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En La Dolorita, un sector muy humilde de Caracas, varias organizaciones civiles se unieron para frenar la pobreza menstrual a través de donaciones de copas menstruales, un programa aún naciente pero con potencial para replicarse en otras regiones de Venezuela

Investigación Yohennys Briceño y Arantxa López

Ilustraciones Shari Avendaño

Al inicio, Marta* tenía dudas sobre si usar o no la copa menstrual.

—Parecía una chupa de tetero de bebé —dice riendo y haciendo mofa de la idea que ella misma se forjó sobre ese pequeño objeto de silicón.

A Marta su madre siempre le habló sobre la menstruación, pero nunca usó nada más que toallas sanitarias. Y cuando no podía comprarlas, entonces usaba papel, tela o cartón. Sus vecinas y amigas tampoco sabían que la alternativa de silicón existía.

No fue hasta que la mujer de 39 años asistió a los talleres en La Dolorita dictados por los voluntarios de la ONG Centro de Justicia y Paz (Cepaz) cuando supo sobre este producto que le ayudaría con su regla sin correr el riesgo de mancharse, tener que cambiarla varias veces al día o interrumpir sus actividades diarias. Aprendió que la copa menstrual es duradera y ecológica y que, a la larga, le permitirá ahorrar dinero, ya que con los cuidados apropiados puede durar hasta 10 años.

La Dolorita es una de las comunidades más deprimidas del área metropolitana de Caracas, y en donde los miembros del Centro de Justicia y Paz (Cepaz), en alianza con otras cinco organizaciones, decidieron enfocarse para desarrollar una iniciativa llamada #ConEllas que busca minimizar la pobreza menstrual a través de donaciones de copas menstruales para mujeres de escasos recursos.

Esta es una de las tantas comunidades de Venezuela que no tiene acceso a productos de higiene ni a buenas condiciones sanitarias como agua potable, aseo y control de desechos. Tampoco al conocimiento requerido para la higiene menstrual. La ausencia de esos tres indicadores revela la noción de pobreza menstrual, según las investigaciones realizadas por la Asociación Venezolana para una Educación Sexual Alternativa (Avesa).

En casa de Marta, por ejemplo, hace diez años que no llega agua potable por las tuberías.
—Nosotros tenemos que comprar agua a las cisternas que vienen, y un tobo grande nos cuesta un dólar y medio —comenta.

La rutina diaria de 3 de cada 10 mujeres se ve afectada

por las dificultades para su higiene menstrual

(Informe Salud para Todas 2021).

En el informe La salud de las mujeres en Venezuela, Avesa revela datos preocupantes: para el año 2020, sólo 4 de cada 10 mujeres podían comprar de manera constante los productos de higiene menstrual. Vale acotar que en este país, con hiperinflación sostenida desde hace al menos cuatro años, un paquete de toallas sanitarias cuesta de 2 a 3 dólares, el equivalente a la mitad del sueldo mínimo mensual.

Hasta el momento, la asistencia sobre higiene menstrual no ha sido prioridad en las políticas públicas del Estado venezolano. Parte de esa labor la han asumido algunas iniciativas de innovación social, como la que impulsa el Centro de Justicia y Paz (Cepaz). Esta organización ha trabajado desde el año 2012 por los derechos de las mujeres, pero debido a la emergencia humanitaria compleja que vive el país, decidieron combinar derechos humanos con asistencia humanitaria.

—Las mujeres que iban a nuestros talleres no podían cubrir todas sus necesidades básicas. Sentíamos mucha frustración porque la ayuda no llegaba a las comunidades, no podían cuidar su salud menstrual y muchas no podían costear toallas sanitarias así que usaban pedazos de cartón, bolsas plásticas, de tela o no iban a sus trabajos ni escuelas —cuenta Beatriz Borges, coordinadora de Cepaz.

Marta fue una de las primeras 20 mujeres en recibir una copa en 2019 gracias a esta red que se creó entre las ONG Cepaz, Acción Solidaria, Funcamama, Preparafamilia, Uniandes y Unión Afirmativa.

Después de esa primera experiencia, en noviembre de 2020 se propusieron repetir la entrega de copas menstruales junto a la alianza #ConEllas, recaudando fondos para donar 400 copas en febrero de 2021.

—Las organizaciones contamos con pocos recursos así que necesitamos de ayuda externa, donaciones y campañas que nos ayuden a impulsar este trabajo —admite la coordinadora de Cepaz.

La campaña de recolección de fondos se hizo mediante GoFundme. La meta era recaudar 4.800 dólares y en cuatro meses lograron el objetivo, con el apoyo de individuos y empresas. También recibieron donaciones de copas menstruales por parte de la organización no gubernamental Lahaie Luna Lezama, una Asociación Civil para los Derechos Reproductivos de las Mujeres.

27,7% de las mujeres, niñas y adolescentes sustituyen regularmente productos de higiene menstrual por alternativas caseras (Informe Salud para Todas 2021).

Debido a lo reciente de la iniciativa, se desconoce el impacto que han tenido las copas en la vida de las mujeres beneficiadas, pero la red señaló que en unos meses va a aplicar una encuesta para determinarlo.

***

El 10 de febrero de 2021, las voluntarias de #ConEllas recorrieron la comunidad de La Dolorita. Visitaron las viviendas de las mujeres que, según la documentación que Cepaz lleva en la zona desde hace tres años, no tienen las posibilidades económicas para adquirir ningún producto de higiene menstrual y que se les dificulta salir a trabajar para conseguirlos. Les entregaron el producto y explicaron su uso.

La idea era enfocarse en una sola comunidad para lograr un mayor impacto, según las organizadoras.

—Para la donación de las copas menstruales escogimos La Dolorita, una comunidad de más de 300.000 personas para crear el efecto de bola de nieve —indica Beatriz Borges, coordinadora de Cepaz—. No queremos llegar, entregar e irnos. Queremos realizar un proceso de acompañamiento, crear conciencia, dar información y promover experiencias, que aprendan y nosotras poder crecer con ellas. La comunidad es una muestra de todas las adversidades que se pueden vivir pero también un ejemplo de cómo se pueden afrontar todas.

Cada una de las seis organizaciones que forma parte de esta alianza se enfoca en un programa diferente, ante las múltiples carencias de las niñas y mujeres venezolanas. Cepaz se encarga de apoyar a las mujeres que sufren pobreza menstrual. Por eso, en su entrega las beneficiadas fueron mujeres en La Dolorita, donde un gran porcentaje de ellas tienen carencias de todo tipo: ropa, comida, productos de higiene menstrual, asegura Beatriz.

—La idea es transformar a la comunidad —añade—. Queremos que las mujeres tengan conciencia e información sobre todos sus derechos. Les apostamos a ellas para que sean líderes de esa transformación y las acompañamos en diferentes actividades. Que no sean acciones intermitentes sino procesos de cambio. Es un trabajo de sensibilización constante. Queremos educar a las mujeres sobre sus derechos y combinarlo con asistencia humanitaria. En la copa se encuentra una solución que no solo es ecológica porque evita el daño al medio ambiente, sino que es cómoda y duradera.

En Venezuela, un paquete de toallas desechables cuesta hasta 3 dólares y una caja de tampones cuesta entre 13 y 20 dólares. Aunque el costo de una copa menstrual oscila entre los 5 y los 20 dólares, tiene 10 años de vida útil. La economía, para quienes puedan costear este producto, es uno de los beneficios, destacan las voluntarias de Cepaz: las mujeres estarían ahorrando 95% de lo que gastarían en toallas y tampones durante todos esos años.

El trabajo de la red se ha expandido a nivel nacional, incluyendo una repartición de copas en la frontera a mujeres migrantes, señala Beatriz.

Para la coordinadora de Avesa y psicóloga clínica Magdymar León, este tipo de iniciativas son importantes y tienen que ser replicadas para que lleguen a más mujeres y así frenar la pobreza menstrual en el país.

—Las iniciativas de las ONG contribuyen de manera local a combatir esta realidad. Sin embargo, no tienen cobertura nacional. Son alternativas viables, sostenibles de algún modo mientras exista financiamiento, bien sea aportes individuales o por cooperación internacional.

No se tiene un número exacto de mujeres en edad menstrual que viven en La Dolorita. Sin embargo, Beatriz Borges afirma que una de sus mayores limitaciones es no poder donarle copas a cada una.

53,7% de las mujeres ha tenido problemas de salud por el uso de alternativas caseras para la higiene menstrual (Informe Salud para Todas 2021). 

—Identificamos a las que tienen mayor necesidad y hacemos la priorización porque hay muchas necesidades y los recursos son escasos. Entonces nada más tenemos, por ejemplo, 30 copas pero las necesitan 100 mujeres.

Por eso, a finales de mayo de 2021, con motivo del Día Internacional de la Higiene Menstrual, lanzaron nuevamente la campaña para recibir donaciones de copas menstruales y así beneficiar a más mujeres.

***

Programas para minimizar la pobreza menstrual como las que desarrolla la red #ConEllas trasciende el país. En Colombia, por ejemplo, la empresa Bloomcup, donó en abril de 2021 más de 23 copas menstruales a mujeres de una comunidad en el departamento del Chocó, en alianza con dos organizaciones.

En México, las creadoras de Wey-Cup, una empresa que vende copas menstruales en ese país, ha donado copas y realizado talleres de educación menstrual a mujeres de comunidades indígenas, barrios, escuelas y cárceles. En 2020 apoyaron con sus donaciones a mujeres de la comunidad indígena Mazahua.

Otras organizaciones venezolanas también han realizado donaciones de copas menstruales, como el programa Niñas Invisibles del Proyecto Mujeres, que se implementó por primera vez en el Colegio Fe y Alegría La Chinita en Maracaibo, estado Zulia, en el año 2019.

Una iniciativa similar se impulsó en noviembre de 2020. Margaret Guerra, médico graduada de la Universidad Central de Venezuela y fundadora del Club Ama Cup, comenzó a donar copas menstruales en zonas vulnerables junto al programa de comedores populares Alimenta la solidaridad. Repartieron 1.700 copas a nivel nacional, y durante el mes de abril de 2021, donaron otras 600 copas.

Como una medida para seguir con las donaciones de copas menstruales, Margaret está dispuesta a hacer alianzas con ONG en todo el país que busquen frenar el impacto de este problema, para lograr mayor alcance.

***

Mientras tanto, Marta sigue usando la copa y la recomienda cada vez que puede. También continúa asistiendo a los talleres que Cepaz realiza en el comedor donde trabaja y está pendiente que vuelvan a organizar nuevas donaciones. Sabe que muchas de sus conocidas dependen de ese programa.

Como en su caso, en muchos de los hogares de la zona las mujeres no pueden gastar dinero en toallas sanitarias ni mucho menos en tampones o copas menstruales, que tienden a ser más costosos. Padecen muchas carencias porque sus ingresos son ínfimos. Por eso, con la llegada de cada regla también se viene el ausentismo.

—Hay muchachas que conozco y me dicen que no pueden ir a trabajar o incluso venir a los talleres porque tienen el periodo —lamenta Marta.

Basada en su experiencia, sabe la diferencia que puede hacer una copa.

—Con ella me ahorro tener que comprar toallas sanitarias y puedo hacer todas mis actividades tranquila: ir a trabajar, salir a comprar comida o hacer deportes, que me gusta mucho —asegura Marta.

Por eso, cada vez que puede repite la misma oración:

—Esa copa es un alivio. Es buenísima.

 

*El nombre de Marta fue cambiado pues prefirió mantenerse en anonimato.

En La Dolorita, un sector muy humilde de Caracas, varias organizaciones civiles se unieron para frenar la pobreza menstrual a través de donaciones de copas menstruales, un programa aún naciente pero con potencial para replicarse en otras regiones de Venezuela

Investigación Yohennys Briceño y Arantxa López

Ilustraciones Shari Avendaño

Al inicio, Marta* tenía dudas sobre si usar o no la copa menstrual.

—Parecía una chupa de tetero de bebé —dice riendo y haciendo mofa de la idea que ella misma se forjó sobre ese pequeño objeto de silicón.

A Marta su madre siempre le habló sobre la menstruación, pero nunca usó nada más que toallas sanitarias. Y cuando no podía comprarlas, entonces usaba papel, tela o cartón. Sus vecinas y amigas tampoco sabían que la alternativa de silicón existía.

No fue hasta que la mujer de 39 años asistió a los talleres en La Dolorita dictados por los voluntarios de la ONG Centro de Justicia y Paz (Cepaz) cuando supo sobre este producto que le ayudaría con su regla sin correr el riesgo de mancharse, tener que cambiarla varias veces al día o interrumpir sus actividades diarias. Aprendió que la copa menstrual es duradera y ecológica y que, a la larga, le permitirá ahorrar dinero, ya que con los cuidados apropiados puede durar hasta 10 años.

La Dolorita es una de las comunidades más deprimidas del área metropolitana de Caracas, y en donde los miembros del Centro de Justicia y Paz (Cepaz), en alianza con otras cinco organizaciones, decidieron enfocarse para desarrollar una iniciativa llamada #ConEllas que busca minimizar la pobreza menstrual a través de donaciones de copas menstruales para mujeres de escasos recursos.

Esta es una de las tantas comunidades de Venezuela que no tiene acceso a productos de higiene ni a buenas condiciones sanitarias como agua potable, aseo y control de desechos. Tampoco al conocimiento requerido para la higiene menstrual. La ausencia de esos tres indicadores revela la noción de pobreza menstrual, según las investigaciones realizadas por la Asociación Venezolana para una Educación Sexual Alternativa (Avesa).

En casa de Marta, por ejemplo, hace diez años que no llega agua potable por las tuberías.
—Nosotros tenemos que comprar agua a las cisternas que vienen, y un tobo grande nos cuesta un dólar y medio —comenta.

La rutina diaria de 3 de cada 10 mujeres se ve afectada

por las dificultades para su higiene menstrual

(Informe Salud para Todas 2021).

En el informe La salud de las mujeres en Venezuela, Avesa revela datos preocupantes: para el año 2020, sólo 4 de cada 10 mujeres podían comprar de manera constante los productos de higiene menstrual. Vale acotar que en este país, con hiperinflación sostenida desde hace al menos cuatro años, un paquete de toallas sanitarias cuesta de 2 a 3 dólares, el equivalente a la mitad del sueldo mínimo mensual.

Hasta el momento, la asistencia sobre higiene menstrual no ha sido prioridad en las políticas públicas del Estado venezolano. Parte de esa labor la han asumido algunas iniciativas de innovación social, como la que impulsa el Centro de Justicia y Paz (Cepaz). Esta organización ha trabajado desde el año 2012 por los derechos de las mujeres, pero debido a la emergencia humanitaria compleja que vive el país, decidieron combinar derechos humanos con asistencia humanitaria.

—Las mujeres que iban a nuestros talleres no podían cubrir todas sus necesidades básicas. Sentíamos mucha frustración porque la ayuda no llegaba a las comunidades, no podían cuidar su salud menstrual y muchas no podían costear toallas sanitarias así que usaban pedazos de cartón, bolsas plásticas, de tela o no iban a sus trabajos ni escuelas —cuenta Beatriz Borges, coordinadora de Cepaz.

Marta fue una de las primeras 20 mujeres en recibir una copa en 2019 gracias a esta red que se creó entre las ONG Cepaz, Acción Solidaria, Funcamama, Preparafamilia, Uniandes y Unión Afirmativa.

Después de esa primera experiencia, en noviembre de 2020 se propusieron repetir la entrega de copas menstruales junto a la alianza #ConEllas, recaudando fondos para donar 400 copas en febrero de 2021.

—Las organizaciones contamos con pocos recursos así que necesitamos de ayuda externa, donaciones y campañas que nos ayuden a impulsar este trabajo —admite la coordinadora de Cepaz.

La campaña de recolección de fondos se hizo mediante GoFundme. La meta era recaudar 4.800 dólares y en cuatro meses lograron el objetivo, con el apoyo de individuos y empresas. También recibieron donaciones de copas menstruales por parte de la organización no gubernamental Lahaie Luna Lezama, una Asociación Civil para los Derechos Reproductivos de las Mujeres.

27,7% de las mujeres, niñas y adolescentes sustituyen regularmente productos de higiene menstrual por alternativas caseras (Informe Salud para Todas 2021).

Debido a lo reciente de la iniciativa, se desconoce el impacto que han tenido las copas en la vida de las mujeres beneficiadas, pero la red señaló que en unos meses va a aplicar una encuesta para determinarlo.

***

El 10 de febrero de 2021, las voluntarias de #ConEllas recorrieron la comunidad de La Dolorita. Visitaron las viviendas de las mujeres que, según la documentación que Cepaz lleva en la zona desde hace tres años, no tienen las posibilidades económicas para adquirir ningún producto de higiene menstrual y que se les dificulta salir a trabajar para conseguirlos. Les entregaron el producto y explicaron su uso.

La idea era enfocarse en una sola comunidad para lograr un mayor impacto, según las organizadoras.

—Para la donación de las copas menstruales escogimos La Dolorita, una comunidad de más de 300.000 personas para crear el efecto de bola de nieve —indica Beatriz Borges, coordinadora de Cepaz—. No queremos llegar, entregar e irnos. Queremos realizar un proceso de acompañamiento, crear conciencia, dar información y promover experiencias, que aprendan y nosotras poder crecer con ellas. La comunidad es una muestra de todas las adversidades que se pueden vivir pero también un ejemplo de cómo se pueden afrontar todas.

Cada una de las seis organizaciones que forma parte de esta alianza se enfoca en un programa diferente, ante las múltiples carencias de las niñas y mujeres venezolanas. Cepaz se encarga de apoyar a las mujeres que sufren pobreza menstrual. Por eso, en su entrega las beneficiadas fueron mujeres en La Dolorita, donde un gran porcentaje de ellas tienen carencias de todo tipo: ropa, comida, productos de higiene menstrual, asegura Beatriz.

—La idea es transformar a la comunidad —añade—. Queremos que las mujeres tengan conciencia e información sobre todos sus derechos. Les apostamos a ellas para que sean líderes de esa transformación y las acompañamos en diferentes actividades. Que no sean acciones intermitentes sino procesos de cambio. Es un trabajo de sensibilización constante. Queremos educar a las mujeres sobre sus derechos y combinarlo con asistencia humanitaria. En la copa se encuentra una solución que no solo es ecológica porque evita el daño al medio ambiente, sino que es cómoda y duradera.

En Venezuela, un paquete de toallas desechables cuesta hasta 3 dólares y una caja de tampones cuesta entre 13 y 20 dólares. Aunque el costo de una copa menstrual oscila entre los 5 y los 20 dólares, tiene 10 años de vida útil. La economía, para quienes puedan costear este producto, es uno de los beneficios, destacan las voluntarias de Cepaz: las mujeres estarían ahorrando 95% de lo que gastarían en toallas y tampones durante todos esos años.

El trabajo de la red se ha expandido a nivel nacional, incluyendo una repartición de copas en la frontera a mujeres migrantes, señala Beatriz.

Para la coordinadora de Avesa y psicóloga clínica Magdymar León, este tipo de iniciativas son importantes y tienen que ser replicadas para que lleguen a más mujeres y así frenar la pobreza menstrual en el país.

—Las iniciativas de las ONG contribuyen de manera local a combatir esta realidad. Sin embargo, no tienen cobertura nacional. Son alternativas viables, sostenibles de algún modo mientras exista financiamiento, bien sea aportes individuales o por cooperación internacional.

No se tiene un número exacto de mujeres en edad menstrual que viven en La Dolorita. Sin embargo, Beatriz Borges afirma que una de sus mayores limitaciones es no poder donarle copas a cada una.

53,7% de las mujeres ha tenido problemas de salud por el uso de alternativas caseras para la higiene menstrual (Informe Salud para Todas 2021). 

—Identificamos a las que tienen mayor necesidad y hacemos la priorización porque hay muchas necesidades y los recursos son escasos. Entonces nada más tenemos, por ejemplo, 30 copas pero las necesitan 100 mujeres.

Por eso, a finales de mayo de 2021, con motivo del Día Internacional de la Higiene Menstrual, lanzaron nuevamente la campaña para recibir donaciones de copas menstruales y así beneficiar a más mujeres.

***

Programas para minimizar la pobreza menstrual como las que desarrolla la red #ConEllas trasciende el país. En Colombia, por ejemplo, la empresa Bloomcup, donó en abril de 2021 más de 23 copas menstruales a mujeres de una comunidad en el departamento del Chocó, en alianza con dos organizaciones.

En México, las creadoras de Wey-Cup, una empresa que vende copas menstruales en ese país, ha donado copas y realizado talleres de educación menstrual a mujeres de comunidades indígenas, barrios, escuelas y cárceles. En 2020 apoyaron con sus donaciones a mujeres de la comunidad indígena Mazahua.

Otras organizaciones venezolanas también han realizado donaciones de copas menstruales, como el programa Niñas Invisibles del Proyecto Mujeres, que se implementó por primera vez en el Colegio Fe y Alegría La Chinita en Maracaibo, estado Zulia, en el año 2019.

Una iniciativa similar se impulsó en noviembre de 2020. Margaret Guerra, médico graduada de la Universidad Central de Venezuela y fundadora del Club Ama Cup, comenzó a donar copas menstruales en zonas vulnerables junto al programa de comedores populares Alimenta la solidaridad. Repartieron 1.700 copas a nivel nacional, y durante el mes de abril de 2021, donaron otras 600 copas.

Como una medida para seguir con las donaciones de copas menstruales, Margaret está dispuesta a hacer alianzas con ONG en todo el país que busquen frenar el impacto de este problema, para lograr mayor alcance.

***

Mientras tanto, Marta sigue usando la copa y la recomienda cada vez que puede. También continúa asistiendo a los talleres que Cepaz realiza en el comedor donde trabaja y está pendiente que vuelvan a organizar nuevas donaciones. Sabe que muchas de sus conocidas dependen de ese programa.

Como en su caso, en muchos de los hogares de la zona las mujeres no pueden gastar dinero en toallas sanitarias ni mucho menos en tampones o copas menstruales, que tienden a ser más costosos. Padecen muchas carencias porque sus ingresos son ínfimos. Por eso, con la llegada de cada regla también se viene el ausentismo.

—Hay muchachas que conozco y me dicen que no pueden ir a trabajar o incluso venir a los talleres porque tienen el periodo —lamenta Marta.

Basada en su experiencia, sabe la diferencia que puede hacer una copa.

—Con ella me ahorro tener que comprar toallas sanitarias y puedo hacer todas mis actividades tranquila: ir a trabajar, salir a comprar comida o hacer deportes, que me gusta mucho —asegura Marta.

Por eso, cada vez que puede repite la misma oración:

—Esa copa es un alivio. Es buenísima.

 

*El nombre de Marta fue cambiado pues prefirió mantenerse en anonimato.

Esta historia integra el especial Mujeres que rompen la regla: soluciones para la pobreza menstrual que hace parte de la serie de publicaciones resultado del programa Laboratorios de Periodismo de Soluciones de la Fundación Gabo y la Solutions Journalism Network, con el apoyo de Tinker Foundation, instituciones que promueven el uso del periodismo de soluciones en Latinoamérica.

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