indelebles en varias generaciones de niñas y jóvenes de San Agustín
Texto Martha Eloína Hernández Urbina
Fotos Sorainel Cremer
Su carácter fuerte, su instinto maternal, protector y de vigilancia se asemejan al de una leona en una manada con sus crías. Dura y estricta en apariencia; sensible, protectora y divertida en esencia. No es bailarina profesional, aunque al verla es fácil imaginarla danzar. Ella es Doris Durán, directora de la escuela de danza La Nueva Dimensión, en San Agustín del Sur.
—Mucha gente que me ve y cree que soy dura y estricta, pero cuando me conocen me dicen: tú eres engañosa, eres chévere. Eso sí, cuando me hacen molestar, me molesto.
Deja esto claro mientras espera en el emblemático Teatro Alameda de San Agustín del Sur, en un miércoles de febrero. Son las 3:45 de la tarde. Las niñas llegan con puntualidad y alboroto. Se ven alegres. Van vestidas con la ropa para ensayar, malla negra, cabello recogido con la forma de una dona o cebollita en la cabeza y zapatos negros.
—Vamos a hacer dos filas. Un grupo va en la A y el otro en la B. Si no se ordenan no van a entrar al ensayo, les dice con contundencia.
Una niña de unos siete años corre al verla, la saluda y le estampa un beso con un abrazo.
—-Hola mi niña linda, ¿cómo estás? Dios te bendiga.
Otra niña le pregunta hasta qué hora es el ensayo, porque su madre la deja y la viene a buscar luego.
—Dile a tu mamá que vaya tranquila. Ensayaremos hasta las 6 o 6:30 de la tarde.
Doris es estricta con la puntualidad y la disciplina. Exige respeto porque lo da. Le gusta el orden, el silencio y la presencia en escena. No tolera las injusticias. Es buena oyente y defiende a sus niñas como una leona lo hace con sus cachorros.
—Yo les hablo mucho a mis niñas, en especial a las grandes que van desde los 14 hasta los 17 años. Muchas de las que se retiraron, porque están en la universidad, vienen a hablar conmigo.
Las pupilas se le dilatan y la mirada se le ilumina al hablar de sus niñas.
—Si necesitan algo, me buscan. Muchas niñas me piden la bendición y no son nada mío.
Para ella no hay distinción. Todas las alumnas de la escuela son muy especiales e importantes. Acepta sus opiniones para los montajes.
—Son lo más grande y bonito que tengo, junto a mis hijos y nietos.
Doris nació un siete de marzo y vive en el sector La Ceiba de San Agustín. Su signo zodiacal es piscis.
—Toda mi familia, mis padres, hermanas son de San Agustín. Nací y vivo en La Ceiba.
Tiene 40 años de matrimonio con Juan Carlos, tres hijos y seis nietos.
—Tengo tres hijos, dos hembras y un varón. Tener comunicación es fundamental para tener una relación sana en el tiempo. Eso es lo principal en una pareja.
Toda su familia colabora en los eventos.
Antes de llegar al Teatro Alameda, durante los tres primeros años, ensayaban en diferentes espacios que le prestaban.
—Mi hermana tenía un salón en su casa, me lo prestaba. Yo buscaba a mis niñas y me las llevaba para allá arriba y las volvía a bajar.
II
La escuela de danza La nueva dimensión hace vida en las instalaciones del Teatro Alameda. Está integrada por un equipo multidisciplinario y cuenta con el apoyo de un grupo de representantes, que ayudan a Doris y a su hija Karla en las distintas fases de los montajes y eventos.
—Gracias a Dios tengo a unos representantes que me ayudan mucho. Están pendientes si yo voy a realizar un evento, me colaboran.
No reciben ayuda económica de ninguna institución. Todo lo hacen a través de la recaudación de dinero por medio de eventos. En muchas ocasiones han tenido que apelar a recursos propios.
—Lo que es vestido, falda o mono se lo hago yo. Poco a poco voy comprando tela, poco a poco voy pagando, pero no tengo ninguna institución que nos ayude.
Las niñas pagan un aporte de dos dólares la inscripción y dos dólares la mensualidad. Reinaldo Mijares, director del Teatro Alameda, es un aliado fundamental de la causa.
—Tengo niñas que no pagan nada porque sus representantes no pueden pagarlo y yo lo asumo. Muchas veces, le explico a Reinaldo la situación de la niña y él me ayuda para completar y comprarles los zapaticos tipo “converse económicos”.
El uniforme para ensayar consta de zapatos negros tipo “converse económicos” y malla negra. El uniforme de las presentaciones es mono color vinotinto y la franela de la danza, con sus respectivos zapatos.
Doris se involucra en todo el proceso de confección, corte, costura y supervisión de los trajes de las niñas para sus presentaciones.
Anualmente realizan el evento “Alameda tiene talento” en el que invitan a otras escuelas de danzas de varias comunidades a bailar música tradicional venezolana. Cada quien escoge lo que quiere bailar, pero nada urbano. Este año quiere incorporar el género de la salsa, además de la música tradicional.
—Hacemos eventos y de los que nos quede vamos comprando tela y las voy acumulando. En el teatro estoy adecuando una habitación pequeña para armar un cuarto de vestuario con un inventario de trajes que tenemos.
En la actualidad tiene 90 niñas en la escuela, agrupadas por edades: pequeñas, medianas y grandes. Todas bailan en el escenario.
—Mis niñas grandes han salido de aquí para la universidad, ya tengo una ya graduada.
Con sus alumnas se ha presentado en distintos escenarios. Con este grupo no ha salido de Caracas, pero con los anteriores sí.
—Fuimos a bailar a diferentes sitios: la Sabana, Maracay, La Guaira, entre otros.
Doris recuerda que en sus 13 años de gala hizo un montaje y reunió a 120 niñas en escena e invitó a varias escuelas de danza.
III
A Doris siempre le ha gustado trabajar con las niñas. También lo ha hecho con niños, pero considera que a ellos los debe enseñar un profesor.
—Sí, he trabajado con varones. Tengo ocho. A los niños les tiene que dar clases un profesor. Nosotras llevamos el paso de las hembras porque somos mujeres. No he conseguido un profesor para los niños, pero con todo y eso les hemos enseñado y han bailado con nosotros. Siempre los tengo conmigo.
A partir de los cuatro años cualquier niña puede ingresar a la escuela hasta los 17.
—He trabajado con niñas con discapacidad. Tengo tres niñas con discapacidad que no las han traído desde que comenzó el año. Una tiene autismo.
Para la escuela de danza La Nueva Dimensión enseñar a niñas con algún tipo de discapacidad es la oportunidad de integrarlas a la comunidad y demostrar que todo se puede lograr en unidad, aunque se tengan habilidades distintas.
Doris se emociona y se le quiebra la voz. Cuenta que las niñas con discapacidad logran integrarse a su ritmo a la dinámica de la danza y lo hacen muy bien. Sus mamás están sorprendidas y muy contentas.
—A todas las que puedo ayudar, las ayudo. Todas son bienvenidas, con discapacidad y sin ella.
Para Doris la danza es un mundo de infinitas posibilidades, que va desde bailar, formar, educar, sensibilizar, visibilizar, empoderar y consentir a sus niñas.
—Muchas veces les hago compartir a las niñas. Cada representante trae un poquito de algo y hacemos una cosa grande. No todo el tiempo es tarima, ellas tienen derecho a divertirse.
En el 2021 realizaron la tercera pijamada, es la última a la fecha. Reinaldo les prestó el teatro y se quedaron a dormir las niñas, Doris y algunas representantes. Sin importar la edad todas disfrutaron hasta el otro día. Para las pijamadas o cualquier actividad extracurricular, Doris exige el permiso y autorización del representante.
—Una de las niñas cumplió 15 años, en su casa no pudieron celebrar su cumpleaños por la situación económica y nosotros nos organizamos para hacerle la pijamada. Bailamos, cantamos, jugamos, comimos, nos reímos y divertimos mucho.
Doris hace una pausa, se le aguan los ojos y suspira.
—Antes les hacía planes vacacionales, pero con la situación se nos ha puesto difícil y no he podido. Siempre me ha gustado compartir con ellas, porque no todo es bailar. Es una formación integral.
La danza y sus niñas son su mundo. Muchas veces deja de hacer diligencias por no faltar al teatro ni a la danza. En su escuela no hay exclusión de zona.
—He tenido niñas de Chacao, Coche, Cota 905, El Valle, El Cementerio, entre otras. Se enteran por las redes de 100% San Agustín. Yo las acepto, todas son bienvenidas.
La situación económica del país no es lejana a los hogares de sus niñas. Algunas se retiran porque sus representantes no pueden costear la mensualidad. Varios tienen entre dos y tres niñas.
—A ellas les gusta bailar y estar aquí. Yo les pido que se queden, que entre todos nos ayudamos.
No todos tienen la oportunidad de hacer las tres comidas. Doris, como madre y abuela, las monitorea, les pregunta y habla con ellas. Para cada presentación fuera de San Agustín, Doris pide a los organizadores que les den un refrigerio a sus niñas.
—Un día, una niña en plena tarima comenzó a portarse raro en escena. No había comido y se estaba mareando. Yo le hice seña de que poco a poco se fuera para atrás del escenario para que se saliera del baile y así lo hizo.
IV
En el teatro Alameda, además de la danza, hay otras actividades como karate, ballet, danza contemporánea, gimnasia rítmica, percusión, tumbadora y piano, entre otras.
El talento de San Agustín trasciende fronteras. El arte, la música y el deporte son las alternativas para promover la inclusión social y los valores en la comunidad.
—En la danza, todos los meses sacamos un valor. Este mes es empatía. Las niñas tienen que decir qué es cada y traerlo decorarlo para colocarlo en la cartelera. Y así hacemos con el resto de los valores durante el año.
Como parte de estrategia comunitaria para prevenir el embarazo precoz y pacificar la parroquia realizan con frecuencia conversatorios y talleres con los niños y jóvenes.
Doris es dulce con sus niñas, pero estricta y respetuosa en el trato. No tolera ni permite las divisiones, chismes ni enemistadas en su escuela.
La pandemia del coronavirus las obliga a reinventarse y continuar con videos a través del WhatsApp.
—Grababa a mi hija y lo pasábamos por el grupo de danza. Las niñas se mantuvieron fieles a las clases. Lo veían, lo ensayaban y al terminarlo montaban el trabajo y lo mandaban en video.
Durante la primera etapa de la pandemia, trabajaron con ese esquema. Se reencuentran el 10 de octubre de 2020. La escuela estaba cumpliendo 11 años.
—Teníamos ocho meses encerrados en casa y debíamos ensayar para “La movida de San Agustín”. El encuentro fue maravilloso, llevamos comida, torta y refresco. Fue demasiado bello y especial.
V
Tiene más de 25 años trabajando con la cultura. Hace 14 años creó su propia escuela, luego de trabajar como asistente de María Elena Díaz (†), fundadora de danzas Renacer durante 17 años.
—Metí a mi hija mayor, Dorelis, en danzas Renacer con mi amiga María Elena. Ella estaba muy enferma y un día me dijo: vamos a empezar a trabajar, yo te voy a enseñar todo y así fue.
La escuela de danzas Renacer dejó de funcionar tras la muerte de su amiga. Doris no logró quedarse con esa figura para continuar con el legado.
Con el apoyo de un grupo de representantes armó una lista de posibles nombres y se lanzó a la aventura que el 10 de octubre, de este año, arriba a sus 15 años.
—Hicimos un sorteo y escogimos escuela de danza La Nueva Dimensión. No pensamos qué significaba el nombre, solo que debía llevar el “nuevo”.
En los primeros años, su hija Dorelis la ayudó como profesora de danza. En la actualidad, su hija menor, Karla es la profesora. Ella estudia danza en Unearte.
—Dorelis estuvo 16 años en danzas Renacer. Ella y dos niñas más me ayudaban.
Doris habla de María Elena con amor y nostalgia. La recuerda con cariño y aplica sus consejos. Es su mentora.
—Mi amiga antes de morir siempre me decía: amiga aprenda, el secreto de cómo yo trabajo te lo voy a enseñar a ti. Escucha mucha música, cuando vayas a montar una pieza, piénsala, siéntela, báilala. Y así lo he hecho.
Doris está agradecida con su amiga, María Elena, por haberle dado esa oportunidad.
—He trabajado de todo, pero con ella me enamoré de la danza. A mí me gusta bailar. Para poder estar en esto tengo que llevar este sabor.
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