Seleccionar página

Guión: Génesis Carrero Soto. Reportería: Melany Oñate, Arantxa López, Lisbeth Aconcha, Mariana Sofía García, Ximena Guzmán, Génesis Carrero Soto, Yohana Marra y Gabriela Simosa. Montaje y posproducción de audio: Jezabel Calero. Locución principal: Yohana Marra, con la ayuda de Lisbeth Aconcha. Diseño gráfico: Waleska López; ella hace parte de Contentöh, una empresa de diseño digital que puedes consultar en https://www.contentoh.xyz. Fotografías: Cipriano Acevedo. Mentora: Maru Lombardo.

En San Isidro, un barrio de Petare, en Caracas, vive Miriam Bravo, una mujer costurera que se valió de una dificultad para crear una solución: hacer con sus propias manos toallas sanitarias.

Tuvo que tomar esta decisión en un país en el que la dignidad de menstruar está siendo vulnerada. En Venezuela, el salario mínimo de unos 1,84 dólares no es suficiente para comprar toallas sanitarias desechables. En Venezuela, desde el año 2016 la Asamblea Nacional decretó al país en “crisis humanitaria de salud” por la escasez de medicamentos, insumos médicos y las precarias condiciones de infraestructura hospitalaria.

En Venezuela, la Encuesta sobre Condiciones de Vida en Venezuela (Encovi 2019-2020) reveló que solo uno de cada cuatro hogares tiene agua diariamente -un insumo fundamental para asegurar una correcta higiene menstrual- mientras que el resto puede disponer de agua solo ciertos días a la semana (59 %) o algunas veces al mes (15 %).

Muchísimas mujeres en Venezuela deben comer antes que comprar toallas sanitarias; otras, cuando pueden comprar las toallas que encuentran disponibles y que son de marcas no evaluadas científicamente, suelen desarrollar alergias incapacitantes; otras deciden usar paños o papel higiénico en vez de toallas. Otras quisieran dormir en el baño para dejar de manchar la cama.

Organizaciones no gubernamentales internacionales como Human Rights Watch y WASH United han trabajado en guías e informes para ayudar a otras organizaciones a vencer el obstáculo de la pobreza menstrual en el mundo: silencio, tabú, estigma y falta de políticas de atención que se centren en la importancia del ciclo menstrual en la vida digna de una mujer. Y aún así, en Venezuela no hay indicadores oficiales sobre la pobreza menstrual que se atraviesa en el país.

Por eso no es raro que cada día haya más mujeres que tocan la puerta de Miriam Bravo a preguntar por sus toallas. Aunque esta historia nació en Venezuela, es un problema que traspasa fronteras. 

Con este contexto en mente, diez periodistas de Venezuela, Colombia y Ecuador realizaron el pódcast Cómo menstruar con dignidad, un proyecto de la primera Mediatón virtual liderada por la organización Chicas Poderosas, en el que hacen #Resonar las voces de mujeres que están pasando por pobreza menstrual y que buscan soluciones por su cuenta para poder menstruar tranquilas.

Transcripción de Cómo menstruar con dignidad

La locución es realizada por Yohana Marra.

En este momento yo podría estar menstruando. Parece un dato obvio, ¿cierto? En todo el mundo, a toda hora, hay cuerpos pasando por ese proceso biológico.

Pero hay cuerpos que lo viven como un obstáculo más. En este momento hay una niña que no puede salir de su casa porque tiene miedo. Sí, miedo a mancharse. Y a que la vean manchada.

[Miriam]: Cuando me preguntó la primera persona fue un señor y me dice «Miriam, ¿eso qué es?». Y le dije «toallas sanitarias». «¿Cómo así?». Y yo «Sí, toallas sanitarias, lo que pasa es que yo las lavo. Me dice «Eso es una maravilla. Yo necesito para mi hija, para mi esposa y para mi nieta».

[Miriam]: He pensado en todas las posibilidades, en cómo ayudar a gente que no tienen recursos en cómo costear las toallas sanitarias.

Mientras escuchas esto, hay mujeres que no pueden comprar toallas sanitarias, aunque…

[Miriam]: Nosotras las mujeres las usamos mensual, o sea cada 28 días. Esto es algo inevitable. Es algo que vas a necesitar para siempre, como quien dice.

Mi nombre es Yohana Marra, periodista en Venezuela. Les voy a contar sobre la pobreza menstrual por la que deben pasar muchísimas mujeres en mi país. Acá, esta realidad es opacada por miles de problemáticas que enfrenta una nación declarada en Emergencia Humanitaria Compleja.

Y también les voy a contar de aquellas que, pese a todo, buscan soluciones para menstruar tranquilas. Esto es Cómo menstruar con dignidad.

Estamos en San Isidro, un barrio de Petare. Ciudad: Caracas, Venezuela.

[Miriam]: De niña, cuando me desarrollé, yo vivía en casa de mis tías, y yo cuando le dije a mi abuela enseguida corrió a comprarme toallas. Pero éramos tan pobres que preferíamos comer que comprar toallas sanitarias. En mi familia la mayoría de las mujeres usaban pañitos.

Empecemos por lo básico, pues: cuando hablamos de pobreza menstrual hablamos de la dificultad de acceso a productos de higiene menstrual, como tampones, toallas sanitarias o copas. También hablamos de la dificultad de acceso al agua potable, que es esencial para una buena higiene, y al conocimiento necesario para cuidar la salud menstrual y reproductiva.

En mi país, esto que es tan básico para la dignidad humana debería ser un asunto de salud pública, pero no lo es. Las cifras oficiales sobre este tema no existen. Pero la Asociación Venezolana para una Educación Sexual Alternativa, en medio de la pandemia del Covid-19, hizo una encuesta en el municipio Sucre que demostró que 9 de cada 10 mujeres son pobres menstruales.

Y Miriam Bravo es una de esas mujeres dentro de la cifra de Avesa.

[Miriam]: Yo soy Miriam Bravo, ama de casa, ahorita me dedico a la costura. Soy madre de siete niños. Tengo por oficio la costura desde hace más de 20 años y nada, ahorita vivo es de eso, de la costura. Soy costurera desde los 12 años. Mi primer curso de corte y confección lo hice, tenía 12 años. Recuerdo que una de mis tías tuvo que inscribirse para yo participar, Centro de Estudios Capacitación para mujeres de bajos recursos. Me gradué con honores. Mi primer vestido de novia y de bautizo fue en papel. Y desde allí hasta la fecha de hoy todo lo mío ha sido la costura.

Como a muchas mujeres de San Isidro, a ella casi nunca le alcanza los ingresos para conseguir toallas sanitarias desechables, lo mínimo para menstruar de forma sana y segura. En el barrio tampoco hay acceso al transporte público fácil para trasladarse a farmacias y a hospitales. Pero Miriam sabe cómo es ella frente a este escenario. Es una mujer que ha tenido que valerse por sí misma:

[Miriam]: Soy sencilla, luchadora, guerrera, una mamá echada para adelante.

Miriam Bravo tiene 42 años, es una mujer de 1 metro 53 centímetros de alto, musculosa, y tiene tres hijos menores de ocho años. Ella decidió dejar de esperar a tener los bolívares necesarios para resolver su problema.

La casa de Miriam es de tablas azules de madera. Para llegar a ella debes dejar atrás el asfalto y cruzar un camino de tierra.
E imagínate que a la entrada de la casa hay otra cosa que llama la atención: colgadas en cuerdas para secar ropa te dan la bienvenida tres rellenos y un forro en forma de óvalo.

[Miriam]: El 14 de marzo (de 2020) yo debía haber empezado a trabajar. Resulta que justamente para esa fecha el domingo o el viernes si no recuerdo más, decretaron el país en pandemia nacional. No pude empezar a trabajar en esa empresa. Viendo que no tenía recursos, se me ocurrió la brillante idea de hacer toallas sanitarias para mí y para mis hijas.

Durante la cuarentena que se declaró en Venezuela por la pandemia, Miriam y muchas mujeres de su comunidad se quedaron encerradas. Eso significa que su situación económica empeoró aún más de lo que ya estaba antes del Covid-19.

Y una pequeña parte de la solución está colgada en las cuerdas: son toallas sanitarias. Sí, son las que Miriam creó en la cuarentena para poder mantener su higiene menstrual durante el encierro, durante la escasez.

[Miriam]: De unas muestras que yo tenía de Always, de esas desechables, usé ese modelo de toallas e hice toallas ecológicas.

Para Miriam y para cualquier mujer que vive en el país con la inflación más alta del mundo, menstruar se suma como otro contratiempo por resolver.

Acá en Venezuela el salario mínimo es de 400.000 bolívares por mes, que son 0,92 centavos de dólar. Con el bono de alimentación mensual, que es de otros 400.000 bolívares, el total de una mensualidad para alguien que trabaje en estas condiciones es de 1,84 dólares.

Esto no suena para nada optimista de por sí, pero frente a la necesidad de comprar implementos de higiene sanitaria se oye peor aún, ¿cierto?

Porque pasa que las toallas sanitarias cuestan entre los 90 centavos de dólar y un dólar cincuenta; pasa que una caja de ocho tampones puede ser el equivalente a 4 dólares. Y pasa que una copa menstrual puede conseguirse hasta en 30 dólares. Sí, son precios inalcanzables.

[Miriam]: Yo empecé pero Las hice como por emergencia y después con esto de la pandemia dije nada, tengo que hacer toallas sanitarias para mí porque de verdad sin recursos cómo vive una mujer sin toallas sanitarias, sin su día a día prácticamente, porque la menstruación es algo con lo que vas a vivir con ella mucho tiempo. Entonces, nada, tengo que hacerme unas toallas sanitarias para tener ahí todo el tiempo porque de verdad que la situación está difícil.

Así fue como Miriam se hizo de retazos botados en su taller en el ranchito y alquiló una máquina de coser para armar patrones y probar los resultados en casa. La experiencia en costura dio sus frutos. Hoy son un hecho sus “toallas ecológicas”, como ella las llama.

[Miriam]: Empezando mi experiencia fue bastante difícil porque apenas un bajón yo sentía que me tenía que cambiar, me daba miedo, pero ya no, estoy relajada y las puedo usar todos los días hasta para el trabajo. Casi no compro ya toallas desechables a menos que esté en la calle. Pero como me quedo muchos días en el trabajo las uso allá cómodamente y allá me preguntan «Miriam, ¿cómo sigues utilizándolas ahí en la calle?». «No, son cómodas, no se te pasan, son cómodas y te protegen».

[Miriam]: Tienen forro que tiene un plástico antiadherente por dentro , tiene cómo meterle un cambiador; tiene varios cambiadores, si se te pasa a la parte del forro, si se te mancha, puedes cambiar ese forro. Es un paquete que viene con tres cambios diferentes y que viene uno nocturno, que es un poquito más grueso. Normalmente los estoy haciendo de fleece polar y algodón por dentro.

Muchas mujeres tocan la puerta de la casa de Miriam cuando escuchan de sus toallas hechas a mano. Pero una de las mujeres que está más cerca de ella mira más bien desde lejos. Y tiene sus razones. Ella se llama Yhosleidy Segovia, tiene 26 años y Miriam le alquila una pieza de su casa.

[Yhosleidy]: Semanalmente hago aproximadamente cinco, seis dólares, semanal. Al menos, no he sacado la cuenta.

Aunque Yhosleidy hace tortas, helados, panes o lo que sea para mantener a sus dos hijos, le toca pedir prestado y sacrificar comida para conseguir cosas tan necesarias como toallas sanitarias o jabón de baño.

[Yhosleidy]: Entonces, con respecto a las toallas diarias y eso, eso sí no puede faltar porque… pero sí tengo que hacer un sacrificio, a veces dejo una harina Pan o un aceite para comprarme las toallas. Yo me las veo cuando me vaya a venir porque cuando me va a venir eso es un mes, un mes y medio y eso es tan grande que me tengo que colocar una abajo y otra arriba, dos toallas.

A ella quizás le servirían las toallas de Miriam, pero la razón por las que aún no las prueba es por un miedo específico. Teme que se le pase un bajón, o sea, que la sangre atraviese la tela y le manche la ropa, cosa que nos puede pasar a cualquiera.

Y algo que es parte también de la pobreza menstrual es no poder enfrentar la menstruación con buenas herramientas.

Ginecólogas y psicólogas nos explicaron que en muchas ocasiones las mujeres se aíslan por el olor que ellas mismas sienten al menstruar. El impacto que sufren al no poder enfrentar su periodo con los implementos necesarios a veces es tanto, que sus emociones son silenciadas porque piensan que por no tener recursos la menstruación es mala. Y, como dice María Verónica Gómez, psicóloga ecuatoriana…

[María Verónica]: La vergüenza viene acompañada de una pobreza emocional, de no sentirme valorada, de tener muy baja autoestima, de no tener auto valoración porque el entorno me hace sentir desvalorizada porque la menstruación así sea biológica es un tema tabú.

Como a muchas mujeres de San Isidro, a ella casi nunca le alcanza los ingresos para conseguir toallas sanitarias desechables, lo mínimo para menstruar de forma sana y segura. En el barrio tampoco hay acceso al transporte público fácil para trasladarse a farmacias y a hospitales. Pero Miriam sabe cómo es ella frente a este escenario. Es una mujer que ha tenido que valerse por sí misma:

[Miriam]: Soy sencilla, luchadora, guerrera, una mamá echada para adelante.

Miriam Bravo tiene 42 años, es una mujer de 1 metro 53 centímetros de alto, musculosa, y tiene tres hijos menores de ocho años. Ella decidió dejar de esperar a tener los bolívares necesarios para resolver su problema.

La casa de Miriam es de tablas azules de madera. Para llegar a ella debes dejar atrás el asfalto y cruzar un camino de tierra.

E imagínate que a la entrada de la casa hay otra cosa que llama la atención: colgadas en cuerdas para secar ropa te dan la bienvenida tres rellenos y un forro en forma de óvalo.

[Miriam]: El 14 de marzo (de 2020) yo debía haber empezado a trabajar. Resulta que justamente para esa fecha el domingo o el viernes si no recuerdo más, decretaron el país en pandemia nacional. No pude empezar a trabajar en esa empresa. Viendo que no tenía recursos, se me ocurrió la brillante idea de hacer toallas sanitarias para mí y para mis hijas.

Durante la cuarentena que se declaró en Venezuela por la pandemia, Miriam y muchas mujeres de su comunidad se quedaron encerradas. Eso significa que su situación económica empeoró aún más de lo que ya estaba antes del Covid-19.

Y una pequeña parte de la solución está colgada en las cuerdas: son toallas sanitarias. Sí, son las que Miriam creó en la cuarentena para poder mantener su higiene menstrual durante el encierro, durante la escasez.

[Miriam]: De unas muestras que yo tenía de Always, de esas desechables, usé ese modelo de toallas e hice toallas ecológicas.

Para Miriam y para cualquier mujer que vive en el país con la inflación más alta del mundo, menstruar se suma como otro contratiempo por resolver.

Acá en Venezuela el salario mínimo es de 400.000 bolívares por mes, que son 0,92 centavos de dólar. Con el bono de alimentación mensual, que es de otros 400.000 bolívares, el total de una mensualidad para alguien que trabaje en estas condiciones es de 1,84 dólares.

Esto no suena para nada optimista de por sí, pero frente a la necesidad de comprar implementos de higiene sanitaria se oye peor aún, ¿cierto?

Porque pasa que las toallas sanitarias cuestan entre los 90 centavos de dólar y un dólar cincuenta; pasa que una caja de ocho tampones puede ser el equivalente a 4 dólares. Y pasa que una copa menstrual puede conseguirse hasta en 30 dólares. Sí, son precios inalcanzables.

[Miriam]: Yo empecé pero Las hice como por emergencia y después con esto de la pandemia dije nada, tengo que hacer toallas sanitarias para mí porque de verdad sin recursos cómo vive una mujer sin toallas sanitarias, sin su día a día prácticamente, porque la menstruación es algo con lo que vas a vivir con ella mucho tiempo. Entonces, nada, tengo que hacerme unas toallas sanitarias para tener ahí todo el tiempo porque de verdad que la situación está difícil.

Así fue como Miriam se hizo de retazos botados en su taller en el ranchito y alquiló una máquina de coser para armar patrones y probar los resultados en casa. La experiencia en costura dio sus frutos. Hoy son un hecho sus “toallas ecológicas”, como ella las llama.

[Miriam]: Empezando mi experiencia fue bastante difícil porque apenas un bajón yo sentía que me tenía que cambiar, me daba miedo, pero ya no, estoy relajada y las puedo usar todos los días hasta para el trabajo. Casi no compro ya toallas desechables a menos que esté en la calle. Pero como me quedo muchos días en el trabajo las uso allá cómodamente y allá me preguntan «Miriam, ¿cómo sigues utilizándolas ahí en la calle?». «No, son cómodas, no se te pasan, son cómodas y te protegen».

[Miriam]: Tienen forro que tiene un plástico antiadherente por dentro , tiene cómo meterle un cambiador; tiene varios cambiadores, si se te pasa a la parte del forro, si se te mancha, puedes cambiar ese forro. Es un paquete que viene con tres cambios diferentes y que viene uno nocturno, que es un poquito más grueso. Normalmente los estoy haciendo de fleece polar y algodón por dentro.

Muchas mujeres tocan la puerta de la casa de Miriam cuando escuchan de sus toallas hechas a mano. Pero una de las mujeres que está más cerca de ella mira más bien desde lejos. Y tiene sus razones. Ella se llama Yhosleidy Segovia, tiene 26 años y Miriam le alquila una pieza de su casa.

[Yhosleidy]: Semanalmente hago aproximadamente cinco, seis dólares, semanal. Al menos, no he sacado la cuenta.

Aunque Yhosleidy hace tortas, helados, panes o lo que sea para mantener a sus dos hijos, le toca pedir prestado y sacrificar comida para conseguir cosas tan necesarias como toallas sanitarias o jabón de baño.

[Yhosleidy]: Entonces, con respecto a las toallas diarias y eso, eso sí no puede faltar porque… pero sí tengo que hacer un sacrificio, a veces dejo una harina Pan o un aceite para comprarme las toallas. Yo me las veo cuando me vaya a venir porque cuando me va a venir eso es un mes, un mes y medio y eso es tan grande que me tengo que colocar una abajo y otra arriba, dos toallas.

A ella quizás le servirían las toallas de Miriam, pero la razón por las que aún no las prueba es por un miedo específico. Teme que se le pase un bajón, o sea, que la sangre atraviese la tela y le manche la ropa, cosa que nos puede pasar a cualquiera.

Y algo que es parte también de la pobreza menstrual es no poder enfrentar la menstruación con buenas herramientas.

Ginecólogas y psicólogas nos explicaron que en muchas ocasiones las mujeres se aíslan por el olor que ellas mismas sienten al menstruar. El impacto que sufren al no poder enfrentar su periodo con los implementos necesarios a veces es tanto, que sus emociones son silenciadas porque piensan que por no tener recursos la menstruación es mala. Y, como dice María Verónica Gómez, psicóloga ecuatoriana…

[María Verónica]: La vergüenza viene acompañada de una pobreza emocional, de no sentirme valorada, de tener muy baja autoestima, de no tener auto valoración porque el entorno me hace sentir desvalorizada porque la menstruación así sea biológica es un tema tabú.

[Kelly]: Los primeros meses como que no pasó nada grave. A veces sentía cierta piquiña en la vagina, pero normal.

Vivir en un sector de clase media en Caracas debería poder solucionar algunos problemas, ¿cierto? Por el acceso a implementos de higiene menstrual al tener farmacias más cercanas, quizás.

Por ejemplo, Kelly Ronderos, de 24 años, sí tiene recursos para comprar sus toallas sanitarias… solo que una vez compró unas, pues, un poco raras.

[Kelly]: Después de unos meses compré unas, que recuerdo que eran chinas y me parecieron súper raras, pero igual me las puse. Después de que yo me puse esa toalla, más nunca, nunca, nunca volví a tener mi ph. 

Una cosa es no tener acceso a productos. Eso es grave, por supuesto. Pero cuando ya hay productos y esos además son inseguros… ¿ahí qué? No tener acceso a los productos seguros es otro de los rasgos de la pobreza menstrual. Para las mujeres venezolanas ese es otro pan de cada día.

[Kelly]: Tomé la decisión de ponerme unos pañitos que son unas medias que tenía y las piqué por la mitad y me salen dos paños. Tengo como diez. Entonces con el asunto del agua lo que hago es que normalmente me cambio dos veces al día. 

La alergia que sufrió Kelly pudo haberse vuelto mucho más grave. Según el ginecólogo venezolano Antonio Luciola, hay enfermedades muy graves y molestias, dermatitis leve o grave, dolor en la pelvis e infecciones intravaginales. ¡Todo por no tener los implementos adecuados! Y si no pasa nada de eso, lo mínimo que se suele sufrir es del “qué dirán”.

[Kelly]: Cuando me viene el período intento no hacer planes de ir a una fiesta que dure toda la noche, quedarme en casa de mi novio porque en las fiestas no me podría cambiar porque donde meto el pañito lleno de menstruación y en la casa de mi novio me da mucha pena lavarlo, no tanto por tener que lavarlo, sino que, al momento de guindarlo, que lo vayan a ver ahí me da pena.

No poder ni siquiera dormir bien por tener la regla… Hasta a eso llegan algunas venezolanas incapaces de poder costear implementos de higiene. Rudy Carrasco es otra voz que se alza para mostrar cómo se menstrua en mi país.

[Rudy]: Me cambia el humor, aparte de eso, sangro mucho, siempre estoy pendiente que no me vaya a manchar. Si voy a dormir y tengo la menstruación no duermo bien porque estoy pendiente si manché la cama entonces tengo que estarme parando cada ratico al baño a lavarme, a cambiarme porque eso es como una enfermedad que me da… si durmiera en el baño para mí fuera mejor. 

La crisis solo deriva en que Rudy incluso sienta en la menstruación un castigo divino.

[Rudy]: Soy gemela con un varón y siempre he dicho «Cónchale, Señor, ¿por qué no le das un poquito de ese dolor, de esa molestia a él?». Él es rey en ese sentido. Algunas veces digo «quisiera ser hombre» para no sentir nada de esto, no menstruar, no gastar real en toallas sanitarias ni nada por el estilo.

[Miriam]: Muchas mujeres vienen acá a tocar la puerta para comprar un paquete de toallas ecológicas que la pueden seguir usando, las pueden lavar, y que son comodísimas, no te irritan, no te causan ningún efecto secundario.

Nadie merece tener que percibir así su menstruación. Por eso cada vez más mujeres golpean a la puerta de la casa de Miriam: para cerrarle la puerta a la vergüenza y buscar una solución digna. Sus toallas han ayudado incluso a personas con incontinencia o a madres recién paridas que atraviesan su cuarentena. Gracias a ellas, Miriam se ahorra algo de dinero en casa que sirve para la comida y para la atención de sus hijos y nietos.

Pero aún prevalece el miedo a lo nuevo y, por supuesto, las dificultades económicas siguen instaladas en esa comunidad y en todo el país. No todas pueden comprar las toallas de Miriam que cuestan un dólar. Aunque ella ha donado varias.

Se trata entonces de una dificultad que lleva a las mujeres a vivir de forma indigna. A sentir como un castigo ese proceso natural que jamás ha sido completamente eso para las mujeres.

Y aunque en Venezuela nació esta historia, no se trata solo de un problema nacional. Es una dificultad que se presenta en muchas mujeres alrededor del mundo.

El Banco Mundial informó que en el mundo 2 de cada 5 niñas en edad de menstruar, pierden en promedio 5 días escolares al mes por no tener las instalaciones necesarias en las escuelas. En Maracaibo, estado Zulia, la cifra ronda entre los 2 a 3 días según Proyecto Mujeres.

El medio Malvestida publicó que hasta 2018 12.6 millones de mujeres, en situación de pobreza en México, no cuentan con acceso a los servicios básicos en la vivienda como agua potable o servicio de drenaje.

En Argentina, la mitad de las mujeres asalariadas informales gana menos de $17.900 pesos por mes. El costo estimado para poder gestionar la menstruación mediante la compra de toallas y tampones se encuentra entre los 2.900 y 3.800 pesos argentinos.

Y en Colombia comenzó la campaña menstruación libre en el año 2015 y en el año 2018 la Corte Constitucional tumbó el impuesto del 5% que tenían las toallas higiénicas y tampones.

La lista sigue, porque la pobreza menstrual no conoce fronteras.

En Venezuela, frente a la ausencia del Estado y a políticas de salud pública que protejan a las mujeres, encontrar una solución no es una opción: es lo que hay que hacer para sobrevivir. ¿Cómo menstruar con dignidad? Es imposible en este escenario.

Miriam intentó lograrlo y ahora ofrece un alivio que no es la solución, pero que les devuelve a varias esa dignidad perdida.. Por eso más mujeres tocarán su puerta.

[Miriam]: Ahora me recordé de esos viejos tiempos y decía «Dios mío, volver a esto es duro». Para mí va a ser rudo porque no estoy acostumbrada, estaba acostumbrada a otra vida y digo «Ay, Dios mío, volver al pasado es mucho». Y nada, me tocó que usar pañitos otra vez y yo decía «Dios mío, por qué volver atrás si hay otros métodos, hay tampas…». De verdad que esta experiencia de usar estas toallas me ha quitado el trauma de los trapitos, sin embargo son de telas, hay que lavarlos, pero son mucho más cómodos. son de telas, hay que lavarlos, pero es mucho más cómodo que usar un pañito que no tiene forro, que no tiene como el plástico que no se te va a traspasar, es otra cosa, pues.

[Miriam]: Yo le agradezco a Dios esta enorme experiencia que me ha hecho vivir porque gracias a estas experiencias que he vivido yo he tenido la posibilidad de crecer como mujer, como mamá, y nada, como emprendedora, porque este es un emprendimiento que ha hecho que revolucione como quien dice la sociedad, el barrio, la comunidad. Todo el mundo dice como «Uau, tiene una mente demasiado maravillosa, demasiado creativa…».

Esa creatividad… La creatividad de Miriam es también un grito de auxilio de esas mujeres que viven en pobreza menstrual. Esas a las que ella hoy les abre la puerta.

Cómo menstruar con dignidad es una historia que nació desde un grupo de mujeres periodistas de Colombia, Venezuela y Ecuador. El guion fue escrito por Génesis Carrero Soto. La reportería estuvo a cargo de Melany Oñate, Arantxa López, Lisbeth Aconcha, Mariana Sofía García, Ximena Guzmán, Génesis Carrero Soto, Yohana Marra y Gabriela Simosa.

Jezabel Calero se encargó del montaje y la posproducción de este episodio. Yohana Marra hizo la locución de este proyecto, quien trabajó con la ayuda de Lisbeth Aconcha. Waleska López se encargó de la línea gráfica. Ella hace parte de Contentöh, una empresa de diseño digital que puedes consultar en https://www.contentoh.xyz.
Las fotografías que acompañan esta historia fueron tomadas por Cipriano Acevedo. La mentora que acompañó el proyecto fue Maru Lombardo.

Esta historia fue creada en la Mediatón #Resonar, organizada por Chicas Poderosas y la UNESCO, con el apoyo de Google News Initiative. Para escuchar todas las historias sonoras creadas de forma colaborativa e interdisciplinaria por mujeres y personas no-binarias de Bolivia, Colombia, Ecuador y Venezuela, visita chicaspoderosas.org/historiasresonar.