Calma. Turgua tiene la calma que da el viento que sopla entre sus árboles y el aire limpio que inunda los pulmones de quien allí respire. La calma de los rostros conocidos y familiares que se han visto crecer, generación tras generación, entre las casas del cinturón hatillano.
Este rincón incrustado entre montañas queda en la zona rural de El Hatillo, a hora y media de Caracas. Allí viven más de dos mil habitantes que cultivan café y otros productos agrícolas, o que madrugan para ir a trabajar en la ciudad. Vecinos a quienes la tranquilidad los sienta en las calles de tierra para hacer sonar las mesas con el golpe de las fichas de dominó o que pasan las tardes calculando quién se arrimó más al mingo en una partida de bolas criollas.
Poco se oye hablar de Turgua. Lo último ha sido sobre delincuencia. Pero el fotógrafo Jonathan Martínez, quien nació y ha vivido allí toda su vida, captura el espacio que lo rodea y su gente inmersa en la cotidianidad para mostrar la esencia de una población que nos pide ir despacio para observar a fondo a esa comunidad que pareciera detenida en el tiempo. Esta fotogalería es su narración en primera persona.
Aquí respiramos aire y libertad. Se viaja con el pensamiento. Uno es feliz
Veo el esfuerzo de las personas trabajar cada día a pesar de todo por nuestras familias
Turgua son sus abuelos y niños, sus memorias y recuerdos. Los míos están todos aquí
Cada turgüeño, cada objeto, son parte de mi alma, de mis pensamientos. Son una musa
Turgua infinita. Concierto de sabio discurrir natural, sublime sencillez